Cuba. La crisis de los “boteros”: El primer frijol en reventar dentro de la olla
La
eliminación de la política de pies secos/pies mojados aplastó las
esperanzas de muchos cubanos de poder salir hacia EEUU en busca del
sueño americano, léase la igualdad de oportunidades y libertad que
permite a todos los ciudadanos alcanzar sus objetivos en la vida
únicamente con su esfuerzo y determinación que, más que estadounidense,
parece el proyecto de cualquier ser civilizado.
Entonces,
muchos advertimos que se cerraba así una de las válvulas de escape a la
olla de presión en que ha sido convertida la sociedad cubana por el
estatal-socialismo, un contrasentido total.
Hoy
con la “crisis de los boteros” en La Habana, acaba de reventar el
primer frijol dentro de la olla, bajo el estímulo de la insensata
tradicional política estatal de resolver los problemas socio-económicos
con represiones y coacciones extra-económicas, a lo Robin Hood,
quitándole al que tiene para dar al que tiene menos.
Todos
los cubanos sabemos que con el displicente horario del transporte
estatal, la urgencia de algunos asuntos no nos permite esperar a que
venga la guagua y nos vemos obligados a tomar en algún momento un
almendrón, donde se conversa de todo en 20 minutos, por la ventaja que
da que nadie se conoce.
En
conversaciones con un par de choferes jóvenes, antes de la suspensión
de la política pies secos/mojados, recuerdo me confesaron que esos
carros no eran de ellos y que trabajaban de boteros para buscar un
dinerito que les permitiera salir del país. Uno me dijo que lo había
intentado ya por mar con otros amigos y que después de gastar todo el
dinero en armar una balsa con motor, los cogió la “Guardia Americana” y
los devolvió, por lo cual, el próximo intento sería por tierra, para eso
trabajaba.
Nunca
supe si aquellos jóvenes estuvieron entre los que lograron llegar a
EEUU, después de la crisis originada por el cierre de la frontera
nicaragüense, que se resolvió favorablemente para los emigrantes cubanos
“a selva traviesa”.
Es de suponer que estos muchachos, rondando los 30 años, no fueran los únicos que estaban boteando por esas mismas razones.
La
eliminación de aquella política puede ser uno de los factores de la
crisis actual, además del problema de las tarifas topadas que ya se
había intentado por el gobierno, pues lógicamente ahora hay un incentivo
menos que estimule a los boteros a ser dóciles cumplidores de los
absurdos reglamentos estatales.
Y
esa causalidad puede manifestarse también entre otros trabajadores por
cuenta propia, que no asumen la actividad como un medio de vida, sino
como un medio para hacer dinero suficiente para poder salir del país.
Imagino
por ejemplo que en eso andaban también muchos de los carretilleros
jóvenes, nuevos mercaderes al por menor, que estaban haciendo dinero
rápido y abundante debido a las absurdas políticas estatales de imponer
precios de acopios a los productos de los campesinos e impedirles a
ellos y a los camioneros (primer eslabón intermediario), vender
directamente en la ciudad.
Cuando
ese es el objetivo de trabajar, la gente puede estar dispuesta a
soportar multas, maltratos, tarifas estúpidas y otros, mientras no se
les ponga en peligro el fin. Al desaparecer ese fin, desaparecen las
razones para seguir soportando todo eso. Es lógica común de la vida,
algo naturalmente antropológico.
Los
dizque “revolucionarios” que están tratando de controlar el
incontrolable mercado del transporte, de los productos agrícolas o de la
actividad constructiva de viviendas, con precios topados, por todo el
voluntarismo del que están imbuidos, por su desconocimiento de las leyes
de la economía y de la dialéctica con que se mueve la existencia
material de los seres humanos, están ayudando mucho a que la olla siga
cogiendo presión.
Es
el natural resultado del desarrollo propio de las contradicciones del
sistema estatalista dirigista y centralizado de economía y la política,
impuesto en Cuba en nombre del socialismo.
Cuando
Obama, pocos días antes de terminar su gobierno, tomó aquella decisión,
sugerí que había dejado un regalito envenenado a Raúl Castro, quien no
fue capaz de corresponder con todo lo que aquel hizo para mejorar las
cosas con Cuba.
Al
parecer, el cierre de aquella válvula de escape, junto a las
estupideces de la burocracia del gobierno cubano, ya provocó el reventón
del primer frijol. Los mandantes cubanos no tienen capacidad para
revertir la orden presidencial estadounidense, pero sí para evitar que
se sigan imponiendo regulaciones absurdas.
¿Tendrá la burocracia represiva cubana capacidad para bajarle la candela a la olla, o seguirá abriendo la llave del gas?
Yo, la verdad, solo veo la mano derecha girando en la misma dirección.
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