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Trabajadores de Estados Unidos duermen en automóviles por no poder pagar un alquiler
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Silicon
Valley, ubicado en la costa de California, es mundialmente conocido
como el hogar de las empresas más ricas del mundo. No obstante, pocos
saben que esta “meca” tecnológica alberga también un creciente número de trabajadores que incansablemente persiguen el “Sueño Americano” pero no tienen una vivienda dónde resguardarse.
No se trata de los llamados “homeless”, gentes que, por diversos motivos, abandonaron la economía y ahora viven en las calles, sino de hombres y mujeres que tienen trabajo, a veces dos o tres al mismo tiempo, pero no son capaces de pagar el más modesto alquiler de una vivienda. Estas personas han llegado a definir una subcultura completamente nueva de estadounidenses, que no se conocía desde hace varias décadas: son los “trabajadores sin hogar”.
Impulsado por docenas de compañías de alto nivel en el “ranking” Forbes 100 –como Apple, Alphabet (Google), Hewlett Packard, Oracle y muchas más–, Silicon Valley representa un tercio de todas las inversiones de capital de riesgo en Estados Unidos. Entonces, ¿cómo explicar el fenómeno inquietante de los empleados, maestros, trabajadores de mantenimiento, plomeros y muchos otros del sector de servicios que viven en automóviles y caravanas aparcadas en estacionamientos porque su salario no es suficiente para pagar el costo de un alquiler básico?
La renta media en el área metropolitana de San José es de 3.500 dólares al mes, pero el salario promedio es de 12 dólares por hora en servicios de comida y de 19 dólares por hora en asistencia médica, una cantidad que ni siquiera cubriría los costos de la vivienda.
La historia de Ellen Tara James-Penney, de 54 años, es desgarradora. Profesora de la Universidad Estatal de San José, gana 28.000 dólares al año por impartir cuatro cursos de inglés y acumula 143.000 dólares en deuda estudiantil después de obtener dos títulos. La mujer también redacta y corrige documentos y prepara lecciones en su gigantesco Volvo. Por la noche, inclina hacia atrás el asiento del conductor y se prepara para dormir con uno de sus dos perros, Hank, a su lado. Su marido, Jim, que es demasiado alto para el automóvil, duerme afuera en una choza junto con el otro perro, Buddy. Y no es un caso único.
Mountain View, por ejemplo, poblado que habitan unas 80.000 personas, tiene diseminados por sus calles más de 300 vehículos que sirven de estrecho alojamiento para individuos y aun familias enteras. Según el sitio web oficial de la ciudad, la falta de vivienda casi se duplicó en dos años, al pasar de 139 en 2013 a 276 en 2015. Estas cifras aumentaron aún más en todo el condado en 2017.
A menudo, los residentes locales suelen culpar a estas personas sin hogar por el empeoramiento de las condiciones en la zona. Se preguntan muchos de ellos: ¿Por qué simplemente no se mudan a un lugar donde los hábitos de gasto de los ultra ricos no hayan desencadenado una fuerte inflación? Y aunque parece haber algo de sentido común en ese razonamiento, el problema no es tan simple, ya que se extiende más allá de las fronteras de Silicon Valley.
La falta de vivienda es ahora notoria en todo el país, pero especialmente en California. Cuatro de las 10 ciudades con mayor índice de personas sin hogar se encontraban en California (Los Ángeles, San Diego, San Francisco y San José). La ciudad de Nueva York ocupó el primer puesto.
Enterrado bajo noticias alentadoras acerca de un mercado accionarial en ascenso y sueldos ejecutivos que roban el aliento, el drama de las personas sin hogar sigue creciendo en números, al punto de que ha llevado a muchos gobiernos locales a declarar estados de emergencia, una medida generalmente reservada para desastres naturales. Arriba y abajo en la costa californiana, en particular, los funcionarios están luchando por soluciones.
“Tengo en mi ciudad un desempleo de 0 por ciento y tengo miles de personas sin hogar, que en realidad están trabajando y que simplemente no pueden pagar una vivienda. No hay ningún sitio para que esta gente se mude. Cada vez que abrimos un nuevo lugar, se llena”, explica el concejal Mike O’Brien, de la ciudad de Seattle, al Washington Post.
“Esta no es una crisis de desempleo, que esté llevando a la pobreza por aquí”, dijo Tom Myers, el director ejecutivo de Community Services Agency, una organización sin fines de lucro con sede en Mountain View. “La gente está trabajando”, aseveró.
Lo que no tienen es dónde vivir.
No se trata de los llamados “homeless”, gentes que, por diversos motivos, abandonaron la economía y ahora viven en las calles, sino de hombres y mujeres que tienen trabajo, a veces dos o tres al mismo tiempo, pero no son capaces de pagar el más modesto alquiler de una vivienda. Estas personas han llegado a definir una subcultura completamente nueva de estadounidenses, que no se conocía desde hace varias décadas: son los “trabajadores sin hogar”.
Impulsado por docenas de compañías de alto nivel en el “ranking” Forbes 100 –como Apple, Alphabet (Google), Hewlett Packard, Oracle y muchas más–, Silicon Valley representa un tercio de todas las inversiones de capital de riesgo en Estados Unidos. Entonces, ¿cómo explicar el fenómeno inquietante de los empleados, maestros, trabajadores de mantenimiento, plomeros y muchos otros del sector de servicios que viven en automóviles y caravanas aparcadas en estacionamientos porque su salario no es suficiente para pagar el costo de un alquiler básico?
La renta media en el área metropolitana de San José es de 3.500 dólares al mes, pero el salario promedio es de 12 dólares por hora en servicios de comida y de 19 dólares por hora en asistencia médica, una cantidad que ni siquiera cubriría los costos de la vivienda.
La historia de Ellen Tara James-Penney, de 54 años, es desgarradora. Profesora de la Universidad Estatal de San José, gana 28.000 dólares al año por impartir cuatro cursos de inglés y acumula 143.000 dólares en deuda estudiantil después de obtener dos títulos. La mujer también redacta y corrige documentos y prepara lecciones en su gigantesco Volvo. Por la noche, inclina hacia atrás el asiento del conductor y se prepara para dormir con uno de sus dos perros, Hank, a su lado. Su marido, Jim, que es demasiado alto para el automóvil, duerme afuera en una choza junto con el otro perro, Buddy. Y no es un caso único.
Mountain View, por ejemplo, poblado que habitan unas 80.000 personas, tiene diseminados por sus calles más de 300 vehículos que sirven de estrecho alojamiento para individuos y aun familias enteras. Según el sitio web oficial de la ciudad, la falta de vivienda casi se duplicó en dos años, al pasar de 139 en 2013 a 276 en 2015. Estas cifras aumentaron aún más en todo el condado en 2017.
A menudo, los residentes locales suelen culpar a estas personas sin hogar por el empeoramiento de las condiciones en la zona. Se preguntan muchos de ellos: ¿Por qué simplemente no se mudan a un lugar donde los hábitos de gasto de los ultra ricos no hayan desencadenado una fuerte inflación? Y aunque parece haber algo de sentido común en ese razonamiento, el problema no es tan simple, ya que se extiende más allá de las fronteras de Silicon Valley.
La falta de vivienda es ahora notoria en todo el país, pero especialmente en California. Cuatro de las 10 ciudades con mayor índice de personas sin hogar se encontraban en California (Los Ángeles, San Diego, San Francisco y San José). La ciudad de Nueva York ocupó el primer puesto.
Enterrado bajo noticias alentadoras acerca de un mercado accionarial en ascenso y sueldos ejecutivos que roban el aliento, el drama de las personas sin hogar sigue creciendo en números, al punto de que ha llevado a muchos gobiernos locales a declarar estados de emergencia, una medida generalmente reservada para desastres naturales. Arriba y abajo en la costa californiana, en particular, los funcionarios están luchando por soluciones.
“Tengo en mi ciudad un desempleo de 0 por ciento y tengo miles de personas sin hogar, que en realidad están trabajando y que simplemente no pueden pagar una vivienda. No hay ningún sitio para que esta gente se mude. Cada vez que abrimos un nuevo lugar, se llena”, explica el concejal Mike O’Brien, de la ciudad de Seattle, al Washington Post.
“Esta no es una crisis de desempleo, que esté llevando a la pobreza por aquí”, dijo Tom Myers, el director ejecutivo de Community Services Agency, una organización sin fines de lucro con sede en Mountain View. “La gente está trabajando”, aseveró.
Lo que no tienen es dónde vivir.
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