La
escalada del conflicto sirio, deja en evidencia la incapacidad de la
comunidad internacional para gestionar una salida política. De ahí que,
tras los fracasos sucesivos en la ONU, se abrió la puerta para la
intervención militar extranjera. El resultado, son dos bloques exógenos
que bajo el argumento del extremismo tensan la estabilidad política de
la región. Por un lado los EE.UU. junto a sus socios, han intensificado
los bombardeos en provincias de Siria e Irak desde 2014. En
consecuencia, Rusia ha tomado la dirección del otro bloque, al activar
operaciones aéreas para evitar la caída de su principal aliado en el
mundo árabe.
Los atentados del EI en Paris, desataron la venganza francesa contra la ciudad siria de Al Raqa. Sin embargo, esta acción poco transparente e inefectiva, revela el doble rasero de los miembros de la OTAN, quienes no se comprometen a suprimir los flujos de armas y el contrabando de petróleo (fuente de financiamiento), limitándose a las embestidas esporádicas sin coordinación con las fuerzas de seguridad local. Siria se encuentra en un escenario caótico, donde el concepto de soberanía ha sido reducido a una caricatura del ajedrez geopolítico, a esto se suma el interés de países de la Subregión por alcanzar sus propios objetivos para el control territorial.
Por otra parte, la cuestión irresuelta del Kurdistán, extiende una grieta para que Turquía intente justificar la intervención en la guerra adyacente. Los países de la OTAN, se han comprometido en teoría a fortalecer las milicias kurdas que combaten al Daesh, mientras su socio turco mantiene ataques permanentes contra éstas, acusándolas de bases logísticas del PKK. En este entuerto de conflictos geo-estratégicos, étnicos y religiosos, se solapan los intereses disímiles de las potencias. Es difícil definir los actores de la guerra siria en sentido dicotómico y, pueden presentarse versiones diferentes para cada uno de ellos; en una disputa con efectos desbastadores para la población civil.
Los rusos padecen del extremismo en las repúblicas del Cáucaso del Norte (Chechenia, Daguestán, Ingusetia), su posición en Siria al lado del arco chiita cuenta con el beneplácito diplomático de China. Por lo tanto, la coordinación de los ataques aéreos en el terreno con Irán, Irak y Siria, buscan crear un punto de inflexión en la guerra, garantizando su permanencia en las bases del mediterráneo. Así, al evitar el colapso del gobierno de al -Asad, Rusia frena la desintegración territorial que subyace en la estrategia de ocupación Occidental. La solicitud del gobierno sirio en septiembre, para la intervención rusa, encontró el rechazo inmediato en la subregión de Israel, Turquía y Arabia Saudita. Esta fricción con la OTAN, evoca capítulos de la Guerra Fría como el de Afganistán. De modo similar, se han concentrado fuerzas militares que claramente convierten a Siria en un teatro mundial de reconfiguración hegemónica.
Los rusos que sólo ofrecieron bombardeos aéreos en el primer término, ante las bajas sufridas con el derribo del avión caza Su-24 por fuerzas turcas, han elevado la movilización militar. Además, incorporan sistemas antiaéreos de última generación como el S-400 bajo el respaldo de un crucero lanzamisiles. Por esto, el control ruso sobre el espacio aéreo de Siria puede restringir las incursiones de Israel, Turquía y la coalición de la OTAN. Es poco probable un enfrentamiento militar entre Turquía y Rusia. No obstante, el incidente tiende a reforzar la participación rusa en el conflicto sirio.
El intento de Francia por situarse en el centro de una iniciativa internacional contra el Daesh, pasa por la articulación de los dos bloques exógenos que interviene en el conflicto. Las contradicciones internas entre los miembros de la OTAN y sus aliados (Catar y Arabia Saudita), son bastante agudas a la hora de definir cuáles son las organizaciones extremistas. Los grupos como Al Nusra o el Daesh no son producto de la magia, patentizan los intereses geopolíticos de Occidente y, su fracaso para inocularlos en forma selectiva dentro de países adversos a su influencia. Por eso, es grotesca la ironía de los Estados Unidos al dividir a la oposición siria entre moderada o terrorista, a sabiendas que las organizaciones como el ELS (2011) han terminado absorbidos por los grupos derivados de Al Qaeda.
* @jfortique
Los atentados del EI en Paris, desataron la venganza francesa contra la ciudad siria de Al Raqa. Sin embargo, esta acción poco transparente e inefectiva, revela el doble rasero de los miembros de la OTAN, quienes no se comprometen a suprimir los flujos de armas y el contrabando de petróleo (fuente de financiamiento), limitándose a las embestidas esporádicas sin coordinación con las fuerzas de seguridad local. Siria se encuentra en un escenario caótico, donde el concepto de soberanía ha sido reducido a una caricatura del ajedrez geopolítico, a esto se suma el interés de países de la Subregión por alcanzar sus propios objetivos para el control territorial.
Por otra parte, la cuestión irresuelta del Kurdistán, extiende una grieta para que Turquía intente justificar la intervención en la guerra adyacente. Los países de la OTAN, se han comprometido en teoría a fortalecer las milicias kurdas que combaten al Daesh, mientras su socio turco mantiene ataques permanentes contra éstas, acusándolas de bases logísticas del PKK. En este entuerto de conflictos geo-estratégicos, étnicos y religiosos, se solapan los intereses disímiles de las potencias. Es difícil definir los actores de la guerra siria en sentido dicotómico y, pueden presentarse versiones diferentes para cada uno de ellos; en una disputa con efectos desbastadores para la población civil.
Los rusos padecen del extremismo en las repúblicas del Cáucaso del Norte (Chechenia, Daguestán, Ingusetia), su posición en Siria al lado del arco chiita cuenta con el beneplácito diplomático de China. Por lo tanto, la coordinación de los ataques aéreos en el terreno con Irán, Irak y Siria, buscan crear un punto de inflexión en la guerra, garantizando su permanencia en las bases del mediterráneo. Así, al evitar el colapso del gobierno de al -Asad, Rusia frena la desintegración territorial que subyace en la estrategia de ocupación Occidental. La solicitud del gobierno sirio en septiembre, para la intervención rusa, encontró el rechazo inmediato en la subregión de Israel, Turquía y Arabia Saudita. Esta fricción con la OTAN, evoca capítulos de la Guerra Fría como el de Afganistán. De modo similar, se han concentrado fuerzas militares que claramente convierten a Siria en un teatro mundial de reconfiguración hegemónica.
Los rusos que sólo ofrecieron bombardeos aéreos en el primer término, ante las bajas sufridas con el derribo del avión caza Su-24 por fuerzas turcas, han elevado la movilización militar. Además, incorporan sistemas antiaéreos de última generación como el S-400 bajo el respaldo de un crucero lanzamisiles. Por esto, el control ruso sobre el espacio aéreo de Siria puede restringir las incursiones de Israel, Turquía y la coalición de la OTAN. Es poco probable un enfrentamiento militar entre Turquía y Rusia. No obstante, el incidente tiende a reforzar la participación rusa en el conflicto sirio.
El intento de Francia por situarse en el centro de una iniciativa internacional contra el Daesh, pasa por la articulación de los dos bloques exógenos que interviene en el conflicto. Las contradicciones internas entre los miembros de la OTAN y sus aliados (Catar y Arabia Saudita), son bastante agudas a la hora de definir cuáles son las organizaciones extremistas. Los grupos como Al Nusra o el Daesh no son producto de la magia, patentizan los intereses geopolíticos de Occidente y, su fracaso para inocularlos en forma selectiva dentro de países adversos a su influencia. Por eso, es grotesca la ironía de los Estados Unidos al dividir a la oposición siria entre moderada o terrorista, a sabiendas que las organizaciones como el ELS (2011) han terminado absorbidos por los grupos derivados de Al Qaeda.
* @jfortique
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