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Piden desclasificación del informe sobre la implicación saudí en el 11-S
Dentro
de 10 días, el presidente Obama visitará Arabia Saudí en un momento de
grave desconfianza entre los dos aliados y en el que muchos en EEUU
están reclamando que se desclasifique el Informe de 28 páginas elaborado
por una comisión del Congreso y que permanece clasificado.
El informe pone de relieve el papel jugado por agentes y funcionarios de Arabia Saudí en los atentados del 11-S y sus vínculos con los terroristas que perpetraron el ataque. Él menciona la existencia de una red saudí de apoyo a los terroristas mientras estaban en EEUU. Durante 13 años, el “Informe de 28 páginas” ha estado clasificado. Sólo un pequeño número de personas lo han podido ver. Las familias de las víctimas del 11-S, por su parte, han pedido su desclasificación.
El antiguo senador norteamericano Bob Graham apareció en el programa 60 minutos de la CBS y ha estado tratando de lograr la desclasificación del “Informe de 28 páginas” desde 2003. Él formó parte del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia y de la comisión que investigó el 11-S. La comisión elaboró al término de sus trabajos un informe de 838 páginas. De él, 28 páginas fueron declaradas secretas por la Administración Bush por “razones de seguridad nacional”.
“Me molesta toda la cantidad de material que ha sido censurado en el informe sobre el 11-S”. Durante la entrevista, Graham fue preguntado por el periodista Steve Kroft si el apoyo a la red de terroristas provino de Arabia Saudí a lo que él contestó: “Sustancialmente sí”.
“¿Se refiere Ud. al gobierno?”, le preguntó Kroft. “Sí”, dijo Graham.
“¿Y gente rica del país?”, preguntó el entrevistador. “Todo lo anterior”, respondió Graham.
Graham y otros creen que el gobierno de EEUU ha estado tapando el tema de la implicación saudí en los atentados para proteger la delicada relación con el reino petrolero, donde la familia real y el extremismo wahabí controlan las instituciones.
Él menciona que el ex director del FBI, Robert Mueller, se opuso a la desclasificación del Informe de 28 páginas afirmando que “no puede ser desclasificado en este momento”.
El antiguo congresista Tim Roemer ha leído también el informe como miembro de la comisión de investigación y lo describe como “duro” y similar a un informe policial. Según algunas fuentes conocedoras del mismo, el informe habla de casos como la ayuda de agentes de inteligencia saudíes a dos de los terroristas que vivían en San Diego y Los Angeles.
En enero de 2000, el primero de los dos secuestradores aterrizó en Los Angeles después de acudir a una cumbre de Al Qaida en Kuala Lumpur, Malasia. Los dos saudíes, Nawaf al Hazmi y Jalid al Mihdhar, llegaron con muy poco conocimiento del idioma inglés y ninguno de la cultura norteamericana. Sin embargo, ellos lograron obtener en poco tiempo todo lo que necesitaban, desde una vivienda a lecciones de vuelo.
Durante sus primeros días, ellos visitaron la Mezquita del Rey Fahd, en Los Angeles, en compañía del diplomático saudí Fahad al Zumairi, que trabajaba Consulado de su país en la ciudad y era conocido por sus posiciones extremistas. La investigación sobre el 11-S le consideró como alguien engañoso y dudoso y en 2003 él no pudo obtener el permiso para regresar a EEUU por ser sospechoso de apoyo a actividades terroristas.
Los registros telefónicos hablan que Zumairi estuvo también en contacto con Omar al Bayumi, un misterioso saudí que se convirtió en el principal benefactor de los terroristas. Él era un empleado fantasma de una compañía de aviación saudí fuera de Los Ángeles y recibía su salario del gobierno saudí. Graham cree que Bayumi era un agente de inteligencia saudí y así constaba en los registros del FBI antes de los atentados.
Bayumi fue el 1 de febrero de 2000 al consultado saudí en Los Ángeles donde Zumairi trabajaba. Él fue luego a un restaurante en el Venice Boulevard donde, afirmó, había conocido a los dos futuros terroristas, Hazmi y Mihdhar, debido a una simple “coincidencia”. Más tarde, Bayumi ayudó a sus “nuevos amigos” a mudarse a San Diego y a obtener un permiso de residencia allí. Bayumi los alejó en su propio apartamento. Él les dio luego dinero para pagarse clases de inglés y otras de vuelo.
El mismo día que Bayumi recibió a los secuestradores en San Diego hubo cuatro llamadas en su teléfono celular del imam de una mezquita en San Diego, Anwar al Aulaki, un nombre que pronto sería familiar. Una década más tarde, él sería conocido por ser un alto propagandista de Al Qaida en Yemen, donde murió en el ataque de un drone de la CIA. En enero de 2001, él se mudó a Falls Church, Virginia, y meses más tarde Hazmi, Mihdhar y tres secuestradores más se unieron a él allí.
Todos estos hallazgos han empujado a Jim Kreindler y a Sean Carter, dos abogados que representan a los familiares de las víctimas del 11-S, a presentar una querella contra el reino ante tribunales norteamericanos, afirmando que sus instituciones suministraron dinero a Al Qaida siendo conscientes de que esta organización iba a lanzar un ataque contra EEUU. El gobierno de EEUU, sin embargo, se ha opuesto a la demanda alegando que Arabia Saudí disfruta de inmunidad derivada de su soberanía.
El informe señala también que Arabia Saudí ha sido considerada durante mucho tiempo como la fuente primaria de financiación para Al Qaida a través de sus ciudadanos ricos y sus organizaciones caritativas, que cuentan con el patrocinio del gobierno.
Los senadores norteamericanos señalan, sin embargo, que ellos no tuvieron ni el tiempo ni los recursos para profundizar en este tema. Y el informe señala al final de que no hay pruebas de que existieran órdenes directas del gobierno saudí de llevar a cabo los atentados. Sin embargo, esto no absuelve al reino de su responsabilidad por lo que hicieran sus agentes y, además, tampoco puede afirmarse que ellos obraran por su propia iniciativa.
“No es una coincidencia que 15 de los 19 secuestradores fueran saudíes. Todos ellos fueron a escuelas saudíes... donde aprendieron esta versión intolerante del Islam (el wahabismo)”, señaló el miembro de la Comisión del 11-S John Lehman.
CBS News
El informe pone de relieve el papel jugado por agentes y funcionarios de Arabia Saudí en los atentados del 11-S y sus vínculos con los terroristas que perpetraron el ataque. Él menciona la existencia de una red saudí de apoyo a los terroristas mientras estaban en EEUU. Durante 13 años, el “Informe de 28 páginas” ha estado clasificado. Sólo un pequeño número de personas lo han podido ver. Las familias de las víctimas del 11-S, por su parte, han pedido su desclasificación.
El antiguo senador norteamericano Bob Graham apareció en el programa 60 minutos de la CBS y ha estado tratando de lograr la desclasificación del “Informe de 28 páginas” desde 2003. Él formó parte del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia y de la comisión que investigó el 11-S. La comisión elaboró al término de sus trabajos un informe de 838 páginas. De él, 28 páginas fueron declaradas secretas por la Administración Bush por “razones de seguridad nacional”.
“Me molesta toda la cantidad de material que ha sido censurado en el informe sobre el 11-S”. Durante la entrevista, Graham fue preguntado por el periodista Steve Kroft si el apoyo a la red de terroristas provino de Arabia Saudí a lo que él contestó: “Sustancialmente sí”.
“¿Se refiere Ud. al gobierno?”, le preguntó Kroft. “Sí”, dijo Graham.
“¿Y gente rica del país?”, preguntó el entrevistador. “Todo lo anterior”, respondió Graham.
Graham y otros creen que el gobierno de EEUU ha estado tapando el tema de la implicación saudí en los atentados para proteger la delicada relación con el reino petrolero, donde la familia real y el extremismo wahabí controlan las instituciones.
Él menciona que el ex director del FBI, Robert Mueller, se opuso a la desclasificación del Informe de 28 páginas afirmando que “no puede ser desclasificado en este momento”.
El antiguo congresista Tim Roemer ha leído también el informe como miembro de la comisión de investigación y lo describe como “duro” y similar a un informe policial. Según algunas fuentes conocedoras del mismo, el informe habla de casos como la ayuda de agentes de inteligencia saudíes a dos de los terroristas que vivían en San Diego y Los Angeles.
En enero de 2000, el primero de los dos secuestradores aterrizó en Los Angeles después de acudir a una cumbre de Al Qaida en Kuala Lumpur, Malasia. Los dos saudíes, Nawaf al Hazmi y Jalid al Mihdhar, llegaron con muy poco conocimiento del idioma inglés y ninguno de la cultura norteamericana. Sin embargo, ellos lograron obtener en poco tiempo todo lo que necesitaban, desde una vivienda a lecciones de vuelo.
Durante sus primeros días, ellos visitaron la Mezquita del Rey Fahd, en Los Angeles, en compañía del diplomático saudí Fahad al Zumairi, que trabajaba Consulado de su país en la ciudad y era conocido por sus posiciones extremistas. La investigación sobre el 11-S le consideró como alguien engañoso y dudoso y en 2003 él no pudo obtener el permiso para regresar a EEUU por ser sospechoso de apoyo a actividades terroristas.
Los registros telefónicos hablan que Zumairi estuvo también en contacto con Omar al Bayumi, un misterioso saudí que se convirtió en el principal benefactor de los terroristas. Él era un empleado fantasma de una compañía de aviación saudí fuera de Los Ángeles y recibía su salario del gobierno saudí. Graham cree que Bayumi era un agente de inteligencia saudí y así constaba en los registros del FBI antes de los atentados.
Bayumi fue el 1 de febrero de 2000 al consultado saudí en Los Ángeles donde Zumairi trabajaba. Él fue luego a un restaurante en el Venice Boulevard donde, afirmó, había conocido a los dos futuros terroristas, Hazmi y Mihdhar, debido a una simple “coincidencia”. Más tarde, Bayumi ayudó a sus “nuevos amigos” a mudarse a San Diego y a obtener un permiso de residencia allí. Bayumi los alejó en su propio apartamento. Él les dio luego dinero para pagarse clases de inglés y otras de vuelo.
El mismo día que Bayumi recibió a los secuestradores en San Diego hubo cuatro llamadas en su teléfono celular del imam de una mezquita en San Diego, Anwar al Aulaki, un nombre que pronto sería familiar. Una década más tarde, él sería conocido por ser un alto propagandista de Al Qaida en Yemen, donde murió en el ataque de un drone de la CIA. En enero de 2001, él se mudó a Falls Church, Virginia, y meses más tarde Hazmi, Mihdhar y tres secuestradores más se unieron a él allí.
Todos estos hallazgos han empujado a Jim Kreindler y a Sean Carter, dos abogados que representan a los familiares de las víctimas del 11-S, a presentar una querella contra el reino ante tribunales norteamericanos, afirmando que sus instituciones suministraron dinero a Al Qaida siendo conscientes de que esta organización iba a lanzar un ataque contra EEUU. El gobierno de EEUU, sin embargo, se ha opuesto a la demanda alegando que Arabia Saudí disfruta de inmunidad derivada de su soberanía.
El informe señala también que Arabia Saudí ha sido considerada durante mucho tiempo como la fuente primaria de financiación para Al Qaida a través de sus ciudadanos ricos y sus organizaciones caritativas, que cuentan con el patrocinio del gobierno.
Los senadores norteamericanos señalan, sin embargo, que ellos no tuvieron ni el tiempo ni los recursos para profundizar en este tema. Y el informe señala al final de que no hay pruebas de que existieran órdenes directas del gobierno saudí de llevar a cabo los atentados. Sin embargo, esto no absuelve al reino de su responsabilidad por lo que hicieran sus agentes y, además, tampoco puede afirmarse que ellos obraran por su propia iniciativa.
“No es una coincidencia que 15 de los 19 secuestradores fueran saudíes. Todos ellos fueron a escuelas saudíes... donde aprendieron esta versión intolerante del Islam (el wahabismo)”, señaló el miembro de la Comisión del 11-S John Lehman.
CBS News
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