Tres fotografías de noviembre: “se solicita sangre tipo Zapata”
Por: Raúl Linares /
21 noviembre, 2014
(21 de noviembre, 2014).- Amaneció
nublado en la Ciudad de México pero el frio de la tarde no apagó los
fuegos internos de miles de ciudadanos. ¿Por qué habría de hacerlo? Esos
fuegos se fueron cocinando por más de una década, pero finalmente
estallaron con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa el
pasado 26 de septiembre. Así que miles de jóvenes, ancianos, mujeres y
niños salieron a las calles a manifestar su repudio de manera
“pacífica”.
¿Pacífica?
¿Pacífica?
No. En realidad la movilización no fue
pacífica. La mayoría lo hicieron armados de pancartas garabateadas con
fuerte ironía, sarcasmo; con ellas se vengaron de una clase política que
se tambalea, engaña y amenaza desde el teatro de la “república”.
Luego la multitud iracunda, que plantea
“desestabilizar el gobierno”, mató y degolló al presidente entre signos
que giran y vibran. Por ejemplo, en una manta un joven arremetía:
“Quiero irme a Narnia, prefiero que me gobierno un león a un pinche pendejo.” Si bien es cierto que el “pinche pendejo” no estuvo entre la gente –“el miedo no anda en burro”– sí lo hizo en la demanda ciudadana que reclamó: “muera del mal gobierno”.
“Quiero irme a Narnia, prefiero que me gobierno un león a un pinche pendejo.” Si bien es cierto que el “pinche pendejo” no estuvo entre la gente –“el miedo no anda en burro”– sí lo hizo en la demanda ciudadana que reclamó: “muera del mal gobierno”.
‒Muera ‒la muchedumbre respondió.
¿Qué más? ¿Otra prueba del parricidio?
Una señora gordita, entrada en la cincuenta, aderezó el festín al decir
sin pelos en la lengua: “perdónenos las putas, pero ¿quién los manda a
tener a ese pinche hijo”. A la escena la complementaba un retrato de
Enrique Peña Nieto quien, por si fuera poco, se le sustituyó su
legendario copete, con una vainica repleta de mierda. Decenas. Cientos.
Miles.
Todos deseaban lo mismo: desaparecer al presidente.
***
Uno de esos puntos de reunión para pedir
la renuncia de Peña Nieto –hubieron dos más–, partió el Monumento a la
Revolución. A dicho lugar de encuentro se le nombró literalmente Julio
César Mondragón, un joven que fue desollado por policías de la ciudad de
Iguala, Guerrero, el pasado 26 y madrugada del 27 de septiembre. Esa
noche en la que los demonios se soltaron y mataron, torturaron y
mutilaron a los jóvenes estudiantes de la normal “Raúl Isidro Burgos”.
¿Y qué tendría que ver esto con la Revolución?
20 de noviembre: la fecha podría parecer
acaso una obsesión, pero esa tarde, la de ayer, reveló un nuevo rostro
para el aniversario.
Mientras en el pasado, dicha fecha se
sumaba a las liturgias presidenciales y a la manutención del status quo
del régimen posrevolucionario, representado por obviamente por el PRI,
ayer apenas sumó un deseo de revivir la “guerra de clases” como un acto
fantasmal, una evocación de justicia, una “autentica rebelión”. “Se
solicita sangre tipo Zapata”, rezaba una pequeña cartulina pintada con
crayola, pero cargada con garbo y orgullo.
Al lado del joven que la sostenía, en
medio de la “Plaza de la República”, un hombre vestido de Emiliano
Zapata se acomodaba los bigotes y empuñaba un revolver de juguete.
“Esos del PRI no nos representan”. “Fuera”. “Fuera”.
“Esos del PRI no nos representan”. “Fuera”. “Fuera”.
‒Derroquemos al pinche fascismo– aclamaba la chaviza.
Así, viendo, a lo lejos, el Zapata de
bisutería asentía. Blandía el cañón de su pistola cargadas con salvas de
recreo, se “enclasaba”, orgulloso estaba, envuelto en tremendo disfraz.
El traje de charro brillaba por instantes. ¿Qué habría de hacer más
interesante a la escena? Eran los flashes de las cámaras que rebotaban
contra la botonadura artificial.
Todos querían tomarse la foto del recuerdo.
Todos querían tomarse la foto del recuerdo.
Sonríe a la cámara.
En estos días de incertidumbre, es
verdad, se desea un cambio. Un cambio social radical. Pero si no lo hay,
por lo menos habría que evocarlo de forma instantánea, memorable. En
Facebook varias decenas ya tienen su foto del recuerdo.
***
Al punto de las 4 de la tarde, los
contingentes de estudiantes se fueron acomodando en esa plancha que
nunca lució completamente llena. No hay por qué mentir. Mientras la
caminata se convocó a partir de las 6, la gente no se dejó aglomerarse
en un mismo espacio. Ayer decenas de ciudadanos llegaron temprano.
El deseo de arribar a la plancha del
zócalo, el ansia con la cuenta del 1 al 43, convocó a miles a salir
disparatados hacia esa fiesta que no clama desahogo, sino justicia.
Doña Paty fue una de ellas. Perteneciente al Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM), fue de las primeras en correr con su hija para alcanzar avenida Reforma.
Doña Paty fue una de ellas. Perteneciente al Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM), fue de las primeras en correr con su hija para alcanzar avenida Reforma.
‒¿Para qué esperar a los compañeros si quién sabe a qué hora lleguen? Vámonos…
Otra vez la sinceridad. Los compañeros
del equipo de Revolución Trespuntocero y yo nos contagiamos con su
ánimo. Primero enfilamos por Reforma. Tomamos la avenida Juárez, a esa
hora atestada de gente, con rostros jóvenes, algunas miradas
emocionadas. Luego seguimos a la multitud en medio de mares de personas
que se encontraban en Eje Central.
Entramos a Cinco de Mayo.
Entramos a Cinco de Mayo.
‒Chinga de noche… chinga de día… hay como chinga la burguesía.
‒El que no brinque es Peña…
‒De norte a sur, de este a oeste… ganaremos esta lucha: cueste lo que cueste.
Pletórico de ruido, el “desmán”,
paradójicamente, esa reminiscencia al desorden, llamaba a la “no
violencia”. Cuatro jóvenes con los rostros encapuchados, armados
únicamente con sus manos, quitaban las vallas que impedían acceder al
zócalo capitalino por la calle de Madero. Una valla humana, impidió que
se desahogara el congestionamiento humano sobre esa nueva ruta.
La masa, pese al “encabronamiento”, llamaba “a no caer en la provocación”. Básicamente nunca lo hizo.
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