¡Qué diferencia de lenguaje! ¿Por qué tanto miedo a hablar con claridad?
El Jue, 19 de Febrero de 2015, por Ángel Verdugo
Ángel Verdugo
Columnista en Excélsior
Ayer, aquí en Excélsior en la sección Global,
escribí acerca de las bondades de hablar con la verdad acerca de la
grave situación que enfrentamos. Puse como ejemplo, cinco puntos tomados
de la entrevista que concedió al periódico inglés Financial Times, el secretario de Hacienda.
El último de ellos decía así: 5.- Necesitamos enfrentar la responsabilidad por lo que hemos hecho y saber cuáles son nuestros desafíos, al tiempo que reconocemos que esto requiere una política consistente más que discursos bonitos.
Al leer el boletín 16/02/2015/11 de Petróleos Mexicanos —en relación con el ajuste obligado a su presupuesto para este año—, debí reconocer que me faltó agregar en la colaboración de ayer, pues así como lo que no se requiere para enfrentar la responsabilidad por lo que hemos hecho y ante nuestros desafíos son discursos bonitos (cute speeches), tampoco requerimos boletines inocuos.
Éstos, plagados de lugares comunes y una redacción que mal oculta una realidad que se caracteriza por sus efectos negativos, no sólo para la entidad responsable de emitirlo sino para el país entero y su economía, deberían haber sido eliminados desde hace mucho; además, dada la gravedad de lo enfrentado hoy, tal y como lo reconoció en aquella entrevista el secretario de Hacienda, habría que utilizar un lenguaje que privilegiare la claridad y la objetividad, no la democracia y las medias verdades.
Si bien lo único rescatable de ese boletín es la parte de un párrafo que viene casi al final la cual transcribo aquí (Asimismo, el Consejo solicitó al director general implementar un esfuerzo importante en bajar el gasto corriente, incluyendo los relativos a recursos humanos y servicios personales,...), de tener interés, en esta liga puede encontrar el boletín para leerlo: http://www.pemex.com/prensa/boletines_nacionales/Paginas/2015-011-nacion...
¿Por qué hablamos y escribimos así? ¿Por qué somos tan refractarios a los mensajes que la realidad nos envía cotidianamente? ¿Acaso es el temor a quedar mal con el poderoso, lo que nos lleva a dulcificar lo dicho y lo escrito? ¿Quién entonces, además de las pocas ocasiones en las cuales el secretario de Hacienda se decide a hacerlo al ver los desfiguros retóricos de sus colegas que, más que informar ofenden con sus discursos acedos, se atreve a hablar con la verdad?
Reconocer un problema, es empezar a resolverlo; esto debe ser tomado en cuenta por nuestros funcionarios y gobernantes que, en sus acostumbradas avalanchas de discursos vacuos plagados de viejos y acedos lugares comunes, nada dicen y mucho ocultan.
A fuerza del ver la falta de credibilidad y confianza que su conducta ha generado (hecho que reconoció el secretario de Hacienda en la entrevista mencionada), ya deberían haber entendido que su discurso es para otras épocas, para una economía cerrada y un sistema político marcado por el autoritarismo. Hoy, nuestra democracia, por más imperfecta que usted la considere, forma parte de una nueva situación que exige, aun cuando nos resistamos a aceptarlo, formas diferentes para comunicarse con los gobernados.
¿Qué necesitan entonces, para hablar y escribir de otra manera? ¿No leyeron el Financial Times, donde se cita al secretario de Hacienda?
El último de ellos decía así: 5.- Necesitamos enfrentar la responsabilidad por lo que hemos hecho y saber cuáles son nuestros desafíos, al tiempo que reconocemos que esto requiere una política consistente más que discursos bonitos.
Al leer el boletín 16/02/2015/11 de Petróleos Mexicanos —en relación con el ajuste obligado a su presupuesto para este año—, debí reconocer que me faltó agregar en la colaboración de ayer, pues así como lo que no se requiere para enfrentar la responsabilidad por lo que hemos hecho y ante nuestros desafíos son discursos bonitos (cute speeches), tampoco requerimos boletines inocuos.
Éstos, plagados de lugares comunes y una redacción que mal oculta una realidad que se caracteriza por sus efectos negativos, no sólo para la entidad responsable de emitirlo sino para el país entero y su economía, deberían haber sido eliminados desde hace mucho; además, dada la gravedad de lo enfrentado hoy, tal y como lo reconoció en aquella entrevista el secretario de Hacienda, habría que utilizar un lenguaje que privilegiare la claridad y la objetividad, no la democracia y las medias verdades.
Si bien lo único rescatable de ese boletín es la parte de un párrafo que viene casi al final la cual transcribo aquí (Asimismo, el Consejo solicitó al director general implementar un esfuerzo importante en bajar el gasto corriente, incluyendo los relativos a recursos humanos y servicios personales,...), de tener interés, en esta liga puede encontrar el boletín para leerlo: http://www.pemex.com/prensa/boletines_nacionales/Paginas/2015-011-nacion...
¿Por qué hablamos y escribimos así? ¿Por qué somos tan refractarios a los mensajes que la realidad nos envía cotidianamente? ¿Acaso es el temor a quedar mal con el poderoso, lo que nos lleva a dulcificar lo dicho y lo escrito? ¿Quién entonces, además de las pocas ocasiones en las cuales el secretario de Hacienda se decide a hacerlo al ver los desfiguros retóricos de sus colegas que, más que informar ofenden con sus discursos acedos, se atreve a hablar con la verdad?
Reconocer un problema, es empezar a resolverlo; esto debe ser tomado en cuenta por nuestros funcionarios y gobernantes que, en sus acostumbradas avalanchas de discursos vacuos plagados de viejos y acedos lugares comunes, nada dicen y mucho ocultan.
A fuerza del ver la falta de credibilidad y confianza que su conducta ha generado (hecho que reconoció el secretario de Hacienda en la entrevista mencionada), ya deberían haber entendido que su discurso es para otras épocas, para una economía cerrada y un sistema político marcado por el autoritarismo. Hoy, nuestra democracia, por más imperfecta que usted la considere, forma parte de una nueva situación que exige, aun cuando nos resistamos a aceptarlo, formas diferentes para comunicarse con los gobernados.
¿Qué necesitan entonces, para hablar y escribir de otra manera? ¿No leyeron el Financial Times, donde se cita al secretario de Hacienda?
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