¿Una guerra contra los medios de información alternativos?
Por Jason Hirthler,
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Las
noticias falsas no son noticias. Se trata de una estrategia que ya fue
utilizada quizás en la antigua Atenas. Platón consideraba a los
sofistas, rivales de Sócrates, como unos charlatanes, es decir una
primera versión del engaño y del disimulo mediático. Este problema
también hizo acto de presencia en la América colonial. Escuche si no lo
que dijo Thomas Jefferson al respecto:
“Los mecanismos más eficaces para mantener la paz en una nación son los medios públicos de comunicación…
Un Gobierno despótico mantiene siempre a un ejército permanente de
periodistas que, sin considerar la verdad o lo que podría ser la verdad,
inventan y escriben aquello que pueda servir a su Régimen. Esto es
suficiente para la gente que no sabe distinguir lo falso de las noticias
ciertas de un periódico”.
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Uno podría
añadir también que la información pública es un motor muy eficaz para
provocar indignación en una nación, como ya demostró la Comisión Creel
de Woodrow Wilson. Pero se han añadido nuevos artefactos en esta
sórdida historia de propaganda, creados por nuestra prensa liberal que
se autocongratula. Los medios de comunicación dominantes han publicado
últimamente un aluvión de información sobre las noticias falsas: Mark
Zuckerberg, fundador de Facebook, se ha comprometido a acabar con las
noticias falsas; el Presidente Obama alertó en Alemania sobre los
peligros del periodismo ajeno a los hechos y demonizan a personas e
instituciones. Se trata, por supuesto de una de las mayores hipocresías
del impulsor de una Segunda Guerra Fría.
Sin
embargo, esta estrategia supone una amenaza, ya que podría servir
fácilmente como pretexto para silenciar a los medios alternativos y
combatirlos más activamente en Internet. Este podría ser el resultado de
este ciclo electoral: unas serie de medidas estatales para imponer un
control del pensamiento en la red. Podría servir muy bien de ejemplo de
lo que Naomi Klein denomina “doctrina del shock”: la élites en los
momentos de crisis aturden a la población para provocar una serie de
cambios ideológicos impulsados bajo el paraguas del populismo.
Oportunismo en el momento más adecuado. Como después de un tsunami los
magnates de los bienes inmuebles se apropian de las valiosas propiedades
de los pescadores frente al mar. Después de un ataque terrorista, se
usa la Seguridad como pretexto para avanzar hacia un Estado de
emergencia o para aumentar el aparato de vigilancia. Y después del
período de aturdimiento electoral, se utiliza el pretexto de las
noticias falsas en Internet para censurar la prensa digital diciendo que
se trata de una forma de proteger la Democracia.
Dios los cría y ellos se juntan
El asunto
de las noticias falsas circula por los medios de comunicación
corporativos, y es una señal, independientemente de algún mea culpa en
algunos editoriales sobre las erróneas interpretaciones del público
estadounidense, de que no han aprendido absolutamente nada, ni nunca han
tenido la mínima intención de hacerlo. Ahora The New York Times
pide la censura de las “noticias falsas” y su columnista Nicholas
Kristof cree que el principal problema con los medios de comunicación es
que no mantienen contacto con la clase obrera. Es cierto, pero Kristof
dice esto en medio de un anuncio que denuncia las noticias falsas en los
medios alternativos, sin que aborde las mentiras desenfrenadas en los
medios corporativos. Pero, claro, estas noticias falsas deben pasarse
por alto porque sirven para ocultar los delitos de los poderosos
intereses de estos medios de comunicación. Como escribió recientemente
el periodista Glen Greenwald: “La religión suprema de la prensa estadounidense es la reverencia al poder”.
Al mismo
tiempo que esta crítica de los medios de comunicación corporativos sobre
las “noticias falsas”, también existe un miedo a la propaganda rusa,
que se confunde con noticias falsas, bajo la rúbrica de un Internet
peligroso y oscuro. Pero un ejemplo de una tergiversación más descarada
es la que ofrece la portada del Washington Post, que da crédito a
la teoría de la conspiración por parte de Vladimir Putin como una
estrategia de propaganda nefasta que ha logrado “sembrar la desconfianza en la Democracia estadounidense y en sus líderes”. A
continuación hace referencia a un par de oscuros Informes de este
complot del Kremlin que amenaza a la gente. Uno de los Informes
pertenece a un grupo llamado PropOrNot, donde se dice que se
trata de investigadores “independientes”, que parecen considerar que
cualquier reportaje no hostil a la política exterior de Moscú es
propaganda rusa. No ofrece ningún hecho para invalidar el contenido de
estos sitios: como no se trata de propaganda proimperialista, a favor de
la guerra y pro-Washington, entonces se trata de mentiras. En ese
Informe se ofrece un listado de varios sitios web de la izquierda, que
no serían otra cosa que agentes soviéticos, tales como truthdig.org,
truth-out.org, greanvillepost.com, counterpunch.org, globalresearch.ca y
muchos otros. Por supuesto, el artículo del Washington Post da una visión muy favorable del periodismo, del que dice que es de interés público.
PropOrNot define la propaganda como:
“Una
forma sistemática de persuasión que intenta influir en las emociones,
las actitudes, las opiniones y las acciones de determinado grupo de
gente con fines políticos, ideológicos y religiosos, a través de la
transmisión controlada de mensajes falsos, selectivamente omitidos y
unilaterales (que pueden ser o no actuales) a través de los canales de
los medios de masas o directamente”.
Esta
definición absurdamente inclusiva acusa a cada corriente del país y
cualquier medio alternativo de izquierdas o derechas que posea unos
valores de antemano. En otras palabras, la opinión misma se convierte en
vil propaganda. Entonces, ¿quién debe informar u opinar sobre las
noticias? ¿Se puede confiar en alguien para presentar hechos objetivos
sin que se produzca un sesgo en determinada dirección? ¿Y quién
decidirá? ¿No se trata en realidad de un ataque directo a la libertad de
prensa, a la libertad de expresión?
Otro gesto
de gran hipocresía es el del Parlamento Europeo que codificó la
propaganda occidental en una resolución que denuncia la desinformación y
la propaganda hostil y señala que la propaganda rusa socava la noción
misma de información objetiva y la ética del periodismo. Alguien debiera
decir a la UE que quien socava la ética del periodismo son aquellos que
difunden propaganda en masa a través de grupos occidentales, tales como
Robert Creel, Walter Lippmann y Edward Bernays. La UE también debiera
recordar que debe su existencia a la propaganda masiva a favor de la UE,
que disipó los temores públicos de que las naciones perdieran su
soberanía bajo el paraguas de la UE, que es precisamente lo que sucedió.
Del mismo modo, la propaganda rusa sería cualquier información que se
niegue a adoptar un punta de vista anti-ruso, o critique las política
imperial de Washington.
Pero hay
mucha gente que no cae en la trampa de esas artimañas. ¿Recuerda el
ejército permanente de periodistas de Jefferson? Ron Paul se tomó la
molestia de hacer una lista. Sin duda, cualquier lista seria de medios
que publican noticias falsas tendría que comenzar con los siguientes
medios de comunicación, entre otros muchos:
The New York Times The Washington Post
Fox News
CNN
MSNBC
Pero cuando
hablamos de noticias falsas no estamos hablando de medios panfletarios
de supermercado que afirman que Michelle Obama ha sido secuestrada por
extraterrestres, o sobre el plan de Obama de convertir Estados Unidos en
un gran califato islámico. Es mucho más sutil que todo eso. El
periodista Jay Tabar escribe:
“Aunque
los medios de comunicación convencionales informan, no resulta
comprensible esa información, dejando fuera lo que es esencial para un
conocimiento que permitiría a los lectores formar su propio juicio, en
lugar de consumir las distorsiones corporativas y la propaganda
estatal”.
Otro efecto
adverso de este pernicioso concepto no es sólo que puede fomentar la
censura de los sitios alternativos de noticias, sino que puede implicar,
aunque sea por extensión, que sólo los medios corporativos son los que
ofrecen noticias reales. Resulta difícil mantener este argumento después
de décadas de dirigismo corporativo y la absoluta falta de escrúpulos
para demonizar a los enemigos. La idea es empujar a las Empresas de los
medios digitales y redes sociales, tales como Twiter, Google y Facebook,
hacia una autocensura. Cualquiera que haya trabajado alguna vez en una
Corporación sabe que no existe el discurso libre dentro del Santuario
corporativo, al menos sin repercusiones graves por desafiar las líneas
del partido. Lo cual nos lleva a otro asunto que todavía colea después
de los años pasados: la era McCarthy.
Difamando a los medios estatales
En la era
del Gobierno de las Corporaciones, la idea de que los medios de
propiedad estatal son más peligrosos o partidistas que los medios de
propiedad Corporativa no debiera ser motivo de la mínima atención. Pero
esta miserable afirmación sigue circulando, y la última vez en boca del
portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, ante las preguntas de
un periodista de RT sobre sus acusaciones contra Rusia. En primer lugar,
se negó a dar pruebas para respaldar sus afirmaciones de que los rusos
atacan los hospitales sirios. Luego, como periodista estadounidense, se
alzó para defender su derecho a plantear dicha cuestión, pero Kirby saca
de repente a colación los medios nacionales para desacreditar a RT.
¿Cuál es
exactamente, señor Kirby, la diferencia entre los medios de propiedad
estatal y los de propiedad corporativa? ¿Por qué se desprecia a los
primeros y a los segundos se los trata como si fueran un faro de pureza
periodística? A pesar de mi repugnancia por la ineficacia de los
Gobiernos contra la corrupción, hay que admitir que los medios
corporativos son los falsificadores más eficientes y persuasivos de la
realidad. Décadas de hostilidad y falsedades han dado a las
Corporaciones una ventaja comparativa en el negocio de la manipulación.
La propaganda estatal sigue siendo algo más torpe en este sentido.
Resulta aún
más absurda cuando se piensa en la miríada de órganos de propaganda del
Estado estadounidense, que dicen ser ONG, entre ellas la Fundación Nacional para la Democracia y sus excrecencias capilares, como el Instituto Republicano Internacional (IRI) y el Instituto Nacional de la Democracia (NDI).
Pero estas organizaciones, nominalmente no partidistas, están
infestadas por ideólogos del Congreso y están financiadas por el
Departamento de Estado. La verdad es que cualquier medio corporativo, o
del Estado, o medio alternativo, desde el Washington Post a RT, desde Black Agenda Report a Counterpounch,
debieran escudriñarse para comprobar la veracidad de sus contenidos. El
intento de Kirby de lanzar sospechas sobre los medios estatales puede
ser un hecho aislado, pero usó esta estrategia para desviar la atención
antes su falta de pruebas.
Sesgo en las confirmaciones y adicción a las falsedades
Como
consecuencia de los ritos funerarios y las lágrimas derramadas después
de las elecciones, se ha producido un raquítico aumento en el número de
suscripciones al Establishment de las publicaciones liberales. The Atlantic, The New York Times, The Nation y Mother Jones,
han recibido, de una a otra costa, numerosas voces clamando una
respuesta. El pensamiento de estas gentes de las Corporaciones que se
dirigen hacia espacios ideológicos seguros, resulta hasta divertido,
hasta que usted piensa en lo que realmente está sucediendo. Estos medios
canalizan a sus aterrorizados acólitos hacia los pliegues de la
Democracia, habiendo de por medio cuatro años de una demente
desregulación republicana para apuntalar el cadáver momificado del
Partido Demócrata. Los votantes nunca aprenderán mientras se aferren al
megáfono de los medios corporativos. A menos que la burguesía
(empresarios liberales) no se liberen de su dosis de MSM IV, las
campañas como las de Jill Stein no alcanzarán el umbral de 5%, el cambio
radical seguirá en el limbo, sólo un ruido de fondo detrás del
estruendo de las reformas simbólicas proclamadas por los demócratas del
futuro.
Un círculo vicioso
Afortunadamente,
sólo el 32% de la gente de este país tiene una fuerte confianza en los
medios de comunicación. Algo parecido parece que está sucediendo con las
gentes de otros países [en España, según un estudio realizado por el Instituto Reuter para el Estudio del Periodismo, y publicado en junio de este año, el nivel de confianza de los españoles en los medios de comunicación sólo alcanzaría el 34%]. Sin
embargo, si los monolitos corporativos lograsen arrinconar a los medios
alternativos, entonces los Demócratas lograrían hacerse de nuevo con el
poder. Hay un grieta que se ha
abierto en el complejo de los medios de comunicación, donde una
corriente, que si bien es dominante, está desacreditada, sumida en su
propia ignorancia y en su autocontemplación, y que dice querer hacer
otro tipo de periodismo, una promesa que nadie se cree. La
línea de falla puede abrirse por la izquierda o por la derecha. Pero se
dispone de poco tiempo. Las fuerzas que están detrás de los medios
corporativos ya están utilizando el pretexto de las noticias falsas para
poner palos en las ruedas de los medios disidentes. ¿Qué nuevas medidas
se adoptarán para frenar aún más la libertad de expresión e imponer
formas de control del pensamiento? Los llamados medios liberales quien
construir un muro, no entre México y los Estados Unidos, sino entre los
votantes y la verdad, y lo que es más importante, la libertad de
búsqueda de la verdad.
Se supone que el Cuarto Estado debe rendir cuentas. Como lo expuso Joseph Pulitzer: “consolar al afligido y afligir al acomodado”. Lo
irónico es que los medios de comunicación dominantes han abdicado de su
propósito original, y ahora ofrecen consuelo al acomodado y ocultan la
condición abyecta de los afligidos. La disidencia es el hilo de Ariadna
de la Democracia. Si perdemos este hilo, nos encontraremos perdidos en
un laberinto de desinformación, que la corriente dominante presente
arramblar, pero sin herramientas para ofrecer alternativas de un
pensamiento más libre.
Jason
Hirtler es escritor, un veterano que lleva trabajando 15 años en la
Industria de la Comunicación. Ha escrito en diferentes medios de
comunicación. Vive y trabaja en la ciudad de Nueva York. Puede ponerse
en contacto con él en: jasonhirthler (a) gmail.com
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