Palma africana: una amenaza para la Amazonía de Ecuador
- La mayoría de nuevos productores han talado bosque para sembrar palma en las proximidades de las grandes plantaciones.
- En 2012 se simplificó el procedimiento para obtener el permiso para sembrar palma en espacios de menos de 50 hectáreas.
- Solo existen tres empresas extractoras de aceite en el norte de la Amazonía, que procesan toda la producción.
- Los
gobiernos locales no llevan un monitoreo y control sobre el uso del
suelo. Mientras que en Orellana, el Ministerio de Ambiente tiene un
único punto de control forestal para una provincia con una extensión de
21 730 kilómetros cuadrados.
Este
agricultor que vive en la selva amazónica no tiene reparos en
confesarnos que hubo un tiempo en el que barajó la posibilidad de
dedicarse al cultivo de palma aceitera y que pretendía echar abajo todos
sus árboles frutales, cultivos de cacao, maderables y bosque que tiene
distribuidos en una extensión de 30 hectáreas de territorio. Los buenos
precios que la palma manejaba por esos días lo tentaron. Pero cuenta que
pesó más su interés por la conservación de la cobertura vegetal de su
finca y de sus fuentes de agua. No fue así sin embargo para un vecino
lateral y otro frontal, con propiedades de 60 hectáreas cada uno,
quienes decidieron talar para plantar palma. La diferencia es que el
hogar de Moreno siempre estuvo allí, en cambio sus compañeros migraron
de las ciudades y compraron esas propiedades solo para dedicarse al
negocio de la palma. Hoy un grupo de cuidadores vigila esos terrenos. De
cinco años acá, el paisaje y hasta el aire que solía respirar
Maximiliano Moreno en su finca cambiaron para siempre. Pasó de estar
rodeado de un frondoso bosque a contemplar largas planicies de palma
africana. La situación hizo encender sus alarmas y lograr un acuerdo con
el propietario del terreno vecino para evitar que aguas de descarga
lleguen a una de sus parcelas, donde siembra cacao y cria tilapias. “La
contaminación (por la siembra de palma) es algo difícil, se usan fuertes
insecticidas, kilos de fertilizante por cada planta y todo se drena a
los arroyos que cruzan por la finca”, comenta Moreno, quien es
presidente de la comunidad Riveras del Punino, ubicada en la parroquia
Nuevo Paraíso, cantón Francisco de Orellana (más conocido como Coca) y
provincia de igual nombre. La finca de Maximiliano está situada en la
zona norte de la Amazonía ecuatoriana.
Presidente
de la Comunidad Riveras del Punino, Maximiliano Moreno, muestra el
terreno colindante a su finca, que ahora está plantado de palma y antes
solía ser bosque. Foto: Daniela Aguilar.
Riachuelo
contaminado cerca a las plantaciones de la empresa Palmar del Río, en
la parroquia Nuevo Paraíso. Los vecinos atribuyen la contaminación a la
extractora de aceite. Foto: Daniela Aguilar.
Mongabay
Latam realizó un recorrido por las parroquias rurales de los cantones
Francisco de Orellana (Orellana) y Shushufindi (Sucumbíos), y constató
sembríos recientes de palma africana en los linderos de las plantaciones
que poseen las principales palmicultoras y extractoras de aceite. Los
moradores confirmaron que hace cinco años comenzaron a aparecer esos
parches, que con el paso de los años fueron incrementándose y
transformando en plantaciones las áreas que antes solían ser bosque. En
el caso de Orellana, la mayoría de cultivos están en la parroquia Nuevo
Paraíso, en comunidades como Riveras del Punino, Agrupación Payamino y
15 de Abril, próximos a un área aproximada de 10 000 hectáreas que posee
la empresa conocida como Palmar del Río (que pasó a llamarse Negocios
NEGCORPBIS). En cuanto a Shushufindi, la mayoría de nuevos parches están
en las parroquias de Limoncocha y San Roque, justo en los alrededores
de la zona donde opera la compañía Palmeras del Ecuador, que posee una
extensión bruta de 15 000 hectáreas.
Imágenes
aéreas de los parches de deforestación por palma aceitera que empiezan a
aparecer alrededor de las grandes plantaciones. Foto: Mongabay Latam.
Sector
talado en la comunidad Agrupación Payamino. Además de la palma, los
campesinos talan el bosque que tienen dentro de sus fincas para sembrar
productos de ciclo corto. Foto: Daniela Aguilar.
“La
palma es un negocio silencioso que para mí es más problemático que el
petróleo porque arrasa con todo. No queda vegetación, no queda fauna,
los ríos se convierten en drenajes, la necesidad de químicos es
impresionante”, profundiza sobre los impactos del monocultivo Diocles
Zambrano, presidente de la comunidad cercana Agrupación Payamino y
coordinador de la Red de Líderes Comunitarios Ángel Shingre. Zambrano
explica que el tema es muy sensible. Añade que desde hace más de una
década tuvo que lidiar con la proliferación de esas plantaciones
alrededor de su propiedad y que finalmente tomó la decisión de mudarse a
la capital provincial con su familia. El líder comunitario comenta que
no hay incentivos para conservar el bosque y que frente a la necesidad,
decenas de campesinos han optado por vender sus tierras a productores
de palma. El asunto es que las grandes extensiones de bosque que aún
siguen en pie han sido parceladas en fincas y su destino será
transformarse en terrenos agrícolas. En esas tierras se planta plátano,
maíz, cacao, además de la palma, aunque este último cultivo es mucho más
impactante en el paisaje y relieve.
La
problemática de la deforestación en la Amazonía norte por el incremento
del monocultivo de palma africana ha sido abordada en el plan de
ordenamiento territorial del cantón Francisco de Orellana (Orellana), su
parroquia Nuevo Paraíso, así como la parroquia Limoncocha, del cantón
Shushufindi (Sucumbíos). El informe elaborado en 2015 por la junta
parroquial de Limoncocha señala como una “gran amenaza” la “expansión
del territorio por parte de la Empresa Palmeras del Ecuador, que año a
año compra terrenos a los comuneros para ampliar sus plantaciones de
palma, además, también contamina el ecosistema agregando diferentes
insumos químicos”. Por su parte, la junta parroquial de Nuevo Paraíso,
menciona que la empresa Palmar del Río y las familias productoras de
palma provocan la “degradación del suelo y bosque”, y que además, el uso
de pesticidas por parte de esa palmicultora causa “el envenenamiento de
aguas de esteros menores”.
Plantaciones
nuevas de palma africana en la parroquia San Roque del cantón
Shushufindi. En distintos puntos de la zona rural se pueden observar
bosque talado. Foto: Daniela Aguilar.
Se trata con pinzas el tema de la Palma
El
asesor municipal y encargado del plan de ordenamiento territorial de
Francisco de Orellana, Jon Arruti, admite que el gobierno local ni tiene
control ni está al tanto del avance de la deforestación por palma.
“Sinceramente el municipio no ha tenido un conocimiento muy grande de
todo su territorio rural. Recién hemos hecho un catastro y vamos a tener
un panorama más claro de las cosas”, dice a Mongabay Latam. Arruti
explica que es su competencia otorgar los permisos de cambio de uso de
suelo, como lo es talar el bosque para iniciar una plantación de palma,
pero que en la práctica no tienen ninguna incidencia, “el Municipio se
ha puesto en esa exigencia porque políticamente no le convenía”. Añade
que el campesino nunca se sintió con la necesidad ni obligación de
pedirles un permiso para la reconversión del uso del suelo, que tampoco
lo han exigido y que “nunca ha tenido ningún papel en eso, siempre ha
sido un papel (responsabilidad) del propio ministerio de ambiente”
El
funcionario municipal coincide en que el tema es crispante, pero
asegura que más que con los pequeños y medianos productores de palma,
han tenido problemas con las extractoras. El más reciente con la empresa
Río Coca (antes Pamela), que fue clausurada varios días por contaminar
el afluente del que captan agua los pobladores del cantón (división
administrativa de cada provincia), aunque no precisa cuántos días duró
la clausura ni si se aplicaron sanciones económicas. A pesar de esto,
Arruti sostiene que es mucha gente trabajadora la que vive de la palma y
que no quieren generar un conflicto. “No se puede tener una oposición
total hacia la palma, pero sí tener más conocimiento y más control”.
Entre
las familias que viven de la palma, está la de Carmen Bricio en la
comunidad Riveras del Punino. Carmen y su esposo Adalberto Verdezoto
invirtieron todos sus ahorros y esfuerzos para plantar palma en sus 20
hectáreas. Para ello tuvieron que tumbar hace cinco años sus sembríos de
cacao y el bosque que conservaban. Le compraron las plantas a la mayor
palmicultora de la provincia, Palma Oriente, e hicieron un convenio para
venderle el producto. Pero las cosas no resultaron como esperaban.
Bricio, quien es madre de seis, cuenta que perdieron la tercera parte de
la plantación por plagas y que esta mala racha coincidió con el
desplome del precio de la palma durante el último año. Hoy Carmen y
Adalberto continúan trabajando la palma que les queda, con el objetivo
de regresar a la siembra de cacao a medio plazo. Si bien lamentan haber
optado por ese monocultivo, no se arrepienten de haber talado el bosque.
Para ellos es su medio de subsistencia y pueden decidir sobre él.
Carmen
Bricio muestras sus sembríos de palma. Junto a su esposo ingresó a
cultivo de esta fruta hace cinco años pero no les ha ido bien. Foto:
Daniela Aguilar.
Para
Blanca Grefa, presidenta de la Federación Indígena de las Comunidades y
Comunas Kichwas de la Amazonía (FICCKAE), el panorama está bastante
claro: la palma “no es un negocio para campesinos sino para grandes
empresas”. “Anteriormente se estaba incentivando desde el Ministerio de
Agricultura que se siembre palma, pero las comunas decidieron no
hacerlo”, explica Grefa. Primó la conservación de los bosques y la
preservación de los territorios reconocidos y agrupados en títulos
globales. La dirigente añade que los kichwas producen en la medida de
sus necesidades, es lo que manda su cultura, y que de momento sus
problemas no están relacionados con la palma. Sus preocupaciones radican
en que no pueden trabajar sus tierras porque no cuentan con los
recursos para elaborar el plan de manejo ambiental, que incluye
zonificación y mapeo de sus tierras, y que les exige el Ministerio de
Ambiente antes de realizar actividades como la producción agrícola y el
aprovechamiento de madera. Además, Grefa critica a las autoridades
porque no le ponen alto a los invasores que han ingresado a sectores
como Alto Punino, y que se dedican a la tala ilegal, caza, pesca y hasta
a la minería. “Se aprovechan y nadie les impide, mientras a las
comunidades que hemos cuidado por años nos ponen impedimentos”.
El
director de Medio Ambiente de Orellana, Manuel Muñoz, dice que la
deforestación por plantación de palma africana “se ha percibido como
algo de un volumen muy notorio”, pero que no cuentan con mayor
información al respecto. “Eso no significa que no esté dentro de nuestra
obligación adentrarnos en la problemática y entrar a hacer un trabajo
más exhaustivo para determinar qué tan importante y notorio es el
problema”, añade.
¿Qué norma promovió la aparición de los parches?
Hace
cinco años, la palma aceitera comenzó a ganar terreno. Era 2012 y la
entonces ministra de Ambiente Marcela Aguiñaga expidió un acuerdo
ministerial que simplificaba los permisos ambientales para sembrar palma
africana. Si la extensión era menor a 50 hectáreas, se establecía que
había que obtener una ficha ambiental en lugar de una licencia. Las
reglas se hacían más sencillas, aunque Muñoz niega que ese acuerdo haya
propiciado la tala de bosque. “El enfoque original es que al pequeño
propietario se le den posibilidades de tener soluciones a sus problemas
de cómo tener un sustento económico para su sobrevivencia, entonces,
dentro de ese concepto, le aclaro que no necesariamente significa una
tala indiscriminada, porque hay áreas donde el riesgo se considera mayor
y solamente se permite una disminución de un 30 % del área de cobertura
de bosque”.
¿Pero qué tan riguroso
es el control ambiental previo a la entrega de las fichas?,
“Teóricamente debe ser riguroso”, responde Muñoz y luego añade, para
despejar dudas, que recién asumió el cargo en agosto pasado. “Cuando van
a hacer un cambio de uso de suelo en una zona que no sea un área
protegida pero que tiene bosque que está produciendo una cobertura
vegetal, entonces el uso puede ser permitido en forma parcial
determinando qué especies están (…) Si es que es una vegetación
secundaria o terciaria que no tiene una gran incidencia sobre la
temática ambiental, puede ser sujeto bajo un análisis a que se dé las
autorizaciones (para talar)”, dice el Director Provincial de Ambiente y
agrega que por ahora concentran sus esfuerzos en el combate de la tala
ilegal y el tráfico de madera. Muñoz admite que no llevan un registro
sobre la problemática de la deforestación por siembra de palma y que
existe una gran necesidad de mejorar la mecánica de los controles en
general. Cuando le preguntamos sobre el número de fichas ambientales que
han entregado para la siembra de ese producto, respondió que nos
proporcionaría el número en los siguientes días, pero hasta el cierre de
este artículo Mongabay Latam no recibió información alguna. Finalmente
concluyó que solo tienen un puesto de control para ejercer las tareas de
control forestal y tráfico de especies en una provincia de 21 730
kilómetros cuadrados, y que están trabajando para implementar dos
puestos más.
Durante
el recorrido que realizó Mongabay Latam por las poblaciones rurales de
Coca y Shushufindi, próximas a las grandes plantaciones de palma
africana de las empresas Palmar del Río y Palmeras del Ecuador,
identificó que en casos representativos como la parroquia Nuevo Paraíso
(Coca), las nuevos parches sobre la selva se ubican en vías de segundo
orden que conectan a todas las comunidades mestizas e indígenas. Muy
distinto a lo que ocurre en el caso de Shushufindi, en la vecina
provincia de Sucumbíos. Allí existe una carretera nueva construida por
el gobierno nacional como parte del eje terrestre y fluvial Manta
(Ecuador) – Manaos (Brasil). Son 44 kilómetros que parten de la
comunidad de Yamanunka y llegan hasta Puerto Providencia, a orillas del
río Napo. La nueva vía no solo es propicia para el transporte de la
producción de palma africana que se obtiene en el sector, también
conduce al principal punto de acceso fluvial al Yasuní, directo a los
bloques petroleros que hace poco comenzó a explotar el gobierno de
Rafael Correa.
Yamanunka
es la única comunidad de la parroquia Limoncocha, cantón Shushufindi,
donde se siembra palma aceitera. Es además la única comunidad shuar
dentro de esa jurisdicción kichwa. “Tienen bastantes problemas de tierra
y son conflictivos, por eso hemos decidido no intervenir”, comenta
Silvia Yumbo, la secretaría de la Junta Parroquial. Yumbo explica que
sus compañeros no son partidarios de la siembra de palma, pero tienen la
ventaja de que la mayoría de su jurisdicción está dentro de una reserva
protegida de Limoncocha. Queda por fuera Yamanunka, que además de ser
punto de deforestación por siembra de palma, es uno de los sitios más
afectados por la contaminación petrolera de la era Texaco, y la mayoría
de habitantes carecen de agua entubada o potable, por lo que se ven
obligados a cavar pozos para obtener el recurso hídrico en un área con
una alta presencia de pasivos ambientales.
Vía libre: la expansión de los cultivos de Palma
A través
de la carretera de Yamanunka, la ruta inaugurada hace tres años, se
puede hoy atravesar la extensa plantación de la empresa Palmeras del
Ecuador. Es justamente en los alrededores de esa vía donde han surgido
numerosas plantaciones particulares, que en parte tienen que ver con un
proyecto que ejecuta desde hace ocho años la mayor palmicultora de la
zona. Es que las grandes empresas de palma tienen sus incentivos, y en
el caso de Palmeras del Ecuador, impulsan desde hace ocho años el
programa “Cultivos inclusivos”. Según indica el Jefe Administrativo de
la compañía, Andrés Carrillo, en un encuentro con Mongabay Latam, la
empresa se convierte en garante del productor, que este se compromete a
sembrar como mínimo 10 hectáreas, y que la empresa le otorga tres años
de plazo antes de iniciar el cobro. El mismo tiempo que demora la palma
en dar su primera cosecha.
Vía
a Puerto Providencia, parte del eje Manta-Manaos que inauguró el
presidente Correa hace alrededor de tres años. La carretera bordeo las
plantaciones de la empresa Palmeras del Ecuador. Foto: Daniela Aguilar.
Cuando
el agricultor vende su producción a Palmeras del Ecuador, esta le
retiene el 50 % del valor y lo va abonando al crédito. Brindan también
asesoría técnica. Consultado sobre si el proyecto propicia la
deforestación, Carrillo responde que “el único objetivo es que gane la
gente con su microempresa y la empresa al comprarle la fruta”. Y agrega
que es el Ministerio de Ambiente el responsable de otorgar permisos
ambientales a los agricultores. “Estamos abiertos a recibirles el
producto a todos los productores de la zona, no tenemos ninguna
restricción”, dice el Jefe Administrativo. Finalmente añade que la
empresa se preocupa por el medio ambiente y que dentro de las 15 000
hectáreas brutas que poseen, hay una reserva forestal de 2500 hectáreas.
Aunque
la mayoría de los comuneros que Mongabay Latam encontró durante su
recorrido por las plantaciones de palma son cuidadores y no dueños, no
dudaron en señalar que ven con muy buenos ojos la presencia de la
empresa. Esto porque la mayoría de puestos de trabajo de la zona están
relacionados con el producto. Un ejemplo es la comunidad de Nueva Vida
de la parroquia San Roque. El 80 % de sus 2000 pobladores trabajan en
ese campo, según su presidente Johnny Vera. Sobre la deforestación por
siembra de palma, el dirigente es directo en explicar que “no pueden
subsistir de la preservación”. “Estamos trabajando para poder vivir y si
tenemos que talar la montaña, hay que hacerlo”, comenta Vera y añade
que sí hay reservas en la zona, como la de Limoncocha y la que mantiene
la empresa Palmeras del Ecuador.
Sembríos recientes de Palma a un extremo de la vía a Puerto Providencia. Foto: Daniela Aguilar.
No
hay cifras actualizadas sobre las plantaciones de palma en las
provincias de Orellana y Sucumbíos. Las cifras comprendidas dentro de
sus planes de ordenamiento territorial apuntan a que Orellana pasó de 14
485 hectáreas de palma africana en el 2002 a 20 366 hectáreas en el
2013. En el caso de Sucumbíos, se registra una superficie sembrada de
palma de 25 547 hectáreas en 2012. Esos cálculos no incluyen los
numerosos parches que se han formado en la cobertura vegetal de estas
dos provincias amazónicas y que es posible percibirlos cuando se realiza
un recorrido en vehículo por la zona, como lo hizo por varios días
Mongabay Latam.
Probablemente por
ese motivo, estas dos provincias fueron seleccionadas para ser parte del
proyecto Amazonía Sostenible que ejecutará el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo para Medio Ambiente Mundial
(GEF), en un de plazo seis años. “Ellos pretenden que como bien la palma
tiene un impacto muy grande dentro del paisaje del cantón, hay que
controlarla, hay que regularla y hay que establecerla”, indicó el asesor
del Municipio de Francisco de Orellana Jon Arruti.
es.mongabay.com/2016/11/bosques-deforestacion-amazonia-palma-ecuador/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario