sábado, 29 de diciembre de 2012

El analfabeta político. Participar o no participar: he ahí el dilema / Hugo E. Hernández

El analfabeta político. Participar o no participar: he ahí el dilema / Hugo E. Hernández



Hugo E. Hernández
Twitter: @H7GO
El peor analfabeto es el analfabeto político, no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.” Bertolt Brecht

Esta frase puede resultar muy ilustrativa –aunque agresiva para algunos- de los efectos que en esencia puede causar la pasividad cívica o la indiferencia de algunos sectores de la población, sobre todo en estos tiempos que nos exigen un poco más de aportación en lo que respecta a la esfera pública.

¿Por qué participar? ¿Cómo hacerlo sin “morir” en el intento? ¿Cómo aportar mi granito de arena en medio de tantas otras preocupaciones privadas? Son preguntas que nos hacemos y para las que usualmente tenemos una respuesta negativa, más cuando no existen “incentivos inmediatos” al respecto, también solemos pensar que bien podemos reducir nuestra participación a las elecciones o lo que es peor, dar por sentado que la acción desde cualquier trinchera no tendrá efecto alguno, lo que reduciría mucho la concepción sobre lo humano y sobre lo político.

El hecho de que las posibilidades de acción humana sean infinitas, convierte a sí mismo al hombre en motor de transformación, ya que los grandes cambios del pasado fueron el resultado de la acción del hombre y sus circunstancias –sobre todo aquellas inmediatas- por ello, no es solamente retórico cuando afirmamos que son las acciones locales las de mayor impacto, un ejemplo claro es el sacerdote Alejandro Solalinde cuando decide fundar un albergue para migrantes en un poblado al sur de México (Ixtepec, Oaxaca), así, una acción en apariencia “pequeña” desencadena otras más, no sabemos cómo culminará pero un trabajo local ha hecho converger muchas fuerzas y puso la cuestión del trato a los migrantes en la agenda pública nacional, si bien el camino de proteger migrantes tiene sus riesgos, los habría más de no haber hecho algo.

La cuestión central querido lector reside en el hecho de que como ciudadanos y parte esencial de este país tenemos no sólo el derecho sino la obligación de participar (y no ser sólo espectadores) en aquellos asuntos que directamente nos afectan como la reforma laboral, el régimen de paraestatales, los planes de seguridad pública, la reforma a la educación e incluso mostrar desacuerdos, pues si la democracia no se nutre de la pluralidad, el debate abierto y el reconocimiento de las ideas del “otro” esta no será fecunda, bien sostiene Alain Touraine que “el orden político debe ser producido por la acción humana” y que “la democracia es el reconocimiento del derecho de los individuos y las colectividades a ser los actores de su historia y no solamente a ser liberados de sus cadenas.”

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