El analfabeta político. Participar o no participar: he ahí el dilema / Hugo E. Hernández
Hugo E. Hernández Twitter: @H7GO |
“El peor
analfabeto es el analfabeto político, no oye, no habla, no participa de
los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el
precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de
los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político
es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la
política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el
menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político
corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y
multinacionales.” Bertolt Brecht
Esta frase puede resultar muy ilustrativa –aunque agresiva para algunos- de los efectos que en esencia puede causar la pasividad
cívica o la indiferencia de algunos sectores de la población, sobre
todo en estos tiempos que nos exigen un poco más de aportación en lo que
respecta a la esfera pública.
¿Por qué
participar? ¿Cómo hacerlo sin “morir” en el intento? ¿Cómo aportar mi
granito de arena en medio de tantas otras preocupaciones privadas? Son
preguntas que nos hacemos y para las que usualmente tenemos una
respuesta negativa, más cuando no existen “incentivos inmediatos” al
respecto, también solemos pensar que bien podemos reducir nuestra
participación a las elecciones o lo que es peor, dar por sentado que la
acción desde cualquier trinchera no tendrá efecto alguno, lo que
reduciría mucho la concepción sobre lo humano y sobre lo político.
El hecho de que
las posibilidades de acción humana sean infinitas, convierte a sí mismo
al hombre en motor de transformación, ya que los grandes cambios del
pasado fueron el resultado de la acción del hombre y sus circunstancias
–sobre todo aquellas inmediatas- por ello, no es solamente retórico
cuando afirmamos que son las acciones locales las de mayor impacto, un
ejemplo claro es el sacerdote Alejandro Solalinde cuando decide fundar
un albergue para migrantes en un poblado al sur de México (Ixtepec,
Oaxaca), así, una acción en apariencia “pequeña” desencadena otras más,
no sabemos cómo culminará pero un trabajo local ha hecho converger
muchas fuerzas y puso la cuestión del trato a los migrantes en la agenda
pública nacional, si bien el camino de proteger migrantes tiene sus
riesgos, los habría más de no haber hecho algo.
La cuestión
central querido lector reside en el hecho de que como ciudadanos y parte
esencial de este país tenemos no sólo el derecho sino la obligación de
participar (y no ser sólo espectadores) en aquellos asuntos que
directamente nos afectan como la reforma laboral, el régimen de
paraestatales, los planes de seguridad pública, la reforma a la
educación e incluso mostrar desacuerdos, pues si la democracia no se
nutre de la pluralidad, el debate abierto y el reconocimiento de las
ideas del “otro” esta no será fecunda, bien sostiene Alain Touraine que “el orden político debe ser producido por la acción humana” y que “la
democracia es el reconocimiento del derecho de los individuos y las
colectividades a ser los actores de su historia y no solamente a ser
liberados de sus cadenas.”
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