miércoles, 6 de marzo de 2019

De las armas de destrucción masiva ‎iraquíes a las armas químicas sirias, por Thierry Meyssan


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De las armas de destrucción masiva ‎iraquíes a las armas químicas sirias, por Thierry Meyssan


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‎El comportamiento de los periodistas occidentales es particularmente extraño. Repiten las ‎alegaciones de sus dirigentes políticos considerándolas a priori justificadas y verídicas y ‎sin tener en cuenta los desmentidos provenientes de las instancias internacionales. Y luego son ‎incapaces de cuestionar las mentiras que creyeron y divulgaron. ‎

La justificación para destruir Irak


Por ejemplo, en 2003, toda la prensa occidental repitió a coro las alegaciones de George W. ‎Bush, quien aseguraba que Irak tenía «armas de destrucción masiva». Después, los periodistas ‎occidentales repitieron las acusaciones de Tony Blair, quien garantizaba que Irak disponía de ‎misiles capaces de alcanzar Occidente en 45 minutos y de matar allí a la población con gases ‎venenosos. También repitieron las acusaciones de Colin Powell, el secretario de Estado de ‎Estados Unidos, cuando afirmó que Irak daba albergue a Osama ben Laden. ‎
Sin embargo, en aquella misma época, la Comisión de Control, Verificación e Inspección de las ‎Naciones Unidas señalaba que las alegaciones de Bush y Blair eran falsas. Aquella comisión de ‎la ONU era la única autoridad internacional con acceso al territorio iraquí, donde pudo realizar ‎todas las verificaciones que quiso. Ni la CIA estadounidenses ni el MI6 británico habían podido ‎hacerlo… pero la contradecían. ‎
No está de más recordar que Francia, la Francia del presidente Jacques Chirac, se pronunció ‎contra la invasión de Irak. Pero escogió como argumento que «la guerra es siempre la peor ‎solución» en vez de denunciar que las acusaciones anglo-estadounidenses eran mentiras ‎evidentes, como ya lo había comprobado la Comisión de Control, Verificación e Inspección de las ‎Naciones Unidas. ‎
Hoy en día la tendencia es reconstruir la Historia a golpe de películas y de series de televisión. ‎Ahora se reconoce el engaño, pero se afirma que los servicios de inteligencia estadounidenses y ‎británicos fueron manipulados por sus dirigentes políticos y que nadie tenía cómo saberlo. Eso ‎es falso y basta con hojear lo que decían los medios de prensa para comprobar que todos ‎trataban de desacreditar al director de la mencionada comisión de la ONU, el sueco Hans Blix, ‎quien osaba contradecir a la potencia más poderosa de aquella época. Eso fue lo que demostró ‎la Comisión Chilcot [1]… 13 años después de los hechos. ‎
Tampoco se habla de las acusaciones que llevó Colin Powell al Consejo de Seguridad de la ONU ‎‎ [2]. Powell dijo al Consejo de Seguridad ‎que Osama ben Laden vivía en Bagdad en 2002 y que sus lugartenientes seguían residiendo allí, ‎donde incluso fabricaban ricino. Desde Irak, aseguraba Powell, aquellos terroristas preparaban ‎atentados que tenían lugar en Francia, Reino Unido, Alemania y Rusia, así que era urgente invadir ‎Irak. ‎
Para creer aquellas tonterías había que ser un completo ignorante del funcionamiento del partido ‎Baas, entonces en el poder en Irak. Con el paso del tiempo, los periodistas occidentales, en vez ‎de reconocer su ignorancia, optaron por olvidar el asunto. ‎

La complicidad de los medios
sigue intacta


Nada ha cambiado desde que Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak. Los medios de ‎difusión masiva mintieron nuevamente, pero ya a sabiendas, y para esconder la verdad sobre ‎sus mentiras involuntarias de antes. Todos han optado por contarnos que fueron engañados. ‎Ninguno reconoce haber cometido una falta profesional al desechar la opinión de los expertos ‎de las Naciones Unidas. ‎
Los historiadores que han realizado trabajos sobre la propaganda de guerra han mostrado que ‎quienes tratan de provocar una guerra siempre inventan enormes cantidades de testimonios falsos ‎y de pruebas igualmente falsas. Los periodistas reconocen que «La primera víctima de una ‎guerra es la Verdad», como dijo Rudyard Kipling, pero ninguno ha tratado al menos de crear ‎algún método que les permita no dejarse engañar de nuevo. ‎
La receta es, sin embargo, muy simple:‎
- mantener la cabeza fría cuando todo el mundo se exalta,‎
- no vacilar en ir contra la corriente,‎
- hacer el trabajo que corresponde a un periodista verificando las fuentes. ‎
Eso es lo que nosotros hicimos y por eso comenzaron a calificarnos de «complotistas» o ‎‎«conspiracionistas». ‎

La justificación de la guerra contra Siria


En el caso de la guerra contra Siria, todos siguen creyendo, como si fuese la Biblia, que todo ‎comenzó como «una revolución contra una dictadura», que «el régimen» respondió ‎‎«masacrando a su propio pueblo» a golpe de «torturas», de «barriles-bombas» y de «armas ‎químicas», lo cual llevó a la población a optar por la violencia. Pero todo eso es tan estúpido ‎como la supuesta invitación de Saddam Hussein a Osama ben Laden, además de haber sido ‎repetidamente desmentido por misiones internacionales similares a la ya mencionada Comisión ‎de Control, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas.
La «revolución contra la dictadura» ‎fue formalmente desmentida por la única organización que tuvo la oportunidad de verificar ‎el asunto: una misión internacional de la Liga Árabe‎ que fue autorizada a recorrer toda Siria, que ‎disponía del personal necesario para cubrir todo el territorio nacional y que realizó ese trabajo de ‎verificación desde el 24 de diciembre de 2011 hasta el 18 de enero de 2012 [3]. Pero, en lugar de tener en cuenta lo que ‎dicen los órganos que cuentan con los medios de verificación necesarios, los periodistas siempre ‎prefieren creer las afirmaciones de los gobiernos occidentales.‎
Los cadáveres de personas torturadas que aparecen en el Informe César, documento que ‎atribuye esas torturas a Siria, en realidad son imágenes de muertos torturados por ‎los yihadistas. Basta con reflexionar un poco: El individuo identificado como César dice haber ‎tomado esas fotos para el Ejército Árabe Sirio pero que no conoce la identidad de los muertos. ‎‎¿Qué interés podría tener el gobierno sirio en crear un archivo fotográfico sin información sobre ‎las víctimas? ‎
Los «barriles-bombas» son otro cuento estúpido. ¿Por qué razón los militares sirios utilizarían ‎‎barriles-bombas fabricados de manera artesanal cuando disponen de armamento sofisticado ‎proporcionado por Rusia? ‎

Después de las armas de destrucción masiva iraquíes, ‎las armas químicas sirias


Lo más interesante es la acusación sobre el uso de armas químicas. La Organización para la ‎Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) entregó un informe el 1º de marzo de 2019. A esta ‎organización se le había solicitado que investigara las alegaciones sobre un ataque químico ‎supuestamente perpetrado el 7 de abril de 2018 en la ciudad siria de Duma, ataque que ‎Estados Unidos, Francia y Reino Unido atribuyeron de inmediato al gobierno sirio y que castigaron con un ‎bombardeo conjunto contra Siria realizado la semana siguiente. Sin embargo, el informe de ‎la OPAQ señala que sus investigadores no hallaron huellas de armas químicas en Duma y, ‎aunque no lo hace de forma explícita, confirma que todo el asunto fue un montaje. ‎
Es necesario recordar aquí que, 5 años antes, después de un ataque químico perpetrado en los ‎alrededores de Damasco, Siria se había sumado a la convención internacional que prohíbe el uso ‎de armas químicas. Sus arsenales químicos fueron entonces puestos bajo control internacional y ‎luego destruidos de forma conjunta por Estados Unidos y Rusia, todo lo cual se hizo bajo la ‎supervisión de la OPAQ. Afirmar que, después de ese proceso, el gobierno sirio todavía tenía ‎armas químicas equivale, en primer lugar, a poner en duda el trabajo realizado por la ‎Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, Moscú y Washington. ‎
A pesar de lo anterior, el Departamento de Estado afirmó en 2018 que disponía de pruebas ‎creíbles del «uso de gas sarín por parte de Siria». Rusia denunció una farsa orquestada por el ‎Reino Unido y el ministro británico de Exteriores expresó su indignación ante la denuncia rusa, ‎tildándola de «grotesca, extraña» y de «mentira flagrante». ‎
Sin embargo,‎
- Todas las acusaciones de ataque provenían de 3 fuentes, todas estrechamente vinculadas al ‎Reino Unido: los “Cascos Blancos” o “White Helmets” (ONG bajo control del MI6 britanico), el ‎Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH, una oficina de la Hermandad Musulmana, que ‎difunde lo que le dice el MI6) y el grupo terrorista Yeish al-Islam (Ejército del Islam, fundado ‎por Zohran Allouche, cuya familia vive toda en Londres, en una lujosa residencia custodiada por la ‎policía británica).‎
- Los investigadores de la OPAQ nunca pudieron contar los cadáveres de las víctimas ‎ni analizarlos. De hecho, ni siquiera pudieron verlos. Sólo fueron autorizados por los yihadistas a ‎entrar en Duma cuando los cuerpos ya habían sido «incinerados». Es necesario resaltar que ‎nada justificaba la incineración de los cadáveres, ni siquiera razones de índole sanitaria. ‎Más importante aún, ¿cómo justifican los yihadistas haber incinerado los muertos de Duma si ‎el islam prohíbe la incineración de los cadáveres?
- Las muestras recogidas por los investigadores permitieron comprobar, según el informe de ‎la OPAQ, que no hubo uso de armas químicas en Duma, de ningún tipo.
- La OPAQ anota en su informe que los investigadores hallaron en el lugar supuestamente ‎contaminado dos proyectiles preparados para servir de vectores a una sustancia química clorada. ‎Pero el cloro se dispersa al aire libre y sólo puede llegar a ser mortal en espacios cerrados, ‎por eso no figura en ninguna lista de sustancias prohibidas y es de uso común como producto de ‎limpieza. ‎
Señalemos también de paso que Jesh al-Islam es aquella organización «demócrata» cuyos ‎miembros se dedicaban a decapitar grandes grupos de «perros de Bachar», o sea ciudadanos ‎sirios que se negaban a gritar consignas contra el presidente “hereje” Bachar al-Assad [4]. ‎
Yeish al-Islam se dio a conocer condenando a muerte a los sirios acusados de homosexualidad y ‎por ejecutarlos lanzándolos desde los techos de los edificios oficiales en las localidades que ese ‎grupo armado lograba ocupar. Pero fue precisamente el jefe de Yesh al-Islam, Mohamed ‎Allouche, quien presidió la delegación de la «oposición moderada» –respaldada por las potencias ‎occidentales– en las negociaciones organizadas por la ONU en Ginebra. ‎
En pocas palabras, el informe oficial que la OPAQ acaba de entregar demuestra que el bombardeo ‎de Estados Unidos, Francia y Reino Unido contra Siria no sólo violó el Derecho Internacional sino ‎que fue injustificado. ‎

¿Cómo reflejó la prensa
el informe de la OPAQ?


Si la prensa occidental fuese honesta habría dado a conocer fielmente el informe de la OPAQ ‎sobre el «ataque químico» de Duma. Pero no lo hizo. Los periodistas anglosajones han estado ‎particularmente silenciosos y sólo han mencionado esa información en casos excepcionales. ‎
Sus colegas franceses se han mostrado más mendaces. Han recordado que, en el pasado, un informe del ‎Mecanismo Conjunto de la ONU y la OPAQ había confirmado el uso de armas químicas por parte ‎de Siria, omitiendo el hecho que el Consejo de Seguridad de la ONU rechazó aquel informe ‎porque el Mecanismo no había respetado las reglas de la OPAQ. ‎
Otros periodistas franceses simplemente han mentido, afirmando que la misión investigadora ‎había comprobado el uso de armas químicas en Duma. Omitieron precisar que la OPAQ se limitó ‎a considerar probable el uso de un agente tóxico compuesto de clorina utilizada como arma y ‎posible su dispersión mediante dos proyectiles. Lo más importante es que esos periodistas ‎franceses “olvidaron” precisar que la clorina, utilizada al aire libre, no es un veneno mortal ‎sino sólo un agente irritante, razón por la cual no es un arma prohibida. ‎
Usted, estimado lector, está preguntándose probablemente cómo fue que no vio esos artículos y ‎por qué no ha oído hablar de las excusas de la primera ministra británica Theresa May, del presidente francés Emmanuel Macron y del presidente estadounidense Donald Trump por haber ‎bombardeado Siria. La explicación es muy sencilla: la prensa no hace su trabajo de información ‎y los dirigentes occidentales no tienen honor. ‎

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