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La siniestra artimaña de las farmacéuticas de EEUU para ganar más dinero
Hay enormes organizaciones benéficas en Estados Unidos
que ofrecen costear parte del valor de medicamentos caros para que los
pacientes de las aseguradoras médicas que no pueden pagarlos puedan
acceder a ellos. Lo siniestro es que muchas de esas organizaciones
pertenecen a las compañías farmacéuticas que producen los medicamentos
de alto costo.
En EEUU el precio de un medicamento puede variar enormemente. Los genéricos sin patente suelen tener un costo bajo para las personas que no tienen seguro médico, y ser gratuitos para quienes sí tienen. Pero los precios de los medicamentos nuevos, patentados, pueden llegar a tener diferencias de miles de dólares.
Si un paciente que no tiene seguro desea comprarlo, deberá pagar una fortuna; aquellos que gozan de cobertura tienen otra opción: desembolsar un copago, el resto lo pagará el seguro. Sin embargo, este copago también puede llegar a ser muy caro, y es ahí donde las grandes farmacéuticas han puesto el ojo (y la billetera).
Para que no haya paciente sin medicamento — ni farmacéutica que no venda medicamentos caros — , hace no más de 15 años comenzaron a surgir organizaciones benéficas que financian los copagos. Según la investigación de The Economist, lo paradójico es que pertenecen a las propias farmacéuticas que producen los medicamentos caros.
La mitad de las 20 organizaciones benéficas más grandes del país están afiliadas a compañías farmacéuticas. Además, no ayudan a cualquiera: sólo ofrecen copagos para las recetas de los medicamentos que ellos fabrican.
Otro de los requisitos es no ser rico, aunque generalmente el umbral de ingresos propuesto por las organizaciones es alrededor de cinco veces la línea de pobreza de los hogares.
Tampoco pueden recibirlo quienes se benefician del programa de salud para personas de bajos recursos (Medicaid), y para ancianos (Medicare) por el 'estatuto antisoborno' que, según se explica en el semanario londinense, impide que las empresas privadas induzcan a las personas a utilizar los servicios del gobierno. Esos pacientes pueden aceptar el copago de organizaciones benéficas independientes, como la Patient Advocate Foundation, que invirtió 380 millones de dólares en 2016.
En 2001 solo eran cinco los fabricantes de medicamentos que operaron organizaciones benéficas, gastando 370 millones de dólares. En 2016 esa cifra fue 20 veces más grande: 7.400 millones de dólares que generaron 13 farmacéuticas.
La organización benéfica dirigida por AbbVie, el fabricante de Humira (un inmunosupresor ampliamente utilizado), es la tercera más grande del país. Sus competidores no se quedan atrás. Bristol-Myers Squibb, que produce medicamentos contra el cáncer, es el cuarto más grande. Johnson & Johnson, un conglomerado de salud estadounidense, ocupa el quinto lugar.
Según Ronny Gal, analista de Berstein consultado por The Economist, el copago por el precio de un medicamento generalmente es del 10% del costo que la compañía farmacéutica cobra a las aseguradoras médicas.
Si las empresas decidieran invertir en copagos sólo las ganancias generadas en 2016, podrían obtener 74.000 millones de dólares de ganancia; casi una cuarta parte del gasto total en medicamentos en EEUU.
En 2015 Turing Pharmaceuticals aumentó el precio de Daraprim 50 veces, pero también donó a un fondo para cubrir los copagos para pacientes con toxoplasmosis, que se trata con Daraprim.
Las autoridades estadounidenses están tratando de frenar los efectos que estas organizaciones benéficas pueden tener sobre los precios. En California, en 2017, se aprobó un proyecto de ley que prohíbe a las compañías proporcionar asistencia para copagos en algunas situaciones
En EEUU el precio de un medicamento puede variar enormemente. Los genéricos sin patente suelen tener un costo bajo para las personas que no tienen seguro médico, y ser gratuitos para quienes sí tienen. Pero los precios de los medicamentos nuevos, patentados, pueden llegar a tener diferencias de miles de dólares.
Si un paciente que no tiene seguro desea comprarlo, deberá pagar una fortuna; aquellos que gozan de cobertura tienen otra opción: desembolsar un copago, el resto lo pagará el seguro. Sin embargo, este copago también puede llegar a ser muy caro, y es ahí donde las grandes farmacéuticas han puesto el ojo (y la billetera).
Para que no haya paciente sin medicamento — ni farmacéutica que no venda medicamentos caros — , hace no más de 15 años comenzaron a surgir organizaciones benéficas que financian los copagos. Según la investigación de The Economist, lo paradójico es que pertenecen a las propias farmacéuticas que producen los medicamentos caros.
La mitad de las 20 organizaciones benéficas más grandes del país están afiliadas a compañías farmacéuticas. Además, no ayudan a cualquiera: sólo ofrecen copagos para las recetas de los medicamentos que ellos fabrican.
Otro de los requisitos es no ser rico, aunque generalmente el umbral de ingresos propuesto por las organizaciones es alrededor de cinco veces la línea de pobreza de los hogares.
Tampoco pueden recibirlo quienes se benefician del programa de salud para personas de bajos recursos (Medicaid), y para ancianos (Medicare) por el 'estatuto antisoborno' que, según se explica en el semanario londinense, impide que las empresas privadas induzcan a las personas a utilizar los servicios del gobierno. Esos pacientes pueden aceptar el copago de organizaciones benéficas independientes, como la Patient Advocate Foundation, que invirtió 380 millones de dólares en 2016.
En 2001 solo eran cinco los fabricantes de medicamentos que operaron organizaciones benéficas, gastando 370 millones de dólares. En 2016 esa cifra fue 20 veces más grande: 7.400 millones de dólares que generaron 13 farmacéuticas.
La organización benéfica dirigida por AbbVie, el fabricante de Humira (un inmunosupresor ampliamente utilizado), es la tercera más grande del país. Sus competidores no se quedan atrás. Bristol-Myers Squibb, que produce medicamentos contra el cáncer, es el cuarto más grande. Johnson & Johnson, un conglomerado de salud estadounidense, ocupa el quinto lugar.
Según Ronny Gal, analista de Berstein consultado por The Economist, el copago por el precio de un medicamento generalmente es del 10% del costo que la compañía farmacéutica cobra a las aseguradoras médicas.
Si las empresas decidieran invertir en copagos sólo las ganancias generadas en 2016, podrían obtener 74.000 millones de dólares de ganancia; casi una cuarta parte del gasto total en medicamentos en EEUU.
En 2015 Turing Pharmaceuticals aumentó el precio de Daraprim 50 veces, pero también donó a un fondo para cubrir los copagos para pacientes con toxoplasmosis, que se trata con Daraprim.
Las autoridades estadounidenses están tratando de frenar los efectos que estas organizaciones benéficas pueden tener sobre los precios. En California, en 2017, se aprobó un proyecto de ley que prohíbe a las compañías proporcionar asistencia para copagos en algunas situaciones
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