El conflicto Israel-Palestina, la Matrix y la propaganda personalizada en redes sociales
Si queremos convertirnos en ciudadanos informados, es necesario dar espacio al disenso y buscar activamente opiniones contrapuestas a las nuestras; de otro modo, somos parte de la horda (que puede ser de derechas o de izquierdas)
Por: Javier Raya -
En el mejor de los mundos posibles, la
información nos ayuda a tener una mejor opinión acerca del mundo y a
tomar mejores decisiones en nuestro actuar. Aunque el conflicto
Israel-Palestina genera desde hace medio siglo más información de la que
el público puede procesar, la polarización de los intereses y la toma
de partido político, económico y moral (además de militar) de las
facciones enfrentadas genera también un subproducto negativo en la red:
la desinformación.
Como si viviéramos en la Matrix, nuestro
entorno actual de redes sociales no está diseñado para informarnos sino
para reforzar nuestras creencias, sean cuales sean. Se trata de un
simple mecanismo de mercado: darle al consumidor más de lo que ha
consumido en el pasado. O, dicho de otro modo, construir alrededor de
los consumidores una burbuja informativa que se confunda en todos sus
rasgos con el mundo, un mundo en donde el usuario (antes llamado cliente) siempre tiene la razón.
Consciente de este peligro, el ingeniero
Gilad Lotan (el genio de la data detrás de compañías como SocialFlow y
bitly) ha creado una gráfica del tráfico de Twitter después del bombardeo de una escuela de Naciones Unidas en Bait Hanoun la semana pasada.
Para un análisis pormenorizado de la gráfica y para verla a tamaño completo, da click aquí.
La isla de las opiniones
Mientras más grande es el nodo en la
gráfica mayor es su número de seguidores, y mientras más cerca esté un
nodo de otro más conexiones comparten. La diferencia de colores
representa comunidades ideológicas contrapuestas, y los nodos del mismo
color están más interconectados.
Además de un increíble ejercicio de
organización, la gráfica nos revela un padecimiento actual de la
democracia: nuestras versiones del mundo están altamente separadas de la
otredad radical, lo que da a cada uno la idea de que tiene la razón
pues su red de contactos, así como los medios informativos que sigue, lo
persuaden de tenerla.
A la derecha de la gráfica tenemos a los
grupos activistas pro-palestinos (en verde), además de medios y
periodistas (en gris). Para Lotan, “las ramificaciones grises de
blogueros, periodistas y entidades mediáticas internacionales están
mucho más cercanas al grupo de activistas pro-palestinos, lo que
significa que es mucho más probable que la información fluya entre
estos”, agregando que “esta característica estructural de la gráfica
refuerza el sentimiento general de Israel con respecto a los sesgos de
medios internacionales”.
En el lado izquierdo están los grupos y
personalidades a favor de Israel (azul claro), así como los grupos
conservadores de sus aliados en Estados Unidos, incluyendo al Tea Party
(azul oscuro).
Lotan se apresura a aclarar que la
gráfica no sirve para decir quién tiene la razón o prejuzgar el
profesionalismo de ningún medio, sino simplemente para mostrar que “los
usuarios realizan elecciones deliberadas sobre aquello que desean
amplificar. Esta es una representación de sus valores y de los valores
de sus conexiones. Los mensajes de un lado de la gráfica nunca llegarán
al otro extremo de ella”.
Este punto es especialmente preocupante,
pues si una sociedad democrática está basada en el intercambio de ideas
contrapuestas, nuestro ecosistema informativo (con su supuesta
democratización de información y libertad de opinión) está haciendo
justo lo contrario: Facebook, Twitter y otros servicios sólo reforzarán
las ideas de las que ya estamos previamente convencidos, evitando el
disenso y el punto de vista de la otredad radical. En otras palabras,
nunca conoceremos (al menos en las redes sociales, a menos que lo
busquemos activamente) el punto de vista que no tiene nada en común con
el nuestro.
El famoso “punto medio”
Sin embargo, una excepción interesante en la gráfica es la del periódico israelí Haaretz,
que se encuentra justamente en medio de ambos polos, sirviendo como un
puente: aunque ha sido descrito como una versión izquierdista del New York Times, Haaretz es suficientemente incluyente como para que tanto los partidarios de Palestina como de Israel lo utilicen como referente.
Este ejercicio gráfico nos demuestra,
además, que una misma noticia no tiene el mismo impacto (en este caso)
para los partidarios de las facciones en conflicto; según Lotan:
Si estás a favor de
Israel, seguramente verás videos de cohetes disparados por Hamas cerca
del Hospital Shifa. De manera alternativa, si eres pro-palestino,
podrías encontrarte siguiendo los reportes del supuesto francotirador de
las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) que admitió (en Instagram) haber
asesinado a 13 niños de Gaza. Los israelíes y sus partidarios tienen
más probabilidad de ver videos de las IDF –como ese donde detallan las
armas y túneles que hallaron dentro de mezquitas— pasando por sus redes
sociales, mientras que los grupos palestinos tienen más probabilidad de
compartir imágenes que muestran la pura y simple destrucción provocada
por las fuerzas del IDF en las mezquitas de Gaza. Un lado ve videos de
cohetes interceptados en los cielos de Tel-Aviv, y el otro ve los
estragos letales de ataques de misiles en vecindarios de Gaza.
Por el lado de quienes crean
herramientas para compartir información (como Lotan), mientras mejor
logren captar los intereses y preferencias de los usuarios mayor
precisión lograrán para proporcionarles contenido hecho a la medida de
su gusto. Sin embargo, el peligro de captar la atención de los usuarios
–en tanto consumidores de información en redes sociales— es que dejamos
de lado la otredad, el disenso y todo aquello que nutriría una
democracia informada.
Algo que me llamó la atención de la
gráfica es que la guerra no es el único punto en común entre las
facciones en conflicto: en un sentido espiritual, los hashtags
#PrayForGaza y #PrayForIsrael están muy cerca, justo debajo de “war”.
Tal vez la fe y la oración (al menos como motivo semántico) sean algo
que une a los adversarios y a sus partidarios.
Lotan sugiere que “en cierto modo,
estamos construyendo dispositivos de propaganda personalizada que
alimentan a los usuarios con contenido que los hace sentir bien y deja
fuera los fragmentos incómodos”.
Desconectarse de la Matrix implica no
solamente entender que ninguna persona es una isla, como decía
Hemingway, y que los que piensan como nosotros no son los únicos que
tienen derecho a expresar su opinión. “Una democracia sana depende de un
ecosistema sano de redes sociales”, concluye Lotan, mientras realiza
una incómoda y pertinente pregunta: “Como constructores de estos
espacios interconectados en línea, ¿cómo podemos asegurarnos de
optimizar no sólo el tráfico y la interacción, sino también un público
informado?”.
En ese sentido, un “público informado”
no es solamente aquel que refuerza sus propias convicciones a través de
medios informativos, sino aquel que busca por sí mismo opciones
divergentes e incluso contrapuestas a su propia opinión. Para bien o
para mal, ninguna línea editorial puede hacer ese trabajo por sus
lectores o su audiencia: es responsabilidad de cada uno de nosotros
dejar de ser consumidores de información y transformarnos en ciudadanos
informados de nuestro mundo –mundo que, finalmente, compartimos con
millones de personas que no piensan como nosotros.
Twitter del autor: @javier_raya
No hay comentarios.:
Publicar un comentario