Hillary y Wall Street, según los correos de Wikileaks
Los encuentros entre la candidata demócrata y las grandes
corporaciones y bancos del distrito neoyorquino sirvieron para asegurar a
sus ejecutivos que podrán seguir enriqueciéndose.
¡Nazi! ¡Antisemita!", denunció el New York Times
cuando Donald Trump acusó a Hillary Clinton de "reunirse secretamente
con los bancos internacionales para planificar la destrucción de la
soberanía estadounidense con el fin de enriquecer a las potencias
financieras globales, a sus amigos lobbistas y a los donantes a sus campañas".
Lo dijo el magnate inmobiliario en un discurso el pasado jueves, 13 de octubre, en referencia al contenido --filtrado por Wikileaks en los últimos días-- de las conferencias que Clinton pronunció a puerta cerrada en diversos bancos de Wall Street entre 2011 y 2014 y por las que la demócrata cobró unos 1,8 millones de dólares.
Para el New York Times, hablar de una conspiración entre la banca internacional y los Clinton es un poco como aquello de Los Protocolos de los Sabios de Sion. Roger Cohen, su columnista más preocupado por las cuestiones judías, advirtió de que la frase de Trump recordaba a aquello de los "parásitos sin raíz" en la fraseología antisemita de los nazis. Pese a que Trump no mencionase a los judíos en su discurso.
Para David Smith, en The Guardian, el mensajero es el cómplice del monstruo neonazi. Julian Assange es culpable de dar material combustible al magnate inmobiliario en colaboración con Vladimir Putin, responsable de hackear el servidor de John Podesta, el gran cortador del bacalao de la campaña Clinton... Es el nuevo discurso de la guerra fría defendida por el Partido Demócrata y sus medios.
Puede ser verdad que quien lee esos emails haga la labor no solo de Adolf Hitler, sino también de Josef Stalin. Pero no pude resistirme y, partiendo de la tesis de que cualquier fuente es buena si filtra algo que un pez gordo como John Podesta considere top secret, eché un vistazo. Utilicé palabras de búsqueda como Goldman Sachs, Citi, Jp Morgan, Blankfein, Dimon. Davos. Y, aunque el trabajo ha apenas comenzado, ya está claro algo: Donald Trump puede decir muchas barbaridades, pero, en lo que se refiere a Hillary Clinton y los bancos de Wall Street, dio en el clavo.
Queda claro en los discursos de Hillary Clinton en Goldman Sachs, por ejemplo, que los encuentros con bancos internacionales sirvieron para asegurar a sus ejecutivos que, en efecto, podrán seguir enriqueciéndose (y los Clinton también) tras las elecciones gracias a una agenda neoliberal que irá mermando, tal y como dijo Trump, la soberanía de los Estados nación, incluso de un Estado nación tan grande como EE.UU.
En 2013 Clinton aprovechó tres conferencias por las que cobró 650.000 dólares para tranquilizar a los ejecutivos de Goldman Sachs, al asegurarles que ellos serían dueños de su propio destino: "En cuanto a la regulación, demasiada es mala y demasiada poca también. ¿Cómo se logra el término medio, la llave de oro? Pues la gente que sabe más es precisamente la gente que trabaja en el sector. O sea, Wall Street", dijo.
Fue como una invitación para que los lobbistas neoyorquinos desembarcaran en Washington para torpedear la ley Dodd Frank, concebida y diseñada para evitar una repetición del megacrash de 2008. Todd O'Neill, un ejecutivo de Goldman, se apresuró a lanzar el siguiente piropo a Hillary en la misma conferencia. "Estamos agradecidos de que cuando era senadora por Nueva York mostraste tanto coraje en temas relacionados con Wall Street". Hillary le respondió ligeramente avergonzada --un sentimiento nada extraño tras ser piropeada por un tipo de Goldman Sachs--... pero había logrado seducir a los banqueros al afirmar que la legislación demócrata para domar a la bestia de Wall Street fue necesaria solamente por "motivos políticos".
Por si eso fuera poco, Clinton propuso en una conferencia en el banco brasileño Itaú --uno de los impulsores del golpe contra Dilma Rousseff-- la ampliación de los grandes tratados de desregularización de las inversiones transnacionales. "Un gran mercado único hemisférico", defendió en referencia a la ampliación del odiado tratado de libre comercio con México y Canadá, el NAFTA, hacía toda América Latina. Mientras, en público afirma todo lo contrario. "Hace falta tener una posición pública y otra privada", explicó la candidata demócrata en una conferencia con banqueros. Como si ellos no lo supieran ya.
A partir de varios emails se puede comprobar que los lobbistas de Wall Street y la Fortune 500, las quinientas mayores empresas estadounidenses por volumen de ventas, empiezan ya a planificar la reanudación del "business as usual", en cuanto se liquide, con el apoyo del New York Times y The Guardian, al molesto ultranacionalismo de Donald Trump. Ya lo hicieron antes de la victoria de Obama en noviembre de 2008, según se puede comprobar en la correspondencia, de octubre de ese mismo año, entre Podesta y Michael Froman, el representante de comercio de la Administración de Obama, que entonces trabajaba para el Citibank junto a otro banquero clintoniano en Wall Street, Robert Rubin. En los emails, se propone repartir los cargos en la Administración Obama entre un puñado de ex Wall Street. Otro email demuestra que Clinton, pese a sus declaraciones públicas, quiere recortar el impuesto de sociedades para las grandes multinacionales.
Luego está otro email del poderoso abogado de Washington, estrechamente relacionado con los lobbies pro Israel Stuart Eizenstat, remitido en abril de este año. Eizenstat se ofrece a ayudar a la campaña de Clinton en el espinoso asunto de los tratados de liberalización comercial e inversora. Cuando se escribió el correo, Clinton se había aproximado a las posiciones de Bernie Sanders en contra de los acuerdos transnacionales de liberalización de las inversiones de multinacionales, pero lo que Eizenstat le cuenta es que puede aconsejar sobre cómo completar el acuerdo transatlántico de comercio (TTIP) y el acuerdo transpacífico (TTP), ahora paralizado en el Congreso. "Me reuní en Davos con Mike Froman [el mismo] y me pidió consejo sobre la reforma regulatoria del TTIP. (...) El acuerdo transpacífico vendrá antes (...). Ambos contarán con la oposición de los sindicatos y los grupos de consumo. Puedo ayudaros a tomar una posición", escribe el abogado. Para respaldar su solicitud de trabajo en la nueva Administración Clinton, Eizenstat añade que es miembro de los consejos de UPS, Blackrock, Alcatel, Globe Speciality Metals, Christie's, GML y Coca Cola. Y completa: " Estoy dispuesto a ofrecerle mi tiempo y contribuir con una cantidad financiera sustanciosa". Para saber más, consulten los Podesta emails en Wikileaks.
Lo dijo el magnate inmobiliario en un discurso el pasado jueves, 13 de octubre, en referencia al contenido --filtrado por Wikileaks en los últimos días-- de las conferencias que Clinton pronunció a puerta cerrada en diversos bancos de Wall Street entre 2011 y 2014 y por las que la demócrata cobró unos 1,8 millones de dólares.
Para el New York Times, hablar de una conspiración entre la banca internacional y los Clinton es un poco como aquello de Los Protocolos de los Sabios de Sion. Roger Cohen, su columnista más preocupado por las cuestiones judías, advirtió de que la frase de Trump recordaba a aquello de los "parásitos sin raíz" en la fraseología antisemita de los nazis. Pese a que Trump no mencionase a los judíos en su discurso.
Para David Smith, en The Guardian, el mensajero es el cómplice del monstruo neonazi. Julian Assange es culpable de dar material combustible al magnate inmobiliario en colaboración con Vladimir Putin, responsable de hackear el servidor de John Podesta, el gran cortador del bacalao de la campaña Clinton... Es el nuevo discurso de la guerra fría defendida por el Partido Demócrata y sus medios.
Puede ser verdad que quien lee esos emails haga la labor no solo de Adolf Hitler, sino también de Josef Stalin. Pero no pude resistirme y, partiendo de la tesis de que cualquier fuente es buena si filtra algo que un pez gordo como John Podesta considere top secret, eché un vistazo. Utilicé palabras de búsqueda como Goldman Sachs, Citi, Jp Morgan, Blankfein, Dimon. Davos. Y, aunque el trabajo ha apenas comenzado, ya está claro algo: Donald Trump puede decir muchas barbaridades, pero, en lo que se refiere a Hillary Clinton y los bancos de Wall Street, dio en el clavo.
Queda claro en los discursos de Hillary Clinton en Goldman Sachs, por ejemplo, que los encuentros con bancos internacionales sirvieron para asegurar a sus ejecutivos que, en efecto, podrán seguir enriqueciéndose (y los Clinton también) tras las elecciones gracias a una agenda neoliberal que irá mermando, tal y como dijo Trump, la soberanía de los Estados nación, incluso de un Estado nación tan grande como EE.UU.
En 2013 Clinton aprovechó tres conferencias por las que cobró 650.000 dólares para tranquilizar a los ejecutivos de Goldman Sachs, al asegurarles que ellos serían dueños de su propio destino: "En cuanto a la regulación, demasiada es mala y demasiada poca también. ¿Cómo se logra el término medio, la llave de oro? Pues la gente que sabe más es precisamente la gente que trabaja en el sector. O sea, Wall Street", dijo.
Fue como una invitación para que los lobbistas neoyorquinos desembarcaran en Washington para torpedear la ley Dodd Frank, concebida y diseñada para evitar una repetición del megacrash de 2008. Todd O'Neill, un ejecutivo de Goldman, se apresuró a lanzar el siguiente piropo a Hillary en la misma conferencia. "Estamos agradecidos de que cuando era senadora por Nueva York mostraste tanto coraje en temas relacionados con Wall Street". Hillary le respondió ligeramente avergonzada --un sentimiento nada extraño tras ser piropeada por un tipo de Goldman Sachs--... pero había logrado seducir a los banqueros al afirmar que la legislación demócrata para domar a la bestia de Wall Street fue necesaria solamente por "motivos políticos".
Por si eso fuera poco, Clinton propuso en una conferencia en el banco brasileño Itaú --uno de los impulsores del golpe contra Dilma Rousseff-- la ampliación de los grandes tratados de desregularización de las inversiones transnacionales. "Un gran mercado único hemisférico", defendió en referencia a la ampliación del odiado tratado de libre comercio con México y Canadá, el NAFTA, hacía toda América Latina. Mientras, en público afirma todo lo contrario. "Hace falta tener una posición pública y otra privada", explicó la candidata demócrata en una conferencia con banqueros. Como si ellos no lo supieran ya.
A partir de varios emails se puede comprobar que los lobbistas de Wall Street y la Fortune 500, las quinientas mayores empresas estadounidenses por volumen de ventas, empiezan ya a planificar la reanudación del "business as usual", en cuanto se liquide, con el apoyo del New York Times y The Guardian, al molesto ultranacionalismo de Donald Trump. Ya lo hicieron antes de la victoria de Obama en noviembre de 2008, según se puede comprobar en la correspondencia, de octubre de ese mismo año, entre Podesta y Michael Froman, el representante de comercio de la Administración de Obama, que entonces trabajaba para el Citibank junto a otro banquero clintoniano en Wall Street, Robert Rubin. En los emails, se propone repartir los cargos en la Administración Obama entre un puñado de ex Wall Street. Otro email demuestra que Clinton, pese a sus declaraciones públicas, quiere recortar el impuesto de sociedades para las grandes multinacionales.
Luego está otro email del poderoso abogado de Washington, estrechamente relacionado con los lobbies pro Israel Stuart Eizenstat, remitido en abril de este año. Eizenstat se ofrece a ayudar a la campaña de Clinton en el espinoso asunto de los tratados de liberalización comercial e inversora. Cuando se escribió el correo, Clinton se había aproximado a las posiciones de Bernie Sanders en contra de los acuerdos transnacionales de liberalización de las inversiones de multinacionales, pero lo que Eizenstat le cuenta es que puede aconsejar sobre cómo completar el acuerdo transatlántico de comercio (TTIP) y el acuerdo transpacífico (TTP), ahora paralizado en el Congreso. "Me reuní en Davos con Mike Froman [el mismo] y me pidió consejo sobre la reforma regulatoria del TTIP. (...) El acuerdo transpacífico vendrá antes (...). Ambos contarán con la oposición de los sindicatos y los grupos de consumo. Puedo ayudaros a tomar una posición", escribe el abogado. Para respaldar su solicitud de trabajo en la nueva Administración Clinton, Eizenstat añade que es miembro de los consejos de UPS, Blackrock, Alcatel, Globe Speciality Metals, Christie's, GML y Coca Cola. Y completa: " Estoy dispuesto a ofrecerle mi tiempo y contribuir con una cantidad financiera sustanciosa". Para saber más, consulten los Podesta emails en Wikileaks.
Andy Robinson es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Fue corresponsal de La Vanguardia en Nueva York y hoy ejerce como enviado especial para el periódico ctxt.
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