¿Quiénes verdaderamente saben lo que pasa?
LA JORNADA
Gonzalo Martínez Corbalá
D
icen los analistas de
la historia que las acciones ejecutadas por los jefes de Estado o los
líderes y dirigentes son diariamente las que dan materia informativa a
los medios, desde el tradicional periódico en papel hasta los más
sofisticados medios electrónicos que no están verdaderamente al alcance
de las masas populares, aun cuando así se les denomine, por su extensión
inigualable, y porque cubren hechos que, si pudieran ser leídos por
todo el mundo, sin el ánimo de parecer pretenciosos, constituirían un
verdadero corte diacrónico, en tiempo real, que pondría al alcance de
todos los habitantes del planeta, que usaran para darse a entender un
idioma cualquiera, que pudiera serlo, realmente, con capacidad de
comunicar ideas, situaciones, o simplemente describir estructuralmente,
con signos de validez universal, todo lo que realmente constituye un
universo completo, que se va conociendo de él progresivamente, mediante
la superposición de imágenes, que no expresan cabalmente todo lo que
contiene un corte infinitamente delgado, de tal manera que cuando se
integra en proporciones un verdadero bloque informativo, todo lo que
contiene, lo que lo integra en dimensiones perceptibles, ya está en otro
tiempo, que no es el tiempo real, sino que es un bloque estático para
todo efecto práctico, que pone a nuestro alcance lo que ya no está
representando nada que exista en tiempo real, y, sobre todo, que
dimensionalmente corresponda al mundo imaginario que uno cree verdadero y
coexistente.
Bien podría interpretarse este retraso vital como realmente
coexistente, cuando lo que sabemos del mundo, y que determina por cierto
el alcance real, nos ubica en un universo de determinadas dimensiones,
que pudo haber sido una parte de nuestra realidad, pero que lo único que
logra es dar vida a un mundo más grande o más chico que el que nunca
conoceremos, fuera de los periódicos, los medios electrónicos, o bien
lisa y llanamente, de las páginas de gran precisión actualmente, pero
que cuando las vimos y las consideramos como retratos exactos
correspondientes a un mundo que realmente no existió, en el mundo
verdadero, en el tiempo en el que de alguna manera tomamos conciencia de
él, en el mismo tiempo, en el que se dio y que fue para toda la
humanidad de tal manera fugaz, que únicamente quienes como Einstein y
quienes han podido tener el privilegio de conocer, en tiempo real, la
verdadera fisonomía del mundo, mediante la aplicación de la teoría de la
relatividad, en tales proporciones, que han sido muy pocos seres
humanos que la han tenido a su alcance, y es tan difícil de entender y
aceptar, que es mucho más lo que se ignora de ese mundo verdadero que lo
que se sabe de él. Desde la prehistoria, pasando por la edad antigua,
la Edad Media, los siglos XV, XVI, XVII, para llegar a la edad moderna y
después desembocar a la edad contemporánea, y de los siglos XIX, XX y
XXI, para quienes lleguen de esta manera al siglo XXII.De esta manera, nuestro universo se ha ido agrandando, sin que por ello hubiera ganado precisión y amplitud. Más bien se ha ido poniendo una distribución histórica que ha hecho realidad un sistema estructural, cuya coincidencia con la diacronía universal, abriendo posibilidades para que en un futuro ya no muy lejano quienes participan en esta sistematización de la historia les permitirá tomar parte activa en la reducción del tiempo real que ahora nos separa del conocimiento más exacto del mundo que conoceremos en su totalidad y en tiempo real.
Parece ser que nos acercamos ya a la ampliación exacta del universo en el que vivimos. Nos conoceremos mejor, y podremos hacer posible la paz universal. Todo por la vía de la ciencia creada, por unos cuantos cerebros privilegiados. Sería la primera vez en tantos milenios, que la ciencia habría aportado a todo el universo una posibilidad de resolver a base de ayudarse a vivir, y no a matarnos unos a los otros para conseguirlo.
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