La Nueva Doctrina de Defensa Imperial.
THIERRY MEYSSAN.
Al cabo de muchas vacilaciones, la administración Obama ha adoptado su nueva Doctrina de Defensa. Para el Levante no se habla ya de «rediseñar el Medio Oriente ampliado», ni tampoco de derrocar al presidente Bachar al-Assad sino sólo de «reducir» el Emirato Islámico. La Casa Blanca espera poner orden en su maquinaria militar y echarla a andar nuevamente. Para ello, el presidente Obama trata de obtener el respaldo del Congreso.
Al dirigirse al Congreso para solicitarle la adopción de una «Autorización para el Uso de la Fuerza Militar» (Authorization for Use of Military Force - AUMF), el presidente Obama se decidió por fin a aclarar la política de Estados Unidos en el Levante.
Según el proyecto de ley que propone Obama, el Pentágono recibiría una autorización que le permitiría perseguir al Emirato Islámico sin tener en cuenta los límites geográficos –o sea, en Irak y en Siria simultáneamente y, posteriormente, en cualquier otro lugar–, recurriendo al uso de fuerzas terrestres para garantizar la realización de misiones de inteligencia y de apoyo a los golpes aéreos pero sin participar en combates terrestres, autorización que podría renovarse al cabo de 3 años. Esta definición de la misión corresponde punto por punto a las exigencias del jefe del estado mayor conjunto, general Martin Dempsey.
Sólo 2 «Autorizaciones para el Uso de la Fuerza Armada» se han votado en los últimos años. La primera, el 14 de septiembre de 2001, autorizaba ataques contra los países, organizaciones o personas vinculados a los atentados del 11 de septiembre y contra todo el que estuviese vinculado a otros grupos terroristas, en cualquier lugar del mundo y sin límites de tiempo.
La segunda, adoptada el 2 de octubre de 2002, autorizaba la invasión de Irak. Era inútil en la medida en que Washington ya acusaba a Sadam Husein de respaldar a al-Qaeda desde hacía años, incluso para la organización de atentados en Francia, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania y Rusia (sic). Pero resultó necesaria cuando hubo que abandonar aquella grotesca acusación y el general Powell presentó, a título personal, sus lastimeras excusas.
Trece años más tarde, el objetivo de la proposición de Obama no es legalizar la operación de la coalición internacional contra el Emirato Islámico, el texto de 2001 es ampliamente suficiente para ello, sino ilegalizar las operaciones en contra de la República Árabe Siria. Esto es exactamente lo que el secretario de Defensa Chuck Hagel había reclamado por escrito a finales de octubre de 2014 [7], reclamación que le valió ser destituido como resultado de las presiones del Likud israelí y de los neoconservadores estadounidenses.
Eso indica que la correlación de fuerzas ha cambiado a favor de la Casa Blanca. El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, enfrenta dificultades con su campaña electoral. Su presentación ante el Congreso estadounidense ha sido pospuesta, a pesar de la invitación que le había enviado el presidente de la Cámara de Representantes. De todas maneras, los neoconservadores estadounidenses harán todo lo posible por retrasar el voto del proyecto de ley con la esperanza de que su favorito resulte finalmente electo en Tel Aviv.
Ya en este momento, el senador John McCain, actual presidente de la Comisión a cargo de las fuerzas armadas, está tratando de movilizar sus fuerzas en contra de la proposición del presidente Obama. Mientras afirmaba que quería destruir el Emirato Islámico, McCain –quien negaba nuestras revelaciones sobre su encuentro de mayo de 2013 con el «califa» Ibrahim al-Baghdadi [9]–, acabó reconociendo en Fox News, el 16 de septiembre de 2014, que estaba en contacto permanente con el estado mayor del «Emirato Islámico». Basándose en su experiencia de Vietnam, McCain explicaba que Estados Unidos tendría que pactar con el diablo para acabar con la República Árabe Siria, objetivo ahora inútil e incluso peligroso para Washington pero que sigue siendo de interés para el proyecto del Likud, cuya pretensión es crear un Estado sionista que se extendería desde el Nilo hasta el Éufrates.
El voto sobre la proposición de Obama podría demorar semanas, incluso meses. Su aprobación pondría fin definitivamente al accionar de Estados Unidos contra el pueblo sirio así como al proyecto de «rediseño del Medio Oriente ampliado» y, por consiguiente, a la creación de un «Kurdistán» proisraelí y de un «Sunnistán» terrorista que abarcaría parte de Siria y de Irak.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ya parece haber iniciado la aplicación de la lógica de Obama. El enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, debería presentar próximamente un informe señalando que es imposible combatir eficazmente el Emirato Islámico ni poner fin al conflicto sirio sin ayuda del presidente sirio Bachar al-Assad.
Fuente: RedVoltaire.Net
Al cabo de muchas vacilaciones, la administración Obama ha adoptado su nueva Doctrina de Defensa. Para el Levante no se habla ya de «rediseñar el Medio Oriente ampliado», ni tampoco de derrocar al presidente Bachar al-Assad sino sólo de «reducir» el Emirato Islámico. La Casa Blanca espera poner orden en su maquinaria militar y echarla a andar nuevamente. Para ello, el presidente Obama trata de obtener el respaldo del Congreso.
Al dirigirse al Congreso para solicitarle la adopción de una «Autorización para el Uso de la Fuerza Militar» (Authorization for Use of Military Force - AUMF), el presidente Obama se decidió por fin a aclarar la política de Estados Unidos en el Levante.
Según el proyecto de ley que propone Obama, el Pentágono recibiría una autorización que le permitiría perseguir al Emirato Islámico sin tener en cuenta los límites geográficos –o sea, en Irak y en Siria simultáneamente y, posteriormente, en cualquier otro lugar–, recurriendo al uso de fuerzas terrestres para garantizar la realización de misiones de inteligencia y de apoyo a los golpes aéreos pero sin participar en combates terrestres, autorización que podría renovarse al cabo de 3 años. Esta definición de la misión corresponde punto por punto a las exigencias del jefe del estado mayor conjunto, general Martin Dempsey.
Sólo 2 «Autorizaciones para el Uso de la Fuerza Armada» se han votado en los últimos años. La primera, el 14 de septiembre de 2001, autorizaba ataques contra los países, organizaciones o personas vinculados a los atentados del 11 de septiembre y contra todo el que estuviese vinculado a otros grupos terroristas, en cualquier lugar del mundo y sin límites de tiempo.
La segunda, adoptada el 2 de octubre de 2002, autorizaba la invasión de Irak. Era inútil en la medida en que Washington ya acusaba a Sadam Husein de respaldar a al-Qaeda desde hacía años, incluso para la organización de atentados en Francia, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania y Rusia (sic). Pero resultó necesaria cuando hubo que abandonar aquella grotesca acusación y el general Powell presentó, a título personal, sus lastimeras excusas.
Trece años más tarde, el objetivo de la proposición de Obama no es legalizar la operación de la coalición internacional contra el Emirato Islámico, el texto de 2001 es ampliamente suficiente para ello, sino ilegalizar las operaciones en contra de la República Árabe Siria. Esto es exactamente lo que el secretario de Defensa Chuck Hagel había reclamado por escrito a finales de octubre de 2014 [7], reclamación que le valió ser destituido como resultado de las presiones del Likud israelí y de los neoconservadores estadounidenses.
Eso indica que la correlación de fuerzas ha cambiado a favor de la Casa Blanca. El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, enfrenta dificultades con su campaña electoral. Su presentación ante el Congreso estadounidense ha sido pospuesta, a pesar de la invitación que le había enviado el presidente de la Cámara de Representantes. De todas maneras, los neoconservadores estadounidenses harán todo lo posible por retrasar el voto del proyecto de ley con la esperanza de que su favorito resulte finalmente electo en Tel Aviv.
Ya en este momento, el senador John McCain, actual presidente de la Comisión a cargo de las fuerzas armadas, está tratando de movilizar sus fuerzas en contra de la proposición del presidente Obama. Mientras afirmaba que quería destruir el Emirato Islámico, McCain –quien negaba nuestras revelaciones sobre su encuentro de mayo de 2013 con el «califa» Ibrahim al-Baghdadi [9]–, acabó reconociendo en Fox News, el 16 de septiembre de 2014, que estaba en contacto permanente con el estado mayor del «Emirato Islámico». Basándose en su experiencia de Vietnam, McCain explicaba que Estados Unidos tendría que pactar con el diablo para acabar con la República Árabe Siria, objetivo ahora inútil e incluso peligroso para Washington pero que sigue siendo de interés para el proyecto del Likud, cuya pretensión es crear un Estado sionista que se extendería desde el Nilo hasta el Éufrates.
El voto sobre la proposición de Obama podría demorar semanas, incluso meses. Su aprobación pondría fin definitivamente al accionar de Estados Unidos contra el pueblo sirio así como al proyecto de «rediseño del Medio Oriente ampliado» y, por consiguiente, a la creación de un «Kurdistán» proisraelí y de un «Sunnistán» terrorista que abarcaría parte de Siria y de Irak.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ya parece haber iniciado la aplicación de la lógica de Obama. El enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, debería presentar próximamente un informe señalando que es imposible combatir eficazmente el Emirato Islámico ni poner fin al conflicto sirio sin ayuda del presidente sirio Bachar al-Assad.
Fuente: RedVoltaire.Net
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