Paul
Manafort, el ex jefe de campaña del presidente estadounidense Donald
Trump, fue imputado ayer por conspiración contra Estados Unidos y lavado
de dinero, y se le impuso prisión domiciliaria, dentro de las
investigaciones de la presunta colusión con Rusia en los comicios de
2016, que el presidente volvió a negar. El caso saltó a los titulares de
Estados Unidos con el nombre “Rusiagate”. Además, un ex asesor del
presidente, George Papadopoulos, se declaró culpable por haber ocultado
información a los investigadores del FBI sobre los lazos de la campaña
con Moscú.
Manafort y su socio Rick Gates fueron inculpados por 12 delitos cometidos mientras el influyente abogado dirigía la campaña presidencial, pero se declararon inocentes de todos esos cargos al comparecer ayer ante la jueza Deborah A. Robinson de la Corte del Distrito de Columbia.
Los abogados del gobierno consideraron que Manafort y Gates podrían fugarse ante la gravedad de los cargos en su contra y, por ello, pidieron a la magistrada que les ponga bajo régimen de arresto domiciliario con permiso solo para ver a sus abogados y para acudir a citas médicas, pedido a los que la jueza accedió más tarde.
Además, los letrados del gobierno pidieron a Manafort y Gates que depositen una fianza de 10 millones de dólares y cinco millones de dólares, respectivamente, ante un posible riesgo de fuga.
La magistrada fijó una audiencia para el jueves de esta semana.
El escrito de acusación hecho público ayer por la prensa estadounidense detalla que entre los cargos figuran “conspiración para lavar dinero”, así como realizar “declaraciones falsas y engañosas” y no presentar información financiera y de cuentas bancarias en el extranjero.
Estas son las primeras acusaciones formales aprobadas por el fiscal especial Robert Mueller, quien examina las relaciones entre el comité electoral de Trump y Rusia para influenciar el resultado de los comicios de noviembre de 2016 que llevaron al magnate republicano al poder.
El caso se concentra en los movimientos financieros de los dos imputados durante una década, incluyendo el período de la campaña electoral, cuando ambos actuaron como “agentes no registrados de Ucrania” en Estados Unidos, según el documento de inculpación de 31 páginas firmado por el fiscal Mueller.
Para “esconder decenas de millones de dólares” de pagos recibidos de Ucrania, Manafort y Gates “lavaron el dinero mediante un enorme número de corporaciones estadounidenses y extranjeras, asociaciones y cuentas bancarias” hacia cuentas abiertas por ellos mismos o sus “cómplices” en Chipre, San Vicente y las Granadinas y las islas Seychelles, apuntó Mueller. El documento judicial señaló que esa actividad ocurrió entre 2008 y 2017, por lo que se mantuvo cuando Manafort conducía la campaña presidencial de Trump.
De acuerdo con el fiscal Mueller, Manafort y Gates, “junto con otros, conspiraron de forma consciente e intencional para defraudar a Estados Unidos”. Por eso, Manafort fue imputado por falso testimonio sobre su papel como agente extranjero y no presentar las debidas declaraciones sobre cuentas bancarias en el exterior y registros financieros, afirmó el diario The New York Times.
Manafort fue nombrado jefe de la campaña electoral de Trump en junio de 2016, pero fue apartado del cargo dos meses después, cuando emergieron sus lazos con Ucrania.
Tras conocerse los procedimientos judiciales, Trump recurrió a Twitter para reiterar en mayúsculas: “¡No hay COLUSIÓN!”, remarcó el mandatario en la red social. Mientras que en relación a los cargos contra Manafort el presidente afirmó: “Lo siento, pero esto ocurrió hace años, antes de que Paul Manafort sea parte de la campaña de Trump”. E insistió en preguntar “por qué” no son (la ex candidata demócrata Hillary) Clinton y los demócratas el “centro” de las investigaciones.
El sábado, también en Twitter, el presidente estadouniense rechazó cualquier colusión y acusó a los demócratas de usar “esta terrible cacería de brujas para hacer política”.
Ayer a la mañana Manafort sorprendió al presentarse voluntariamente en la oficina del FBI en Washington. Poco después, el ex asesor de campaña para Relaciones Exteriores de Trump, George Papadopolous, se declaró culpable de haber mentido a los agentes del FBI que lo interrogaron sobre la presunta colusión con Rusia.
El fiscal Mueller, quien dirigió el FBI durante 12 años, fue escogido en mayo de este año para conducir las investigaciones sobre el papel de Rusia en las presidenciales de 2016. Las sospechas sobre los contactos entre el equipo de Trump y Rusia durante la campaña e inmediatamente después de su victoria electoral ya provocaron numerosos simbronazos políticos en el nuevo gobierno.
Después de asumir el poder, Trump nombró al general Michael Flynn asesor de Seguridad Nacional, pero tuvo que despedirlo tan solo 20 días después, al conocerse que mantuvo contactos ocultos con diplomáticos rusos. Además, el secretario de Justicia y fiscal general del gobierno de Trump, Jeff Sessions, tuvo que recusarse de cualquier pesquisa sobre el caso, ya que también mantuvo contactos no divulgados con diplomáticos rusos.
Trump forzó posteriormente la renuncia del director del FBI, James Comey, por considerar que había permitido que las investigaciones se concentraran en Flynn. Ante esa situación confusa, el mandatario designó a Mueller como fiscal especial por el reconocimiento unánime que su figura genera en los círculos de poder de Estados Unidos.
Manafort y su socio Rick Gates fueron inculpados por 12 delitos cometidos mientras el influyente abogado dirigía la campaña presidencial, pero se declararon inocentes de todos esos cargos al comparecer ayer ante la jueza Deborah A. Robinson de la Corte del Distrito de Columbia.
Los abogados del gobierno consideraron que Manafort y Gates podrían fugarse ante la gravedad de los cargos en su contra y, por ello, pidieron a la magistrada que les ponga bajo régimen de arresto domiciliario con permiso solo para ver a sus abogados y para acudir a citas médicas, pedido a los que la jueza accedió más tarde.
Además, los letrados del gobierno pidieron a Manafort y Gates que depositen una fianza de 10 millones de dólares y cinco millones de dólares, respectivamente, ante un posible riesgo de fuga.
La magistrada fijó una audiencia para el jueves de esta semana.
El escrito de acusación hecho público ayer por la prensa estadounidense detalla que entre los cargos figuran “conspiración para lavar dinero”, así como realizar “declaraciones falsas y engañosas” y no presentar información financiera y de cuentas bancarias en el extranjero.
Estas son las primeras acusaciones formales aprobadas por el fiscal especial Robert Mueller, quien examina las relaciones entre el comité electoral de Trump y Rusia para influenciar el resultado de los comicios de noviembre de 2016 que llevaron al magnate republicano al poder.
El caso se concentra en los movimientos financieros de los dos imputados durante una década, incluyendo el período de la campaña electoral, cuando ambos actuaron como “agentes no registrados de Ucrania” en Estados Unidos, según el documento de inculpación de 31 páginas firmado por el fiscal Mueller.
Para “esconder decenas de millones de dólares” de pagos recibidos de Ucrania, Manafort y Gates “lavaron el dinero mediante un enorme número de corporaciones estadounidenses y extranjeras, asociaciones y cuentas bancarias” hacia cuentas abiertas por ellos mismos o sus “cómplices” en Chipre, San Vicente y las Granadinas y las islas Seychelles, apuntó Mueller. El documento judicial señaló que esa actividad ocurrió entre 2008 y 2017, por lo que se mantuvo cuando Manafort conducía la campaña presidencial de Trump.
De acuerdo con el fiscal Mueller, Manafort y Gates, “junto con otros, conspiraron de forma consciente e intencional para defraudar a Estados Unidos”. Por eso, Manafort fue imputado por falso testimonio sobre su papel como agente extranjero y no presentar las debidas declaraciones sobre cuentas bancarias en el exterior y registros financieros, afirmó el diario The New York Times.
Manafort fue nombrado jefe de la campaña electoral de Trump en junio de 2016, pero fue apartado del cargo dos meses después, cuando emergieron sus lazos con Ucrania.
Tras conocerse los procedimientos judiciales, Trump recurrió a Twitter para reiterar en mayúsculas: “¡No hay COLUSIÓN!”, remarcó el mandatario en la red social. Mientras que en relación a los cargos contra Manafort el presidente afirmó: “Lo siento, pero esto ocurrió hace años, antes de que Paul Manafort sea parte de la campaña de Trump”. E insistió en preguntar “por qué” no son (la ex candidata demócrata Hillary) Clinton y los demócratas el “centro” de las investigaciones.
El sábado, también en Twitter, el presidente estadouniense rechazó cualquier colusión y acusó a los demócratas de usar “esta terrible cacería de brujas para hacer política”.
Ayer a la mañana Manafort sorprendió al presentarse voluntariamente en la oficina del FBI en Washington. Poco después, el ex asesor de campaña para Relaciones Exteriores de Trump, George Papadopolous, se declaró culpable de haber mentido a los agentes del FBI que lo interrogaron sobre la presunta colusión con Rusia.
El fiscal Mueller, quien dirigió el FBI durante 12 años, fue escogido en mayo de este año para conducir las investigaciones sobre el papel de Rusia en las presidenciales de 2016. Las sospechas sobre los contactos entre el equipo de Trump y Rusia durante la campaña e inmediatamente después de su victoria electoral ya provocaron numerosos simbronazos políticos en el nuevo gobierno.
Después de asumir el poder, Trump nombró al general Michael Flynn asesor de Seguridad Nacional, pero tuvo que despedirlo tan solo 20 días después, al conocerse que mantuvo contactos ocultos con diplomáticos rusos. Además, el secretario de Justicia y fiscal general del gobierno de Trump, Jeff Sessions, tuvo que recusarse de cualquier pesquisa sobre el caso, ya que también mantuvo contactos no divulgados con diplomáticos rusos.
Trump forzó posteriormente la renuncia del director del FBI, James Comey, por considerar que había permitido que las investigaciones se concentraran en Flynn. Ante esa situación confusa, el mandatario designó a Mueller como fiscal especial por el reconocimiento unánime que su figura genera en los círculos de poder de Estados Unidos.
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