Votar por los mismos es avalar el crimen, dice Felipe de la Cruz
Escrito por Monitoreo Informativo
Por Arturo Cano-La Jornada
Pasado el mediodía, ya sólo quedan tres
autobuses en la escuela normal de Ayotzinapa. Estudiantes de varias
normales de Guerrero esperan a Felipe de la Cruz, padre de uno de los
sobrevivientes del ataque del 26 de septiembre, quien atiende a un par
de reporteros.
Responde a una batería de preguntas machaconas: ‘‘No vamos a permitir que en Guerrero haya elecciones’’, reitera.
Se recuerda a De la Cruz que hace unos
días, en un foro organizado por el gobierno guerrerense, el ex
presidente del Instituto Federal Electoral José Woldenberg afirmó que de
no haber comicios en la entidad procedería ‘‘la declaración de un
estado de excepción y la suspensión de garantías. ¿Quién haría esta
operación? El Presidente de la República, con el aval del Congreso… ¿Es
esto lo que quieren?’’
Responde el padre de familia: ‘‘No,
porque habrá un gobierno popular; por eso estamos formado concejos en
los municipios’’ de la entidad.
Aunque no está claro cómo funcionaría
ese esquema más allá del ámbito municipal, De la Cruz sostiene que
‘‘votar por los mismos es votar por el crimen’’, y que la clase política
guerrerense se retrata a sí misma ahora que ‘‘está en campaña, como si
nada hubiera pasado o más bien porque no les importa lo que ha
ocurrido’’.
Semestre en riesgo
En uno de los salones de la normal
esperan a De la Cruz los estudiantes preocupados porque en las
negociaciones con el gobierno federal no se han abordado las
alternativas para que no pierdan el semestre, toda vez que siguen en
paro de labores.
De la Cruz sigue con las preguntas. La
obvia, del día, es por qué suspendieron la ‘‘búsqueda ciudadana’’ que
habían anunciado con duración de una semana: ‘‘No se suspendió, se
acortó porque nos ganaron los tiempos y tenemos ya otras actividades.
Pero vamos a programar una nueva búsqueda’’, precisa.
En los patios de la normal quedan
algunas personas que, informa, participaron en una búsqueda nocturna.
¿Dónde? ‘‘Pues allá en los cerros’’.
De la Cruz es profesor egresado de
Ayotzinapa, donde perteneció a la última generación (1987) que cursó la
normal después de haber estudiado sólo la secundaria. Es también un
experimentado cuadro de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la
Educación de Guerrero (Ceteg).
En 2011, por ejemplo, fue uno de los
dirigentes del paro que hicieron los maestros en Acapulco para exigir
seguridad en las escuelas, sobre todo de las colonias populares, donde
eran (y son) víctimas de la delincuencia organizada que les exigía
cuotas nómina en mano.
En estos días se vive una redición del
paro. En diciembre llegaron a estar cerradas 198 escuelas. Muchas
abrieron con el inicio de 2015, pero ahora la cifra ronda las 110,
atizado el paro por las declaraciones de Salvador Martínez della Rocca,
secretario de Educación del gobierno estatal, quien admitió que en
apenas un par de meses han sido asesinados 22 mentores y secuestrados
ocho más.
‘‘Pero ahora no queremos que la
situación de Acapulco nos desvíe del objetivo que tenemos: encontrar a
nuestros hijos’’, ataja De la Cruz, y vuelve a lo suyo.
‘‘Con las vacaciones quisieron que
Ayotzinapa quedara en el olvido. Ahora otra vez pretenden decir que ya
acabaron con esto, pero no abandonaremos la lucha hasta que nos
comprueben científicamente su versión’’, cierra De la Cruz, antes de
meterse a la reunión para después volver a Ayotzinapa.
Nosotros no estamos de luto
La marcha que no guarda duelo ha sido
convocada a través de redes sociales, pero también la han anunciado los
periódicos locales. El grupo que convoca se llama Red de Defensa por
Iguala y se dice ‘‘harta de los vándalos’’ de Ayotzinapa.
Antes de emprender la caminata, sus
voceros –ninguno da su nombre– trazan la estrategia, porque han decidido
llegar al punto donde la Coalición de Organizaciones y Ciudadanos de
Iguala mantiene un plantón permanente en la explanada frente al palacio
municipal, que sigue en reparación luego de que la ‘‘avanzada’’ de una
marcha de apoyo a los normalistas le prendió fuego el 22 de octubre del
año pasado.
‘‘Ocupamos la misma estrategia de ellos,
que tiren el primer golpe y luego nos hacemos los chillones, como hacen
ellos’’, dice uno de los líderes visibles.
Los diarios locales han informado que la
marcha tiene la finalidad de exigir un cese inmediato de la ‘‘violencia
de normalistas y cegetistas, así como de delincuentes y políticos’’.
Pero sus organizadores dicen que es sólo contra ‘‘los actos vandálicos
de los seudonormalistas’’.
Se refiere a un grupo de organizadores
que los estudiantes de Ayotzinapa se han preguntado por qué nunca se
movilizaron contra la delincuencia organizada. Responden a coro: ‘‘Nadie
les dijo que vinieran aquí’’. ‘‘No hay congruencia en sus
declaraciones. Que la PGR investigue con qué propósito vinieron’’.
‘‘Muchos de la lista (de desaparecidos) ni siquiera están en la
matrícula de la normal’’.
Antes del 26 de septiembre, se infiere de sus respuestas, Iguala era un paraíso:
–Los delincuentes nunca se metían con nosotros –dice un hombre.
–Mucha gente aquí habla de retenes, de abusos, de que no podían salir en las noches. Están las fosas…
–Nada de eso es cierto. Nunca se metieron con nosotros. Si eso pasaba, era a gente que andaba en malos pasos.
Una joven asegura que antes todo era
paz, que los normalistas son los que ‘‘han sembrado sicosis; los niños
ya hasta tienen miedo de ir a la escuela’’.
A esas alturas, hay más elementos de la
Gendarmería que manifestantes. La caminata arranca rumbo al centro. En
su mejor momento, y eso porque un borrachín se entusiasma con los gritos
y se suma, avanzan rumbo al palacio municipal 42 personas, la mitad
menores de edad.
‘‘¡No somos asesinos, somos igualtecos!’’ ‘‘¡Fuera Ayotzinapa!’’. ‘‘¡No estamos de luto!’’, son las consignas más repetidas.
La marcha llega a la explanada. Una
veintena de personas está en el plantón. Los marchistas se colocan bajo
una gran manta que dice ‘‘Nos faltan 43’’.
Los líderes van a comenzar su mitin
cuando del plantón sale el grito: ‘‘¿Por qué los asesinan, si son la
esperanza de América Latina?’’ No lo repiten tres veces cuando ya el
pequeño mitin se ha disuelto. Hay un breve intercambio de gritos
(‘‘¡Piden paz, pero no justicia!’’), pero la cosa no pasa a mayores. Los
marchistas se van a la plaza contigua, donde el líder más visible
remata: ‘‘Si quieren justicia que vayan a Los Pinos y nos dejen en
paz’’.
Ignacio Suárez, vocero de la coalición
que apoya a Ayotzinapa, asegura que la marcha fue organizada por ‘‘gente
afín a José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda Villa, por
periodistas que escribían en favor de ellos, por gente que quiere que
volvamos a vivir pueblo contra pueblo’’.
La especie tiene sentido si se recuerda
que dos movilizaciones anteriores, ‘‘por la paz’’, lograron reunir
varios centenares de personas, porque fueron promovidas, entre otros,
por los comerciantes de oro.
Algunos miembros de la coalición sólo
pueden identificar entre los marchistas a Pablo Morrugares, quien se
presentaba, antes del 26 de septiembre, como ‘‘asesor político’’ del
alcalde Abarca y como promotor artístico. Quiso organizar, por ejemplo,
un concierto de El Komander.
El año pasado escribía en las redes
sociales comentarios como el siguiente: ‘‘Fuera ayotzinapos de Iguala,
sólo vienen a desestabilizar la ciudad que estaba en calma hasta que
llegaron esos dizque estudiantes’’.
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