La democratización de EEUU en Siria como vía a una dictadura
© Collage: La Voz de Rusia
Los
estadounidenses se preparan para ataques masivos de misiles contra
instalaciones del régimen de Asad en Siria. Según fuentes de The Los Angeles Times,
el Pentágono planea ahora recurrir también a bombarderos de la Fuerza
Aérea. Una fuente del periódico del Pentágono explicaba que la operación
de este “no influirá en la actual situación militar en Siria, y que la
guerra que libran los sirios podría prolongarse unos dos años más”.
Este
hecho no es novedad alguna para los expertos que se preguntan: ¿Qué
necesidad hay entonces de esta operación? Hace tiempo estaba claro que
un ataque limitado es poco eficaz, si se tiene en cuenta la tarea de
“poner de rodillas” a Bashar Asad. Su régimen se mantiene bastante firme
y, “castigos” de esta naturaleza solo servirán para enfurecerlo más.
Una operación terrestre podría dar un vuelco a la situación, pero lo más
probable es que el Congreso no dé el visto bueno a Obama para su
realización. Además el presidente difícilmente optará por el envío de
sus hombres a Siria. La tarea no es nada sencilla porque, como se dice,
“si vas a por lana puedes salir trasquilado”. Y no todos son capaces de
salir bien parados.
Pero,
lo más probable es que EEUU logró ya lo que quería, a saber, que Siria
no vuelva ya al estado de antes de la guerra. Aunque Asad retenga sus
posiciones, aunque su régimen se mantenga en pie, no será fácil
restablecer en el país la paz civil. Lo más probable es que Siria se
sumerja en el caos y la anarquía. Y entonces, las cosas irán de mal en
peor. El país está amenazado, en realidad, por la libanización, e
incluso, la somalización. Los Tomahawk estadounidenses calcinarán el
paisaje político-social de Siria y, el siniestro estallado acabará con
toda la región. Serguéi Serióguichev, experto del Instituto del Oriente
Próximo, opina al respecto:
—En
lo que respecta al paisaje, es el de una aldea semidestruida. En este
momento tenemos a Egipto al borde de una guerra civil. Siria está
prácticamente en ruinas. Las partes contenciosas combaten por ellas.
Los
norteamericanos actúan como típicos egoístas. Tienen intereses
nacionales propios, los que cambian periódicamente. En una etapa
determinada era conveniente para ellos respaldar al clan de los Asad.
Pero, esos motivos cambiaron ahora bruscamente. Según una versión, a los
estadounidenses conviene el conflicto en el Oriente Próximo debido a
que con él pueden amasar fortunas su complejo militar industrial y sus
aliados de la región, léase las monarquías árabes. Los
norteamericanos son rehenes de su ideología, que se asienta en el
principio de la universalidad de los valores de la democracia.
Consideran que su experiencia democrática, aparte de ser excepcional,
puede ser exitosamente propagada a todas las regiones del mundo,
incluido en Oriente Próximo.
Pero,
al actuar en defensa de las ideas de la democracia se equivocan sus
“adjudicatarios”. Pues eligen a los más furibundos combatientes de
Washington. En la década de los 80 del siglo pasado, una situación
análoga se dio en Afganistán. Los norteamericanos contrataron para el
trabajo, financiado con dinero saudita, a islamistas. Los
estadounidenses piensan que estos últimos tendrán trabajo para largo en
Siria, tiempo que los dejarán en paz.
Pero
no tienen en cuenta que una parte de los islamistas, después de la
guerra en Siria, se dispersará por otros puntos candentes. Y a
propósito, de todos los problemas de Siria después de Asad, los
islamistas van a culpar exclusivamente a los norteamericanos. Lo mismo
ocurrió en Libia y en otros países de Oriente Próximo. A los
estadounidenses no enseñó nada tampoco la experiencia de la revolución
iraní de 1978.
Si
van a seguir obrando como hasta ahora, en lugar de Oriente Próximo
tendremos allí toda una zona de acciones bélicas. Y con ello, un
orificio negro en el presupuesto de la ONU: los refugiados, el
terrorismo serán solo la parte visible del iceberg.
La
crueldad de los rebeldes sirios ha puesto, naturalmente, a Occidente,
en un atolladero. El periódico The New York Times dispone de un vídeo
que muestra el momento de la ejecución de siete soldados sirios
prisioneros. El cabecilla de los insurgentes pronuncia unas breves
palabras, citando el Corán, y a continuación dispara en la nuca del
primer prisionero. “Sus hombres siguieron su ejemplo y, sin pausa
alguna, ejecutaron a todos los que tenían a sus pies”, se lee en el
artículo. The New York Times concluye que “los ataques bélicos de EEUU
pueden, sin proponérselo, robustecer el poderío de los extremistas y de
los sujetos criminales”.
Estas
no son, por cierto, las personas con quienes los norteamericanos
quisieran edificar la democracia. Además de que los islamistas no sueñan
tampoco con vivir según el modelo estadounidense. A ellos les atrae la
idea del califato mundial, en el que no hay lugar para los valores
democráticos ni para la civilización occidental como tal. Es
sorprendente como los norteamericanos no pueden entender algo tan
elemental. Serguéi Serióguichev lo expone así:
—Ellos
tienen especialistas excelentes en Oriente Próximo y Medio. Pero sus
conclusiones son empleadas muy unilateralmente. Un senador
estadounidense de a pie no tiene la menor idea lo que es Oriente
Próximo. En el mejor de los casos estuvo allí en visita oficial, y en el
peor, lo vio por televisión. Considera que no tiene gran sentido
entender los matices, la mentalidad y la cultura de esa región, cuando
EEUU dispone de Tomahawk. Y ya que la democracia es universal, ella debe
operar en todas partes. Y si no funciona, significa simplemente que
faltó matar a alguien más y a otro no lo patrocinaron debidamente.
Los
norteamericanos no ven problemas en ninguna parte: solo ven tareas. Por
una parte, eso es correcto. Por la otra, un error garrafal. Estiman que
van a instaurar una democracia en Siria. Es cierto que con Egipto no
resultó, en Libia, algo falló, en Iraq, fallo algo también, y en
Afganistán pasó lo mismo. Siguen sin entender que el error estriba en su
ideología misma.
El
fenómeno de la democracia estadounidense no es universal. Es
excepcional. Ellos tuvieron suerte de haber forjado tal cultura. Pero,
en ninguna otra parte se dieron tales condiciones, y ni hablar ya de
Oriente Próximo, porque allí es todo muy distinto. Y los norteamericanos
no entienden eso. Y una vez desplomen Siria, lo más probable es que se
ocupen de Irán. EEUU se pondrá de acuerdo con ellos solo en un caso: si
Irán logra crear la bomba atómica. Pero, si no tienes la bomba atómica,
estás perdido: puedes considerarte ya cadáver político. Como Muamar
Gadafi: espera sentado cuando vengan a pegarte un balazo.
En
efecto, el cambio de régimen en Siria conduce a un debilitamiento de
Irán en la región, el que se verá poco menos que en aislamiento
completo. Pero, esto no debe alegrar a los estadounidenses, debido a que
el equilibrio de fuerzas en el Oriente Próximo se verá alterado.
Es
más, un cambio de régimen en Siria no alterará los elementos
fundamentales del conflicto de Israel con sus vecinos, a saber, el deseo
de un Estado palestino eficaz, y una cuestión más fundamental que está
en su base y, que concierne al reconocimiento de la existencia de
Israel. A pesar de todo, Asad fue siempre previsible para Israel.
Conocía los límites y convenía con ellos. Después de Asad no habrá ya
tales límites y los israelíes deberán estar preparados para todo.
En general, a juicio de los expertos del periódico Corriere della Sera,
el intento de implantar la democracia en las condiciones de las
actuales realidades del mundo musulmán abre el camino al poder a los
“hitleres musulmanes”. Es posible que esto suene muy fuerte. Pero, sin
duda que algo de verdad hay en ello. Gumer Isaiev, jefe del Centro de
San Petersburgo de estudios de Oriente Próximo contemporánea piensa así:
—Está
en marcha una reconfiguración del Oriente Próximo. Los cambios son
inevitables. Pero, la intromisión externa genera un sinnúmero de
problemas adicionales. El panorama está cambiando realmente. Pero, yo no
hablaría de nuevos Hitler. Lo más probable es que el peligro mayor lo
revistan el caos y la inestabilidad originada por el cambio de
paradigmas. Ello porque los regímenes que gobiernan por décadas son ya
incapaces de enfrentar los desafíos del presente.
Es
indispensable reformar estos regímenes, pero no derrocarlos, debido a
que en las condiciones de caos no resultará nada bueno. Pues, no vemos a
nuevos líderes, a nuevas fuerzas que puedan tomar seguras el poder en
sus manos y ser garantes de la nueva estabilidad.
El
conocido político alemán Joschka Fischer, quien fungiera de titular de
Exteriores y de vicecanciller de Alemania, de 1998 a 2005, indicaba
cierta vez que el régimen de Asad no será desplazado por la democracia
con la supremacía del orden público. Muy por el contrario, la nueva era
será mucho más desordenada y cruel. Serguéi Serióguichev, experto del
Instituto del Oriente Próximo piensa así al respecto:
—Si
alguien releva a Asad, ¿qué tratará que hacer? En primer lugar tendrá
que restablecer el control del país. Ello entraña una guerra civil por
unos cuantos años, en el mejor de los casos. Y quizás una década.
Para
ello tendrá que presentar una imagen doble:para el exterior, como un
presidente demócrata; y dentro del país, un dictador implacable. De otra
manera es imposible. Habrá medidas populistas y medidas radicales.
Pero, al mismo tiempo, rebasarán los marcos de las posibilidades
planteadas por la situación. Los recursos que dispondrá el futuro líder
sirio serán inconmensurablemente menores que los que tiene actualmente
Asad. Y será tomado como una de las tantas marionetas de Washington.
Nuevo
régimen, viejo régimen, ya no tiene importancia. Oriente Próximo ha
entrado ya por largo tiempo en una zona de transformación. Lo más
probable es que, si no cambia radicalmente la cultura, la mentalidad de
la mayoría de la población, dentro de veinte a treinta años no
encontremos allí a nuevas familias gobernantes que entregan el poder en
herencia, de padres a hijos, de tíos a sobrinos, con vitrinas de
democracia y manos limpias, pero con los horrores vivos en las celdas de
los servicios de seguridad nacionales. Y todos estarán contentos.
Porque esta razón es mejor que la situación en la que no sabes si
llegarás hoy día o no a tu casa. La democracia puede surgir allí en un solo caso: si la gente misma la desea.
La
opinión pública mundial no ha recibido una respuesta inteligible a la
pregunta sobre lo que desea lograr Obama con su intervención en Siria.
Da la impresión de que solo está empeñado en conservar su imagen. Aunque
la cordura sugiere que la forma más acertada de consolidar la
reputación de un presidente que termina una guerra sería el rechazo a
comenzar una nueva.
sb/as/sm
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
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