lunes, 9 de noviembre de 2015

El cierre del cerco estadounidense alrededor de Rusia

El cierre del cerco estadounidense alrededor de Rusia



La guerra en Ucrania sigue su curso y no se avizora solución. Pero, más que una guerra civil ucraniana es una guerra de agresión contra Rusia, una guerra en la que Estados Unidos utiliza a sus satélites europeos y anglosajones. Las razones de Washington para seguir adelante con esta política extremadamente peligrosa pueden parecer poco claras. Para explicarlas hay que recordar los orígenes de este conflicto. En 1990, se prometía a la Unión Soviética que la OTAN no trataría de extenderse hacia el este aprovechándose del vacío que dejaba la URSS al retirarse del este de Europa. Hoy en día, Estados Unidos niega haber aceptado ese arreglo, pero el peso de las pruebas sugiere que - en efecto - Washington rompió las promesas que había hecho al entonces líder soviético Mijaíl Gorbatchev [1]. En 1991 se concretaba el derrumbe de la URSS y las republicas ex soviéticas se convertían en países independientes. En Estados Unidos, los triunfalistas cantaban victoria al referirse a la guerra fría mientras que la economía rusa se caía a pedazos, gracias a los llamados "liberales" rusos, que seguían los consejos occidentales favorables a las políticas económicas "de choque" y las privatizaciones, que en realidad no eran otra cosa que un verdadero saqueo de los recursos naturales rusos. El gobierno de la Federación Rusa cayó en manos de Boris Yeltsin, quien hizo el papel de bufón en la corte del entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton. Yeltsin invitó a sus amigos a enriquecerse, en detrimento del pueblo ruso. Los socios de Yeltsin se paseaban por Moscú en limusinas escoltadas por guardaespaldas enfundados en trajes de lujo que apenas disimulaban las pistolas que portaban. La mayoría de la población rusa perdió sus ahorros cuando el rublo se desplomó, en dos ocasiones, durante los años 1990. Abuelas de rostros arrugados vendían zanahorias y patatas en las calles mientras que otras trataban de vender zippers y cintas a la salida del metro. Exceptuando a los oligarcas, Rusia estaba depauperada y arruinada. Su pueblo estaba desesperado y en la televisión rusa los predicadores fundamentalistas estadounidenses se apoderaban de los horarios de la madrugada. Estados Unidos se convertía en superpotencia única. Ningún otro Estado podía ya enfrentar la voluntad de Washington, como la URSS lo había hecho en el pasado.

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