El escritor Tom Engelhardt opina que Washington considera que la acción militar es el
único modo de resolver problemas.
La situación en Irak y Siria es cada vez más inestable, pero la única respuesta de Estados Unidos es "enviar más armas, soldados, entrenadores, asesores, contratistas privados y drones", desplegar "poder aéreo", desarrollar "operaciones especiales" y destinar "fondos" a las zonas de conflicto, que cada vez son "más caóticas", denuncia el escritor Tom Engelhardt en su propio portal,
TomDispatch
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Para Engelhardt, "el apego de Washington —financiero, táctico y estratégico— al Ejército y sus supuestas soluciones a casi todos los problemas de lo que solía denominarse 'política exterior' debe catalogarse como adictivo" porque, si no, "¿cómo se puede explicar la última década y media, en la que ninguna acción militar, de Afganistán a Irak, de Yemen a Libia, funcionó ni medio bien a largo plazo (o incluso, con bastante frecuencia, a corto plazo) y, sin embargo, el Ejército de EE.UU. sigue siendo el primer recurso, no el último, en casi cualquier situación imaginable?".
Además, este analista hace hincapié en que el presidente, "que llegó al cargo jurando que pondría fin a una guerra y a la ocupación desastrosa de Irak, está supervisando una nueva guerra" en una región aún más amplia que incluye a Irak, "un país que ya no es muy país", y Siria, "un país que ahora está oficialmente 'kaput'".
Ser pacífico es ser "débil"
Para este escritor, la explicación es que, en la cultura política estadounidense, alejarse de la opción militar es una señal de debilidad en cuanto a la seguridad nacional y eso puede resultar desastroso para la elección de un candidato.
Por este motivo, los aspirantes a la Casa Blanca "compiten" al describir qué harán a los enemigos y terroristas y, más aún, a la hora de hacer promesas de "reconstrucción" o "fortalecimiento" del que ya es el Ejército más grande y más caro del planeta, sostiene Engelhardt, quien califica a las Fuerzas Armadas de EE.UU. como "la droga favorita en la arena política estadounidense".
Las soluciones militares no solo no han ayudado en los actuales conflictos en el Gran Oriente Medio y África, sino que han jugado "un papel importante en la creación del actual desastre" y, sin embargo, "no hay lugar en nuestro sistema político para las figuras que estén realmente en contra de la guerra", señala Engelhardt.
"Las opiniones y actividades contra la guerra se encuentran en la periferia del sistema político junto a palabras como, por ejemplo, 'paz', que resulta muy difícil de encontrar, incluso de manera retórica, en el 'lenguaje de guerra' de Washington", indica el autor.
"EE.UU. necesita rehabilitarse"
Engelhardt recuerda que el Ejército de EE.UU. se convirtió en la 'droga favorita' de Washington durante la guerra fría, aunque fue en 1991, con "el triunfalismo prolongado que siguió a la implosión de la Unión Soviética", cuando los militares obtuvieron su actual posición de "predominio incuestionable" y, décadas después, "la droga aún circula a través de su torrente sanguíneo".
Este analista destaca que un resultado probable de este proceso ya resulta visible en Irak: "una región destrozada y en ruinas, llena de gente desarraigada y empobrecida". Además, Engelhardt pronostica que romper ese ciclo de adicción será difícil, incluso en las mejores circunstancias, ya que "por desgracia, en este momento" en la escena de Estados Unidos no hay "ninguna fuerza ni movimiento" que podría abrir un espacio para tal posibilidad".
Para finalizar, Tom Engelhardt estima que "no importa quién sea elegido presidente" porque "ya se sabe más o menos lo que va a ser 'la política' estadounidense". También considera que las personas no se tienen que molestar en culpar a "los políticos y ricachones" de Washington porque "son adictos" y "no pueden ayudarse a sí mismos". "Lo que necesitan es rehabilitarse" pero, en su lugar, "siguen dirigiendo nuestro mundo", concluye el autor.