sábado, 15 de septiembre de 2018

El idiota* de la Casa Blanca


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El idiota* de la Casa Blanca

 

 


Me había propuesto no escribir más sobre el siniestro Donald Trump, pues en los muchos artículos que publiqué sobre él durante la campaña electoral de 2016 y sus primeros meses en la Presidencia, pensé haberlo dicho todo sobre su aberrante personalidad y conducta.
Cambié de opinión luego de unos días fuera, pues a mi regreso en Washington hallé un clima político mucho más antiTrump después de la publicación del editorial anónimo en The New York Times y la aparición del libro sobre la Casa Blanca del afamado Bob Woodward, coautor del legendario Todos los hombres del Presidente que llevó a la renuncia de Richard Nixon en 1973.
La insólita pieza anónima, escrita por un “alto funcionario” del gobierno publicada por el Times, es un servicio a sus lectores al darle tribuna a la opinión de quien cree que su presencia en el gobierno ayuda a frenar los peores impulsos de Trump y así impedir mayores desastres.
Su autor junto con otros funcionarios no identificados “creemos que nuestra primera obligación es a nuestro país, y en la medida que el comportamiento del Presidente es dañino para la salud de nuestra república…, muchos designados por Trump hemos jurado hacer lo que podamos para preservar nuestras instituciones democráticas impidiendo que concrete sus peores impulsos.”
El escritor anónimo sigue diciendo que “la raíz del problema es la amoralidad del Presidente…, y la carencia de anclaje a principios discernibles que guíen su toma de decisiones. Aun cuando fue postulado (por el partido) Republicano, no muestra afinidad ninguna por sus ideales: libre pensamiento, mercados libres y gente libre…, que acepta de “dientes para afuera”, pero ataca furiosamente”.
El libro de Woodward es una detallada denuncia del proceder del sicópata en la Casa Blanca y de los juegos infantiles a los que se ven obligados sus asistentes, como escamotearle órdenes ejecutivas que estaban listas para su firma, cancelando tratados de libre comercio con Canadá, Corea o México.
El autor describe una administración en pleno “colapso nervioso” por el arrebato e ignorancia del Presidente, y es un horroroso retrato de su gobierno, detallando cómo su equipo de seguridad nacional vive en una zozobra extrema por su falta de curiosidad y conocimientos sobre asuntos internacionales, y por su desprecio por las opiniones de los líderes militares y de inteligencia.
El libro tiene muchos pasajes que serían jocosos si no fuera por la gravedad de los asuntos, como cuando su asesor económico Gary Cohn trata de explicarle que un déficit comercial no es malo para EU al deberse, en parte, a la evolución de la economía hacia los servicios que ya constituyen más del 80% del PIB.
Por desgracia, Trump se consiguió, posiblemente, al único economista que tiene la misma visión mercantilista del comercio exterior, Peter Navarro, quien sustenta que los déficits comerciales se deben a elevadas tarifas en otros países, manipulación del tipo de cambio, robo de propiedad intelectual y empresas que explotan a sus trabajadores inmisericordemente.
Con tal consejo, el TLC de Norteamérica pasó, en la mente turbada de Trump, a ser el vehículo “para chuparle la sangre vital al sistema manufacturero de EU, volviendo a México una potencia industrial que empuja a los obreros de su país a la miseria”, lo que exigía tarifas para proteger sus industrias vitales, a pesar que ninguna de las causas a las que les atribuyó los déficits ocurrió con México.
En mi próxima entrega describiré cómo se logró, según Woodward, que la instrucción de Trump para “terminar” el TLC de Norteamérica del 25 de abril de 2017 no se cumpliera y pudiéramos llegar a la renegociación en principio entre México y EU que hoy tenemos, y que podría incorporar a Canadá pronto.
*Atribuido por Woodward al General John Kelly, jefe de Gabinete de la Casa Blanca.

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