Publicado en: 23 octubre, 2016
La Revolución húngara de 1956
Por Antonio Liz
El 5 de marzo de 1953 muere
Stalin y en febrero de 1956 Nikita Jruschov lee, en el seno del XX
Congreso del PCUS, un “informe secreto” denunciando los crímenes de
Stalin. Era echar toda la culpa del sistema stalinista sobre un solo
hombre, que si bien él había sido su cabeza toda la casta soviética
había sido su apoyo -Jruschov entre ellos- y todos ellos los
beneficiados ya que disfrutaban de condiciones materiales muy por encima
de las que tenía el pueblo soviético. Es en este ambiente de
desestalinización cosmética cuando en países como Polonia o Hungría se
va a intentar caminar hacia un verdadero socialismo, un socialismo
democrático. Va a ser la Polonia de Wladyslaw Gomulka la que se va
enfrentar en mejores condiciones con los jerarcas del Kremlin porque
Gomulka es un secretario general del partido comunista polaco que tiene
el apoyo de su aparato y con manifestaciones de masas a su favor, lo que
le hace fuerte ante Moscú.
Las reformas emprendidas por Gomulka en
Polonia van a influir de manera directa en Hungría. El Círculo Petöfi,
que aglutinaba desde 1955 a los intelectuales no domesticados por el
aparato stalinista y que organizara charlas y debates sobre el auténtico
socialismo influyendo en amplios sectores de estudiantes, y los
estudiantes de la Universidad Politécnica de Budapets tendrán un papel
primerizo en la convocatoria para el día 23 de octubre de 1956 de una
manifestación en solidaridad con los cambios en la Polonia de Gomulka,
que se terminará convirtiendo en el comienzo de la revolución política
en Hungría.
Pero la solidaridad con Polonia era
simplemente el disparadero de las propias reclamaciones que tenían los
obreros y los estudiantes húngaros. El clima social era de descontento
por la penuria económica generada por una economía estatalizada y
piramidal que no le prestaba ninguna atención a las básicas necesidades
materiales de la población y por la brutal represión que se ejercía a
través de la policía política, la AVH, cuyos odiados miembros eran
conocidos popularmente como los “avos”. Era tal el descontento que latía
en la sociedad húngara que el propio Jruschov decía que de continuar
con esta situación el líder del aparato húngaro, el secretario general
del Partido de los Trabajadores Húngaros (PTH) y primer ministro, Mátyás
Rákosi, sería “echado de Hungría con horcas”.
El descontento social va a intentarlo
atajar la jerarquía soviética con cambios por arriba. Así, desde Moscú
se organizó una reunión con los aparatchitsi húngaros donde se acordó
que el stalinista de viejo estilo Rákosi siga como secretario general
del PTH pero que Imre Nagy ejerza de jefe de gobierno.
Imre Nagy durante su mandato, 1953-54,
quiso implementar reformas. Su programa recogía medidas como reducciones
de precios de productos básicos, reducciones de impuestos a las
colectividades campesinas, revisar las colectivizaciones forzosas,
aumento de salarios, fomento de la industria ligera y abolición de los
campos de internamiento. No obstante, este cambio no se profundizará por
la resistencia de los stalinistas recalcitrantes que volvieron con la
estrategia de que el “Partido seguía considerando como su tarea más
importante el desarrollo de la industria pesada”. Ante la vuelta de la
vieja política económica stalinista, Imre Nagy terminará siendo tachado
de desviacionista y expulsado del PTH en noviembre de 1955. El
apartamiento de Nagy estaba relacionado de forma directa con las luchas
por el poder en la nomenklatura soviética, donde Jruschov pugnaba por
consolidar su liderazgo. Así, la caída en desgracia de Georgi Malenkov,
que propugnaba en la URSS una política económica que le diese alguna
importancia a la industria de bienes de consumo, llevó a la caída de
Nagy ya que el aparato del partido húngaro estaba supeditado a la
dirección del PCUS.
El fracaso de las reformas desde dentro
no sólo no paraba los problemas económicos y políticos sino que los
acentuaba. Ante su agudización la burocracia ejecutó un cambio
epidérmico, el 21 de julio de 1956 Ernö Gerö es nombrado secretario
general del PTH sustituyendo a Mátyás Rakósi. En vano, las
movilizaciones sociales tuvieron una primera multitudinaria
manifestación el 6 de octubre en los funerales que rehabilitaban a
Lászlo Rajk, un miembro del PTH que había sido condenado en un típico
juicio-farsa stalinista y ejecutado. Otro dato informa que la coyuntura
política cambiaba, el 14 de octubre Imre Nagy era readmitido en el PTH.
Así andaba el clima político cuando los
estudiantes convocaron la manifestación en solidaridad con los cambios
en Polonia para el día 23 de octubre. Las autoridades húngaras dudaron,
primero negaron su autorización y después la dieron, lo que indica la
inseguridad política de la alta burocracia húngara. La manifestación,
que empezó sobre las 15.00 horas, pronto se convirtió en una
concentración multitudinaria de estudiantes y obreros que tenía
diferentes brazos por el centro de Budapest. En esta manifestación el
símbolo más portado eran banderas húngaras con el escudo de la
“república popular” recortado, también se portaban grandes retratos de
Lenin y las consignas se irán dinamizando al calor de la marcha de los
acontecimientos, del viva a los polacos se pasará al mueran los
stalinistas y al derribo de una colosal estatua de Stalin. Se canta la
Marsellesa y se recitan poemas del poeta nacional Sándor Petöfi.
Producto del nerviosismo de la casta
burocrática húngara fue el discurso que Ernö Gerö, el secretario general
del PTH, dio por la radio. Vino a llamar a los manifestantes
“contrarrevolucionarios” y “canallas” con lo que caldeó los ánimos. Por
este hecho, una parte de la muchedumbre se dirigió a los locales de la
radio con el objetivo de ocuparlo y radiar desde allí las medidas
programáticas que el movimiento iba elaborando, medidas como la salida
inmediata de las tropas soviéticas del suelo húngaro, la formación de un
gobierno bajo la dirección de Imre Nagy y la elección por sufragio
universal directo y secreto de un nueva Asamblea Nacional. Pero la radio
estaba ocupada por miembros de la policía política, la AVH, esta empezó
a disparar contra la muchedumbre entre las 20.00 y las 21.00 horas. Fue
una matanza que desencadenó una respuesta popular violenta. Los
contingentes más decididos de los estudiantes y obreros, sobre todo
jóvenes, fueron a armarse en cuarteles del ejército húngaro donde los
soldados no oponían resistencia y entregaban o dejaban coger el
armamento. Había empezado la insurrección popular, se combatirá por todo
el centro de Budapest y en los alrededores de las fábricas mientras los
barrios obreros se convierten en las zonas seguras donde se instalan
los cuarteles de la revolución. La juventud obrera y estudiante son el
corazón y la masa de las improvisadas milicias populares.
El día siguiente, el 24, fue muy rico en
hechos. En las fábricas no se trabaja, se pelea. Comenzó una huelga
general, donde los obreros ya plantean sus propias reivindicaciones
como es el control de las fábricas y el aumento de salarios. Imre Nagy
asume el cargo de primer ministro, en sustitución de András Hegedüs, y
forma gabinete. Lo malo es que Nagy no se pone al frente del movimiento,
es un honrado reformista pero no un revolucionario. Al no apoyarse
decididamente en el movimiento de obreros y estudiantes queda
mediatizado por el aparato stalinista controlado por Ernö Gerö. Un hecho
nos informa de esto con rotundidad, cuando se reúnen los jerarcas
húngaros para decidir el nuevo gobierno Imre Nagy no participa en la
reunión, se queda esperando en el pasillo la decisión de los altos
aparatchitsi. A su vez, el movimiento no tiene una dirección política
propia sino núcleos rectores como comités de estudiantes o comités de
fábricas allí donde se pelea. La falta de una dirección política le
imposibilita al masivo movimiento de obreros y estudiantes luchar
estratégicamente, con el objetivo de tomar ellos mismos el poder.
La casta burocrática húngara, conducida
por Gerö, asustada por la insurrección que han desencadenado, ha pedido a
Moscú el apoyo del ejército soviético. Así, los tanques soviéticos
entran por primera vez en Budapest. Los soldados soviéticos creen que
van a luchar contra la contrarrevolución cuando en la realidad de los
hechos sus jefes políticos del Kremlin son los contrarrevolucionarios
porque quieren ahogar la lucha por el auténtico socialismo, el
socialismo democrático. Y esto es así porque desde el movimiento se dirá
una y otra vez que la lucha no es para restaurar el capitalismo sino
para caminar hacia el socialismo, como explicita la consigna general “no
devolveremos ni tierras ni fábricas”. Cuando estudiantes y obreros
jóvenes se encaraman a los tanques y les explican a los tanquistas por
lo que luchan estos se mostrarán inseguros, decidirá la oficialidad. A
la vez, algunas tropas húngaras apoyan a las soviéticas mientras otras
están indecisas y otras arman a obreros y estudiantes y se unen al
movimiento. El ejército húngaro no bascula sólo en una dirección, duda
entre la represión o la solidaridad. De la ambivalencia de los militares
húngaros es un ejemplo el general Pal Maléter que primero está en
contra del movimiento y después se unió a él.
Antes de estos hechos, Moscú ya había
mandado a Hungría para valorar la situación a cuadros stalinistas como
el ideólogo Mijaíl Súslov y el tecnócrata Anastas Mikoyán. Estos y otros
representantes del Kremlin estarán en permanente contacto con Imre Nagy
y su gobierno por lo que en Moscú saben de primera mano lo que quiere
hacer el gobierno de Nagy. Este va a intentar armonizar peticiones
populares y acuerdos con los representantes moscovitas.
Los acontecimientos se suceden. El 25 de
octubre las tropas soviéticas de ocupación recuperan el edificio de la
radio mientras otras se apostan frente al Parlamento. Los “avos” harán
el clásico papel de provocadores disparando desde el Ministerio del
Interior, que está en frente del Parlamento, en dos direcciones, a la
multitud y a los soldados soviéticos. En la balacera que se arma a
continuación el pueblo húngaro pone los muertos, alrededor de
trescientos cadáveres siembran la plaza. Esta matanza incrementa la
lucha, extiende la huelga general y azuza la represión popular. Así, no
extrañará que se den linchamientos de “avos” en Budapest y que en
ocasiones sus cadáveres sean colgados por los tobillos y que desde la
muchedumbre se les escupa e, inclusive, que se apagen en sus cuerpos las
colillas de los cigarros. También en Mosonmagyaróvar se ajusticiará a
“avos” porque estos previamente han disparado a una manifestación
asesinando a unas cien personas, entre ellas niños y mujeres, y dejando
heridas a otras doscientas. Esto llevó al levantamiento armado y al
ajuste de cuentas con los “avos” asesinos.
Imre Nagy sigue negociando con los
emisarios moscovitas, fruto de ello es que el ejército soviético se
retira y el día 28 se forma oficialmente el gobierno de Nagy. El 30 este
gobierno acepta los “consejos” de los trabajadores en las empresas, es
decir, que estas sean gobernadas por la clase trabajadora. También
anuncia públicamente que se propone llevar negociaciones directas con la
Unión Soviética para tener unas auténticas relaciones de amistad,
fundadas en el principio de igualdad y de respeto a la independencia
nacional. Jánós Kádár anuncia la creación del nuevo partido, el Partido
de los Trabajadores Socialistas Húngaros (PTSH), y afirma que sólo
podrán ser miembros de él “los que no tengan ninguna responsabilidad en
los crímenes del pasado”. Al mismo tiempo, por la geografía húngara se
van consolidando los consejos, parlamentos directos de la clase
trabajadora, de los estudiantes y de los soldados, como es el caso del
Consejo de Miskolc, de Györ, de Sopron, de Magyaróvár, entre otros. La
prensa libre fluye como el agua, los trabajadores de las imprentas sólo
se niegan a imprimir el periódico Virradat porque es de orientación
fascista. Ante estos hechos e intenciones, el día 31 Imre Nagy le dice a
la multitud congregada frente al Parlamento: “amigos míos, la
revolución ha salido victoriosa”. Parece que todo va sobre ruedas, que
un gobierno soberano, las elecciones libres y el control de la economía
por los propios trabajadores es el horizonte.
Ante estos hechos el temor de la
nomenklatura moscovita, con Jruschov al frente, es doble. Por una parte,
tiene miedo a la consolidación de una revolución política ya que esta
no se sometería a Moscú e influiría en el movimiento obrero de dentro y
de fuera del entorno soviético, y, por la otra, no quiere perder fuerza
en la arena internacional ya que entonces los EEUU los verían como “unos
tontos” (Jruschov). Así, va a ser la cerrazón de Moscú a una salida
negociada lo que traerá el incumplimiento de los acuerdos que sus
enviados habían pactado con el gobierno de Nagy lo que llevará, a su
vez, a que este formule propuestas nuevas como la salida de Hungría del
Pacto de Varsovia y la petición de ayuda a la ONU –esto último demuestra
que Nagy también tiene ilusiones políticas irreales al pensar que los
EEUU pueden apoyar la revolución política húngara, como está diciendo
cínicamente Radio Europa Libre. No obstante, el disparadero de estas
intenciones del gobierno Nagy será la noticia de la vuelta de las tropas
soviéticas, que no entra en lo acordado. Entonces Imre Nagy le
comunicará al embajador soviético, Yuri Andropov, que Hungría dejará el
Pacto de Varsovia. Pero para que no se genere confusión sobre el
programa, el 3 de noviembre los representantes del gobierno de Nagy dan
una conferencia de prensa en la que anuncian que “el gobierno es unánime
en lo que respeta a no permitir la restauración del capitalismo”,
afirmación que está en armonía con el movimiento. Pero los jerarcas
soviéticos ya han tomado la decisión de aplastar la insurrección por lo
que los representantes del gobierno de Nagy que están negociando con los
supuestos representantes soviéticos son detenidos por los propios
soviéticos en la noche del 3 al 4, entre ellos el ministro de Defensa,
el general Pal Maléter, que estaba negociando con los mandos del
ejército soviético en Tököl, al sur de Budapest.
En la madrugada del 3 al 4 de noviembre
el ejército soviético invade por segunda vez Hungría, será la
definitiva. Imre Nagy se refugia en la embajada de Yugoslavia, saldrá
con la promesa de que su vida será respetada pero lo que ocurrirá es que
lo detendrán, lo juzgarán y lo fusilarán el 16 de junio de 1958, el
mismo día que se fusilará a Pal Maléter y un día después del
fusilamiento de Miklós Gimes, que también fuera expulsado con Nagy del
PTH en 1955, editor del periódico 23 de Octubre y fundador del
Movimiento Democrático Húngaro por la Independencia. Cuando los
stalinistas juzguen a Nagy esté afirmará que “he intentado por dos veces
salvar el honor de la palabra socialismo en la cuenca del
Danubio: en 1953 y en 1956. La primera me vi impedido por Rákosi, la
segunda por el ejército soviético (…). Estoy seguro que la Historia
condenará a mis asesinos”.
El Kremlin implanta un gobierno
presidido por Jánós Kádár que ha cambiado de bando, del gobierno de Nagy
a peón “reformista” de Moscú. Kádar mantendrá un lenguaje reformista
que confundirá a las masas de obreros y estudiantes que sin dirección
política propia se irán agotando. La revolución política que podía haber
traído el socialismo en Hungría socializando la economía estatalizada y
destruyendo la política piramidal había concluido. La contrarrevolución
stalinista había triunfado. El socialismo se alejaba aún más de la URSS
y de sus satélites.
Madrid, 18, octubre, 2016
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