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El presidente de Filipinas anuncia que se aleja de EEUU para aliarse con China
Macarena Vidal Liy
“En
este evento anuncio mi separación de Estados Unidos, económica pero
también militar ”, declaró Duterte en un discurso ante un foro empresarial presidido por el vice primer ministro chino Zhang Gaoli,
y entre los aplausos del público. “Me he separado de ellos, así que
dependeré de ustedes durante largo tiempo. Pero no se preocupen: al
igual que ustedes nos ayudarán, nosotros les ayudaremos”.
Desde su llegada al poder, hace tres meses, el presidente filipino no ha cesado en sus amenazas e invectivas contra Estados Unidos, al tiempo que multiplica sus gestos de acercamiento a Pekín. Ofendido por las críticas de Washington a su polémica guerra contra las drogas,
desde septiembre había anunciado el fin de las maniobras militares
conjuntas y apuntado la posibilidad de cancelar algunos pactos de
colaboración defensiva. “Ha llegado el momento de decir adiós”, había
declarado el miércoles en una reunión con empresarios filipinos.
En
directo contraste con el deterioro de la relación con EE. UU., su
visita de Estado de cuatro días a Pekín, la primera de su mandato, se ha
caracterizado por las buenas palabras y los guiños de amistad
recíprocos. Ni rastro de la animosidad que dominó la relación bilateral
China-Filipinas durante el gobierno de Benigno Aquino en Manila, por sus
reclamaciones rivales de soberanía sobre las islas Spratly, bajo control chino desde 2012.
Este
jueves, en su reunión bilateral por todo lo alto también en el Gran
Palacio del Pueblo, el presidente chino, Xi Jinping, se deshizo en
declaraciones de amistad. La visita de Duterte, expresó, es un “hito
significativo” para los lazos entre los dos países. “Espero que podamos…
usar esta visita como una oportunidad para llevar de nuevo a las
relaciones China-Filipinas por la senda de la amistad y mejorar las
cosas”.
Duterte se mostró igualmente melifluo. “Desde
hace siglos, China ha sido un amigo de Filipinas. Las raíces de
nuestros lazos son profundas y no se cortan fácilmente”. Su estancia en
Pekín, opinó, marca una “primavera” en los vínculos bilaterales.
En
su reunión, ambos mandatarios firmaron 13 acuerdos de cooperación en
áreas como la pesca o el terrorismo. También abren la puerta a las
inversiones chinas en Filipinas, que en 2014 apenas fueron de 41,3
millones de dólares, en el sector de las infraestructuras. China ha
levantado asimismo su alerta de viaje contra las visitas turísticas de
sus ciudadanos al archipiélago, que impuso en los momentos más tensos de
la disputa bilateral.
El presidente filipino encontró también una mano amiga para su lucha contra la droga, su principal prioridad y que ya ha dejado más de 3.000 muertos en su país.
Acerca
de su disputa territorial, Pekín y Manila han acordado negociarla de
manera bilateral. Es la opción que el gobierno chino siempre había
defendido, frente a las preferencias de EE. UU. por abordar las disputas
territoriales de la región en foros multilaterales.
El
deshielo había comenzado después de que una corte de arbitraje
internacional en La Haya se pronunciara de modo favorable a Manila en la
disputa territorial este junio. Cuando las expectativas eran que
Filipinas exigiera con fiereza la aplicación del dictamen, Duterte optó
por correr un tupido velo sobre la decisión judicial. En su opinión, la
tradicional dependencia de Estados Unidos ha lastrado a su país,
mientras que un acercamiento a China puede reportarle importantes
beneficios económicos
Y China ha respondido con
entusiasmo a la aproximación filipina, ante la perspectiva de una
división entre Washington y Manila de la que tiene mucho que ganar. Con
el respaldo de Washington, para el que el mar del sur de China tiene una
importancia estratégica, Filipinas se había convertido en su peor rival
en la zona.
Aunque algunos expertos se muestran
escépticos de que la recién estrenada luna de miel entre Pekín y Manila
vaya a ser duradera. “Si pasa el tiempo y Duterte no puede conseguir
algo positivo de China, le será muy difícil justificar el seguir
buscando pelea con EE. UU. Y si China quiere sacar a Filipinas de la
órbita de EE. UU., tendrá que ofrecer concesiones extraordinarias, al
menos según sus estándares. Y eso implica que en China, donde existe un
genuino sentimiento de que las islas en disputa son suyas, la gente
empezaría a preguntar cosas”, explica Richard Heydarian, de la
Universidad filipina de La Salle.
Hay precedentes. El
propio Aquino comenzó su mandato queriendo tender puentes hacia China:
para contentar al Gobierno chino declinó asistir a la ceremonia de
entrega en ausencia del Nobel de la Paz a Liu Xiaobo en 2010. En 2011
viajó a Pekín para una visita oficial. Un año más tarde, China se hacía
con el control de las Spratly, y el presidente filipino comenzaba una
larga etapa de enfrentamiento con Pekín. “Duterte podría recorrer un
ciclo similar”, apunta Heydarian.
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