Intervención rusa en Siria desbarata guerra sucia de EEUU
EEUU no ha logrado, pese a todos
sus intentos, desanimar a los rusos en lo que se refiere al
establecimiento de una fuerte presencia en Siria. Al inicio de la
intervención militar rusa en Siria, Washington lanzó acusaciones contra
Moscú en el sentido de que los rusos estaban atacando a los así llamados
“rebeldes moderados” sólo para reconocer recientemente, a través de la
secretaria de Estado adjunta Anne Patterson, que un gran número de estos
últimos se había unido a Al Qaida.
Internacional |
Al Manar |
El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, respondió que
sus ataques aéreos iban dirigidos sólo contra los grupos terroristas y
que estaba preparada para dialogar con la oposición moderada y su
organización, el llamado “Ejército Sirio Libre”, pero pidió datos reales
de dónde estaba grupo, si es que existía en la práctica, y quiénes eran
sus responsables, algo que Washington no supo o no quiso responder. Los
propios grupos terroristas se encargaron de responder afirmando que el
ESL no tenía ninguna influencia real en el campo de batalla y que este
grupo les vendía habitualmente las armas obtenidas de los
norteamericanos.
Un segundo ataque propagandístico lanzado por EEUU contra Rusia fueron las afirmaciones infundadas de que los aviones rusos estaban atacando a “civiles”. Tales informaciones quedaron, sin embargo, desvirtuadas por carecer de toda evidencia. En este contexto cabe ver la mentira relativa a los supuestos ataques rusos a unos hospitales que sencillamente no han existido nunca. Peor aún para Washington es el hecho de que estas informaciones han salido justo en el mismo momento en que han aparecido los datos, esta vez sí probados, sobre el reciente bombardeo estadounidense contra el Hospital de Kunduz, en Afganistán, que apuntan a que dicho ataque no fue ningún error sino un hecho deliberado.
Mientras tanto, EEUU y sus aliados -Arabia Saudí, Qatar y Turquía- continúan enviando grandes cantidades de armas y suministros a los grupos terroristas en Siria e incluso han aumentado esta ayuda en las pasadas semanas tras el inicio de las operaciones rusas.
EEUU ha anunciado también el envío de 50 miembros de sus fuerzas especiales a Siria para asesorar y, en su caso combatir, al lado de los grupos a los que apoya “en contra del EI”. Esta intervención, realizada sin la petición y aprobación de Siria, supone también otra grosera violación del Derecho Internacional.
Otra tercera maniobra de la propaganda estadounidense es intentar empequeñecer los éxitos logrados por la campaña aérea de bombarderos de Rusia y las operaciones terrestres de las fuerzas sirias, aunque no ha podido ignorar los impresionantes avances sirios y de sus aliados en Alepo, donde más de 50 localidades han sido liberadas. Incluso el general Joseph Dunford se ha salido de esta línea propagandística para reconocer que “el equilibrio de poder en Siria se ha puesto ahora del lado de Bashar al Assad”. El periódico Los Angeles Times hizo notar a este respecto que las declaraciones de Dunford contradecían las declaraciones de la Casa Blanca de los pasados meses que hablaban de “pérdidas significativas para las fuerzas de Assad”.
En realidad y más allá de las declaraciones retóricas de apoyo a un proceso político, los objetivos de Washington y sus cuatro aliados -Turquía, Arabia Saudí, Qatar y Francia- no han variado. Ellos siguen librando una guerra sucia contra Siria y su pueblo y están intentando ahora averiguar si unas negociaciones políticas podrían llevarles a conseguir en la mesa de negociaciones lo que han fracasado en lograr en el campo de batalla en los pasados cuatro años y medio: instalar un régimen títere en Siria, similar a los que existen en la mayor parte del mundo árabe, y controlar los recursos del pueblo sirio.
Moscú, por su parte, es consciente de esta apuesta estadounidense -dirigida contra Siria, pero también contra sus aliados, Rusia e Irán- y ha decidido incrementar el número de ataques contra los grupos terroristas -agentes encubiertos o públicos de la estrategia norteamericana- para incrementar la destrucción de sus infraestructuras, centros de mando y depósitos de armas y municiones y para prestar un apoyo táctico más efectivo a las operaciones de las fuerzas sirias y de sus aliados.
Una responsable estadounidense, Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta para temas de Europa, ha señalado que la aviación rusa opera ya desde cuatro bases en Siria -la base de Bassel al Assad en Latakia y las de Hama, Sharyat y Tiyas, éstas tres últimas para el despliegue de helicópteros- y ha emplazado armas antiaéreas y artillería de largo alcance junto a las instalaciones en las que opera.
Rusia e Irán han dejado claro además que el tema del gobierno en Siria es un tema que atañe a la soberanía de ese país, en correspondencia con lo establecido por el Derecho Internacional, y que sólo el pueblo sirio determinará su propio destino, incluyendo la elección de su presidente. Ésta es también la posición del gobierno de Siria expresada por su viceministro de Exteriores, Faisal Meqdad, que ha dejado claro a los enemigos de Siria que no deben hacerse ilusiones ya que no va a existir un proceso de transición política en Siria, sino discusiones para un gobierno ampliado y reformas constitucionales.
El plan iraní sobre unas elecciones en Siria no ha satisfecho tampoco a EEUU y sus aliados porque éstos conocen perfectamente que Assad las ganaría fácilmente. Washington es consciente de la impopularidad de la llamada “oposición moderada”. Esta última, en especial la llamada “Coalición Nacional Siria”, está compuesta por agentes y oportunistas carentes de cualquier apoyo real en la calle siria. Los sirios no confían en ningún político al servicio de EEUU, que sido el principal promotor de un conflicto que ha devastado Siria y ha costado más de 250.000 vidas en estos cuatro años y medio. También conocen que EEUU y sus aliados son los patrocinadores de los terroristas más sanguinarios en Siria, en una reminiscencia de lo que ocurrió en el pasado en otros lugares como Afganistán.
Siria, Rusia e Irán tienen ahora una ventaja legal, moral, política y militar. Washington y sus aliados continuarán e incrementarán probablemente su guerra sucia, pero su derrota es segura y Siria no sólo saldrá victoriosa de esta confrontación, sino que se ha convertido ya en un símbolo en lo que atañe a la lucha por la defensa de la soberanía y los derechos de cada pueblo y nación.
Un segundo ataque propagandístico lanzado por EEUU contra Rusia fueron las afirmaciones infundadas de que los aviones rusos estaban atacando a “civiles”. Tales informaciones quedaron, sin embargo, desvirtuadas por carecer de toda evidencia. En este contexto cabe ver la mentira relativa a los supuestos ataques rusos a unos hospitales que sencillamente no han existido nunca. Peor aún para Washington es el hecho de que estas informaciones han salido justo en el mismo momento en que han aparecido los datos, esta vez sí probados, sobre el reciente bombardeo estadounidense contra el Hospital de Kunduz, en Afganistán, que apuntan a que dicho ataque no fue ningún error sino un hecho deliberado.
Mientras tanto, EEUU y sus aliados -Arabia Saudí, Qatar y Turquía- continúan enviando grandes cantidades de armas y suministros a los grupos terroristas en Siria e incluso han aumentado esta ayuda en las pasadas semanas tras el inicio de las operaciones rusas.
EEUU ha anunciado también el envío de 50 miembros de sus fuerzas especiales a Siria para asesorar y, en su caso combatir, al lado de los grupos a los que apoya “en contra del EI”. Esta intervención, realizada sin la petición y aprobación de Siria, supone también otra grosera violación del Derecho Internacional.
Otra tercera maniobra de la propaganda estadounidense es intentar empequeñecer los éxitos logrados por la campaña aérea de bombarderos de Rusia y las operaciones terrestres de las fuerzas sirias, aunque no ha podido ignorar los impresionantes avances sirios y de sus aliados en Alepo, donde más de 50 localidades han sido liberadas. Incluso el general Joseph Dunford se ha salido de esta línea propagandística para reconocer que “el equilibrio de poder en Siria se ha puesto ahora del lado de Bashar al Assad”. El periódico Los Angeles Times hizo notar a este respecto que las declaraciones de Dunford contradecían las declaraciones de la Casa Blanca de los pasados meses que hablaban de “pérdidas significativas para las fuerzas de Assad”.
En realidad y más allá de las declaraciones retóricas de apoyo a un proceso político, los objetivos de Washington y sus cuatro aliados -Turquía, Arabia Saudí, Qatar y Francia- no han variado. Ellos siguen librando una guerra sucia contra Siria y su pueblo y están intentando ahora averiguar si unas negociaciones políticas podrían llevarles a conseguir en la mesa de negociaciones lo que han fracasado en lograr en el campo de batalla en los pasados cuatro años y medio: instalar un régimen títere en Siria, similar a los que existen en la mayor parte del mundo árabe, y controlar los recursos del pueblo sirio.
Moscú, por su parte, es consciente de esta apuesta estadounidense -dirigida contra Siria, pero también contra sus aliados, Rusia e Irán- y ha decidido incrementar el número de ataques contra los grupos terroristas -agentes encubiertos o públicos de la estrategia norteamericana- para incrementar la destrucción de sus infraestructuras, centros de mando y depósitos de armas y municiones y para prestar un apoyo táctico más efectivo a las operaciones de las fuerzas sirias y de sus aliados.
Una responsable estadounidense, Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta para temas de Europa, ha señalado que la aviación rusa opera ya desde cuatro bases en Siria -la base de Bassel al Assad en Latakia y las de Hama, Sharyat y Tiyas, éstas tres últimas para el despliegue de helicópteros- y ha emplazado armas antiaéreas y artillería de largo alcance junto a las instalaciones en las que opera.
Rusia e Irán han dejado claro además que el tema del gobierno en Siria es un tema que atañe a la soberanía de ese país, en correspondencia con lo establecido por el Derecho Internacional, y que sólo el pueblo sirio determinará su propio destino, incluyendo la elección de su presidente. Ésta es también la posición del gobierno de Siria expresada por su viceministro de Exteriores, Faisal Meqdad, que ha dejado claro a los enemigos de Siria que no deben hacerse ilusiones ya que no va a existir un proceso de transición política en Siria, sino discusiones para un gobierno ampliado y reformas constitucionales.
El plan iraní sobre unas elecciones en Siria no ha satisfecho tampoco a EEUU y sus aliados porque éstos conocen perfectamente que Assad las ganaría fácilmente. Washington es consciente de la impopularidad de la llamada “oposición moderada”. Esta última, en especial la llamada “Coalición Nacional Siria”, está compuesta por agentes y oportunistas carentes de cualquier apoyo real en la calle siria. Los sirios no confían en ningún político al servicio de EEUU, que sido el principal promotor de un conflicto que ha devastado Siria y ha costado más de 250.000 vidas en estos cuatro años y medio. También conocen que EEUU y sus aliados son los patrocinadores de los terroristas más sanguinarios en Siria, en una reminiscencia de lo que ocurrió en el pasado en otros lugares como Afganistán.
Siria, Rusia e Irán tienen ahora una ventaja legal, moral, política y militar. Washington y sus aliados continuarán e incrementarán probablemente su guerra sucia, pero su derrota es segura y Siria no sólo saldrá victoriosa de esta confrontación, sino que se ha convertido ya en un símbolo en lo que atañe a la lucha por la defensa de la soberanía y los derechos de cada pueblo y nación.
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