Publicado en: 2 enero, 2017
La guerra nuclear en 140 caracteres
Uno de los peores lugares para desencadenar una nueva carrera
armamentista debe ser sin duda Twitter. Pero no para Donald Trump. Y
para demostrarlo el 23 de diciembre lanzó un mensaje claro: Estados
Unidos, señaló, deben fortalecer y expandir su capacidad atómica hasta
que el mundo por fin despierte a la realidad de las armas […]
Uno de los peores lugares para desencadenar una nueva carrera armamentista debe ser sin duda Twitter. Pero no para Donald Trump. Y para demostrarlo el 23 de diciembre lanzó un mensaje claro: Estados Unidos, señaló, deben fortalecer y expandir su capacidad atómica hasta que el mundo por fin despierte a la realidad de las armas nucleares.
Por si quedaban dudas, al día siguiente Trump volvió a twittear: “¡Que comience una nueva carrera armamentista!” Pareciera que ya no habría lugar a dudas: junto a otras extravagantes promesas de su campaña el presidente electo ahora quiere añadir una nueva etapa en la carrera de armamentos nucleares.
Para tener cierta perspectiva hay que recordar que este año el presidente Barack Obama sentó las bases de un gigantesco programa de modernización del enorme arsenal estratégico de Estados Unidos.
Dicho plan incluye un gasto superior a 348 mil millones de dólares para “modernizar y actualizar” misiles, bombarderos, cargas nucleares, submarinos, sistemas de monitoreo e identificación de blancos, así como la infraestructura de control y comando del Pentágono. A eso hay que añadir planes para fortalecer el subsistema de investigación y desarrollo tecnológico de todos los componentes de las fuerzas armadas. Algunos analistas independientes calculan que el costo de tales proyectos podría superar el billón (castellano) de dólares.
Estados Unido mantienen hoy un arsenal de aproximadamente mil 750 cabezas nucleares desplegadas en misiles balísticos intercontinentales lanzados desde sus bases en tierra (ICBM), en cohetes lanzados desde submarinos (SLBM) y en bombarderos estratégicos. A este número hay que agregar 180 cargas tácticas localizadas en bases en Europa. En la categoría de misiles ICBM se encuentran 441 Minuteman III, con un alcance de 6 mil kilómetros, colocados en silos subterráneos. Estos misiles pueden ser disparados en menos de cinco minutos después de recibir una orden presidencial.
Por su parte, los misiles SLBM desplegados en submarinos (de propulsión nuclear) suman 288 y todos están dotados de hasta ocho cargas independientes. Estos submarinos tienen la capacidad de permanecer ocultos durante largos periodos de tiempo y desde esa perspectiva constituyen el componente disuasivo por excelencia en caso de lo que algunos analistas llaman un “intercambio nuclear”.
El llamado de Trump suena ridículo si se considera el hecho de que los arsenales de Estados Unidos han atravesado múltiples programas de modernización desde los peores años de la guerra fría. De hecho, los acuerdos de control y reducción de armamentos que fueron negociados con la antigua Unión Soviética sirvieron para adelgazar el abultado inventario de cargas nucleares, misiles y bombarderos, al eliminar los elementos obsoletos y vulnerables, y abriendo espacio para los más modernos y letales. Un resultado fue el incremento en la precisión de los nuevos cohetes, lo que hizo posible reducir el tamaño de las cargas nucleares individuales. Todo esto llevó a una reducción en los arsenales nucleares y a una impresión de que el peligro estaba disminuyendo.
Es decir, el desplante de Trump (y de Obama) es absurdo desde otro punto de vista. Si hacemos una lista de los países que más invierten en armamentos resulta que el gasto militar de Estados Unidos es mayor al acumulado de las siguientes 10 naciones en dicha escala. Para el estado en el que se encuentra hoy día la economía estadunidense resulta claro que un dispendio improductivo de este calibre representa un oneroso fardo lleno de implicaciones negativas. Ni la economía será más competitiva, ni se generarán empleos productivos. Y si alguien piensa en los posibles beneficios tecnológicos que este dispendio podría traer aparejados, hay que recordar que las innovaciones que generaron los misiles y sus sistemas de navegación ya no se van a repetir.
Vladimir Putin no quiere dejar solo a su compañero de juegos y anunció a los pocos días del tuit de Trump que si Estados Unidos quiere iniciar una nueva carrera de armamentos, Rusia estaría más que dispuesta a responder al desafío. De hecho, el plan de Moscú consiste en remplazar todo el arsenal nuclear viejo heredado de la guerra fría por componentes modernos a lo largo de los próximos 10 años. Dicho sea de paso, Inglaterra, Francia, China, India, Pakistán e Israel siguen la misma trayectoria de modernizar sus arsenales nucleares.
Para el resto del mundo, el panorama es sombrío. Es cierto que el número de armas nucleares se redujo desde su punto máximo en lo más álgido de la guerra fría. Pero queda mucho por hacer para realmente eliminar el riesgo de la aniquilación nuclear. La lentitud con la que ha procedido la reducción de armamentos nucleares es una señal de alarma a la que hay que agregar el sensible deterioro del régimen de no proliferación.
Se calcula que una guerra nuclear tendría una duración de media hora. Pero el mundo de la posguerra sufriría miles de años. Eso no cabe en 140 caracteres.
Alejandro Nadal Economista. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2016/12/28/opinion/019a1eco
Uno de los peores lugares para desencadenar una nueva carrera armamentista debe ser sin duda Twitter. Pero no para Donald Trump. Y para demostrarlo el 23 de diciembre lanzó un mensaje claro: Estados Unidos, señaló, deben fortalecer y expandir su capacidad atómica hasta que el mundo por fin despierte a la realidad de las armas nucleares.
Por si quedaban dudas, al día siguiente Trump volvió a twittear: “¡Que comience una nueva carrera armamentista!” Pareciera que ya no habría lugar a dudas: junto a otras extravagantes promesas de su campaña el presidente electo ahora quiere añadir una nueva etapa en la carrera de armamentos nucleares.
Para tener cierta perspectiva hay que recordar que este año el presidente Barack Obama sentó las bases de un gigantesco programa de modernización del enorme arsenal estratégico de Estados Unidos.
Dicho plan incluye un gasto superior a 348 mil millones de dólares para “modernizar y actualizar” misiles, bombarderos, cargas nucleares, submarinos, sistemas de monitoreo e identificación de blancos, así como la infraestructura de control y comando del Pentágono. A eso hay que añadir planes para fortalecer el subsistema de investigación y desarrollo tecnológico de todos los componentes de las fuerzas armadas. Algunos analistas independientes calculan que el costo de tales proyectos podría superar el billón (castellano) de dólares.
Estados Unido mantienen hoy un arsenal de aproximadamente mil 750 cabezas nucleares desplegadas en misiles balísticos intercontinentales lanzados desde sus bases en tierra (ICBM), en cohetes lanzados desde submarinos (SLBM) y en bombarderos estratégicos. A este número hay que agregar 180 cargas tácticas localizadas en bases en Europa. En la categoría de misiles ICBM se encuentran 441 Minuteman III, con un alcance de 6 mil kilómetros, colocados en silos subterráneos. Estos misiles pueden ser disparados en menos de cinco minutos después de recibir una orden presidencial.
Por su parte, los misiles SLBM desplegados en submarinos (de propulsión nuclear) suman 288 y todos están dotados de hasta ocho cargas independientes. Estos submarinos tienen la capacidad de permanecer ocultos durante largos periodos de tiempo y desde esa perspectiva constituyen el componente disuasivo por excelencia en caso de lo que algunos analistas llaman un “intercambio nuclear”.
El llamado de Trump suena ridículo si se considera el hecho de que los arsenales de Estados Unidos han atravesado múltiples programas de modernización desde los peores años de la guerra fría. De hecho, los acuerdos de control y reducción de armamentos que fueron negociados con la antigua Unión Soviética sirvieron para adelgazar el abultado inventario de cargas nucleares, misiles y bombarderos, al eliminar los elementos obsoletos y vulnerables, y abriendo espacio para los más modernos y letales. Un resultado fue el incremento en la precisión de los nuevos cohetes, lo que hizo posible reducir el tamaño de las cargas nucleares individuales. Todo esto llevó a una reducción en los arsenales nucleares y a una impresión de que el peligro estaba disminuyendo.
Es decir, el desplante de Trump (y de Obama) es absurdo desde otro punto de vista. Si hacemos una lista de los países que más invierten en armamentos resulta que el gasto militar de Estados Unidos es mayor al acumulado de las siguientes 10 naciones en dicha escala. Para el estado en el que se encuentra hoy día la economía estadunidense resulta claro que un dispendio improductivo de este calibre representa un oneroso fardo lleno de implicaciones negativas. Ni la economía será más competitiva, ni se generarán empleos productivos. Y si alguien piensa en los posibles beneficios tecnológicos que este dispendio podría traer aparejados, hay que recordar que las innovaciones que generaron los misiles y sus sistemas de navegación ya no se van a repetir.
Vladimir Putin no quiere dejar solo a su compañero de juegos y anunció a los pocos días del tuit de Trump que si Estados Unidos quiere iniciar una nueva carrera de armamentos, Rusia estaría más que dispuesta a responder al desafío. De hecho, el plan de Moscú consiste en remplazar todo el arsenal nuclear viejo heredado de la guerra fría por componentes modernos a lo largo de los próximos 10 años. Dicho sea de paso, Inglaterra, Francia, China, India, Pakistán e Israel siguen la misma trayectoria de modernizar sus arsenales nucleares.
Para el resto del mundo, el panorama es sombrío. Es cierto que el número de armas nucleares se redujo desde su punto máximo en lo más álgido de la guerra fría. Pero queda mucho por hacer para realmente eliminar el riesgo de la aniquilación nuclear. La lentitud con la que ha procedido la reducción de armamentos nucleares es una señal de alarma a la que hay que agregar el sensible deterioro del régimen de no proliferación.
Se calcula que una guerra nuclear tendría una duración de media hora. Pero el mundo de la posguerra sufriría miles de años. Eso no cabe en 140 caracteres.
Alejandro Nadal Economista. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2016/12/28/opinion/019a1eco
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