Cuando
Marx inicia afirmando que las riquezas se nos presentan como un gran
cúmulo de mercancías, no solo dialogaba con el inglés Adam Smith, sino
que mostraba también un camino para acercarse a la tangibilidad de un
concepto, por tanto, a elaborar medida de algo: la riqueza, se expresa
como conjunto de mercancías –en primera instancia, claro.
Del mismo modo, de cualquier proceso -además de una conformación de sus dinámicas internas- puede construirse una aproximación de este a partir de los resultados que le pertenecen, que no son más que la manifestación de dicho proceso. Y no se trata de una mera observación planteada en estas líneas, sino de un hecho perceptible. Así, por solo mencionar, resalta el caso de las referencias al marxismo -a sus prácticas- como portador de Marx, más bien, como si fuesen lo mismo.
La sencilla y casi natural confusión entre ambos, es una constante. Muchos hablan del pensador alemán, pero que tire la primera piedra quien haya leído toda su obra, y aun más, que pueda ofrecer una visión sistémica de esta. No es que no existan tales personas, pero son de los menos, los menos.
Pero eso no es del todo un error. Marx se erige -como señaló Foucault- como un autor. De él derivan interpretaciones que pueden devenir en escuelas. Inevitablemente, se asume qué Marx dijo, cuando en muchos casos, en realidad, de eso, o poco, o nunca dijo. Lo que tenemos, es un marxismo, es decir, un paradigma.
Los paradigmas no tienen que ser fieles en su totalidad al autor que los origina. En su interior no tiene que establecerse una perfecta coherencia lógica entre sus diferentes tendencias, o entre las propias ideas que lo conforman. Los paradigmas, son un conjunto de prácticas teóricas que, en clave gramsciana, no serían otra cosa que un conjunto de hábitos, costumbres y tradiciones –teóricas, en este caso-. En otras palabras, un sentido común –que es a la vez práctica- y que es reproducido y aceptado socialmente. Por tanto, el marxismo, como paradigma, si bien –como señala su nombre- viene del Prometeo de Tréveris, lo que no puede faltar es que este es más bien, que dicho conjunto de hábitos, costumbres y tradiciones construidas alrededor de este autor.
Volviendo a la idea inicial, se le juzga a los paradigmas no solo por su discurso explícito, sino por su práctica -práctica en el sentido llano, o como práctica teórica o en otros sentidos-. Por eso, al marxismo, se le valora de la misma manera. La obra del liberalismo, es lo que han construido los liberales. La obra del marxismo, es la que han construido los marxistas –autodenominados-. Al menos, ese es un esquema que la sociedad reproduce a la hora de enjuiciar.
Desde ahí, también se aporta mucho a la cotidianidad que ayuda a conformar la subjetividad de cada paradigma.
No se lee Principios matemáticos de la filososofía natural, ni los grandes tratados de la Europa continental -ni hacen falta- para comprender o insertarse en el razonamiento que acompaña a la lógica formal. No hay que estudiar a todos los excelsos matemáticas para pensar desde la matemática. No porque lo afirme aquí categóricamente, sino porque es un hecho. Lo que ocurre es que -se haga adhesión o no a un paradigma-, se puede hacer apropiación de este sin recorrerlo entero. Esto, es justo por ser eso -un paradigma-, del cual se hace apropiación del conjunto de prácticas -teóricas o de cualquier tipo- que lo caracterizan. Un ejemplo de esto, puede ser el dogmatismo burocrático. Este, como se mencionó en otro lugar (1), va junto con una serie de rutinas, que no son leídas en un manual o enseñadas explícitamente, sino que en muchas ocasiones la auto-percepción de los cargos burocráticos ha construido un paradigma alrededor de estos, es decir hay todo un conjunto de prácticas alrededor de la burocracia. Como está además, el caso de muy buenos calculistas -matemáticos- con ausencia de estudios de la obra de clásicos que dieron origen a lo que hacen, sin embargo lo que los convierte en matemáticos es la ejecución de una práctica teórica que reproducen que se articula dentro del sistema de estas.
Con todo lo anterior, solo señalo que el paradigma se toma por la rutina teórica, y que como todo auto-movimiento establecido, ya no tiene sus condiciones en el autor(es) que le da origen, sino en su propio desarrollo interno. Lo prueba, el simple hecho de que a pesar de la alusión directa de Marx a su distancia del socialismo como idea, perdura el mito del socialismo como si fuese una teoría elaborada por este (2).
De la misma manera, se puede producir la aproximación al liberalismo, o a cualquier conjunto considerado como un paradigma, siempre que se haga apropiación de estas. Dicha diferenciación entre el autor y paradigma, ayuda a evitar no solo equívocos al dialogar con estos, sino también la propia aproximación, en la que se puede distinguir entre el autor, y todo el camino que se construye a su nombre.
Bibliografía
1. Hayes, Miguel Alejandro. Rutinas artificiales. La Joven Cuba. [En línea] 11 de 06 de 2019. [Citado el: 10 de 07 de 2019.] jovencuba.com/2018/03/09/rutinas-artificiales.
2. —. Marx y el socialismo. La Joven Cuba. [En línea] 09 de 03 de 2018. [Citado el: 10 de 07 de 2019.] jovencuba.com/2018/03/09/marx-y-el-socialismo.
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Del mismo modo, de cualquier proceso -además de una conformación de sus dinámicas internas- puede construirse una aproximación de este a partir de los resultados que le pertenecen, que no son más que la manifestación de dicho proceso. Y no se trata de una mera observación planteada en estas líneas, sino de un hecho perceptible. Así, por solo mencionar, resalta el caso de las referencias al marxismo -a sus prácticas- como portador de Marx, más bien, como si fuesen lo mismo.
La sencilla y casi natural confusión entre ambos, es una constante. Muchos hablan del pensador alemán, pero que tire la primera piedra quien haya leído toda su obra, y aun más, que pueda ofrecer una visión sistémica de esta. No es que no existan tales personas, pero son de los menos, los menos.
Pero eso no es del todo un error. Marx se erige -como señaló Foucault- como un autor. De él derivan interpretaciones que pueden devenir en escuelas. Inevitablemente, se asume qué Marx dijo, cuando en muchos casos, en realidad, de eso, o poco, o nunca dijo. Lo que tenemos, es un marxismo, es decir, un paradigma.
Los paradigmas no tienen que ser fieles en su totalidad al autor que los origina. En su interior no tiene que establecerse una perfecta coherencia lógica entre sus diferentes tendencias, o entre las propias ideas que lo conforman. Los paradigmas, son un conjunto de prácticas teóricas que, en clave gramsciana, no serían otra cosa que un conjunto de hábitos, costumbres y tradiciones –teóricas, en este caso-. En otras palabras, un sentido común –que es a la vez práctica- y que es reproducido y aceptado socialmente. Por tanto, el marxismo, como paradigma, si bien –como señala su nombre- viene del Prometeo de Tréveris, lo que no puede faltar es que este es más bien, que dicho conjunto de hábitos, costumbres y tradiciones construidas alrededor de este autor.
Volviendo a la idea inicial, se le juzga a los paradigmas no solo por su discurso explícito, sino por su práctica -práctica en el sentido llano, o como práctica teórica o en otros sentidos-. Por eso, al marxismo, se le valora de la misma manera. La obra del liberalismo, es lo que han construido los liberales. La obra del marxismo, es la que han construido los marxistas –autodenominados-. Al menos, ese es un esquema que la sociedad reproduce a la hora de enjuiciar.
Desde ahí, también se aporta mucho a la cotidianidad que ayuda a conformar la subjetividad de cada paradigma.
No se lee Principios matemáticos de la filososofía natural, ni los grandes tratados de la Europa continental -ni hacen falta- para comprender o insertarse en el razonamiento que acompaña a la lógica formal. No hay que estudiar a todos los excelsos matemáticas para pensar desde la matemática. No porque lo afirme aquí categóricamente, sino porque es un hecho. Lo que ocurre es que -se haga adhesión o no a un paradigma-, se puede hacer apropiación de este sin recorrerlo entero. Esto, es justo por ser eso -un paradigma-, del cual se hace apropiación del conjunto de prácticas -teóricas o de cualquier tipo- que lo caracterizan. Un ejemplo de esto, puede ser el dogmatismo burocrático. Este, como se mencionó en otro lugar (1), va junto con una serie de rutinas, que no son leídas en un manual o enseñadas explícitamente, sino que en muchas ocasiones la auto-percepción de los cargos burocráticos ha construido un paradigma alrededor de estos, es decir hay todo un conjunto de prácticas alrededor de la burocracia. Como está además, el caso de muy buenos calculistas -matemáticos- con ausencia de estudios de la obra de clásicos que dieron origen a lo que hacen, sin embargo lo que los convierte en matemáticos es la ejecución de una práctica teórica que reproducen que se articula dentro del sistema de estas.
Con todo lo anterior, solo señalo que el paradigma se toma por la rutina teórica, y que como todo auto-movimiento establecido, ya no tiene sus condiciones en el autor(es) que le da origen, sino en su propio desarrollo interno. Lo prueba, el simple hecho de que a pesar de la alusión directa de Marx a su distancia del socialismo como idea, perdura el mito del socialismo como si fuese una teoría elaborada por este (2).
De la misma manera, se puede producir la aproximación al liberalismo, o a cualquier conjunto considerado como un paradigma, siempre que se haga apropiación de estas. Dicha diferenciación entre el autor y paradigma, ayuda a evitar no solo equívocos al dialogar con estos, sino también la propia aproximación, en la que se puede distinguir entre el autor, y todo el camino que se construye a su nombre.
Bibliografía
1. Hayes, Miguel Alejandro. Rutinas artificiales. La Joven Cuba. [En línea] 11 de 06 de 2019. [Citado el: 10 de 07 de 2019.] jovencuba.com/2018/03/09/rutinas-artificiales.
2. —. Marx y el socialismo. La Joven Cuba. [En línea] 09 de 03 de 2018. [Citado el: 10 de 07 de 2019.] jovencuba.com/2018/03/09/marx-y-el-socialismo.
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