Sin auge no hay inflación; si la economía se mantiene deprimida no hay que inquietarse por las consecuencias inflacionarias de crear dinero. - Paul Krugman.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) en una publicación reciente (
Neoliberalism: Oversold
)
ha
reconocido que sus políticas de ajuste recesivo y de corte neoliberal
han contribuido a reducir el ritmo de crecimiento del PIB y a una mayor
desigualdad, en el entendido que está también contribuye a un bajo PIB
.
Aunque el problema de la desigualdad económica y social se ha
generalizado en el mundo, dicho reconocimiento de la insuficiencia de
las políticas no necesariamente conduce a su abandono por la Institución
ya que, como en el caso de Honduras,
siguen aplicándose para aumentar (disminuir) el PIB y contribuir a reducir (aumentar) la pobreza y desigualdad.
Existen,
al menos, seis (6) aspectos en los cuales el FMI ha fallado. El primero
es la creencia generalizada en muchos de sus funcionarios, que la
inflación es un problema monetario como lo apuntó Milton Friedman. Todo
el desarrollo teórico y la evidencia empica aportada por los economistas
Cepalinos, y Aníbal Pinto en particular, acerca de las raíces
estructurales de la inflación latinoamericana y la necesidad de un
enfoque heterodoxo fueron desechadas siguiendo este argumento que se
convirtió en ideología.
El FMI incluso ha recomendado
contraer el gasto público para bajar la inflación cuando, como señala
Paul Krugman, la economía está en recesión.
El segundo es la apuesta a un régimen cambiario flexible. Un
tipo de cambio libre y sin controles por el Banco Central estimula las
exportaciones y encarece las importaciones, con lo cual se disminuye el
déficit en la balanza comercial, además de reducir el gasto agregado y
disminuir a la vez el déficit del gobierno. Según éste argumento, la
devaluación es un instrumento virtuoso que incluso permite que las
empresas puedan competir ya que los salarios se rezagan por la
inflación, o sea por el impacto del aumento del costo de los alimentos y
servicios públicos. En Latinoamérica la alta dependencia de bienes
importados frente al fracaso de los procesos de integración económica y
comercial, se ha ensanchado con la devaluación acelerada y más bien en
vez de cerrar la brecha externa esta ha aumentado volviendo a los países
más dependientes.
El tercero es
la apuesta al equilibrio fiscal privilegiando instrumentos de política
fiscal como la reducción del gasto público, congelamiento de salarios,
despido de trabajadores y aumento de impuesto indirectos. Muy poco se
habla de respetar un techo de gasto de inversión publica para no afectar
los niveles de empleo productivo, aprobación de tasas impositivas que
graven el patrimonio, la riqueza y las transacciones financieras;
eliminación de exoneraciones y exenciones fiscales a sectores y grupos
empresariales como ejemplo la maquila, turismo, zonas francas y comidas
chatarras; es decir, vigencia de tasas impositivas que gravan los
mecanismos de obtención de mayores ingresos por grupos económicos que estimulan el aumento de la desigualdad económica y social.
Un cuarto es un fiel ciego en los mecanismos de mercado. Se parte de la
premisa que el Estado es ineficiente y, por tanto, el gobierno debe dar
paso a los empresarios en la administración de las empresas publicas con
la privatización; igual, eliminar los subsidios y controles que frenan
"supuestamente" el libre comercio. La privatización se ha dado en un
marco de procesos pocos transparentes y corruptos con la venía del FMI,
donde las empresas públicas son vendidas a precios de "gallo muerto" a
empresas de maletín (algunas ligadas al capital transnacional) con la participación de capital nacional producto del narcotráfico y la corrupción;
otras a empresas transnacionales en condiciones leoninas para el país.
La eliminación de subsidios y restricciones al comercio ha conducido por
un lado, al aumento del número de hogares vulnerables y en riesgo
social y, por el otro, a una avalancha de productos importados
subsidiados que vuelven crónico el déficit en las cuentas externas y
comprometan los recursos públicos al aumentar la demanda de
importaciones de bienes y servicios.
El quinto es el interés del FMI por la eficacia de los programas y proyectos de compensación social, frente a los impactos negativos de las políticas de ajuste y estrategias fallidas como la ERP y ODM. Se busca focalizar la política social en los más pobres e indigentes, como un medio para que los niños y niñas no dejen de asistir a las escuelas, se sometan al control de salud y talla y permita a los padres de familia, en especial las madres solteras, disminuir la carga que implica el aumento del costo de los servicios públicos y canasta de alimentos, el deterioro del salario real y falta de empleo permanente.
Esta bonificación de la política social como una política de Estado que implica el cumplimiento de una condicionalidad de los gobiernos con el FMI ( si no se cumplen las metas fiscales y financieras no hay fondos para la compensación social o, en su defecto, los recursos son menores), ha sido un fracaso por la filtración (no pobres como beneficiarios), la falta de programas de apoyo complementario que ataque causas estructurales como la falta de producción y acceso masivo de alimentos y demás servicios de apoyo a las familias como crédito, tecnologías, asesoría de mercados, innovaciones, etc.
Finalmente se apuesta, siguiendo la tradición del enfoque institucionalista, al respeto por los países de los derechos de propiedad y protección de la inversión extranjera, sin que se visualicen los daños causados a los recursos naturales y salud de la población. Esta protección y otorgamiento de concesiones se da un marco institucional poco trasparente con políticos y funcionarios corruptos que trasgreden las leyes y vulgarizan los mecanismos de expresión de demanda de la población y la participación ciudadana en el ciclo de diseño, aprobación, ejecución y evaluación de los proyectos.
El reconocimiento del FMI del fracaso de las políticas de ajuste neoliberales debe reflejarse en un cambio del marco conceptual y operativo de actuación de la institución, pero sobre todo en políticas fiscales, monetarias, financieras y comerciales alternativas, que posibiliten devolver parte de lo mal apropiado por los países y empresas transnacionales, grupos económicos y financieros, fracciones de clase al interior de los países, empresarios, militares, políticos y dirigentes obreros y campesinos que se han visto favorecidos con la aplicación de dichas políticas de ajuste y reforma estructural. Caso contrario, este informe del fracaso del neoliberalismo será otra declaratoria de culpabilidad que queda en papel.
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