Al hilo de los primeros juicios a los encausados en Sarasate
Preferiríamos estar escribiendo en este momento el relato de una nueva okupación, avanzando en nuestro discurso y nuestra práctica que sitúa a la vivienda en su sitio, es decir, como vivienda: paredes y techos que nos protegen, nos dan intimidad y conforman ese espacio que es más que casa porque es hogar, un lugar donde la vida ocurre. Negando firmemente el lugar donde lo sitúan los que poseen: ladrillos y otros materiales inertes conformados de manera óptima para el mercado, un vehículo para un capital que se acumula, se hereda, o con el que se especula, y que se canjea por dinero en el momento de máximo rendimiento. Un lugar donde el capitalismo ocurre.
Pero, en cambio, hoy nos toca hablar de nuevo de la represión, fiel protectora del capital-ladrillo y devota de la santa propiedad privada. Nos referimos a las consecuencias del operativo policial del 8 de octubre en el Paseo Sarasate. Aquella carga policial brutal se saldó con un edificio cerrado, blindado, vacío, en desuso, frío, muerto. También con doce personas heridas y un montaje policial en marcha: tres personas detenidas y supuestos agentes heridos.
En los meses siguientes ha habido persecuciones, comentarios en la calle e identificaciones por parte de los agentes de policía municipal y nueve imputaciones más.
Todo esto nos recuerda a gobiernos anteriores, donde bajo la excusa de preservar el orden público, se perseguía castigar a toda persona con actividad política, por pequeña que fuera, léase, derecho a manifestarse. Evitar una sociedad politizada, desde el miedo, la persecución y el hostigamiento y atacar a los colectivos y al movimiento organizado, metiendo a sus militantes en prisión o ahogándolos en multas.
La actuación de la policía municipal fue la que puso en marcha el primero de una serie de mecanismos represivos que recaen sobre hIREKIn, estas doce personas y el movimiento en general. Hoy hemos asistido a una nueva etapa de este conocido proceso: la puesta en escena del montaje policial, los dos primeros de los tres actos de teatro-juicio de Sarasate.
Al margen de la cadena concreta de sucesos: llamada del juez de guardia, improvisaciones en el operativo, actuación autónoma de un sector de policía municipal y todas las irregularidades y extralimitaciones que han quedado patentes durante los juicios de hoy, no se debe obviar que la policía municipal está a cargo del ayuntamiento y directamente del concejal de seguridad ciudadana Aritz Romeo.
Aritz Romeo elude su responsabilidad en relación a los sucesos de aquel día y sus consecuencias y el ayuntamiento cierra filas. Para los heridos, el concejal desea una “pronta recuperación”, “en especial para los policias municipales”, que sabe perfectamente que no han sido agredidos y recalca que la Policía Municipal tiene “todo el apoyo de su concejal y del equipo de gobierno”. No muestra solidaridad ni apoyo a las personas que sí están heridas, ni a las encausadas, ni a la acción anticapitalista de hIREKIn. El análisis “pormenorizado” de la brutal carga policial de aquel día resulta en un único informe de carácter técnico, lo que dista mucho de la depuración de responsabilidades que la gravedad del asunto requiere. No se han depurado responsabilidades dentro de policía municipal, ni se han asumido las responsabilidades de los cargos políticos implicados. El alcalde reafirma en varias ocasiones su apoyo al concejal. La promesa de otras actuaciones y actitudes en la policía municipal pierde credibilidad y firmeza.
El juez Otamendi, el comisario, los agentes de policía municipal, el dueño del inmueble, la derecha rancia en general, deben estar satisfechos. 12 personas que se enfrentan a un proceso judicial -elegidas al azar, no importa si son de hIREKIn, ni si estaban allí, seguro que son “de esos”, de los que molestan, merecen ser castigados por ser políticamente activos-. 12 personas en riesgo de entrar a prisión, una en riesgo particularmente alto. Una vez más, un colectivo que desvía parte de sus fuerzas a responder a esta situación solidariamente desde lo político, lo económico y lo afectivo.
Valoramos positivamente la solidaridad que hemos mostrado a las encausadas hoy todas las personas que nos hemos acercado a la concentración en los juzgados y nos hacemos eco de la convocatoria el 11 de marzo para plantar cara a la represión, a las 18 en la plaza san Francisco.
Su función es que no sigamos avanzando, pero la represión da menos resultados de lo que le gustaría a la Navarra rancia. Su hostigamiento no puede evitar que nosotras sigamos cocinando a fuego lento nuestras próximas acciones, alimentando hogares desmercan
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