¿Cuándo se hundirá el sistema? "ha caído ya y nos ocultan su cadáver con toda clase de malabarismos"
Esperábamos
un final estruendoso, digno de Hollywood. En cambio tenemos un cadáver
putrefacto descomponiéndose al sol desde hace décadas: el capitalismo
senil ha muerto. La Banca ganó a Estados y Empresas financiarizando la
sociedad y tomando todas las decisiones importantes. Son Soberanos.
¿Que hay después? ¿Qué nos deparan las élites? ¿Qué ha pensado la banca? Nos tienen preparada una economía de Estado Centralizada. Otra vieja fórmula que tampoco funcionó y que todos conocemos por otros nombres: Monopolios y Oligopolios. Fantasmas del pasado como fascismo y la fase superior del capitalismo el Imperialismo.
Ya solo nos queda esperar y bridar por la Gran Crisis, esa crisis sin rescate que deje el estado sin servicios y sea la escusa perfecta para renacionalizar y concentrar las empresas en Bloque. Tal vez Alemania por medio del Deutchebank vuelva a ser el primer país en sufrirla.
Tampoco funcionará. El centralismo es una vía muerta que lo único que creas son áreas de exclusión y la búsqueda de nuevas fórmulas. Os esperamos fascistas en las calles, Autoorganizadxs, Asamblearixs, Autónomxs y Libertarixs!
Salud y a brindar por el muerto! (por que no se levante) PHkl/tctca
¿Que hay después? ¿Qué nos deparan las élites? ¿Qué ha pensado la banca? Nos tienen preparada una economía de Estado Centralizada. Otra vieja fórmula que tampoco funcionó y que todos conocemos por otros nombres: Monopolios y Oligopolios. Fantasmas del pasado como fascismo y la fase superior del capitalismo el Imperialismo.
Ya solo nos queda esperar y bridar por la Gran Crisis, esa crisis sin rescate que deje el estado sin servicios y sea la escusa perfecta para renacionalizar y concentrar las empresas en Bloque. Tal vez Alemania por medio del Deutchebank vuelva a ser el primer país en sufrirla.
Tampoco funcionará. El centralismo es una vía muerta que lo único que creas son áreas de exclusión y la búsqueda de nuevas fórmulas. Os esperamos fascistas en las calles, Autoorganizadxs, Asamblearixs, Autónomxs y Libertarixs!
Salud y a brindar por el muerto! (por que no se levante) PHkl/tctca
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Queridos lectores,
Esta semana, Javier Pérez ha escrito este sencillo pero esclarecedor ensayo de perturbador contenido. Para reflexionar.
Les dejo con Javier.
Salu2,
AMT
______________
¿Cuándo se hundirá el sistema? Pues ayer.
Hoy quiero empezar con una extraña confesión: mi experiencia leyendo y escribiendo sobre peak oil y temas energéticos no me llevó a escribir sobre el apocalipsis de los recursos ni una novela madmaxista. A fuerza de sumergirme en el tema, acabé escribiendo una novela de romanos. La maldición de las Águilas, se llama. No os voy a contar cual es la maldición, pero sí dónde está el paralelismo: en la encarnizada lucha entre la naturaleza y la técnica, en la carrera suicida en la que por un lado nos amenaza el desastre medioambiental y por otro el económico. En las consecuencias de la extracción de un recurso, con medios de la antigüedad, hasta el punto de crear un paisaje como el de las Médulas, digno de un bombardeo atómico.
Esta semana, Javier Pérez ha escrito este sencillo pero esclarecedor ensayo de perturbador contenido. Para reflexionar.
Les dejo con Javier.
Salu2,
AMT
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¿Cuándo se hundirá el sistema? Pues ayer.
Hoy quiero empezar con una extraña confesión: mi experiencia leyendo y escribiendo sobre peak oil y temas energéticos no me llevó a escribir sobre el apocalipsis de los recursos ni una novela madmaxista. A fuerza de sumergirme en el tema, acabé escribiendo una novela de romanos. La maldición de las Águilas, se llama. No os voy a contar cual es la maldición, pero sí dónde está el paralelismo: en la encarnizada lucha entre la naturaleza y la técnica, en la carrera suicida en la que por un lado nos amenaza el desastre medioambiental y por otro el económico. En las consecuencias de la extracción de un recurso, con medios de la antigüedad, hasta el punto de crear un paisaje como el de las Médulas, digno de un bombardeo atómico.
Porque en esas estamos. Primero lo medioambiental.
De los problemas con el Fósforo ya se ha hablado aquí. Del cambio climático, se habla aquí y en todas partes, cada vez más a menudo, y se aportan gráficas como esta que dan más miedo que otra cosa. No vale la pena insistir.
La población de la Tierra ha alcanzado una cifra en la que una sucesión de dos o tres malas cosechas podría llevar a la hecatombe, y resulta que las cosechas son producto de sistemas vivos dependientes de una enorme cantidad de variables, desde la humedad a las horas de sol, pasando por los insectos polinizadores como las abejas hasta llegar a un número de variables, que dependen a su vez de otras, demasiado complejo para darle otro nombre que no sea azar. ¿Cuánto falta para que falle uno de esos eslabones, forzados ya por la inestabilidad climática, la destrucción de la biodiversidad o el abuso en la utilización de ciertos recursos? Depende del humor que se levanten los números aleatorios. La producción mundial de trigo, por ejemplo, sigue creciendo, pero un poco más lentamente que el crecimiento de la población, lo que hace que cada día estemos más expuestos al picotazo del cisne negro, o al garrotazo de alguna enorme estupidez que cometamos.
Posiblemente, y es de temer, Malthus no estuviera equivocado, sino que le falló el calendario. Como a nosotros con el peak oil, lo que nos lleva a reflexiones como la de este artículo de Antonio en el que explica perfectamente que tampoco es cosa de preocuparse por un poco más o un poco menos de repercusión.
En segundo lugar, vamos a lo económico. Y ahora, seguramente, es cuando esperáis que hable de China y la tremenda olla caníbal que se está cociendo allí. Pero no. Hoy no.
Hoy me gustaría poner todo el énfasis sobre un dato del que se habla muy poco y que, para mí, certifica que el sistema no es que esté a punto de caer, sino que ha caído ya y nos ocultan su cadáver con toda clase de malabarismos, a ver lo que tardamos en darnos cuenta. Se trata, seguramente, de que el sistema gane alguna batalla después de muerto, como el Cid, o de postergar la muerte del dictador para dar tiempo a una facción a posicionarse más cómodamente para la sucesión.
Y me explico, pero sin extenderme mucho.
Lo que más desconfianza me causa en esta crisis que no va a terminar nunca es que trate de arreglarse ofreciendo dinero a espuertas, y además a tipos de interés negativo. Ya sabéis: el abuelo está mejorando, le vamos a dar el alta esta misma semana, va a quedar como nuevo, pero de momento, esta noche, le vamos meter tres litros de sangre, un pulmón, y un hígado nuevos. ¿Poco creíble, verdad? Pues lo que nos están contando de la recuperación económica es más o menos lo mismo.
Pero eso sólo es un síntoma de que algo no va bien: mi desconfianza ha ido en aumento a medida que he ido comprobando la decorrelación entre las cotizaciones bursátiles, de bonos y de deuda pública con los datos reales, hasta que me he llegado a convencer de que todo se ha ido ya al carajo y no lo han hecho público.
Lo cierto es que, si os fijáis, veréis que para las grandes empresas empieza a ser más o menos indiferente tener buenos resultados o tener pérdidas. Empieza a dar igual si sus expectativas mejoran o empeoran: si su deuda es admitida entre las elegibles para que la compren los bancos centrales en sus programas de expansión cuantitativa, entonces sus acciones suben. Y quien deja de estar en esos programas, ve bajar sus valores. Sin remisión.
Lo mismo sucede con los Estados: da igual tener Gobierno que no, un paro por las nubes o una productividad de risa: si el banco central del que dependes te compra de manera ilimitada e indefinida tu deuda, no hay problema con el déficit, no hay problema con los servicios, no hay problema con nada. Lo malo llega el día en que no te cuadras con el suficiente brío, o no te agachas con la debida complacencia, y el Banco Central decide que tu deuda ya no es elegible: y entonces te desplomas.
Desde siempre, podía verse una clara correlación entre los beneficios de una empresa, o sus activos, y su valor en bolsa. Ahora, podéis fijaros cualquier día, hay empresas que han superado en capitalización 25 veces el valor de sus ganancias, dan avisos de pérdidas, ¡y no pasa nada!
Desde siempre, se esperaban con temor o expectación los resultados de las empresas: ahora los grandes vaivenes de la bolsa y de las inversiones vienen dados por una u otra nimiedad que declara un banquero central. De hecho, las malas noticias económicas se celebran por todo lo alto, con grandes subidas en los mercados, porque eso supone que los bancos centrales tendrán que imprimir más dinero o no podrán, en esa tesitura, subir los tipos de interés. ¿Importa lo que pase en el mundo real? En absoluto: lo que importa es el dinero que los banqueros centrales imprimen de la nada, que es el que llega a chorros, y sin esfuerzo, a las plazas bursátiles.
¿De verdad es este el sistema que conocíamos? Pues no. Le siguen llamando capitalismo, o libre mercado, pero en realidad el timón no lo llevan ni los trabajadores ni los patronos, sino unos tipos, ajenos a ambos colectivos, que están al margen.
Hoy me gustaría poner todo el énfasis sobre un dato del que se habla muy poco y que, para mí, certifica que el sistema no es que esté a punto de caer, sino que ha caído ya y nos ocultan su cadáver con toda clase de malabarismos, a ver lo que tardamos en darnos cuenta. Se trata, seguramente, de que el sistema gane alguna batalla después de muerto, como el Cid, o de postergar la muerte del dictador para dar tiempo a una facción a posicionarse más cómodamente para la sucesión.
Y me explico, pero sin extenderme mucho.
Lo que más desconfianza me causa en esta crisis que no va a terminar nunca es que trate de arreglarse ofreciendo dinero a espuertas, y además a tipos de interés negativo. Ya sabéis: el abuelo está mejorando, le vamos a dar el alta esta misma semana, va a quedar como nuevo, pero de momento, esta noche, le vamos meter tres litros de sangre, un pulmón, y un hígado nuevos. ¿Poco creíble, verdad? Pues lo que nos están contando de la recuperación económica es más o menos lo mismo.
Pero eso sólo es un síntoma de que algo no va bien: mi desconfianza ha ido en aumento a medida que he ido comprobando la decorrelación entre las cotizaciones bursátiles, de bonos y de deuda pública con los datos reales, hasta que me he llegado a convencer de que todo se ha ido ya al carajo y no lo han hecho público.
Lo cierto es que, si os fijáis, veréis que para las grandes empresas empieza a ser más o menos indiferente tener buenos resultados o tener pérdidas. Empieza a dar igual si sus expectativas mejoran o empeoran: si su deuda es admitida entre las elegibles para que la compren los bancos centrales en sus programas de expansión cuantitativa, entonces sus acciones suben. Y quien deja de estar en esos programas, ve bajar sus valores. Sin remisión.
Lo mismo sucede con los Estados: da igual tener Gobierno que no, un paro por las nubes o una productividad de risa: si el banco central del que dependes te compra de manera ilimitada e indefinida tu deuda, no hay problema con el déficit, no hay problema con los servicios, no hay problema con nada. Lo malo llega el día en que no te cuadras con el suficiente brío, o no te agachas con la debida complacencia, y el Banco Central decide que tu deuda ya no es elegible: y entonces te desplomas.
Desde siempre, podía verse una clara correlación entre los beneficios de una empresa, o sus activos, y su valor en bolsa. Ahora, podéis fijaros cualquier día, hay empresas que han superado en capitalización 25 veces el valor de sus ganancias, dan avisos de pérdidas, ¡y no pasa nada!
Desde siempre, se esperaban con temor o expectación los resultados de las empresas: ahora los grandes vaivenes de la bolsa y de las inversiones vienen dados por una u otra nimiedad que declara un banquero central. De hecho, las malas noticias económicas se celebran por todo lo alto, con grandes subidas en los mercados, porque eso supone que los bancos centrales tendrán que imprimir más dinero o no podrán, en esa tesitura, subir los tipos de interés. ¿Importa lo que pase en el mundo real? En absoluto: lo que importa es el dinero que los banqueros centrales imprimen de la nada, que es el que llega a chorros, y sin esfuerzo, a las plazas bursátiles.
¿De verdad es este el sistema que conocíamos? Pues no. Le siguen llamando capitalismo, o libre mercado, pero en realidad el timón no lo llevan ni los trabajadores ni los patronos, sino unos tipos, ajenos a ambos colectivos, que están al margen.
La
oferta y la demanda siguen funcionando, pero sólo para lo pequeño. En
las grandes magnitudes, sólo quedan los bancos centrales, al mando de
todo, decidiendo qué deuda compran los bonos de qué empresas pueden
entrar en su balance y la deuda pública de qué países es elegible para
sus programas de expansión monetaria. Echemos un vistazo a este gráfico
de Bloomberg: [evolución de las bolsas tras el Brexist, Dow Jones, Euro
Stoxx 50, Nikei]
¿Creemos de veras que el Brexit es tan buena noticia como para que las principales bolsas suban con fuerza tras la caída inicial? Para nada: la cuestión es que, todos los bancos centrales dijeron que combatirían el enfriamiento con nuevos estímulos monetarios y que este evento retrasaría cualquier subida de los tipos de interés. Los mercados ya no siguen al mundo real, ni se correlacionan con él. La dependencia de los bancos centrales es absoluta y estos se han convertido en el único actor relevante en los corros financieros
Eso, amigos, no es capitalismo: eso es un remedo de la Unión Soviética, donde un solo actor económico centralizado determinaba con su planificación todos los movimientos económicos.
El sistema se ha venido abajo. En su lugar hay dos o tres manos poderosas que deciden donde se invierte y dónde no, quién gasta, quién produce, y el qué. Sin politburó, sin aplausos de momias rojas y sin planes quinquenales publicados a bombo y platillo en el boletín oficial del Partido.
Pero los efectos son los mismos: quien está cerca del poder, medra, y el díscolo perece. Quien tiene una idea, debe venderla al poderoso de turno para que sea explotada convenientemente, pero mejor que no se meta a intentar ponerla él en marcha. Quien tiene una fábrica obsoleta, puede seguir produciendo obsolescencia, mientras cuente con las simpatías del poder. La productividad no importa. La eficiencia, no importa. ¿Para qué, si el exceso de capacidad productiva y el desplome de la demanda hacen imposible vender más? Lo único que importa es que tu deuda corporativa siga en la lista de las elegibles, tu deuda pública sea canjeable pro euros recién impresos o tus pensionistas cobren con yenes recién salidos de una chistera.
El capitalismo liberal ha caído. La economía planificada y centralizada ya está aquí. Pero no es lo que esperábamos, ¿verdad?
Javier Pérez
¿Creemos de veras que el Brexit es tan buena noticia como para que las principales bolsas suban con fuerza tras la caída inicial? Para nada: la cuestión es que, todos los bancos centrales dijeron que combatirían el enfriamiento con nuevos estímulos monetarios y que este evento retrasaría cualquier subida de los tipos de interés. Los mercados ya no siguen al mundo real, ni se correlacionan con él. La dependencia de los bancos centrales es absoluta y estos se han convertido en el único actor relevante en los corros financieros
Eso, amigos, no es capitalismo: eso es un remedo de la Unión Soviética, donde un solo actor económico centralizado determinaba con su planificación todos los movimientos económicos.
El sistema se ha venido abajo. En su lugar hay dos o tres manos poderosas que deciden donde se invierte y dónde no, quién gasta, quién produce, y el qué. Sin politburó, sin aplausos de momias rojas y sin planes quinquenales publicados a bombo y platillo en el boletín oficial del Partido.
Pero los efectos son los mismos: quien está cerca del poder, medra, y el díscolo perece. Quien tiene una idea, debe venderla al poderoso de turno para que sea explotada convenientemente, pero mejor que no se meta a intentar ponerla él en marcha. Quien tiene una fábrica obsoleta, puede seguir produciendo obsolescencia, mientras cuente con las simpatías del poder. La productividad no importa. La eficiencia, no importa. ¿Para qué, si el exceso de capacidad productiva y el desplome de la demanda hacen imposible vender más? Lo único que importa es que tu deuda corporativa siga en la lista de las elegibles, tu deuda pública sea canjeable pro euros recién impresos o tus pensionistas cobren con yenes recién salidos de una chistera.
El capitalismo liberal ha caído. La economía planificada y centralizada ya está aquí. Pero no es lo que esperábamos, ¿verdad?
Javier Pérez
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