Israel ciberconquista el desierto
La región desértica del Néguev, antiguo prodigio agrícola, se prepara para acoger el mando tecnológico del potente Ejército israelí
Beerseba
Todavía hoy esta agricultura extrema da de comer a siete pequeñas poblaciones que pespuntan la frontera de Israel con Jordania. Unas 3.500 personas aprovechan hasta la última gota de agua (en todo el año apenas caen 30 milímetros por metro cuadrado de lluvia) para cultivar tomates o sandías, pero también —la supervivencia del negocio les obliga— frutos que demandan los mercados de Asia, como melones amargos o aguaymantos.
El enorme acuífero del desierto sigue
dando agua, pero estas tierras prometidas dan signos de agotamiento
económico. Ya no son tan rentables como en los cincuenta y sesenta
Sin embargo, Effi le quita importancia a ese ahorro. De hecho, afirma que el agua no es algo tan importante en la producción, porque solo supone un 7% del coste total. "Lo más caro es la mano de obra: ningún jornalero gana menos de 1.000 euros al mes. Pagar al trabajador supone la mitad de los costos", asegura. Bajo los pies, el enorme acuífero de las profundidades del desierto sigue dando agua, pero estas tierras prometidas parecen dar signos de agotamiento económico.
Antes de 2022 el Ejército trasladará Beerseba a todas sus unidades tecnológicas. Se moverán 8.000 militares
La imagen de los cultivos hidropónicos forma parte de una estampa desarrollista algo pasada. Hoy, para conocer la muestra más pujante de conquista del desierto hay que moverse 125 kilómetros al noreste por unas tierras jalonadas por las infraviviendas de los beduinos. La carretera es una mera raya gris en el amarillo de las rocas, que une Eilat, la punta del triángulo invertido del mapa de Israel y su único contacto con el mar Rojo, con Beerseba, la flamante cibercapital del país.
Camino a la cibercapital
Es primera hora de la mañana. Las plumas de las grúas giran de un lado a otro para seguir levantando bloques y bloques de apartamentos, borrosos por la calima del desierto. De los primeros trenes que llegan de la capital económica de Israel, Tel Aviv, se bajan cada vez más personas en Beerseba. Apenas se tarda una hora en trasladarse de un lugar a otro y los commuters ya representan la mitad de todos los trabajadores de una ciudad que, con 200.000 habitantes, no termina de sacudirse una apariencia espectral.Las Fuerzas de Defensa de Israel han puesto el ojo en ella. Antes de 2022 trasladarán a la ciudad y a su entorno a todas sus unidades tecnológicas. Se moverán 8.000 militares, sin contar con los miembros de los servicios de inteligencia, según afirman fuentes del Ejército. Califican el proyecto como el mayor vinculado a la tecnología de toda su historia. Ya se han desplazado unas cuatro unidades de entrenamiento a Beerseba, aunque se ubicarán fuera del futuro campus.
"Pensamos que desplazar aquí a nuestras unidades aumentará nuestra operativa", asegura a EL PAÍS el teniente coronel Azar Salam. La ciudad ha sido escogida, además, por su ecosistema: "Tiene la academia, los sistemas de detección integrados y la industria de alta tecnología. Es una de las principales ciberciudades del mundo". El Ejército está publicando ya los contratos para empezar a levantar las nuevas instalaciones en dos años, aunque no revela el coste total de la operación. El desplazamiento de las unidades militares del centro del país liberará en esa zona enormes extensiones de valioso terreno para construir viviendas.
La rentabilidad económica, pero también estratégica, subyace en el proyecto: "Hay una decisión del Gobierno de mover las unidades desde el centro al sur también para asentar la población en el desierto", ilustra el militar. Se refiere a la operación Cyber Spark, una idea presentada a bombo y platillo hace dos años por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, para apuntalar el paraíso de las startups israelíes y atraer a población del resto del país hacia el desierto: una nueva repoblación, como la de los agricultores hace cincuenta años. Israel cuenta con una enorme ventaja en su propósito: tiene más tecnológicas emergentes que toda Europa junta y su territorio es el lugar del mundo con más densidad de startups por habitante, tan solo después de Silicon Valley.
El Gobierno quiere traer a población del
centro y norte del país hacia el desierto: una nueva repoblación, como
la de los agricultores hace cincuenta años
A la capital del desierto llegará también la prestigiosa 8200 ["ocho doscientos"], el sancta sanctorum de la inteligencia tecnológica militar. A sus cerebros se les atribuye la creación de gusanos informáticos tan potentes como Stuxnet. La unidad acoge incluso un programa para crear startups. "Si eres de la 8200 y tienes un par de patentes, ya tienes mucho hecho", afirma convencido Ilan Leiferman, un joven español desplazado a Israel para montar Ynoova, una empresa que guía a las grandes compañías europeas para que inviertan con tino en las empresas emergentes locales. "La cuestión es entrar en una de esas unidades porque, si te presentas voluntario para seguir después de los tres años obligatorios [son dos para las mujeres], te favorecerá en tu futuro currículum".
Del Ejército a la empresa
Esa fue la historia del emprendedor Dror Liwer. Había llegado al rango de director informático en el Ejército, se licenció como coronel y un buen día decidió cambiar la monotonía kaki de los barracones por los grafitis que hoy decoran su oficina, una especie de loft neoyorquino que terminará rodeado de edificios militares. Para él, la ciberseguridad y el Ejército israelí van de la mano, por eso se ha instalado ya en Beerseba. "En Israel no hay privacidad. Estamos en estado de guerra y se sacrifica la libertad. El Gobierno tiene mucho poder", comenta abiertamente.Liwer cuenta ya con seis startups a sus espaldas. Dos de ellas siguen en pie, una tasa de éxito que considera "muy alta": "En Israel, solo un 2% de las empresas emergentes tiene verdadero éxito, y un 8% más o menos salen adelante. El resto son fracasos". Su última apuesta es Coronet, una compañía especializada en evitar el robo y la suplantación maliciosa de redes wifi, ubicada en el coworking donde operan otra veintena de pequeñas empresas dedicadas a la seguridad informática.
Coronet comparte edificio con gigantes como Oracle, PayPal o Telekom. Dos bloques como este ya están repletos de nuevas empresas, y otros ocho aguardan a ser construidos en el parque tecnológico de Beerseba. Trabajar tan cerca de otros que se dedican a lo mismo que uno les ayuda a hacerlo mejor: "Compartimos información entre nosotros aunque seamos competencia", abunda Liwer. ¿Compartir conocimiento con la competencia? Sí, y, a juzgar de la opinión de todos los expertos consultados, se trata de algo habitual en Israel: "No se roban recursos de otros. Eso del headhunting aquí no existe. Si lo haces una vez, estás acabado. El espíritu de colaboración está asentado, es algo cultural". De este espíritu comunitario da ejemplo un gran inversor del país, Eden Shochat, que ha subido a la Red su lista de contactos para que estén disponibles para todo el mundo.
A Liwer le gusta subrayar esta diferencia con el ambiente de competencia abierta de Estados Unidos, aun no siendo la única: "Un 40% de quienes aquí trabajan es mujer y además el entorno social de Israel es más seguro que el americano: si fracasas aquí, es más difícil que te veas en la calle sin nada al cabo de unos meses". La presencia de mujeres alenta incluso la tímida aparición de alguna ultraortodoxa, una comunidad muy cerrada que reniega en general de las nuevas tecnologías: "Sus maridos se dedican a estudiar los textos sagrados y no realizan trabajos retribuidos. Ellas tienen que sacar adelante a la familia y esta es una manera interesante de hacerlo", comenta Liwer.
El emprendedor cree que la situación geopolítica de su país actuó como aliciente para que apostara, desde muy pronto, por la tecnología. "En el Ejército comentábamos que ya deberíamos estar muertos", comenta vehemente. Para el exembajador de Israel en España Alón Bar, una clave que explica el auge de las empresas tecnológicas en el país es la carencia de recursos naturales, mitigada desde hace 17 años por el descubrimiento de bolsas de gas natural delante de sus costas. "Creo que ese hallazgo es algo bueno, porque se espera que los recursos den para abastecer el país durante cincuenta años", afirma Bar, pero, al tiempo, le preocupa que pese sobre Israel la que llama "maldición de los países con recursos naturales": "Puede que se le quite importancia a la cultura del esfuerzo".
Un 'Google' del mal
Aunque Beerseba sea su capital, la tecnología de ciberseguridad informática encuentra acomodo por doquier en el país. La universidad más antigua de Israel, el Technion, impera en el extremo norte de Israel. Aquí nació la compresión de archivos (los antecedentes de los JPG, MP3 y PDF) y en la actualidad acoge uno de los grupos especializados en ciberseguridad más potentes del país. Desde la planta donde está el laboratorio de Eran Yahav, un programador de élite, se contempla una vista inmensa de la bahía de Haifa y, bien cerca, las montañas del vecino Líbano.Israel está viviendo un cambio en el tipo de ciberataques que recibe desde el extranjero: "Cada vez que se ven más ataques vinculados al robo de datos personales para beneficio, más que por razones políticas o estratégicas", describe Yahav.
Este experto en análisis de programas resume su trabajo en "saber qué hace un programa, sin tener que ejecutarlo", algo más que útil cuando se trata de analizar software malicioso. Y se ha propuesto dar otra vuelta de tuerca a los antivirus y otras herramientas habituales de ciberseguridad. Su equipo prepara un motor de búsqueda que permitirá rastrear en todo el mundo dónde se encuentra un programa (o un fragmento de código) que resulte malicioso. "Es como un Google para el software sospechoso", asegura. A la vez, apuesta por que se use para identificar de dónde procede un ataque o, al menos, en qué factoría se ha creado el código atacante. También, para descubrir a las organizaciones que incluyen, en muchos casos sin saberlo, partes de código maligno en sus webs.
Los ciberatacantes se lo ponen difícil a quienes, como este profesor israelí, se encuentra a este lado de la barrera. "El malware se ha convertido en algo muy sofisticado, ya no es algo que se haga en garajes, se ha convertido en una arma y se construye en fábricas de armas". Yahav insiste en la comparación: los virus y los grandes ataques informáticos se mueven en un mundo que funciona "igual que la industria de las armas". Así precisa así su comparación: "También en su tamaño y escala, en el dinero que se mueve y en los poderes que están detrás".
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