Rockefeller y Henry Kissinger han sido desde sus inicios la columna vertebral del club Bildelberg,
componiendo el tercer nivel, la verdadera dirección. Mientras ellos
permanecían, personajes como Donald Rumsfeld o los Clinton han
desarrollado una fundamental labor interina.
Con 101 años, uno de los hombres más poderosos del planeta, David Rockefeller, ha muerto esta madrugada pasada en su casa de Pocantico Hills, en Nueva York, donde había trascurrido buena parte de su infancia.
Pero la relevancia de David Rockefeller no estriba en la cuantía de sus ahorros e inversiones, con ser estos muchos, sino en el poder que acumuló hasta convertirse en el pilar del sistema financiero mundial a través del JP Morgan Chase. Esta institución ha financiado durante décadas a grandes corporaciones como General Electric y Exxon Mobile. Hoy el Chase cuenta con la mayor red de sucursales a nivel mundial, unas 50.000, y de sus directivos salen los cuadros del Banco Mundial y de la Reserva Federal de los EE.UU.
Durante todo este tiempo, las conexiones entre los ejecutivos de estas grandes instituciones han sido muy evidentes. De hecho, Exxon, la segunda empresa en caudal monetario, y la empresa con la mayor capitalización bursátil de todo el mundo, procede de la originaria Standard Oil, ligada a la familia Rockefeller.
En estos momentos existe un pleito entre Exxon y el clan Rockefeller motivado por la retirada de este último del negocio del petróleo a causa del cambio climático, en medio de duras recriminaciones mutuas que, por encima de cualquier otra consideración, pone de manifiesto la existencia de profundos vínculos entre ambos.
Beneficiarios de las mismas han sido organizaciones como Greenpeace –que se financia con dinero de grandes fundaciones, desde la de Ted Turner hasta las de Bill Gates- o la propia ONU, erigida en terrenos cedidos por David Rockefeller; por supuesto, el banco principal de las Naciones Unidas es el Chase.
Pero la labor fundamental de David Rockefeller ha sido la de articular un sistema mundial de organizaciones que controle a los gobiernos y sus políticas económicas a través de las finanzas. Para ello fundó Bildelberg en 1954, el club que agrupa desde entonces a los principales financieros, a los más importantes jefes de gobierno y a los principales representantes de medios de comunicación del mundo. Se dice que su agenda contiene los datos de las 150.000 personas más poderosas del planeta.
Su labor al frente de Bildelberg ha sido esencial durante todos estos años, imponiendo el silencio sobre todo lo que allí se hablaba (mientras exigía la máxima locuacidad a los invitados). El propio Rockefeller valoró públicamente ese silencio, cuando en 1991 hizo público su agradecimiento “al Washington Post, al New York Times, a la revista Time, y a otras grandes publicaciones cuyos directores han acudido a nuestras reuniones y han respetado sus promesas de discreción durante casi cuarenta años. Hubiera sido imposible para nosotros haber desarrollado nuestro trabajo si hubiéramos sido objeto de publicidad durante todos estos años”.
Rockefeller, sin embargo, no logró atraer a Japón al club, por lo que puso en marcha la Trilateral en 1973, a instancias de Zbigniew Brzenzinski -personaje central del Consejo para las Relaciones Exteriores (CFR)-, que sería su primer director. La Comisión Trilateral ha provisto de un sinfín de expertos en todo tipo de materias a las sucesivas administraciones estadounidenses, mientras que cuatro presidentes de los Estados Unidos han pertenecido a ella (dos demócratas y dos republicanos, en perfecto equilibrio: Clinton y Carter, y Bush y Ford).
La Trilateral se halla en estrecho contacto con el CFR. Este organismo determina la política exterior de los Estados Unidos –y en muy buena parte la del resto del mundo- gracias a sus publicaciones y sus influencias entre la administración y la comunidad diplomática, sobre todo a través del Programa de Estudios David Rockefeller.
Sin embargo ha sido, sobre todo, su propiedad de Pocantico, el centro en torno al cual han girado sus afectos, donde se encuentra buena parte de su colección de arte –una de las más importantes del mundo- y donde recibía a los hombres más destacados del mundo, desde los dirigentes de las principales instituciones financieras mundiales hasta los presidentes de los Estados Unidos, que en varias ocasiones le propusieron la dirección de la economía norteamericana, que jamás aceptó.
Allí, en Pocantico, ha muerto el 20 de marzo de 2017, a la edad de 101 años quien seguramente fuese, hasta el día de ayer, el hombre más poderoso del mundo.
Con 101 años, uno de los hombres más poderosos del planeta, David Rockefeller, ha muerto esta madrugada pasada en su casa de Pocantico Hills, en Nueva York, donde había trascurrido buena parte de su infancia.
Uno de los hombres más poderosos del mundo
Rockefeller había nacido en 1915, no muy lejos de donde murió, en una fastuosa mansión de Mannhatan. Nieto del magnate del petróleo John Davidson Rockefeller, fundador de la Standard Oil, David había acumulado una fortuna estimada por la revista Forbes en 3.300 millones de dólares.Pero la relevancia de David Rockefeller no estriba en la cuantía de sus ahorros e inversiones, con ser estos muchos, sino en el poder que acumuló hasta convertirse en el pilar del sistema financiero mundial a través del JP Morgan Chase. Esta institución ha financiado durante décadas a grandes corporaciones como General Electric y Exxon Mobile. Hoy el Chase cuenta con la mayor red de sucursales a nivel mundial, unas 50.000, y de sus directivos salen los cuadros del Banco Mundial y de la Reserva Federal de los EE.UU.
Durante todo este tiempo, las conexiones entre los ejecutivos de estas grandes instituciones han sido muy evidentes. De hecho, Exxon, la segunda empresa en caudal monetario, y la empresa con la mayor capitalización bursátil de todo el mundo, procede de la originaria Standard Oil, ligada a la familia Rockefeller.
En estos momentos existe un pleito entre Exxon y el clan Rockefeller motivado por la retirada de este último del negocio del petróleo a causa del cambio climático, en medio de duras recriminaciones mutuas que, por encima de cualquier otra consideración, pone de manifiesto la existencia de profundos vínculos entre ambos.
Alma de la globalización
David Rockefeller ha sido uno de los grandes impulsores del mundialismo y la globalización en las últimas décadas. Su elenco de intereses filantrópicos abarcaba, como ha recordado la prensa norteamericana, “desde la conservación del medio ambiente hasta las artes”, según prueban las increíblemente copiosas donaciones que ha efectuado, ampliamente superiores a los 1.000 millones de dólares.Beneficiarios de las mismas han sido organizaciones como Greenpeace –que se financia con dinero de grandes fundaciones, desde la de Ted Turner hasta las de Bill Gates- o la propia ONU, erigida en terrenos cedidos por David Rockefeller; por supuesto, el banco principal de las Naciones Unidas es el Chase.
Pero la labor fundamental de David Rockefeller ha sido la de articular un sistema mundial de organizaciones que controle a los gobiernos y sus políticas económicas a través de las finanzas. Para ello fundó Bildelberg en 1954, el club que agrupa desde entonces a los principales financieros, a los más importantes jefes de gobierno y a los principales representantes de medios de comunicación del mundo. Se dice que su agenda contiene los datos de las 150.000 personas más poderosas del planeta.
Su labor al frente de Bildelberg ha sido esencial durante todos estos años, imponiendo el silencio sobre todo lo que allí se hablaba (mientras exigía la máxima locuacidad a los invitados). El propio Rockefeller valoró públicamente ese silencio, cuando en 1991 hizo público su agradecimiento “al Washington Post, al New York Times, a la revista Time, y a otras grandes publicaciones cuyos directores han acudido a nuestras reuniones y han respetado sus promesas de discreción durante casi cuarenta años. Hubiera sido imposible para nosotros haber desarrollado nuestro trabajo si hubiéramos sido objeto de publicidad durante todos estos años”.
La Trilateral y el CFR
Rockefeller y Henry Kissinger han sido desde sus inicios la columna vertebral del club Bildelberg, componiendo el tercer nivel, la verdadera dirección. Mientras ellos permanecían, personajes como Donald Rumsfeld o los Clinton han desarrollado una fundamental labor interina.Rockefeller, sin embargo, no logró atraer a Japón al club, por lo que puso en marcha la Trilateral en 1973, a instancias de Zbigniew Brzenzinski -personaje central del Consejo para las Relaciones Exteriores (CFR)-, que sería su primer director. La Comisión Trilateral ha provisto de un sinfín de expertos en todo tipo de materias a las sucesivas administraciones estadounidenses, mientras que cuatro presidentes de los Estados Unidos han pertenecido a ella (dos demócratas y dos republicanos, en perfecto equilibrio: Clinton y Carter, y Bush y Ford).
La Trilateral se halla en estrecho contacto con el CFR. Este organismo determina la política exterior de los Estados Unidos –y en muy buena parte la del resto del mundo- gracias a sus publicaciones y sus influencias entre la administración y la comunidad diplomática, sobre todo a través del Programa de Estudios David Rockefeller.
Todo queda en casa
Durante la mayor parte de su vida, David Rockefeller fue un impenitente viajero. Pero, aunque no dejó de subirse a aviones, dirigía su imperio desde la oficina familiar de Nueva York. Se servía para ello de la enorme cantidad de parientes pertenecientes al tronco principal de la familia, con quienes se reunía dos veces al año.Sin embargo ha sido, sobre todo, su propiedad de Pocantico, el centro en torno al cual han girado sus afectos, donde se encuentra buena parte de su colección de arte –una de las más importantes del mundo- y donde recibía a los hombres más destacados del mundo, desde los dirigentes de las principales instituciones financieras mundiales hasta los presidentes de los Estados Unidos, que en varias ocasiones le propusieron la dirección de la economía norteamericana, que jamás aceptó.
Allí, en Pocantico, ha muerto el 20 de marzo de 2017, a la edad de 101 años quien seguramente fuese, hasta el día de ayer, el hombre más poderoso del mundo.
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