martes, 30 de abril de 2019

Los nuevos territorios de Daesh, por Thierry Meyssan

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Los nuevos territorios de Daesh, por Thierry Meyssan


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La liberación de la zona que el Emirato Islámico (Daesh) controlaba y administraba como Estado ‎no significó el fin de esa organización yihadista. Eso se debe a que, aunque fue creado por los ‎servicios de inteligencia de la OTAN, Daesh encarna una ideología que moviliza a los yihadistas y ‎que es por lo tanto capaz de sobrevivir. ‎
Al-Qaeda era un ejército mercenario de la OTAN, a cuyo lado luchó en Afganistán, en Bosnia-‎Herzegovina y más tarde en Irak, Libia y Siria. Sus principales acciones son actos de guerra (que ‎sus hombres realizaron haciéndose llamar, por ejemplo, «muyahidines» o «Legión Árabe») y ‎algunas operaciones terroristas realizadas de forma secundaria, pero mucho más abiertamente ‎que las acciones de guerra, como los atentados registrados en Londres y Madrid. ‎
Osama ben Laden, clasificado oficialmente como enemigo público ‎número 1, en realidad vivía tranquilamente en Azerbaiyán y bajo la protección de ‎Estados Unidos, detalle revelado por una ex miembro del FBI [1]. ‎
No está de más recordar aquí que al-Qaeda nunca reclamó la autoría de los atentados ‎perpetrados en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, que Osama ben Laden dijo no tener ‎nada que ver con esos hechos y que el video donde decía lo contrario fue autentificada sólo por ‎su empleador –el Pentágono– mientras que todos los expertos independientes sostenían que era ‎falso. ‎
Según las autoridades pakistaníes, Obama ben Laden falleció en diciembre de 2001, el MI6 ‎incluso asistió a su entierro. Pero diferentes individuos hicieron el papel de “Osama ben Laden” hasta ‎mayo de 2011, cuando las autoridades de Estados Unidos afirmaron haberlo matado… pero ‎nunca mostraron su cuerpo [2].‎
La muerte oficial de Osama ben Laden permitió rehabilitar a sus seguidores –supuestamente ‎engañados por aquel malvado jefe– para que la OTAN pudiera utilizarlos contra Libia y Siria, ‎como había utilizado antes a al-Qaeda en Bosnia-Herzegovina [3].‎
Daesh es, por el contrario, un proyecto instaurado para ocupar y administrar un territorio –el ‎Sunnistán o Califato–, como explicó una investigadora del Pentágono, Robin Wright, quien incluso ‎acompañó su explicación con mapas, antes de la creación de Daesh [4]. Estados Unidos financió y armó directamente a Daesh a través de la operación ‎‎«Timber Sycamore» [5]. Daesh impresionó al mundo al instaurar la charia, una ley que ni siquiera tuvo que ‎elaborar porque ya existía.‎
Si los yihadistas de al-Qaeda y Daesh fueron derrotados en Irak y en Siria fue, en primer lugar, ‎gracias a la bravura del Ejército Árabe Sirio y, después, gracias al desarrollo técnico de la fuerza ‎aérea de la Federación Rusa, que utilizó bombas penetrantes contra las instalaciones subterráneas de los ‎yihadistas, y también gracias a los aliados de la República Árabe Siria. ‎
En estos momentos, la guerra está prácticamente terminada en el plano militar [6] porque el presidente estadounidense ‎Donald Trump impidió que se mantuviera el flujo de yihadistas provenientes de todas partes del ‎mundo, principalmente desde la Península Arábiga, el Magreb, China, Rusia y la Unión Europea. ‎
En resumen, al-Qaeda es una fuerza paramilitar utilizada como refuerzo de la OTAN mientras que ‎Daesh es un ejército terrestre aliado. ‎
Paradójicamente, Daesh ha perdido el territorio para cuyo control había sido formado mientras ‎que al-Qaeda ahora administra un territorio, a pesar de que su misión consistía en oponerse a la ‎administración de un territorio. Siria ha logrado cercar los diferentes núcleos yihadistas y encerrar ‎el mal en la gobernación de Idlib. Incapaces de romper con sus aliados yihadistas, Alemania ‎y Francia ahora se encargan de mantenerlos, garantizándoles abastecimientos y servicios de ‎salud. O sea, cuando los europeos hablan hoy de la ayuda que aportan a los ‎«refugiados sirios»‎, ‎están hablando del respaldo que garantizan a los miembros de al-Qaeda… que no son civiles ‎ni sirios. En todo caso, la retirada de los soldados estadounidenses presentes en Siria ‎no cambia gran cosa mientras sus mercenarios de al-Qaeda sigan en Idlib.‎
Después de haber perdido el territorio que les había sido asignado, los sobrevivientes de Daesh ya ‎no pueden desempeñar el papel que las potencias occidentales les habían conferido y quedan, ‎por ende, relegados a una función comparable a la de al-Qaeda: ser sólo una milicia terrorista. ‎En todo caso, cuando se hallaba en su apogeo como “Estado Islámico”, Daesh ya practicaba el ‎terrorismo fuero del campo de batalla, como pudo verse en Europa desde 2016.‎
Nadie pudo prever los atentados que Daesh ha perpetrado recientemente –el 16 de abril en el ‎Congo [7] y el 21 de abril en Sri Lanka [8]. Tampoco nosotros. Al-Qaeda también habría ‎podido atribuírselos. ‎
Si Daesh ha logrado aparecer súbitamente en la República Democrática del Congo ha sido ‎poniendo su bandera en manos de las ‎«Fuerzas Democráticas Aliadas»‎ (ADF-Nalu o ADF, siglas ‎en inglés.) de Uganda. ‎
Y si ha logrado realizar una serie sangrienta y espectacular de acciones en Sri Lanka es porque los ‎servicios de inteligencia estaban totalmente enfocados contra la minoría hindú y no estaban ‎vigilando a los musulmanes. Pero también puede ser debido a que esos servicios de inteligencia ‎fueron formados por los británicos y los israelíes o porque la circulación de los datos de ‎inteligencia se vio obstaculizada por las disputas entre el presidente de la República, Maithripala ‎Sirisena, y el primer ministro, Ranil Wickremesinghe.‎
Sri Lanka es un país particularmente vulnerable porque se cree demasiado refinado para poder ser ‎la cuna de una bestialidad como la que allí acaba de perpetrarse. Eso es un error. Sri Lanka sigue ‎sin haber aclarado cómo fueron ejecutados más de 2 000 miembros de la organización Tigres de ‎Liberación del Eelam Tamil, que ya habían sido vencidos y se habían rendido en 2009. Cuando ‎alguien se niega a mirar de frente la verdad sobre sus propios crímenes, corre el riesgo de ‎provocar otros actos de barbarie creyéndose más civilizado que los demás.‎
En todo caso, los dramas registrados en la RDC y Sri Lanka demuestran que los yihadistas ‎no desaparecerán mientras las potencias occidentales sigan utilizándolos, ahora fuera del Gran ‎Medio Oriente. ‎

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