Sobre el impuesto a la actividad minera
De
la riqueza que por décadas fue extraída del distrito Pachuca-Real del
Monte, poco recibió la población excepto sus bajos salarios
Después
de siglos de explotación minera sin que hubiera beneficio para los
lugares donde por años se extrajo material del subsuelo, el viernes los
diputados federales aprobaron reformas a las leyes mineras que son
trascendentes para entidades que hoy siguen dando riqueza a la nación.
Son los casos de Hidalgo, Zacatecas,
Chihuahua, Coahuila, San Luis Potosí y Durango, estados cuyo sector de
extracción de minerales sigue siendo importante.
Quien ha vivido en alguna comarca minera
sabe que la reforma que permitirá a la federación obtener 5% de las
ganancias derivadas de la extracción minera es un acto de justicia que
llega con siglos de tardanza pero que no por ello deja de ser
importante.
El pago, que será una contraprestación
por el aprovechamiento de la extracción de sustancias minerales y que
pretende beneficiar a estados y municipios en cuyo territorio esté
establecida una compañía minera, abre la posibilidad de resarcir los
daños que deja esa actividad.
Pachuca, por ejemplo, durante siglos fue
una ciudad cuyas entrañas fueron explotadas hasta agotarlas. El
resultado de la actividad hoy es un lastre para la capital del estado de
Hidalgo que no obtuvo beneficio alguno de las toneladas de plata y
otros metales que durante décadas fueron extraídas de minas que
actualmente se encuentran en el abandono.
Contrario a recibir algún beneficio,
Pachuca es hoy una ciudad que, al menos en los barrios que rodean a su
centro histórico, vive en constante riesgo porque nadie sabe por dónde
cruzan los miles de túneles que los mineros excavaron.
Ya han ocurrido hundimientos en los
viejos barrios, donde familias han tenido que ser reubicadas por el
riesgo de vivir en un suelo inestable que en cualquier momento puede
desaparecer.
También en Pachuca millones de toneladas
de residuos derivados del proceso de extracción de metales hoy son un
obstáculo para el desarrollo urbano de la ciudad, pues fueron acumulados
en lugares que hoy se encuentran en medio de la mancha urbana y que
representan un riesgo para la salud de los vecinos.
El polvo fino que se acumuló durante
años hasta formar montañas artificiales conocidas como jales daña
silenciosa y lentamente los pulmones de los pachuqueños dadas las
frecuentes tolvaneras en la ciudad.
Además, cuando las minas comenzaron a
agotarse, el cambio de vocación de la ciudad provocó que su economía
decayera y con ella la de sus habitantes. Pachuca entró en decadencia y,
de ser de las ciudades más pobladas de México al inicio del siglo XX,
se convirtió incluso en expulsora de población.
De la riqueza que por décadas fue
extraída del distrito Pachuca-Real del Monte, poco recibió la población
excepto sus bajos salarios. La ciudad, por su parte, sólo fue testigo de
la riqueza que circuló por sus calles y que nunca fue utilizada para
embellecerla.
Hoy con la contraprestación que deberán
pagar las empresas mineras se abre una ventana que podría retribuir a
las ciudades mineras algo de la riqueza que han aportado a la nación.
Sólo falta que los recursos sean bien administrados y que efectivamente
sean invertidos para mejorar el entorno urbano de las ciudades y
poblaciones mineras.
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