viernes, 26 de febrero de 2016

Filosofía sin escrúpulos. ¿Animales con derechos?


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Filosofía sin escrúpulos. ¿Animales con derechos?


Quienes hoy salen con la ocurrencia de darle derechos a los animales, tendrían que declarar antes que nada la abolición de la esclavitud animal .
Quienes hoy salen con la ocurrencia de darle derechos a los animales, tendrían que declarar antes que nada la abolición de la esclavitud animal .
Foto propiedad de: Internet

Tengo, poseo y en consecuencia soy propietario de tres gatos extraordinarios, con los que mantengo una relación de afecto, de consideración y aprecio. Asumí de manera unilateral la responsabilidad de alimentarlos, cuidarlos, llevarlos al veterinario y estar al pendiente de sus necesidades. Dos de ellos están castrados y el tercero aún no he decidido, yo no he decidido no él, si lo llevo a castrar o no.
Durante mi niñez y adolescencia poseí a tres perros, dos gatos, un gallo, una rana y una pequeña serpiente. A todos ellos les guarde un profundo afecto, recuerdo bien que lloré cuando murieron, en especial con mis perros y con mis gatos.
No es verdad, como mal afirmó en voz del Principito Antoine de Saint-Exupéry, que “sólo con el corazón se ve bien, lo esencial es invisible a los ojos”. Por el contrario, sólo con el cerebro y la razón se ve bien, lo esencial es invisible a los sentimientos. Por eso en el buen arte de gobernar impera el Príncipe (Maquiavelo) y no el Principito (Antoine de Saint-Exupéry).
Otorgarle o (más burda y iusnaturalistamente) reconocer derechos a los animales, es una más de las fantasías de esta época líquida e ignorante, llena de ocurrencias producto de la ignorancia generacional en que vivimos.
Vayamos por partes: un derecho, el derecho subjetivo distinto al derecho objetivo (Pufendorf), es una facultad (poder) para la realización de algo mediante el libre ejercicio de la voluntad y concedido por una Ley. “Como el hombre –dice- tiene el poder de hacer todo lo que de sus facultades naturales resulta, a menos que no sea expresamente prohibido por una ley, se acostumbra decir que la ley atribuye el derecho de hacer todo lo que no esté prohibido por ninguna ley”. El derecho subjetivo está por tanto indisolublemente ligado a la libertad humana; la Ley limita o controla la libertad natural de los humanos (nos impone deberes), razón por la cual matar es un delito imputado a los seres humanos y no a los animales.
 Nuestra relación con el mundo animal parte del hecho (gracias Charles Darwin) de que somos también animales, pero que hemos transitado merced al desarrollo evolutivo de nuestros cerebros, inteligencia superior, del Estado de naturaleza al Estado de derecho.
Hecho significativo de la marcha hacia una sociedad civilizada y de derechos, es el nacimiento de los Derechos Humanos, consecuencia de una diversidad de luchas políticas que han constituido la historia humana, las relaciones de poder (Foucault). Por esa la razón la esclavitud hoy en día es una conducta punible y las personas (los humanos) no son cosas ni mercancías.
Es esa historia, la memoria respecto de lo que hemos sido y somos, la que nos determina como animales trasgresores de las leyes fácticas de la naturaleza, en donde la depredación es la regla. Toda cadena alimenticia es en el fondo una forma de depredación de un ser vivo respecto de otro, sólo las plantas que viven de la fotosíntesis no usan la depredación como instrumento de supervivencia.
Pero ni la inteligencia ni la razón y menos aún los sentimientos, nos pueden alejar de depredar; más aún, con razón e inteligencia hemos sofisticado la depredación mediante la domesticación de vegetales y animales, hasta el grado de hacerla una industria. Si el zorro del Principito lo supiera, mangos que le pide ser domesticado.
La domesticación, es decir reducir, acostumbrar a otra especie al control y compañía del ser humano, es un acto que está ligado a la apropiación de la voluntad del otro, es decir al derecho de propiedad. Mi perro, mi gato, mi vaca, mi cerdo, mi gallina, mi pato, mi trucha, mi maíz, mi trigo. Animales y vegetales, a partir de la domesticación terminaron como cosas, bienes, que son propiedad de los humanos. Más aún, son mercancías que se compran y se venden.
Quienes hoy salen con la ocurrencia de darle derechos a los animales, tendrían que declarar antes que nada la abolición de la esclavitud animal y en consecuencia declarar al veganismo como única forma legal de vida (los veganos, de los que no comparto su doctrina, en estos temas son más honestos). Sin libertad no hay derecho posible, en tanto consideremos a los animales no sólo como cosas sino como mercancías, mientras les signifiquemos el derecho de propiedad y de amaestramiento,  es una necedad hablar de derechos animales. 
Lo real es que quienes promueven estas iniciativas, sólo miran a dos especies: perros y gatos. Ignoran a todo el mundo animal; en su profundo sentimentalismo y moda hypster, resultan modernos excluyentes de los animales feos. Los derechos del animal y la especie deberían incluir a todos, declarar que todos, todos sin discriminación alguna, los animales (mamíferos, peces, aves, anfibios, reptiles, insectos, arácnidos, crustáceos, miriápodos, moluscos, gusanos, equinodermos,  medusas, esponjas, corales y ácaros) son poseedores naturales de tan trascendentes derechos. 

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