“Plan cicatriz Ayotzinapa”, artículo de Lydia Cacho
Comienza la segunda parte
de la Operación Cicatriz Ayotzinapa; consiste primordialmente en
convencer a propietarios de los medios...
Plan Cicatriz Ayotzinapa
Por Lydia Cacho
Desde
hace algunas semanas han comenzado a circular las opiniones sobre
Ayotzinapa de algunos de los más adinerados empresarios mexicanos. Todas
coinciden con una versión “Estudiaban para guerrilleros, se ganaron la muerte por revoltosos; quienes han exagerado la dimensión del caso lo hacen persiguiendo intereses ajenos a la vida de los 43 jóvenes”.
Como siempre en la pirámide del poder la
información producida por agentes del Estado cae, a manera de cascada,
desde la cima hacia abajo. Ahora, a cuatro meses de las balaceras y la
desaparición, comienza la segunda parte de la Operación Cicatriz
Ayotzinapa; consiste primordialmente en convencer a propietarios de los
medios de mayor circulación de sacar del espectro el tema, diluirlo,
desacreditar la calidad moral de los jóvenes, mientras a la vez circulan
la opinión de los que manejan el dinero que son también quienes pagan
la publicidad a los tribunales mediáticos, esos que establecen o ignoran
los temas socialmente importantes de acuerdo a criterios empresariales.
Para nadie medianamente enterado es una sorpresa que se intente instaurar la normalización de la desaparición forzada de los estudiantes,
bajo la premisa de que eran ciudadanos “difíciles” no deseables,
“potenciales guerrilleros” ya hay periodistas que les han llamado
despectivamente “los pelones”.
Ayotzinapa están en territorio
guerrillero, aquél que dio vida al famoso Lucio Cabañas Comandante de la
Brigada Campesina de Ajusticiamiento, alumno graduado de la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa. Lucio fue acribillado por el ejército
mexicano hace 41 años, luego de que él y su grupo secuestraran al ex
gobernador del estado. Cabañas se había convertido en leyenda por la
defensa de los campesinos de Guerrero frente a los empresarios y
políticos que les robaron sus tierras sumiendo en la pobreza poblaciones
enteras.
Hoy en día el sesenta por ciento del
plan de estudios de la Normal Rural de Ayotzinapa, de la cuál salieron
los estudiantes desaparecidos, consta de principios y actividades
socialistas, como la defensa de la tierra, la lucha contra el racismo y
contra el neoliberalismo económico y político, por la igualdad y la
justicia salarial de un estado enriquecido por el turismo. Por si usted
no lo sabe, desde hace cuarenta años, cada doce meses los profesores de
las normales rurales tienen que suplicarle al gobierno que saque la
convocatoria de inscripciones, suplican por recursos para la educación, y
con el tiempo esas súplicas se han plagado de hartazgo.
El autoritario gobierno de Guerrero
juega este juego a la perfección: negocia cada año el derecho a la
educación y a la libertad de pensamiento. Porque conviene a sus
intereses, el gobierno estatal, con conocimiento de los órganos
de Inteligencia, juega al estira y afloja con los miembros corruptos de
los colectivos magisteriales de todas las escuelas públicas (no
sólo de las normales); ellos amenazan con hacer paros de todo el
aparato educativo, el gobernador en turno se dice “extorsionado” pero
acepta entregar fondos en efectivo a los corruptores magisteriales, en
lugar de invertir de forma transparente en la educación de todo el
estado (Tanto PRI como PRD han jugado juntos).
Está claro que los 43 no eran
sumisos jóvenes indígenas, maestros que soñaban con enseñar a leer y
escribir a los niños y niñas para que eventualmente tuvieran un trabajo
miserable, sino para que puedan trabajar y defender sus derechos y vivir
dignamente. Los 43 son, o eran, jóvenes preparados para la vida, para
la política, para la batalla contra la opresión, informados,
organizados, inteligentes, rebeldes y muy probablemente indignados y
rabiosos con la forma en que su estado y su país les ha tratado desde
que nacieron. Muertos o vivos, estamos hablando de activistas que
salieron a dar una batalla sobre la cuál los órganos de inteligencia del
Estado tenían información. Jóvenes aguerridos que hartos del
narco-gobierno querían una vida libre, sana y justa para todos.
Efectivamente hay grupos de intereses
alrededor del caso, sería imposible blindarlo de los oportunistas
corruptos (la complejidad es connatural a cualquier caso de esta
naturaleza), pero las exigencias son válidas y su vida importa. Lo
fundamental, además de la investigación penal, es comenzar a responder
con la solución a los problemas de raíz: que las movilizaciones que
piden justicia activen un movimiento por la educación libre, laica y de
calidad en todo el estado de Guerrero. Asegurarnos de que las normales
rurales sigan abiertas, funcionando, con recursos, libros, materiales
para el sostén de las milpas y de los animales de cría. Asegurarnos de
que en toda la zona rural de guerrero haya clínicas de salud, acceso al
agua potable, apoyo a los modelos de vivienda ecológicos con milpa
propia, planes de promoción de la cultura y defensa del medio ambiente.
No podemos distraernos: sí hay solución
para Ayotzinapa y no está en el campo criminal sino en el de la justicia
social y la Seguridad Humana. Llevamos demasiado tiempo arrojando tinta
sobre las cenizas, llenando cárceles de presuntos culpables,
elucubrando sin evidencia. Mientras tanto la sociedad se divide más y
los agentes del Estado junto con algunos empresarios y periodistas
sistémicos trabajan para normalizar la desaparición forzada de
activistas y defensores sociales como castigo ejemplar.
Que se transparente el gasto en
educación de Guerrero, que el gobernador interino en lugar de filtrar
información diga quiénes lo extorsionan, cómo y cuando. Sí, los 43
estudiantes, como millones en el país, tienen una ideología socialista,
eso no les hace menos ciudadanos, por el contrario, les hace más
solidarios y conscientes de la importancia de la educación y los
derechos humanos. Pedir justicia para ellos es también señalar la raíz del problema que los puso en peligro.
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