“Acosados”. “Presionados”. Bajo “un estado de miedo”.
Así se sienten la decena de periodistas a los que la Asociación de
Prensa de Madrid (APM) amparó ayer con un comunicado en el que exige a
Podemos que acabe “de una vez por todas la campaña sistematizada de
acoso personal y en redes” contra periodistas de distintos medios y todo
tipo de soportes.
EL PAÍS ha constatado la existencia de mensajes insultantes —expresiones como “o eres tonto...” o “de donde no hay no se puede sacar”— y otros amenazantes enviados a periodistas por personas de la máxima confianza de Pablo Iglesias. Esas presiones se han repetido en tensas conversaciones en las que, según los afectados, ha habido insultos incluso más graves e intimidaciones —“Como escribas esto, te voy a destruir”— de las que no hay registro al haber sido supuestamente pronunciadas cara a cara.
Aunque Podemos niega cualquier tipo de presión, distintos
afectados accedieron ayer a repasar los capítulos más conflictivos de su
experiencia bajo la condición de que se preserve su anonimato. Por esa
misma razón pidieron que no se reproduzcan los mensajes que han
trasladado a la APM. Esta asociación confirma su existencia y origen.
“Asumo que todas las profesiones tienen sus dificultades, pero escribir sobre Podemos te exige ser un héroe cada día”, afirma un periodista. “Evidentemente que está en juego la libertad de prensa, pero eso conlleva una erosión en lo personal terrible, porque estás afrontando un bullying y unas amenazas y un acoso terribles a diario”, sigue en referencia a las conversaciones que mantiene con los dirigentes del partido o a la mención explícita que se hace de su medio en los tuits de las caras visibles de la formación. “A largo plazo lo que están intentando hacer es deslegitimar al periodismo para que cualquier crítica sobre ellos sea ilegítima”.
El comunicado de la APM es un punto de inflexión en un desencuentro que abandonó ya hace tiempo la esfera de lo privado para entrar en el escenario de lo público. En 2016, Iglesias señaló durante una conferencia a un periodista y le acusó de escribir noticias “que no tienen por qué ser verdad”. En la cena de la Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP) de ese año, el líder de Podemos trasladó sus críticas a dos informadores con decenas de periodistas y políticos como testigos de sus aspavientos. Finalmente, el partido remató 2016 con una estrategia que repite en 2017. Primero, atacar las informaciones de los medios movilizando a sus seguidores en las redes sociales con la etiqueta #lamaquinadelfango. Segundo, señalar, en ocasiones, los nombres y apellidos de los periodistas criticados a través de artículos, entradas en blogs y tuits.
¿La consecuencia? “A veces no tuiteo las informaciones que
sé que pueden generar una mayor contestación de los seguidores del
partido hacia mí”, reconoce un periodista como resumen de las presiones
que sufre en Twitter. “Y cuando has vivido 15 como esas, a la siguiente
te piensas si merece la pena hacer el tema”, completa otro.
Inmediatamente después de la publicación de los tuits, los informadores son objeto de insultos en Internet por parte de usuarios de redes sociales que habitualmente tuitean contenidos de Podemos, o de bulos que propagan falsedades sobre su trayectoria profesional y personal. Incluso estos periodistas han llegado a ver mensajes con emoticonos que aparecen con una pistola.
Podemos niega cualquier vínculo y asegura que no tiene ninguna relación con esos casos. El partido recuerda en un argumentario al que ha accedido este diario que no puede responsabilizarse de lo que hagan sus seguidores o perfiles anónimos en las redes sociales; que defiende la libertad de expresión (“no la libertad de difamación”); y que “es rotundamente falso que desde Podemos se ejerza ningún tipo de amedrentamiento o amenaza”.
“Mensajes directos de Iglesias y su entorno no he recibido”, cuenta un periodista que sigue a Podemos desde sus inicios. “Sí he detectado que ellos lo que hacen es ridiculizar nuestro trabajo con algún comentario público, o alguna pulla con sorna en las redes, lo que alienta a su ejército de trolls [personas que bombardean con críticas a alguien en Internet], que se dirigen a ti y te hostigan”, añade. “En comparecencias públicas tratan de poner al periodista en una posición incómoda con bromas”, sigue este informador, que recuerda que hay compañeros a los que se excluye de encuentros informales con la prensa y que en una ocasión miembros de una candidatura de Podemos llegaron a abuchear una pregunta. Y subraya: “El núcleo duro del partido actúa así, pero luego hay muchas excepciones”.
EL PAÍS ha constatado la existencia de mensajes insultantes —expresiones como “o eres tonto...” o “de donde no hay no se puede sacar”— y otros amenazantes enviados a periodistas por personas de la máxima confianza de Pablo Iglesias. Esas presiones se han repetido en tensas conversaciones en las que, según los afectados, ha habido insultos incluso más graves e intimidaciones —“Como escribas esto, te voy a destruir”— de las que no hay registro al haber sido supuestamente pronunciadas cara a cara.
“Asumo que todas las profesiones tienen sus dificultades, pero escribir sobre Podemos te exige ser un héroe cada día”, afirma un periodista. “Evidentemente que está en juego la libertad de prensa, pero eso conlleva una erosión en lo personal terrible, porque estás afrontando un bullying y unas amenazas y un acoso terribles a diario”, sigue en referencia a las conversaciones que mantiene con los dirigentes del partido o a la mención explícita que se hace de su medio en los tuits de las caras visibles de la formación. “A largo plazo lo que están intentando hacer es deslegitimar al periodismo para que cualquier crítica sobre ellos sea ilegítima”.
El comunicado de la APM es un punto de inflexión en un desencuentro que abandonó ya hace tiempo la esfera de lo privado para entrar en el escenario de lo público. En 2016, Iglesias señaló durante una conferencia a un periodista y le acusó de escribir noticias “que no tienen por qué ser verdad”. En la cena de la Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP) de ese año, el líder de Podemos trasladó sus críticas a dos informadores con decenas de periodistas y políticos como testigos de sus aspavientos. Finalmente, el partido remató 2016 con una estrategia que repite en 2017. Primero, atacar las informaciones de los medios movilizando a sus seguidores en las redes sociales con la etiqueta #lamaquinadelfango. Segundo, señalar, en ocasiones, los nombres y apellidos de los periodistas criticados a través de artículos, entradas en blogs y tuits.
Intentan deslegitimar el periodismo para que la crítica a ellos sea ilegítima
Inmediatamente después de la publicación de los tuits, los informadores son objeto de insultos en Internet por parte de usuarios de redes sociales que habitualmente tuitean contenidos de Podemos, o de bulos que propagan falsedades sobre su trayectoria profesional y personal. Incluso estos periodistas han llegado a ver mensajes con emoticonos que aparecen con una pistola.
Podemos niega cualquier vínculo y asegura que no tiene ninguna relación con esos casos. El partido recuerda en un argumentario al que ha accedido este diario que no puede responsabilizarse de lo que hagan sus seguidores o perfiles anónimos en las redes sociales; que defiende la libertad de expresión (“no la libertad de difamación”); y que “es rotundamente falso que desde Podemos se ejerza ningún tipo de amedrentamiento o amenaza”.
“Mensajes directos de Iglesias y su entorno no he recibido”, cuenta un periodista que sigue a Podemos desde sus inicios. “Sí he detectado que ellos lo que hacen es ridiculizar nuestro trabajo con algún comentario público, o alguna pulla con sorna en las redes, lo que alienta a su ejército de trolls [personas que bombardean con críticas a alguien en Internet], que se dirigen a ti y te hostigan”, añade. “En comparecencias públicas tratan de poner al periodista en una posición incómoda con bromas”, sigue este informador, que recuerda que hay compañeros a los que se excluye de encuentros informales con la prensa y que en una ocasión miembros de una candidatura de Podemos llegaron a abuchear una pregunta. Y subraya: “El núcleo duro del partido actúa así, pero luego hay muchas excepciones”.
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