Los ’13’ de Leningrado: los héroes que dieron sus vidas por la ciencia
El tesoro que protegían era el banco de semillas de Leningrado —el más grande de su época—, creado en 1926 por el prestigioso científico Nikolái Vavílov, que soñaba con acabar con el hambre en el mundo. Poseía 400.000 semillas de variedades de trigo, centeno, fresas, arroz, etc. recogidas de todo el mundo, era un monumento viviente a la biodiversidad y al deseo de que todos los pueblos del planeta no pasaran hambre.
Este proyecto universal estaba en peligro, el III Reich deseaba apoderarse de él. Pero, 13 científicos se opondrían valientemente, perdiendo sus vidas en el intento.
1. Muerte por inanición: el objetivo nazi
El 22 de junio de 1941, el Ejército alemán lanza la operación ‘Barbarroja’, con el objetivo de conquistar la URSS. Este ataque tomó por sorpresa a las tropas soviéticas que no supieron cómo reaccionar.
Leningrado era un punto clave para las tropas nazis. Había sido la cuna de la revolución bolchevique y era un zona estratégica muy importante, tanto por su industria, como por su ubicación geográfica. Conquistarla supondría un golpe, tanto moral como económico, para la Unión Soviética.
El 8 de septiembre, el III Reich llega a las puertas de Leningrado. En un principio, se pensó asaltarla, pero los mandos alemanes consultaron con el profesor Ernst Ziegelmeyer, experto del Instituto de Nutrición de Múnich, que les aconsejo que, dado el censo de población —unos 3 millones de habitantes— y los alimentos y las temperaturas que se esperaban en invierno (de hasta −32º) era preferible dejar morir a la población de inanición y así, no se perderían vidas alemanas en el intento.
Entonces, se puso en marcha el plan para destruir las reservas de alimentos de Leningrado. El 8 de septiembre, un ataque sorpresa de los cazas Junker destruyó los almacenes Badaev, ardiendo 2.500 toneladas de azúcar, grano, mantequilla, etc.
El otro objetivo era la estación experimental Pavlovsk, donde Nikolái Vavílov y su grupo de científicos tenían la mayor reserva de semillas del mundo por aquel entonces. Por tanto, era de importancia fundamental para los nazis destruir este depósito.
Pero, no se podía permitir que el trabajo de más de una década de expediciones por el mundo se fuera al traste. Estas semillas eran el futuro de la URSS y de la humanidad, en caso de una catástrofe natural, no podían caer en manos de los nazis.
Rápidamente, y contando con pocos medios, consiguieron trasladar la colección entera al Instituto de Genética Vegetal de Leningrado, por ahora estaba a salvo.
Pero se avecinaba lo peor.
2. Un tesoro vegetal
Aunque esta colección vegetal estaba protegida por ahora de los nazis, surgió un peligro nuevo: los propios ciudadanos de Leningrado.
El hambre y las bajas temperaturas estaban haciendo estragos entre la población, que luchaba por un plato de comida. Las raciones diarias eran de unos 125 gramos de pan (250 gramos para los obreros de las fábricas) y la gente llegaba a comer hasta gelatina hecha con cola de carpintería (contenía trazas de pescado).
Desesperados, los científicos se encerraron en el sótano del instituto bajo llave para evitar que, los ciudadanos, saquearan las reservas de alimentos. Las semillas estaban envueltas en cartuchos metálicos, para asegurar su conservación y evitar que las ratas las devoraran.
Especialmente prioritarias eran las variedades de cosecha de patata, que Vavílov había conseguido en Suramérica y que tenían un enorme potencial para seleccionar patatas resistentes a las plagas.
Nikolái Vavílov se hallaba preso en Sarátov desde el año 1940, y los 13 científicos, para honrar su memoria, y por el bien de la humanidad, decidieron resistir, rodeados de alimentos, mientras el hambre empezó a hacer estragos entre ellos.
3. ¿Podrán resistir la tentación?
Parecía una tarea imposible, de una ironía cruel. Se estaban muriendo de hambre custodiando una fuente inmensa de alimentos. Las patatas eran especialmente tentadoras ya que podían consumirse fácilmente, no como el resto de semillas.
Pero, una fuerza de voluntad inmensa surgió en ellos, entre sus mentes surgió el siguiente pensamiento:
“La humanidad parece autodestruirse, pero algún día necesitará estas semillas”.
Y luego se hicieron la siguiente promesa:
“Con el mundo envuelto en las llamas de la guerra, guardaremos esta colección para el futuro de todos los pueblos”.
Y resistieron… pero iban a pagar el precio más alto de todos: el de la vida.
4. Sacrificio heroico
Cuando se liberó Leningrado el 27 de enero de 1944 y se abrieron los sótanos del Instituto de Genética Vegetal se encontraron con los cadáveres de los 13 científicos.
Abraham Kameraz murió entre multitud de variedades de arroz que podían haberlo mantenido con vida.
Olga Voskrensenkaia apareció muerta delante una cosecha entera de patatas, lo mismo que los otros miembros del instituto que se mantuvieron en sus puestos hasta el final, rodeados de alimentos, y prefirieron sacrificar sus vidas por sus ideales y el bien común.
Honremos su sacrificio para que no quede olvidado.
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