Benedicto XVI y Norberto, la cruzada perdida contra el matrimonio gay
Escrito por Jenaro Villamil
Una
extraordinaria carta firmada por 250 sacerdotes y líderes religiosos de
distintas denominaciones cristianas en el estado de Illinois fue
publicada este 26 de diciembre por The New York Times. En ella, admiten que “es justo conceder igualdad de oportunidades y responsabilidades” a las parejas del mismo sexo.
La carta ha causado conmoción en El
Vaticano. Apenas unos dos días antes, en su mensaje navideño y a través
de su nueva cuenta de Twitter, el papa Benedicto XVI se colocó el traje
de cruzado posmoderno y llamó a luchar contra el aborto, el matrimonio
gay, la eutanasia y la manipulación genética a las que consideró ni más
ni menos que como “amenazas a la paz mundial”.
¿En qué amenaza a “la paz mundial” que
una mujer decida sobre su propio cuerpo, que dos personas del mismo sexo
decidan contraer matrimonio o que alguien opte por la muerte asistida
como su último y legítimo derecho? Eso nunca lo explicó el alemán
Ratzinger tan dado a los retruécanos filosóficos para justificar
posiciones medievales.
Benedicto
XVI argumentó que el matrimonio gay es un “ataque contra la familia
tradicional” y que “devalúa la dignidad humana”. Ni más ni menos. Según
el ex prefecto de la Santa Congregación para la Fe –el sucedáneo de la
Inquisición- lanzó uno de sus sofismas preferidos:
“Ellos (los gays y lesbianas) niegan su
propia naturaleza y deciden que no se trata de algo que han recibido
sino que ellos han creado por sí mismos”, dijo en un mensaje replicado
por todos los medios de comunicación.
Mientras más perdida está la batalla de
la ortodoxia católica, encabezada por Benedicto XVI, más absurdos
resultan sus mensajes frente a una batalla cultural perdida en pleno
siglo XXI.
En Estados Unidos, en menos de tres
años, la opinión pública dio un vuelco a favor de las uniones del mismo
sexo. The Wall Street Journal publicó los resultados de un sondeo
reciente. El 55 por ciento está a favor del matrimonio de gays y
lesbianas, de los cuales, las mujeres favorecen en una clara mayoría: 57
por ciento, frente al 44 por ciento de los varones.
Este vuelco en la opinión pública
explica la aprobación reciente en 6 estados de la Unión Americana de
legislaciones a favor de los matrimonios del mismo sexo. Dos
congresistas demócratas impulsan –con el apoyo nada velado del
presidente Barack Obama- la posibilidad de que esta legislación sea
federal.
La Derrota de Norberto en México
En México, la nación con más católicos
del mundo hispanohablante, la derrota para El Vaticano también ha sido
clara. El 5 de diciembre la Suprema Corte de Justicia declaró
inconstitucional una fracción del artículo 142 del Código Civil de
Oaxaca que define al matrimonio como una “unión entre hombre y mujer”
cuya finalidad es “la procreación”.
Los ministros del máximo tribunal
mexicano atrajeron tres amparos 457/2012, 567/2012 y 584/2012. Al
abordar este último aprobaron por unanimidad la resolución del ministro
Zaldívar que consideró anticonstitucional la definición del Código Civil
oaxaqueño.
En el fondo, la Suprema Corte abrió las puertas a la posibilidad de legalizar el matrimonio gay en todas las demás entidades.
El cardenal Norberto Rivera decidió
replicar en su mensaje navideño las frases del papa Benedicto XVI para
criticar el matrimonio gay, el aborto y hasta el divorcio. Para Rivera
estos jinetes del Apocalipsis posmoderno vaticano conducen “al camino de
la muerte”.
Así le fue en redes sociales a Rivera.
La mayoría de quienes han criticado estas declaraciones le recuerdan al
cardenal que él no se mostró tan firme en los casos de curas pederastas
que él mismo protegió.
La cruzada de El Vaticano está perdida
en México, en Estados Unidos, en Europa y en la mayoría de los países
latinoamericanos por una realidad imparable: la creciente secularización
de las sociedades y el escándalo imparable de la impunidad de
sacerdotes y jerarcas católicos que lanzan consignas contra gays y
mujeres que deciden abortar, mientras solapan y protegen a curas con
serios problemas de sexualidad criminal.
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