PUEBLA, Pue., (apro).- A una altura de cuatro mil 230 metros, en el
lado oeste del volcán Pico de Orizaba, especialistas del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron un adoratorio
prehispánico con más de mil años de antigüedad que posiblemente tuvo un
uso astronómico.
Bajo la dirección de Arturo Montero, miembro del Proyecto Eje Investigación, Estudio, Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes, que desarrollan la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Dirección de Estudios Históricos, el proyecto de exploración de la cúspide inició en 2005.
Mediante tecnología de punta, se ubicó una estructura cuadrada que tiene un área aproximada de mil 188 metros cuadrados, cuyas paredes tienen una longitud de 35 metros cada una.
La edificación presenta un par de salidas o aperturas, una ubicada al poniente, mide aproximadamente 4.6 metros y da hacia lo que podría ser un camino con hileras de piedras al borde, inclinadas hacia el noroeste.
La otra mide aproximadamente dos metros, presenta un par de posibles escalones y se ubica en el flanco norte, al frente se localiza un monolito.
Durante la inspección, también se hallaron abundantes materiales cerámicos en superficie, con formas similares a las de las fases Xolalpan, Metepec y de tipo Coyotlatelco. Respecto a los objetos líticos, se encontraron restos de pizarra, navajillas y puntas de flecha de obsidiana gris, algunas tan intemperizadas que tienen tonalidad blanca.
Con un software y una nube de puntos, los especialistas elaboraron un modelo digital en 3D donde pudo apreciar la estructura.
“El recinto cuadrado que se ve en la ortofoto del flanco poniente, es muy parecido en dimensiones, orientación y cota altitudinal a los tetzacualcos de Monte Tláloc, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y Nahualac, donde la presencia de cerámica tolteca es determinante, pero hasta que no se realice un trabajo de excavación no se podrá precisar cuál es más antiguo”, señala Montero.
La similitud arquitectónica y altitudinal que guarda con el lugar arqueológico ubicado en la cima del Monte Tláloc, lo vincula con los espacios de ofrenda para rituales propiciatorios de lluvia.
Montero García indica que de confirmarse la presencia de al menos un tetzacualco –adoratorio prehispánico- para el Pico de Orizaba, la personalidad teológica de la montaña alcanzaría mayor relevancia.
Bajo la dirección de Arturo Montero, miembro del Proyecto Eje Investigación, Estudio, Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes, que desarrollan la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Dirección de Estudios Históricos, el proyecto de exploración de la cúspide inició en 2005.
Mediante tecnología de punta, se ubicó una estructura cuadrada que tiene un área aproximada de mil 188 metros cuadrados, cuyas paredes tienen una longitud de 35 metros cada una.
La edificación presenta un par de salidas o aperturas, una ubicada al poniente, mide aproximadamente 4.6 metros y da hacia lo que podría ser un camino con hileras de piedras al borde, inclinadas hacia el noroeste.
La otra mide aproximadamente dos metros, presenta un par de posibles escalones y se ubica en el flanco norte, al frente se localiza un monolito.
Durante la inspección, también se hallaron abundantes materiales cerámicos en superficie, con formas similares a las de las fases Xolalpan, Metepec y de tipo Coyotlatelco. Respecto a los objetos líticos, se encontraron restos de pizarra, navajillas y puntas de flecha de obsidiana gris, algunas tan intemperizadas que tienen tonalidad blanca.
Con un software y una nube de puntos, los especialistas elaboraron un modelo digital en 3D donde pudo apreciar la estructura.
“El recinto cuadrado que se ve en la ortofoto del flanco poniente, es muy parecido en dimensiones, orientación y cota altitudinal a los tetzacualcos de Monte Tláloc, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y Nahualac, donde la presencia de cerámica tolteca es determinante, pero hasta que no se realice un trabajo de excavación no se podrá precisar cuál es más antiguo”, señala Montero.
La similitud arquitectónica y altitudinal que guarda con el lugar arqueológico ubicado en la cima del Monte Tláloc, lo vincula con los espacios de ofrenda para rituales propiciatorios de lluvia.
Montero García indica que de confirmarse la presencia de al menos un tetzacualco –adoratorio prehispánico- para el Pico de Orizaba, la personalidad teológica de la montaña alcanzaría mayor relevancia.
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