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Francia y sus intelectuales Kaos en la red
Un par de libros, de gran interés, centrados en el tema
Por Iñaki Urdanibia
Por Iñaki Urdanibia
La
figura del intelectual se suele asociar con el país hexagonal, ello
hace que el tema haya preocupado a no pocos ensayistas, periodistas,
historiadores, literatos, filósofos y etcétera. Me vienen a la mente las
obras de Michel Winock, Bernard Brillant, Herbert Lottman, François
Dosse, François Cusset, Ory et Sirinelli, o Enzo Travreso, por ejemplo,
ya que publicadas hay muchísimas más.
Pues bien , un par de libros recién publicados se acercan al tema: el
primero, como su subtítulo indica desde “Zola a Houellebecq”, el segundo
también lo deja claro desde el título, centrado en Finkielkraut.
El primero es debido al historiador y profesor de la universidad de Tel
Aviv Shlomo Sand, quien no está de más decirlo completó sus estudios en
la École des Hautes Études en Sciences Sociales ( EHESS, París): « ¿ El fin del intelectual francés? . De Zola a Houellebecq » ( Akal, 2017). Si ya antes, en sus obras anteriores sobre la invención del pueblo judío y de la Tierra de Israel
– de los cuales di cuenta en esta misma red con ocasión de sus
publicación en francés [ ahora veo que ambos dos están publicados en la
misma editorial que ahora publica su obra]se había mostrado como un
historiador contracorriente, desmitificador y por ello incómodo con
respecto a las ideas recibidas, en la presente ocasión no se queda
atrás, ya que pone en marcha la rotavator y se dedica a desbrozar
con potencia el campo minado en que parece haberse convertido el tema
de los intelectuales, muy en especial en Francia, y más en concreto en
su capital.
Tras un comienzo pegado a su biografía y la narración de la caída de sus ídolos:
fundamentalmente Simone de Beauvoir, Albert Camus y Jean-Paul Sartre, y
los motivos que le empujaron a abandonar su admiración: los galones se
fueron cayendo en la medida en que la postura de Camus con respecto a la
cuestión argelina a lo que se sumaba la relectura de El extranjero;
las medidas tintas de la primera y el tercero en tiempos del régimen
colaboracionista de Vichy y su posterior apoyo al estalinismo; Tras
estas aclaraciones que delimitan su óptica con respecto a sus
idealizados intelectuales , pasa a aclarar algunas cuestiones de orden
terminológico: diferencias entre “intelectuales” e “intelligentsia” ,
delimitación sobre la presencia de los intelectuales en Francia que a
poco que se mire es decir: en París, ya que allá están las televisiones,
los periódicos, las revistas, los cafés y las principales
universidades, de modo y manera que cualquiera que haya querido que se
oiga su voz ha debido pasar por la capital del Sena. Tampoco están
ausentes las circunstancias que hicieron que fuera en Francia en donde
la figura del intelectual cobrase tanta importancia en comparación de la
que se daba en otros países.
El affaire Dreyfuss le sirve para desvelar que contra las visiones
esquemáticas sobre el caso, las cosas fueron más complejas que lo que
expande la vulgata: es decir, no existían unos claros límites entre
izquierda y derecha y dreyfussards y anti-deyfrussards, sino que se
daban mezclas y casos que no cumplían de ninguna de las maneras de
encasillar mentadas. Divide el caso Dreyfuss en dos casos para matizar las cosas: el primero
el juicio celebrado en 1894, que tuvo una importancia esencial en el
surgimiento del sionismo, precisamente en París de la mano de Theodor
Herlz, siendo el segundo el desencadenado , en 1898, con el Yo acuso
de Émile Zola, que sirvió de señal de salida para las protestas y para
la irrupción del compromiso de las gentes de letras y otros eruditos…en
un balanceo que enfrentaba o unía, dependiendo los casos, el
antisemitismo y el republicanismo..
A lo largo de la exposición rigurosamente argumentada y prolíficamente
documentada, se deja ver la ambigüedad que Sand tiene con respecto a los
llamados intelectuales, postura que en cierto modo algo tiene que ver
con la herencia recibida de su padre, trabajador manual y comunista
activo, que dudaba mucho de la coherencia de los intelectuales, al
tiempo que deseaba que su hijo lo fuera.
Generalmente los intelectuales escriben, acerca de su identidad como
tales, para ser leídos por otros intelectuales, de modo y manera que se
crea una especie de círculo cerrado; con el fin de balizar el verdadero
contenido de la categoría de intelectual, Sand va a pasar a contrastar a
varios intelectuales , poniendo el énfasis en sus diferencias. Así,
comenzando por Voltaire y Jean-jacques Rousseau, se traslada a las
visiones de Alexis de Tocqueville y de Auguste Comte, para enfrentar
posteriormente las miradas de Benda y de Paul Nizan en sus respectivas
denuncias de los clercs ( clérigos), continuando el rastreo con
las distancias entre Sartre y Aron, para concluir esta parte del libro
con la escena ocupada, tras la desaparición de Sartre, por Foucault y
Bourdieu y los cambios de valoración en lo que hace a los intelectuales,
y la introducción de nuevas conceptualizaciones: específicos, habitus,
campo, capital simbólico, etc. Valorando de manera especial la
autonomía de los intelectuales ante los poderes, para poder mostrarse
con autenticidad y con plena libertad, proclamando la verdad.
Capítulo aparte va a merecer el peso del marxismo en la caracterización
de los intelectuales, al servicio del proletariado, a la vez que
ejerciendo una indudable guía en la medida en que la conciencia viene de
fuera de la clase, idea plenamente leninista ya antes barruntada por
Kautsky. En la medida en que se dio la toma del poder por parte de los
bolcheviques surgía la figura del intelectual estatal, de la
misma manera que más tarde vendría la calificación gramsciana de
intelectual orgánico; sin olvidar algunos casos de personalidades
pertenecientes a la intelligentsia desclasada como el yerno de Marx, Paul Lafargue a quien habría de añadirse Sorel y otros.
Tras un acercamientos a los tiempos oscuros e inciertos
del ascenso y asentamiento del fascismo en el que se destacan los
límites borrosos entre derecha e izquierda en no pocos miembros del
mundo de las letras, y un espíritu inconformista que en algunas
ocasiones se dejó fascinar por la espectacularidad del
nacionalsocialismo; al mismo tiempo que algunos se preocupaban por
seguir publicando sus obras para lo que se permitían ciertas formas de
colaboración con las autoridades de Vichy, tal vez apostando por un
futuro que en caso de victoria les colocase a ellos en la cumbre del
mundo cultural y de las letras ( Jean Giono, Mrcel Aymé, Henry de
Montherlant, Jean Cocteau…). Esto no quita, obviamente, para subrayar la
coherencia y firmeza mostrada por otros ( Andrés Gide, Romain Rolland,
André Malraux, Martin du Gard, Alain…) : los hubo otros absolutamente
volcados en la supuesta defensa de Occidente que representaba, en su
visión el fascismo: Barsillach, Drieu La Rochelle, Céline y toda la
tropa de l´Action Française ). Siendo también objeto de mención los cambios de chaqueta a la par de cómo avanzaban las cosas en el campo de batalla.
Después el libro se acerca a nuestra actualidad y se comienzan a ver las primeras figuras de los intelectuales que del cuello Mao se pasaron al club Rotary,
so capa de la bandera anti-totalitaria; proceso de domesticación y de
conversiones que adquirían velocidad en la medida en que los medios de
comunicación cobraban una presencia más destacada y abarcante; capítulo
apart también merece el surgimiento de la Fondationn Saint-Simon (
con sus luminarias universitarias: François Furet, Pierre Rosanvallon y
Emmanuel-Ladurie, en unió con periodistas y gente de las finanzas),
desoyeron la llamada de tan sagrada unión Bourdieu, Derrida, Foucault,
Lyotard o Morin; Pierre Nora, uno de los propagandistas, decía: «ha
pasado el tiempo del intelectual oráculo», y ciertamente a partir de
este momento, el giro es radical: desaparecidos Bourdieu, Foucault y sus
antecesores ( Zola, Gide, Camus, Sartre, Malraux…), las críticas de los
poderes y la independencia pasó a mejor vida para dar paso a los
intelectuales (?) como defensores de lo dado frente a las supuestas
amenazas del otro.
Las
últimas cincuenta páginas de la obra resultan amén de clarificadoras,
trepidantes en su exposición, tal vez de mayor interés si cabe ya que se
traza en ellas una cartografía bien perfilada de por dónde se mueven
las figuras mediáticas que forman las ideas que pululan como verdades en
el tejido social- : en ellas se da cuenta del vertiginoso escore que
conduce a una defensa de Bush en sus guerras ( los ex-nouveaux philosophes
más destacados) , y los tintes xenófobos – que del antisemitismo de
otros tiempos se transformó en islamofobia rampante- y defensora del
mejor de los mundos posibles Bruckner, Taguieff, Finkielkraut, Zemour,
Houellebecq – y todos los que le hacen la ola: Carrère y su madre, entre
otros- [ por cierto el análisis de los tres últimos nombrados: F-Z-H,
es de órdago] , Bernard.Henry Lévy, de la mano de Sarkozy en lucha
contra la amenaza invasora del islam; y los chicos de la libertaria revista Charlie Hebdo,
( la genealogía de la revista expuesta por Sand es magistral: el
tránsito desde la izquierda crítica anarquizante al conformismo
islamofóbico …variaciones de línea con nombres y apellidos [ por cierto,
la portada dedicada a Catalunya en el último número de la revista clama
al cielo…vraiment dégueulaisse]),poniendo el humor escorado en
la defensa de los amos del cotarro y sangrante hacia quienes se han
convertido de unos años a esta parte en cabezas de turco; no tienen
desperdicio las lúcidas puntualizaciones sobre la campaña je suis Charlie
y las cínicas y escoradas manifestaciones. La patria, y la civilización
entera, está en peligro, y para ello es necesario cerrar filas frente a
la amenaza…y algunos de los nombrados representan la vanguardia en esta
lucha ya que «encarnan perfectamente las nuevas relaciones de fuerzas
entre los dueños de la comunicación y los señores del verbo »
Las páginas finales están llenas de sentimiento y de elogio de algunos
“extranjeros” afincados en París que hicieron mucho por la libertad y la
cultura francesa: Tristan Tzara, Aimé Césaire, Georges Politzer,
Emmanuel Lévinas, o los pintores de Van Gogh a Dalí pasando por
Modigliani, Picasso, Soutine, Chagall, Foujita y Giacometti…y a los
resistentes del Affiche rouge – entre los que no había “franceses de pura cepa”- con el armenio Missak Manouchian a la cabeza.
Un académico, neoréac paradigmático
De unos años a esta parte se habla de néo-réacs, néo-con, de néo-fachos,
etc., etc., etc. Tales expresiones llegan a ocupar las portadas de no
pocas revistas y no me refiero a las sensacionalistas, en todas ellas,
no se libra en ninguna siempre aparece la fotografía de Alain
Finkielkraut. Esta presencia también se da en las ondas radiofónicas en
donde tiene uno, o varios, programas, en los platós televisivos y en otros foros, sin olvidar las presentaciones, ruedas de prensa promocionales de sus promocionadas obras.
Frédéric Debomy centra su pluma en el sujeto del que hablo y desde
luego lo despelleja en condiciones y con sólidos argumentos, a mi modo
de ver, en su « Finkielkraut, la pensée défaite »(
Textuel, 2017). Partiendo de que la del criticado es una voz
omnipresente, autor de una obra anecdótica, llama la atención los
honores y favores que recibe este auto-denominado filósofo, cuya
trayectoria ha desembocado en un intento de replegarse en una supuesta
identidad francesa –inventada de cabo rabo-, luchando para ello contra
quienes amenazan según él tal identidad: la inmigración árabe-negra (
sic). [ No está de más señalar que este sujeto aun habiendo nacido en
París procedía de padres del Este europeo que pudieron escapar al horror
pardo; coincide también con Zemour que tenía unos padres pied noirs
argelinos, o el mismo Sarkozy…en fin, inmigrantes asentados que se
convierten en punta de lanza contra quienes llegan después].
El repaso se inicia con unas declaraciones de Finki, en 2005, al diario israelí Haaretz, en la que hablaba de la revuelta de las banlieues
como “ progrom anti-republicano”, “ revuelta de carácter
étnico-religiosa”, llevada cabo por una mayoría de “ negros y árabes”
que se identificaban con el islam, lucha que encuadraba en la “guerra”
llevada cabo por una parte del “mundo árabe-musulmán” contra Occidente.
Ante el escándalo que tales palabras provocaron, él y sus amigos cerraron filas ante los ataques “anti-semitas” que recibía Finki; éste echó la culpa al periodista de Le Monde
que había transcrito sus declaraciones; en fin lo típico, yo no dije,
se sacó de contexto…y las explicaciones que daba – al unísono con sus
programas radiofónicos y sus diatribas en sus libros- coincidían como
dos gotas de agua con las declaraciones realizadas. Este caballero
promovido por sus influyentes amigos a l´Académie françiase, no tiene obra filosófica, únicamente una, La Sagesse de l´amour, en la que profesaba su admiración por Emmanuel Lévinas y su concepto de alteridad…eso
sí, puesto a su medida ya que con respecto al del maestro la noción
sufre ciertos crujidos de sentido; en tal obra llegaba a reconocer en el
sistema del maestro su propio sistema amoroso: así afirmaba el deber de
amar la diferencia del otro en vez de tratar de fusionarla en la propia
visión. Linda afirmación que con el paso del tiempo no solo no ha sido
tenida en cuenta sino que al contrario ha sido invertida ¡ cosas!
Sus primeros pasos en su propia delimitación de su postura comenzó con la crítica del progresismo
como causante de todos los males que en el mundo son – él que se había
unido a la revuelta del 68 en las filas del maoísmo- , crítica que con
el tiempo se completó con la obsesión anti-musulmana…todo muy
levinesiano ( severa contradicción con el lituano-francés quien afirmaba
que no se debía « perseverar en el propio ser de manera egoísta, sin
respeto a todo lo que no sea él».
Las contradicciones que se dan en sus ensayos, perlados de referencias
literarias y filosóficas, son llamativas y así son señaladas por el
autor del libro que se centra en lo que son los puntos esenciales en que
ha devenido el quehacer del académico: defensa de una identidad
francesa, lucha contra quienes no la aceptan o la ponen en peligro,
defensa de la escuela republicana que según él falla debido a la “pasión
igualitaria” y de la barbarie de la banlieue, un ataque
furibundo a unos de los mayores responsables del actual desaguisado: ¡
los sociólogos! Que según él se habían convertido en defensores del
“genio nacional” con todos los peligros que ello puede acarrear. Es el exceso de razón
la que convierte esta disciplina en un verdadero peligro ya que en vez
de arrojar sobre la realidad una mirada moral ( con el binarismo
-bien/mal- que Finki le exige), plantea fríamente los hechos con
lo que de hecho los justifica, cuando lo que se ha de hacer –según él-
es dejarse guiar por los sentidos y los afectos y denunciar a los verdaderos causantes de la derrota del pensamiento actual, no huyendo de caracterizar la situación como un abierto choque de civilizaciones
. [ Si una cosa es cierta en el diagnóstico es que ciertamente el
pensamiento está de capa caída; la muestra que sus libros se vendan en
cantidad y que se conviertan en el prêt-à-penser de alguna gente…que al final lee en sus obras lo que piensa y quiere oír].
Los peligros del islam invasor, el desprecio que muestra con respecto a
las mujeres; la exaltación de la noción de identidad (desdichada) y el
orgullo de sentirse francés haciéndose cargo de la herencia colonial que al fin y a la postre supuso una labor civilizadora,
por ejemplo en Argelia y en todos los territorios en los que todavía
ponen sus botas, sin avergonzarse y oponiéndose a lo políticamente
correcto, y poniendo cierta “moderación” en el sistema democrático para
que no acabe siendo un bordel ( los aires elitistas rebosan por
todos los costados)…En fin, la abundancia de citas, de hechos y
participaciones del autor criticado, aportados Frédéric Debomy, deja
meridianamente claro que estamos ante una voz que “ oscurece el debate
público” y que siembra el temor y el odio, y sabido es que esto se sabe
donde comienza pero se desconoce donde terminan y qué consecuencias
puede acarrear.
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