Sobre los identitarios, la Tradición y la revolución global
21.06.2016
Considero
que los identitarios son aliados cuando rechazan la modernidad, la
oligarquía global y el capitalismo liberal mortífero para las culturas
étnicas y las tradiciones.
El orden político moderno es esencialmente global y
se basa puramente en la identidad individual.Es el peor orden posible y
debe ser totalmente destruido.
Cuando los identitarios militan por una
reafirmación de la Tradición y de las antiguas culturas de los pueblos
europeos, tienen razón. Pero cuando atacan a los inmigrantes, a los
musulmanes o a los nacionalistas de otros países (en base a conflictos
históricos), cuando defienden a los Estados Unidos, el atlantismo, el
liberalismo o la modernidad, cuando consideran a la raza blanca (la que
ha producido la modernidad) como la raza superior y afirman que las
otras razas son inferiores, estoy en total desacuerdo con ellos.
Más que eso, no puedo defender a los blancos
contra los no-blancos por la única razón de que yo mismo soy un blanco y
un indoeuropeo. Reconozco la diferencia de otros grupos étnicos como
una cosa natural y rechazo cualquier jerarquía entre los pueblos, ya que
no existe, y no puede existir, una medida universal para la comparación
de las sociedades étnicas y los sistemas de valores.
Estoy orgulloso de ser ruso, exactamente como los
estadounidenses, los africanos, los árabes y los chinos están orgullosos
de ser como son. Es nuestro derecho y nuestra dignidad afirmar nuestra
identidad. No la de unos contra otros, sino los unos al lado de los
otros, sin resentimiento hacia los demás ni remordimientos hacia uno
mismo.
No puedo defender la nación, porque la nación es
un concepto burgués imaginado por la modernidad para destruir las
sociedades tradicionales (Imperio) y las religiones para su sustitución
por pseudo-comunidades artificiales basadas en la identidad individual.
Actualmente, la nación está siendo destruida por las mismas fuerzas que
la crearon en el primer período de la modernidad. Las naciones han
cumplido su papel de destructor de identidades orgánicas y espirituales,
y ahora los capitalistas destruyen sus propios instrumentos para hacer
posible la globalización.
Debemos atacar el capitalismo como un enemigo
absoluto, responsable tanto de la creación de la nación como simulacro
de la sociedad tradicional, como de su destrucción actual. La razón de
la catástrofe actual tiene sus raíces en los fundamentos ideológicos y
filosóficos del mundo moderno. Y la modernidad que era blanca y nacional
en su origen ha devenido global finalmente. Es por eso que los
identitarios deben elegir su campo real: ¿la Tradición (lo que incluye
su propia tradición indoeuropea) o la modernidad? El atlantismo, el
liberalismo, el individualismo, son las formas del mal absoluto para la
identidad indoeuropea, son incompatibles con ella.
Si los identitarios realmente aman su identidad,
se han de convertir en eurasianistas y unirse a los tradicionalistas, a
los enemigos del capitalismo de todos los campos políticos, razas,
religiones o culturas. Ser hoy anti-comunista, anti-musulmán,
anti-oriental, pro-yankee, atlantista, significa pertenecer al otro
campo, estar en el lado del Nuevo Orden Mundial y de la oligarquía
financiera. Pero es una actitud ilógica porque las consecuencias de la
globalización destruyen todas las identidades excepto las individuales, y
hacer una alianza con aquellos que la apoyan significa traicionar la
esencia misma de la identidad cultural.
El problema con la izquierda es diferente. Es
positiva en su oposición al orden capitalista, pero carece de la
dimensión espiritual. La izquierda se presenta habitualmente como una
vía alternativa a la globalización, que es la razón de su oposición a
los valores orgánicos, a las tradiciones y a la religión.
Sería algo bueno ver aparecer “identitarios de
izquierda” que por un lado defendiesen la justicia social, atacando el
capitalismo, y por otro defendiesen las tradiciones espirituales
atacando la modernidad.
El enemigo es único, es el orden global liberal
del capitalismo de hegemonía norteamericana (que también va dirigido
contra la verdadera identidad americana).
Nosotros ganaremos si unificamos nuestros esfuerzos.
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