Alemania
planea gastar 400 millones de euros en un nuevo programa de satélites
de reconocimiento para su Servicio Federal de Inteligencia (BND, por sus
siglas en alemán) con el que busca alejarse de la influencia de Estados
Unidos en cuestiones de espionaje.
El comité presupuestario del
Parlamento alemán (Bundestag) aprobó la financiación del costoso
proyecto a principios de noviembre de 2017, que contempla la fabricación
de dos satélites de última generación para su servicio de inteligencia
extranjera, según informa este lunes el diario local Die Zeit. El medio señala que los alemanes esperan que los dos satélites de reconocimiento, que ahora están en fase de fabricación por la empresa aeroespacial OHB, con sede en Bremen (norte), puedan identificar y capturar imágenes de objetos tan pequeños como una hoja de papel A4.
Está previsto que los aparatos sean lanzados a la órbita en 2022, desde donde podrán vigilar “cualquier lugar de la Tierra” en 24 horas, añade el reporte.
El ambicioso proyecto aparentemente tiene como objetivo hacer que Berlín sea menos dependiente de Washington, ya que los servicios de seguridad germanos dependen en gran medida de los datos satelitales proporcionados por sus socios estadounidenses.
El BND (Servicio Federal de Inteligencia de Alemania) debe ser capaz de obtener información de forma rápida y autónoma para poder proporcionar evaluaciones de situaciones independientes y actualizadas”, dice el director de la citada agencia de inteligencia extranjera germana, Bruno Kahl.“El BND debe ser capaz de obtener información de forma rápida y autónoma para poder proporcionar evaluaciones de situaciones independientes y actualizadas”, subraya el rotativo citando a Bruno Kahl, director de la referida agencia de inteligencia extranjera.
Tras exponer que a veces no es suficiente acumular información mientras se depende de terceros, Kahl agrega que adquirir imágenes visuales en un mercado comercial no es nada profesional como tampoco lo es solicitarlo a socios internacionales.
El rotativo alemán sostiene que el escándalo de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en ingles) de EE.UU. en 2013, cuando espió las llamada del teléfono móvil de la canciller alemana, Angela Merkel, podría haber jugado un papel predominante para que Berlín decidiera cambiar su política en esta materia.
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