Breve historia del neoliberalismo.
Lo que hoy en día se acepta como algo de la vida cotidiana
así como tanto por la izquierda como por la derecha; no siempre fue así. En la
década de los 80, Margaret Thatcher tuvo que convencer a la gente que no había “ninguna
alternativa” al neoliberalismo. El neoliberalismo tiene una historia específica
y, conociéndola funcionará como un antídoto importante a su hegemonía ya que
vino de algún lugar y que fue diseñado por determinadas personas con intereses particulares.
La historia comienza con la Gran Depresión de la década de
1930, que fue una consecuencia de lo que los economistas llaman una “crisis de
sobreproducción”. El capitalismo se fue expandiendo por el aumento de la
productividad a medida que los salarios iban disminuyendo generando profundas
desigualdades, erosionando la capacidad de las personas para consumir, creando
un exceso de oferta de bienes que no podían encontrar un mercado. Para resolver
esta crisis y evitar que se repitieran en el futuro, los economistas de la
época -dirigidos por John Maynard
Keynes- sugirieron que el Estado debía participar en la regulación del
capitalismo. Argumentaron que al reducir el desempleo, aumentaría el salario y
por consiguiente la demanda de bienes; el estado podría garantizar un
crecimiento económico continuado y bienestar social.
Este modelo económico se conoce como “liberalismo incorporado
o incrustado” –era una forma de capitalismo que se incrustó en la sociedad,
limitada por las preocupaciones políticas y dedicada al bienestar social-. Se
trató de cambiar a un salario familiar decente para una mano de obra dócil y
productiva, de clase media que tuvieran los medios para consumir un conjunto de
productos básicos. Estos principios se aplicaron ampliamente después de la
Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos y Europa. Las autoridades creyeron
que podían utilizar los principios keynesianos para garantizar la estabilidad
económica y el bienestar social en todo el mundo y, así evitar otra guerra
mundial. Desarrollaron las instituciones de Bretton Woods (que luego se convertiría
en el Banco Mundial, el FMI y la OMC) para este fin, con el objetivo de
suavizar la balanza de pagos y para promover la reconstrucción y el desarrollo
en Europa devastada por la guerra.
El Liberalismo incorporado entregó altas tasas de
crecimiento durante los años 1950 y 1960 - sobre todo en el Occidente
industrializado, pero también en muchas naciones poscoloniales. A
principios de 1970, sin embargo, el liberalismo incrustado comenzaba a
enfrentar una crisis de "estanflación", lo que significa una
combinación de alta inflación y estancamiento económico. En los EE.UU. y
Europa, las tasas de inflación se dispararon desde alrededor de 3% en 1965 a
alrededor del 12% diez años después. Los economistas siguen debatiendo las
razones de la estanflación durante este período. Estudiosos progresistas
como Paul Krugman apuntan a dos factores. En
primer lugar, el alto costo de la guerra de Vietnam dejó a los EE.UU. con un
déficit en la balanza de pagos - la primera del siglo 20 - hasta el punto que
los inversores internacionales preocupados empezaron a “descargarse” de sus
dólares, por lo que las tasas de inflación en aumentaron. Nixon exacerbó
la inflación cuando, luchando para pagar los crecientes costos de la guerra, retiró
el patrón oro en 1971: el precio del oro se disparó mientras que el valor del
dólar se desplomó. En segundo lugar, la crisis del petróleo de 1973 hizo
que los precios crecieran y provocó una desaceleración, llevándola al
estancamiento. Pero los eruditos conservadores (lacayos de la élite) rechazan
estas razones. En cambio, ven esta "estanflación" como consecuencia de
impuestos onerosos sobre la regulación económica, alegando que representaba el
punto final inevitable del liberalismo incrustado lo que justificaba el
desguace de todo el sistema.
Paul Vocker se convirtió en el presidente de la Reserva
Federal de los EE.UU. en 1979, nombrado por el presidente Carter. Siguiendo las
recomendaciones (como no…) de lo economistas de la Escuela de Chicago como
Milton Friedman, Volcker sostuvo que la única manera de poner fin a la crisis
era sofocar la inflación elevando las tasas de interés al 20%. Esto causó una
recesión masiva, conduciendo a unas tasas de desempleo superiores el 10%
diezmando (nunca mejor dicho) el poder de los sindicatos que –bajo el
liberalismo incustrado- habían sido el contrapeso crucial para el exceso
capitalista que originó la Gran Depresión. El conocido como “shock Volcker”
tuvo efectos devastadores en la clase obrera, pero curó la inflación e infló a
la élite adinerada.
Este ajuste en la política monetaria (dirigida a la baja
inflación) fue el primer componente del neoliberalismo puesto en marcha a
principios de los 80. La segunda fue la oferta económica. Reagan quiso dar más
dinero a la ya clase rica para así estimular el crecimiento económico bajo el
supuesto de que iban a invertir en capacidad productiva y que poco a poco revertiría
al resto de la sociedad. Un tercer componente del plan económico de Reagan (y
la gran causa de los males que tenemos hoy en dia) fue la desregulación del
sector financiero. Devido a que Volcker se negó a apoyar esta política, Reagan
nombro a Alan Greenspan a ocupar su lugar en 1987 siguiendo en su puesto hasta
2006. Las desregulaciones empujaron finalmente al precipicio de la crisis
financiera mundial de 2008, durante la cual millones de personas perdieron sus
hogares por ejecución hipotecaria.
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