La incoherente preocupación del PP por los derechos humanos en Venezuela
ANA ENCINAS DÍAZ* // La contribución más destacada de Percival Manglano
a la gestión de la ciudad de Madrid este mes es una proposición para
que el pleno del Ayuntamiento de Madrid exija a las autoridades
venezolanas la “inmediata liberación de Leopoldo López, Antonio Ledezma y
todos los demás presos políticos encarcelados en Venezuela”. Sin tener
la más mínima intención de discurrir acerca de lo que el señor Manglano
entiende por “presos políticos”, la aportación de este concejal del PP
para los habitantes de Madrid en el mes de febrero remueve en quien
firma este texto una mezcla de sensaciones que van desde el bochorno
hasta las ganas de chanza.
Más allá del humor con el que se aborde este filón que el Partido Popular cree haber encontrado en Venezuela,
lo cierto es que Percival Manglano nos trae un poco más de lo de
siempre: un nuevo episodio de guerra cultural que, previsiblemente,
tendrá poco recorrido pero que bien le vale para llevarse unos cuantos
titulares y, con hilos bien movidos, arañar unos minutos en televisión. La
cuestión es la siguiente: ¿Es el pleno del Ayuntamiento de Madrid el
lugar desde el que hacer este tipo de reivindicaciones políticas?
¿Aceptaríamos que el Ayuntamiento de Caracas se posicionase sobre la
imputación de todo el PP en la trama Gürtel? ¿Y si la alcaldesa de Maracaibo exigiese la inmediata entrada en prisión de Iñaki Urdangarín o Rodrigo Rato?
Volvamos
a Madrid. Entre las atribuciones del pleno se encuentran la
fiscalización y control del gobierno de la ciudad, la aprobación de
ordenanzas y reglamentos municipales, la aprobación de presupuestos, los
acuerdos de participación o la definición de la forma de gestión de los
servicios públicos, entre otras funciones. Se le supone el espacio
donde representantes de distintas sensibilidades políticas de la ciudad
canalizan sus propuestas e inquietudes para debatirlas y, si hay
mayoría, aprobarlas. Desde otra perspectiva, podemos considerar que el
pleno es el lugar desde el que los grupos políticos que están fuera del
gobierno pueden exponer sus ideas para mejorar la vida de quienes viven
en esta ciudad, defenderlas y forzar que se lleven a cabo,
independientemente de la tendencia política de quien ocupe el sillón de
la alcaldía. Irremediablemente, tenemos que detenernos ante otra
pregunta: ¿Cómo va a mejorar la vida de madrileñas y madrileños la
aprobación o no de esta proposición?
Cubazuela del norte y otras batallas culturales que suenan a broma
La
fijación de la derecha por Venezuela en general y contra las decisiones
de su gobierno en particular no es nueva ni mucho menos está exenta de
contradicciones. A pesar del apoyo explícito de Aznar
al golpe de Estado de 2002 contra Chávez –en el que participaron
Capriles y Leopoldo López–, su colega Morenés nos contaba en 2012 que veía en Chávez “un gran amigo”
de España. La declaración se hacía con motivo de la visita a Caracas de
una conocida empresa española que se dedica a la fabricación de
material militar. También nos dijeron los observadores internacionales
que asistieron a las últimas elecciones presidenciales en Venezuela
(entre los que había parlamentarios del PP y del PSOE) lo siguiente: "Creemos que el resultado electoral es fiable por contrastable y porque asegura el ejercicio libre, secreto y universal del voto”.
No sirve, pues, escudarse en los derechos humanos
para motivar el uso interesado que hace el PP de la situación política
en Venezuela, a pesar de reconocerles su derecho a la preocupación por
la política internacional. Tendría sentido, eso sí, si alargasen la
vista y cuestionasen también las visitas y negocios del rey en Arabia Saudí, la situación del Sáhara
o el avance de la extrema derecha en Europa. Tampoco sobraría que en su
labor política se preocupasen por vulneraciones que se dan en nuestro
país y de las que casi siempre han sido cómplices o ejecutores: baste
hablar de la Ley Mordaza o de la valla y las
concertinas de Melilla, por ejemplo. Quizá después de ver los resultados
de su defensa de los derechos humanos en estos ámbitos podríamos tomar
en serio su acción y alejar la sospecha de que esta campaña constante a
favor de los opositores venezolanos en realidad está vinculada con algo
que va más allá de una guerra cultural o de la defensa de los negocios de la familia Capriles en Madrid.
El
objetivo tras este uso partidista de las instituciones es situar en la
agenda pública un tema que, en esta ocasión, el PP quiere volver a
colocar desde una perspectiva que nace sesgada y para ello se aprovecha
del interés que en la prensa genera una sesión plenaria. Presión
institucional y miedo mediático para trasladar un mensaje moralista que
intenta ligar los intereses neoliberales y conservadores de determinada
facción del PP con el interés de la población de Madrid. No es una
práctica desconocida y el mismo grupo la ha utilizado con diferentes
resultados. Consiguieron hace poco más de un año que el gobierno de
Ahora Madrid denunciase a unos titiriteros que no
habían cometido ningún delito y llevar ante los tribunales a un concejal
por hacer unos chistes en Twitter, pero otras veces no fueron más allá
de la parodia y del “no te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena”.
¿Por qué no valerse de las víctimas del terrorismo o de los propios
hijos para poner contra las cuerdas a un gobierno de cambio? Al fin y al
cabo, mejor que la gente en Madrid opine sobre las “desastrosas
consecuencias” que tiene esto y no de la Ley de Gasto que Montoro impone a las cuentas municipales, ¿no?
*Ana Encinas Díaz es miembro de Ganemos Madrid.
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