destrucción alemania
En la conferencia de Potsdam realizada en agosto de 1945, poc  después de la rendición alemana el 8 de mayo de 1945, los aliados dividieron Alemania en cuatro zonas de ocupación militar -Francia al suroeste, Gran Bretaña al noroeste, Estados Unidos al sur, y la Unión Soviética al este-. Las antiguas (1919-1937) provincias de Alemania al este de la Línea Oder-Neisse (Prusia oriental, el este de Pomerania y Silesia) fueron transferidas a Polonia, mudando el país hacia el oeste. Aproximadamente 15 millones de alemanes étnicos sufrieron terribles penalidades de 1944 a 1947 durante su huida y expulsión de los territorios de Alemania del este y de Sudetes.

De los cerca de 12.4 millones de alemanes que en 1944 vivían en territorio que después del desmembramiento de Alemania se convirtiría en parte de la Polonia de la posguerra, un aproximado de 6 millones huyeron o fueron evacuados antes del avance del Ejército Rojo. Del resto, más de un millón fueron asesinados y 3.6 millones fueron expulsados por los polacos, un millón fue nacionalizado polaco y 300.000 permanecieron. Miles murieron de inanición y de congelamiento durante su expulsión en lentos y contaminados trenes. De este holocausto nadie se acuerda. La parte de Prusia oriental que rodeaba Kaliningrado fue anexionada a la Unión Soviética.
La expulsión de los alemanes de Polonia, de la Unión Soviética, de los Sudetes, Hungría, Yugoslavia y de Rumania, fue autorizada por los aliados en Potsdam, pero los países fueron exhortados a parar las expulsiones a partir de cierto momento debido al agotamiento que los refugiados pondrían a los recursos existentes en Alemania.
Muchos de los alemanes que se quedaron, la mayoría mujeres y niños, fueron objeto de fuertes actos de ultraje, hasta que finalmente fueron deportados a Alemania en la década de 1950. Fueron forzados a usar brazaletes identificadores y miles murieron en campos de concentración como en Lambinowice, Zgoda, Potulice, Jaworzno, Glaz, Milecin, Gronowo, y Sikawa.
En añadidura, entre 2 y 2.5 millones murieron como resultado de una evacuación alemana mal planeada, bombardeos, hundimientos de barcos de refugiados, de hambre y privación durante largas marchas durante el frío glacial, en los trenes de expulsión, en campos de concentración o asesinados por tropas de saqueo y por habitantes locales. Otros 165.000 fueron transportados por los soviéticos a Siberia. Un verdadero genocidio por el cual nadie, hasta el momento, ha sido responsabilizado.
El cuerpo gubernamental pretendido para Alemania fue llamado el Consejo de Control Aliado. Los comandantes en jefe ejercieron autoridad suprema en sus respectivas zonas y actuaron de acuerdo en temas que afectaban a todo el país. Berlín, que se encontraba en el sector Soviético (al este), fue también dividió en cuatro sectores, con los sectores del oeste convirtiéndose posteriormente en Berlín Occidental y el sector soviético en Berlín Oriental, capital de Alemania del Este.
Un tema clave en la agenda de los invasores era la desnazificación; cerca del fin, la esvástica y otros símbolos públicos del régimen nacionalsocialista fueron prohibidos, y una Insignia civil provisional se estableció como una bandera temporal para Alemania; la cual permaneció como la bandera oficial para el país (necesaria por razones de derecho internacional, ya que los barcos alemanes necesitaban portar algún tipo de marca indentificatoria) hasta que Alemania del Este y del Oeste comenzaran su existencia por separado en 1949.
Los Estados Unidos, el Reino Unido, y la Unión Soviética acordaron en Potsdam un amplio programa de descentralización, tomando en cuenta a Alemania como una sola unidad económica con algunos departamentos de administración central. Estos planes se rompieron en 1948 con la aparición de la Guerra Fría.
Zonas de la ocupación alemana en 1946. Sarre (en la zona francesa) se muestra con franjas ya que fue removida de Alemania en 1947 como un protectorado francés.
Para convencer a los alemanes de la opinión aliada sobre ellos, una estricta política de no fraternización fue añadida por el General Eisenhower y el departamento de guerra. Sin embargo, gracias a la presión del Departamento de Estado y congresistas de Estados Unidos en lo individual, la política fue levantada en etapas. En junio de 1945 la prohibición de hablar con niños alemanes fue hecha menos estricta. En julio fue posible hablar con alemanes adultos en ciertas circunstancias. En septiembre de 1945 toda la política fue depuesta en Austria y en Alemania. Solamente la prohibición de matrimonios entre civiles estadounidenses y alemanes o austriacos permaneció por algún tiempo.
El Plan Kaufman
En 1941 el consejero de presidente americano, Nathan Kaufman, desarrolló un plan satánico nunca visto por la humanidad desde tiempos del Antiguo Testamento. Este plan pretendía la extinción del pueblo alemán mediante la esterilización de los ciudadanos masculinos. Miles de médicos americanos debían extirpar el escroto a veinte millones de padres de familia, jóvenes y niños.
Este plan de anular uno de los pueblos culturales más importantes del planeta por medio de la castración sólo tiene un leve precedente en el Antiguo Testamento: el Rey David obsequia a su padre político con los prepucios de 200 filisteos como regalo de noviazgo. El tan idealizado Rey de los judíos con cuyo nombre, miles de cristianos son bautizados, ser sirvió de la masculinidad de sus presos para jactarse de semejante hazaña.
El presidente Franklin Delano Roosevelt estaba encantado con su consejero Nathan Kaufman pero, más tarde, se decidió por una solución más factible y revisada de la ”cuestión alemana”.
El proyecto de extinción de Kaufman, planeado por el gobierno americano hasta el último detalle, no se puede ver como una reacción al ”Holocausto” ya que esté recién sucedió entre 1942 y 1944. Por el contrario hay que indagar hasta que punto el plan americano de extinción de 1941 no fue impulsor de los esfuerzos de guerra y precedente de la persecución de ciudadanos judíos en Alemania.
Siguiendo las recomendaciones de Kaufman, en la Conferencia de Yalta se dispuso la utilización de varios millones de alemanes para su uso como mano de obra esclava al finalizar la guerra, ya que de acuerdo con el juez Samuel Rosenman, el presidente Franklin Delano Roosevelt, declaró que los alemanes merecían ser castigados de esa manera. Muchos de ellos trabajaron hasta la muerte en campos de trabajo del Reino Unido y en la Unión Soviética. Las pésimas condiciones y los abusos que sufrieron cobraron muchas vidas y fueron constatados por la Cruz Roja.
“Tenemos que ser duros con los alemanes y me refiero a su pueblo, no solo a los nazis. Hay que castrarlos o tratarles de manera que no puedan reproducirse y seguir el que camino que siguieron en el pasado.”- Franklin Delano Roosevelt, 19 de agosto de 1944
“Existen menos de 70 millones de hunos malvados. A algunos se podrá curar, a los demás hay que exterminarlos.” – Winston Churchill, abril de 1941
Incluso se llegó a idear un dispositivo para la esterilización en masa, pero los planes fueron abandonados tras el fallecimiento de Roosevelt y la firme oposición de altos mandos del ejército estadounidense, como fuera el caso del general George S. Patton.
El Plan Morgenthau
Al igual que todos los planes genocidas estadounidenses posteriores al Tratado de Versalles, también el Plan Morgenthau fue elaborado a pedido del presidente Roosevelt y por uno de sus consejeros que pertenecen a la minoría judía. Esta vez fue el ministro de economía y su nombre era Henry Morgenthau Jr.. El mismo tenía como una de sus prioridades la destrucción de la industria alemana y la transformación del país en un territorio agrícola, que no representaría una amenaza para los intereses imperialistas y colonialistas estadounidenses.

En su documento dice literalmente: «Alemania no será ocupada con el objetivo de liberación sino como una nación vencida y enemiga (…) Destrucción de los ramos industriales fundamentales, partición en estados del norte y sur, desestructuración del Ruhrgebiet (la principal área industrial) y su conversión a una zona internacional; los alemanes deben realizar trabajos forzosos en el extranjero».

Mapa que muestra la propuesta de Morgenthau para la división de Alemania.

El Plan Hooton
Su cometido era desarrollar una forma de genocidio que no fuera tan bestial como la de Kaufmann pero bastara para las metas bélicas.
En la serie de artículos ”¿Deberíamos matar a los alemanes?” él da la menos sangrienta respuesta: ”¡Eliminemos las predisposiciones bélicas de los alemanes por medio de la cría controlada!”.
Propone la esclavización de todos los varones alemanes: ”Los padres de familia alemanes bajo ningún concepto deben volver con sus familias, tampoco después de la guerra.”, así era su plan, la separación de las familias para siempre y así poder frenar la reproducción y posibilitar la integración familiar de hombres extranjeros que reemplacen a los propios varones. La inmigración se convierte en obligación.
La retención de soldados incluso en la posguerra y su falsa definición como ”presos de guerra”, corresponde a los fines del Plan Hooton al igual que la inmigración forzada.
También reconocemos el parecido con el Plan Kalergi que quiere hacer dominables a los pueblos de Europa a través de la cría controlada. Una conferencia del gerente del ”Canadian Centre for German and European studies”, Jeffrey Peck (sionista), confirma que la obligación de instaurar la multiculturalidad en la sociedad actual sigue siendo un fundamento de la política alemana manipulada por los EE.UU.

En 1993 dijo: ”Espero que con el tiempo, la composición étnica del estado se transforme en blanca y religiosamente cristiana a marrón, amarilla y negra, y la religiosa en musulmana y judía. Resumiendo, el concepto de la identidad alemana, ha de ser cambiado.”


Las intenciones judeo-americanas de 1993 que nos comunica el señor Peck concuerdan literalmente con las del Plan Kalergi de 1923. También coincide con lo declarado en 1943 por el profesor Hooton.
Aquí hay que apuntar que también Daniel Goldhagen que a finales del segundo milenio causó furor con sus opiniones sobre la nación alemana, procede de la universidad de Harvard. Al igual que su predecesor, el profesor Hooton, seis años antes, el pretende haber descubierto características negativas de los alemanes. Él no considera la persecución  de los judíos como un acto de dictador sino como crimen nacido de predisposiciones genuinamente nacionales. Pero no ofrece ninguna solución. Ni pide castración de Kaufman, ni propone la nueva ”cría” de los alemanes como Hooton.


De cualquier forma las creencias del profesor Hooton deben haber encontrado fervientes seguidores en Harvard. El 4 de septiembre de 2002, Joyce Howard Price citó en el renombrado Washington Post a un nuevo adepto del genocidio: el profesor Noel Ignatiev, del departamento de ”estudios negros” que había proclamado en el Harvard Magazine de septiembre que la erradicación de la raza blanca también sería deseable para América.
Cristopher Reed, el editor del Harvard Magazine, defendió impunemente esa erradicación planeada de la raza blanca en la revista de octubre. En su página web se lee: ”Traicionar a lo blanco es lealtad a la humanidad”.
Espero que este lema nunca repercuta en el inocente pueblo israelí.
El parecido con los Planes Kalergi, Kaufman y Hooton se hace obvio: El malentendido de que la soberanía judía solo puede ser reforzada si la raza nórdica a la que Kalergi, al igual que Hitler, considera especialmente efectiva, sea destruida, probablemente se deba al mensaje  esencial del Plan Kaufmann y Hooton.
El Profesor Ignatiev que aquí reclama la integración hasta el autosacrificio, proviene, al igual que sus precursores, de la minoría judía, o sea,  de aquel bando que siempre fue acusado de no querer integrarse.
Sin embargo, también fue un profesor sionista llamado David Horowitz, quien públicamente mostró su desacuerdo: ”¡Sólo de Harvard, donde los blancos son difamados, ha podido surgir semejante artículo”.
Volvamos a la Segunda Guerra Mundial: a principios del 1944, el presidente Roosevelt decidió encomendarle a su consejero Wendell Willkie la elaboración de métodos de ataques bélicos basados en estos planes con esa misión, Willkie fue enviado a Moscú.
La principal meta bélica finalmente fue la abolición de la exclusividad racial (”abolition of racial exclusiveness”). Semejante objetivo de guerra equivale, según la legislación vigente, al genocidio formulado con una claridad y elaborado de tal manera que no se ha visto nunca antes  nada parecido.
La Mentira de la Liberación: Yalta- Casablanca – Postdam.
Dos mentiras son las que siempre se vuelven a escuchar cuando se habla de los EEUU y Alemania: que en 1945, los americanos ”liberaron” a los alemanes y que les trajeron la democracia. En realidad vinieron para destruir Alemania y abolir la democracia.

Ya en 1942, los Estados Unidos habían decidido ”romper la hegemonía de la música alemana”. 

Al mismo tiempo, ya se había designado un grupo de colaboradores que manejarían el liderazgo de Alemania en caso del triunfo.

En  los primeros lugares de esa lista figuraba un confidente de Coudenhove-Kalergi y meimbro del Movimiento Paneuropa cuyo nombre era Konrad Adenauer. Más tarde, y financiado por la CIA y la Banca Warburg, él debía elaborar la propaganda de Europa.

A partir de entonces, los EEUU fueron responsables de todos los crímenes cometidos por la alianza liderada por ellos. Los crímenes de los aliados fueron ordenados, forzados, tolerados o bien vistos por los EEUU que los hicieron posibles gracias a sus envíos de armas.
Estos crímenes fueron:
– el terror del bombardeo contra la población civil alemana
– el asesinato de un millón de presos de posguerra alemanes que murieron de hambrunas intencionadas en las praderas del Rhin.
-la expulsión de 15 millones de alemanes.
– la matanza de tres millones de civiles en el mayor crimen de limpieza étnica.
– el embargo realizado al pueblo alemán después de la guerra y durante tres años que llevó a la muerte por inanición a cinco millones de víctimas.
– la esclavización de los soldados alemanes como presos de posguerra.
– el robo de 165.000 km de tierra alemana, una tierra que originariamente fue ganada pacíficamente, mientras que cada metro de suelo israelí y americano fue arrebatado por medio de genocidio, guerras e inmigración anticonstitucional.
– la transferencia de responsabilidad de Europa hacia la dictadura más sangrienta de la historia, es decir, el Imperio de Josef Stalin.
La expulsión de los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial muchas veces se disculpó o, por los medios no se explicó, en referencia a Lidice y Auschwitz. Sin embargo, esa justificación es errónea por varias razones.
La expulsión de los alemanes de la región sudete, así como el bombardeo de la población civil, ya fue decidido en 1940, antes de las acusaciones por Lidice y Auschwitz osea, antes de los sucesos con los que se justificaron.
Ese motivo para el plan criminal contra los alemanes todavía no existía cuando el plan fue elaborado. Recién la historia contempóranea ”informó” posteriormente sobre ello.
Los protocolos de las tres conferencias de liberación en Casablanca, Yalta y Postdam, así como sus conclusiones demuestran la convicción antidemocrática y genocida de los firmantes. 
Expulsiones de alemanes tras la Segunda Guerra Mundial
Expulsión de alemanes después de la Segunda Guerra Mundial. Un verdadero holocausto olvidado por la historia oficial.
Antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, se había producido un considerable éxodo de los alemanes refugiados de las zonas que están bajo amenaza de ocupación por el Ejército Rojo. Muchos alemanes huyeron de sus zonas de residencia en virtud de vagas y desorganizadamente ejecutadas órdenes de evacuación del régimen alemán en 1943, 1944, y a principios de 1945, o sobre la base de sus propias decisiones de dejar el país en el período de 1945-1948. Otros alemanes permanecieron y fueron obligados a abandonar más tarde por las autoridades locales. Las cifras del censo, en 1950 el número total de alemanes étnicos que aún vivían en el Este de Europa en alrededor de 2,6 millones, aproximadamente el 12 por ciento del total antes de la guerra.
La mayoría de los vuelos y de las expulsiones se produjeron en áreas de la actual República Checa, Polonia y Rusia. Otros se produjo en los territorios de Hungría, Serbia (predominantemente en la región de Vojvodina), Lituania, Eslovenia y otras regiones de Europa central y oriental.
VÍCTIMAS MORTALES
El número total de los alemanes expulsados después de la guerra sigue siendo desconocido, debido a que la mayoría de las últimas investigaciones proporcionaron una estimación conjunta, incluyendo las que fueron evacuados por las autoridades alemanas, huyeron o fueron muertos durante la guerra.
Se estima que entre 12 y 14 millones de alemanes étnicos y sus descendientes fueron desplazados de sus hogares.
En el curso de los sesenta años transcurridos desde el final de la guerra, las estimaciones del total de muertes de civiles alemanes han oscilado entre 500.000 y un máximo de tres millones. La estimación oficial del gobierno alemán de víctimas mortales debido a las expulsiones se situó en 2,2 millones durante varias décadas. El debate sobre el número de muertes y su causa sigue siendo tema de tensa polémica.
Masacre de Dresde
Los criminales bombardeos de Dresde también conocidos como la Masacre de Dresde, se llevaron a cabo hacia el final de la Segunda Guerra Mundial por parte de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Con esos dos nombres se suele hacer referencia a los cuatro ataques aéreos consecutivos que se realizaron entre el 13 y el 15 de febrero de 1945, apenas doce semanas antes de la capitulación de Alemania. Por aquel entonces la ciudad estaba abarrotada de refugiados llegados desde el este, que huían de las represalias sanguinarias del Ejército Rojo, incitado con especial saña y odio por Ilya Ehrenburg, comisario político del movimiento sionista tras la retirada del Ejército Alemán.
Medio millón de mujeres y niños alemanes murieron quemados y despedazados por los bombardeos aliados. Como daño colateral que siguió a su proceso de democratización.

BOMBAS INCENDIARIAS

Durante los mismos, entraron en acción la increíble cifra de más de mil bombarderos pesados, que dejaron caer sobre la “Florencia del Elba” cerca de 4.000 toneladas de bombas altamente explosivas y dispositivos incendiarios, arrasando gran parte de la ciudad y desencadenando una tormenta de fuego que consumió el centro histórico de la misma.
El segundo ataque, mayormente con bombas incendiarias de termita, se programó para tres horas más tarde de modo tal que los bomberos (que arribarían también de otras ciudades para apagar el fuego) resultasen víctimas del ataque.
Antes del alba, se produjo un tercer ataque con casi 150 mil bombas incendiarias y bidones de fósforo, para activar la horrorosa pira. Los cazas escoltas tenían la instrucción de descender al nivel de los tejados y barrer “blancos de oportunidad”. Abrieron fuego sobre masas de gente que atestaban las rutas fuera de Dresden y sobre cualquier cosa visible. Un grupo de niños, del famoso coro de la Iglesia de Kreuzkirche, fue masacrado en la calle del zoológico. Prisioneros de guerra británicos, que habían sido puestos en libertad ya que sus campos de internación estaban ardiendo, fueron ametrallados también.
BALANCE DE VÍCTIMAS
Desde el fin de la guerra el número de fallecidos en el bombardeo de Dresde ha sido objeto de constante revisión por parte de la comunidad académica. Las cifras exactas son difíciles de determinar. Los cálculos cuentan con la dificultad añadida de que, la ciudad, que en 1939 tenía una población de 642.000 habitantes, estaba en el momento del bombardeo atestada con cerca de 200.000 refugiados y miles de soldados heridos.
El nacionalismo alemán defiende la cifra del cuarto de millón de muertos, como en el artículo de Thomas Brehl, político y cofundador de la organización Kampfbund Deutscher Sozialisten. Esta es una cantidad superior inclusive a las de otros bombardeos aliados contra ciudades del Eje, como Tokio (100.000 muertos) o el Bombardeo de Hamburgo (Operación Gomorra) de casi 40.000 muertos.

Primeras estimaciones

Las primeras informaciones que se publicaron en los medios, se hacían eco de cantidades de seis cifras. El periódico sueco Svenska Morgenbladet apuntaba el 17 de febrero de 1945 “por encima de los 100.000” y el 27 de febrero a “cerca de los 200.000” muertos. En 1948, el Comité Internacional de la Cruz Roja mencionaba 275.000 cuerpos “identificados” en la región de Dresde. En 1951, Axel Rodenberger hablaba de entre 350.000 y 400.000 muertos. F.J.P. Veale escribió en 1955 en Advance to Barbarism que el número estaba entre los 300.000 y los 500.000. El británico David Irving calculó en 1963, en su libro “La destrucción de Dresde”, entre 135.000 y 250.000; Hans Dollinger en 1973, 250.000; y Rolf Hochhuth en 1974, 202.000.
El Süddeutsche Zeitung hablaba en 1975 de 135.000 y Die Welt de “250.000 o incluso 400.000” fallecidos. El antiguo oficial del alto mando de Dresde Eberhard Matthes afirmaba ya entrada la década de los 90 que el 30 de abril de 1945 tuvo lugar en su presencia una conversación telefónica con Adolf Hitler a petición de este, en la que se informó al Führer de 3.500 cadáveres identificados, 50.000 identificables y 168.000 inidentificables.
Violaciones en masa cometidas por el Ejército Rojo
“¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay más que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aun no nacidos, nada más que mal! Sigan los preceptos del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Tómenlas como su botín de guerra! A medida que avancen, maten, nobles soldados del ejército rojo.” – Ilya Ehrenburg, comisario soviético sionista.

Es uno de los dramas más trágicos y ocultos del siglo XX, pero ahora —medio siglo después— el libro de un historiador militar británico logró que muchas mujeres alemanas hablaran de él: los horrores vividos a manos de soldados soviéticos, que perpetraron violaciones en Alemania desde 1945 hasta 1949. La odisea de estas mujeres salió a la luz gracias a Anthony Beevor, cuyo libro Berlín: The Downfall, 1945 (Berlín: La caída, 1945) se publicó el mes pasado y se convirtió en suceso. En su best-séller, Beevor —un ex soldado británico— usa material inédito de los archivos rusos de Moscú y describe el terrible sufrimiento de unas dos millones de mujeres y niñas alemanas. Entre las víctimas hubo mujeres que llegaron a ser figuras destacadas. Por ejemplo, Hannelore Kohl, esposa del ex canciller Helmut Kohl. La señora Kohl (se suicidó el año pasado) fue violada a los doce años, cuando ella y su mamá no pudieron escapar en un tren que iba a Dresden. El libro de Beevor tuvo una conmovedora recepción de las víctimas, muchas de las cuales viven en Gran Bretaña.
“Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron”, dice Martha Dowsey. “Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro”. La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir. Por años, se consideró que el Ejército Rojo era un grupo de héroes que había liberado a Alemania de los nacionalsocialistas. Para Martha no fue así. “Eran agresivos, brutales. Nunca les conté esto a mis hijos; y mi esposo sólo supo que me había pasado algo horrible. Tuvo la delicadeza de no preguntar”, dice en su casa de un barrio del sur de Londres. Hace muy poco que Martha se armó de valor y habló. Y fue gracias al libro de Beevor. Las víctimas —a quienes Beevor señala que los rusos consideraban “botín de guerra” con el que compensar los crímenes de la Wehrmacht en Rusia— iban de los 12 a los 80 años de edad o más. Una mujer alemana —Jutte, de Preston— le escribió a Beevor: “Muchas veces quise hablar de eso, pero sabía que nadie me creería o que interpretarían mi historia como un rapto de autocompasión. Lo que usted escribió es una forma de mostrar cómo se puede soportar el sufrimiento.”
Una mujer a la que Beevor visitó en Berlín le contó que había matado a un soldado con su arma mientras él trataba de violar a su mamá. “Después —dice Beevor— me di cuenta de que el soldado la había violado a ella y que ella luego había armado la historia y trataba desesperadamente de creerla.” En sus cartas, las mujeres confirmaron lo que describe Beevor en el libro en el sentido de que, para evitar correr la misma suerte que sus vecinas, muchas mataron a sus hijas y luego se suicidaron. Para fines de la década de 1940 —las violaciones se sucedieron durante tres años o más— las tropas soviéticas habían sembrado desesperación. Según algunos informes, el 90% de las mujeres berlinesas había contraído enfermedades venéreas. Beevor cita declaraciones de un médico que le dijo que, de las aproximadamente 100.000 mujeres violadas en Berlín, un 10% murió, la mayoría por suicidios. La tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres violadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada. En el caso de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.
Helke Sander, militante izquierdista alemana y autora de Liberador y liberado, una extensa investigación sobre las mujeres violadas que realizó en 1992, asegura que todavía se sienten las consecuencias.“Hay mujeres que nunca pudieron hablar de esto y cuyos maridos se los prohíben. También están sus hijos, que ahora descubren que son producto de una violación. Finalmente, están los que tratan de averiguar la identidad de sus padres”Berlín: La caída, 1945, despertó indignación en Rusia. El embajador ruso en Gran Bretaña lo calificó de “acto de blasfemia”. El libro se publicará en Alemania en setiembre, y ya le dijeron a Beevor que lo más probable es que desate una tormenta. El diario Die Welt dijo que es “un golpe épico” que revela “una crónica desconocida de las atrocidades cometidas cuando el Ejército Rojo avanzó hacia Berlín”. Luego del revuelo que el libro provocó en Rusia, Beevor está preparado para la posibilidad de que haya un incidente diplomático entre Berlín y Moscú. “Es un tema muy delicado, y el gobierno alemán se muestra renuente a desenterrarlo por temor a perjudicar la nueva relación que estableció con Putin y el Kremlin”, dice.
También llegará al mercado alemán en momentos en que ese país se encuentra inmerso en un debate sobre la “normalización”, mediante el cual trata de abordar su historia de manera más amplia. Die Welt señala que después de “medio siglo de frío interior” durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nazi pero prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas”.
Hordas de ”infrahombres” asiáticos
Beevor describió a las tropas soviéticas como “hordas de infrahombres asiáticos”. En su libro “Berlín 1945 – La caída” se cita lo siguiente:
“Los temas centrales de esta obra -no por el lugar que ocupan en ella, sino por su amplitud- son cabalmente las brutales atrocidades cometidas por los soldados y oficiales soviéticos contra la población alemana, la resurrección de la imagen de las “hordas asiáticas”, que la propagmás tarde lo hizo un pequeño grupo de historiadores neonazis, de los que Alemania se separó ya hace tiempo. La principal conclusión del libro, a partir de la cual el autor conduce la totalidad de sus discusiones sobre el tema de las brutales atrocidades cometidas por los militares soviéticos, y especialmente las violaciones de mujeres alemanas, se resume en este párrafo: “La imagen de soldados portando antorchas en llamas encima de rostros de mujeres refugiadas en un bunker, seleccionando a sus víctimas, es característica de la totalidad de los ejércitos soviéticos que participaron en la batalla de Berlín.anda alemana martilleó en las cabezas de los alemanes, así como 
VIOLADAS POR EL EJÉRCITO ROJO
Esta horripilante realidad, jamás al igual que los crímenes cometidos por los nazis o los japoneses podrá ser justificado a los ojos de la historia. La violación sistemática de las mujeres alemanas es sin duda uno de los hechos más negros de la historia contemporanea a la par que menos conocido.
Un diario se descubrió entre las ruinas en llamas de Berlín, totalmente arrasada por el choque de dos ejércitos poderosos y desesperados. No había ningún nombre escrito en la portada, pero entre todas las historias de privaciones y luchas, una revelaba el infierno de una guerra que se acercaba a su apocalíptico final. La autora, una joven alemana, describía cómo había sido violada por los soldados del Ejército Rojo, que avanzaba ávido de tomar la ciudad y de vengarse de los alemanes.
“Cierra los ojos, aprieta los dientes, no digas nada”, garabateó la mujer, recordando cómo se había inducido al silencio para soportar la agresión. “Pero cuando la ropa interior cae rasgada y los dientes rechinan involuntariamente, la última prenda… Estoy paralizada. No siento asco, sino una completa frialdad. Es como si mi espalda estuviera helada. Estoy mareada, tengo frío en la nuca. Antes de marcharse extrae algo del bolsillo y lo lanza sobre la mesa sin decir palabra; aparta la silla y sale dando un portazo. Ha dejado un paquete de tabaco arrugado. Es la propina”.
Ha habido que esperar hasta ahora, 60 años después de que se produjera la violación de esta mujer anónima, para que se conozca la verdadera dimensión de la campaña de violaciones perpetrada por el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. El escritor británico Antony Beevor, ex oficial del Ejército cuya reconstrucción de la Batalla de Stalingrado se convirtió en un éxito de ventas, está a punto de publicar un libro sobre la caída de Berlín. Al buscar entre archivos soviéticos, cuyo acceso había estado vedado a los historiadores hasta hace poco, Beevor descubrió una tormenta de venganzas que le dejó “totalmente consternado”.
Se cree que unos dos millones de mujeres fueron violadas, agredidas o asesinadas por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de Beevor revelará horrores aún mayores.“Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal”, afirma. Y agregó: “Creían que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa”.
En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron violadas: abuelas, embarazadas, incluso mujeres que se encontraban en su lecho de muerte. Según el representante del Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra, miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se emborrachaban, avivaban su apetito sexual.
“Han violado a mujeres de entre 10 y 70 años, e incluso a algunas de hasta 75 años”, aseguraba el representante del Vaticano. Beevor ha descubierto aspectos todavía más siniestros: los rusos violaron incluso a reclusas liberadas de los campos de concentración, mujeres esqueléticas, vestidas de harapos. “Esto echa por tierra la idea de que los soldados sólo utilizaron la violación como una forma de venganza contra los alemanes”, afirma. Sus comentarios ya han provocado polémica. El embajador ruso en Londres ha acusado al escritor británico de “blasfemar” contra el pueblo ruso. “Es una injuria contra el pueblo que salvó al mundo del nazismo”, ha declarado indignado esta semana Grigory Karasin.
Desarme Industrial de Alemania
La propuesta inicial para la política de los poderes del Oeste que siguió a la rendición, el llamado Plan Morgenthau propuesto por Henry Morgenthau, Jr., era para el siguiente:
“Debe ser el objetivo de las fuerzas aliadas el conseguir la desmilitarización de Alemania en el menor periodo de tiempo posible después de la rendición. Esto significa un desarme completo del ejército alemán y de los civiles (incluyendo la remoción o destrucción total de todo el material bélico), la total destrucción de toda la industria armamenticia alemana, y la remoción o destrucción de otras industrias clave que son básicas para el reforzamiento militar. En un corto periodo de tiempo, si es posible en no más de 6 meses del cese de hostilidades, todas las plantas industriales y equipamiento no destruido por acciones militares deberá ser o completamente desmantelado o removido del área (Ruhr) o completamente destruido. Todo equipo deberá ser retirado de las minas y las minas deberan ser minuciosamente desbaratadas.
El Plan Morgenthau, aunque subsecuente y ostensiblemente archivado debido al rechazo público, influyó en la política de la ocupación; más notablemente a través de la directiva punitiva de ocupación los Estados Unidos y los planes industriales para Alemania.
El Nivel de los planes industriales para Alemania eran planes para reducir el potencial industrial de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. En la conferencia de Potsdam, con los Estados Unidosoperando bajo la influencia del plan Morgenthau,[10] los triunfadores aliados decidieron abolir las fuerzas armadas alemanes así como también todas las fábricas de municiones e industrias civiles que las apoyaban. Esto incluía la destrucción de toda la capacidad de construcción de naves marítimas y aéreas. Incluso, se decidió que las industrias civiles que pudieran llegar a tener potencial militar, que en la era moderna de la “guerra total” incluía virtualmente a todas, iban a ser severamente restringidas. La restricción de estas fue para preparar las “necesidades aprobadas en tiempos de paz” de Alemania, que estaban definidas para establecerse en un promedio del estándar europeo. Para poder alcanzar esto, cada tipo de industria fue subsecuentemente analizada para saber cuantas fábricas requería Alemania con este nivel mínimo de requerimientos industriales.
El primer plan, del 29 de marzo de 1946, indicó que la industria de Alemania debía ser reducida a 50% de los niveles de 1938 con la destrucción de 1.500 plantas manufacturadoras enlistadas. En enero de 1946 el Concejo de Control Aliado sentó las bases para una futura economía alemana poniendo un límite al máximo de producción acerera, permaneciendo lo permitido en alrededor de 5.800.000 de toneladas al año, que equivalía al 25% del nivel de producción anterior a la guerra. El Reino Unido, en cuya zona de ocupación la mayor producción de acero se localizaba, había argumentado por una mayor capacidad de producción, fijando el tope a 12 millones de toneladas de acero por año, pero se tuvo que someter a la voluntad de Estados Unidos, Francia y la Unión Soviética (quienes habían fijado el límite a 3 millones de toneladas). Alemania iba a ser reducida al nivel de vida que conocía en el clímax de la Gran Depresión en 1932. La producción de automóviles se fijó a 10% del nivel anterior a la guerra.
La ”Desnazificación”

La desnazificación fue una violenta y arbitraria imposición de los ejércitos aliados después de su victoria sobre el Tercer Reich el 8 de mayo de 1945. Reforzada por laConferencia de Potsdam, debería resultar en la “depuración” de la sociedad, cultura, prensa, justicia y política de Alemania y Austria de toda influencia de los nacionalsocialistas.
Para Alemania el Comité de Control de los Aliados aprobó en 1946 una serie de directivas de desnazificación mediante las cuales definía a ciertos grupos de personas y a continuación conducía a una investigación judicial.
El proceso consistía básicamente en el terrorismo de ocupación primero y en el lavado de cerebro colectivo y la ingeniería social después. En el lado ocupado por los soviéticos predominó el terrorismo de ocupación y en el lado ocupado por los angloamericanos predominó la ingeniería social.
APLICACIÓN EN ZONAS DE OCUPACIÓN
La desnazificación fue aplicada con diferentes esquemas y rigores en las diferentes zonas de ocupación, aun en contra de los acuerdos de Potsdam. Se inició con detenciones masivas. En total se contabilizaban sólo en las tres zonas de ocupación occidentales cerca de 182.000 prisioneros. Hasta 1947 estaban en prisión:
Zona británica 64.500 personas
Zona americana 95.250
Zona francesa 18.963
Zona soviética 67.179
En la zona de ocupación occidental devino en 5.025 condenas, de las cuales 806 fueron sentencias de muerte, y de éstas 486 fueron ejecutadas.
CONCLUSIÓN

Tampoco debemos olvidarnos del lanzamiento de las bombas atómicas contra un Japón vencido, ordenado por Harry Salomon Truman, masón de grado 33, fueron ocultados,