Una
radiografía del llamado Gran Salto Adelante, que se puso en marcha en
el país asiático entre 1958 y 1962. NO APTO PARA MAOÍSTAS, o afines.
Por Iñaki Urdanibia
Por Iñaki Urdanibia
« Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo.»
( Karl Marx )
« El hombre, el capital más preciado »
( Josef Stalin )
Allá
a finales de los años sesenta, y primeros de los setenta ( seguro que
todavía hoy…) las fiebres maoístas invadieron con fuerza a una parte
importante de la izquierda occidental; en otras zonas geográficas
también influyó el pensamiento de Mao Tse Tung ( hoy: Mao Ze Dong). Así
armados del pensamiento Mao-Tse – Tung se alababan el movimiento de las comunas populares, la campaña de las cien flores, el gran salto adelante o la revolución cultural proletaria, sin olvidar los procesos de revolucionarización ideológica.
En tales condiciones parecía que lo que sucedía en China era oro de
ley, como modelo a seguir, adecuando un pelín , y digo un pelín ya que
hasta los análisis de clases, o la necesidad de la guerra prolongada que
fuese del campo a la ciudad, se calcaban directamente de los análisis y
el contexto chino.
Desde entonces ha llovido mucho y hoy en día parece una verdadera locura
defender muchas de dichas cuestiones que entonces eran poco menos, o
más, que veneradas. Si en aquellos momentos se hubiesen sacado a relucir
ciertas, bastantes, monstruosidades puestas en marcha en nombre de la
emancipación colectiva la cosa se hubiese solucionado – o se
solucionaba- de manera expeditiva: son habladurías de la CIA, son
mentiras urdidas por el capitalismo con el fin de zancadillear la marcha
de los pueblos por su liberación, atacando al faro oriental; algo
similar a lo que sucedió cuando en su momento se hablaba de la infamia
de los campos de trabajo en la URSS…¡ mentira!, y si no…que se lo
pregunten a David Rousset que tuvo la osadía de sacar a relucir el tema
con absoluta honestidad… él que había probado la infamia de alguna
sucursal del “universo concentracionario”.
Indudablemente
a estas alturas de la película resulta poco menos que inconcebible que
todo aquello pasase desapercibido para quienes defendían por aquí, o por
allá, dichas ideas y actuaciones a pesar de los informes que al
respecto asomaban, pero reitero no debía dárseles crédito debido a que
era dar armas al enemigo, además de ser meros infundios. Seguro estoy de
que hoy en día, todavía, existen defensas del tipo del que señalo, y
habrá voces, seguro, que ante obras como la que traigo a esta página, a
pesar de que exhiba una documentación rigurosa, serán tachadas de
mentira, de propaganda capitalista y mero anti-comunismo.
Vienen todas estas reflexiones a cuento del libro de Frank Dikötter –
profesor de las universidades de Londres y de Hong Kong- en su
escalofriante « La gran hambruna en la China de Mao » (
Acantilado, 2017) que confirma aquello de que los sueños de la razón –
más todavía si estos son megalómanos como fue el caso- engendran
monstruos. La obra conmueve y expone unas situaciones y cifras no
demasiado aireadas hasta ahora ya que así como otras situaciones
forzadas como las de Stalin, Hitler o Pol Pot – por poner ejemplos
realmente desiguales- estaban documentadas hace tiempo, la que expone el
libro podía permanecer en el terreno de las sospechas y suposiciones ya
que hasta no hace mucho tiempo los archivos del PCCh. habían estado
fuera del alcance de cualquier consulta.
Con
una lógica economicista y productivista desbocada , Mao y su equipo
decidieron que en una quincena de años podrían superar a Gran Bretaña en
el terreno económico e ir poniendo en marcha, ya, el sólido embrión de
lo que sería el comunismo; decisiones tomadas en un proceso acelerado de
acelerón. Nada de planes quinquenales sino un Gran Salto Adelante
que pretendía que la numerosa gran mano de obra disponible se pusiese a
trabajar , no principalmente en el campo de la industria como había
sido el caso soviético, sino en él y también en la agricultura, lo cual
hacía suponer a los impulsores del proyecto, que duró de 1958 a 1962,
que en breve, el bienestar de las masas populares alcanzaría cotas de
ensueño; para ello, como sucede en estos acelerones de la historia, se
trataba de incentivar la entrega de los trabajadores ( al modo stajanovista),
haciendo que quienes más trabajasen tendrían a su alcance más cantidad
de comida para ellos y los suyos, más comodidades y más de todo lo
demás.
La prometedora
campaña se hizo recurriendo a poner en marcha formas mixtas de
producción un tanto improvisadas y primitivas que unían a los campesinos
con la industria, promoviendo desplazamientos de personal de las
ciudades y de unos pueblos a otros, con lo que los migrantes y el
abandono de sus viviendas y sus tierras colectivizadas crearon indudable
malestar, incrementando por la separación de familias y la utilización
de mano de obra de niños, ancianos y mujeres que obviamente originaba
que fueran estos sectores los más aquejados del cansancio, las
limitaciones y la salud, cuando no la muerte. La empresa alcanzó
proporciones increíbles y hasta en los medios oficiales se llegó a
hablar de “hambruna” y se mandaron agentes, en los últimos tiempos de la
campaña, para que inspeccionasen hasta dónde llegaba la catástrofe y la
cantidad de fallecidos ( los datos oficiales llegaron a contabilizar
más de treinta millones / en la obra de la que hablo se llegan a
documentar cuarenta y dos millones; cifra que ya había sido lanzada hace
algún tiempo por un historiador, miembro del partido comunista chino,
Yang Jisheng ). La utilización del término “hambruna” resulta engañoso a todas luces ya que puede hacer creer que se estaba ante una catástrofe natural,
o ante unas muertes accidentales – de “ daños colaterales” se hablaría
hoy-, cuando no podía ser de otro modo teniendo en cuenta la locura
organizativa del plan que en vez de para adelante resultó ser un
grandísimo salto para atrás o para abajo, la tumba. El descontento
también aumentaba ante la constatación de que las necesidades eran
cubiertas de sobra entre los miembros del partido, lo que hizo que
aumentasen las afiliaciones…para comer y no por conversión ideológica;
también se extendían los casos de sabotajes o ralentización de la
producción, o evitar entregar las cantidades de lo producido que
proponían las autoridades..
Ciertas
declaraciones de los dirigentes podían dar a entender que las muertes
individuales era el justo precio a pagar para lograr un éxito colectivo,
lo que resulta sangrante y hace recordar , adecuándolo a la situación a
aquello del despotismo ilustrado ( todo para el pueblo pero sin el pueblo); en este caso la consigna de “servir al pueblo”
era aireada por doquier pero de hecho debían referirse a un pueblo
fantasmal, ya que el real fue forzado, desposeído, trasladado, castigado
( no faltaron las ejecuciones debido a no respetar los bienes del
pueblo o “sabotear” la campaña..:), y puesto bajo un estricto régimen militarizado , etc.
El
desastre no se limitaba únicamente al hambre sino que se ampliaba todas
las esferas: económica, comercial /, inmobiliaria, repercutiendo todo
ello en el terreno de la moral , o la falta de ella según se mire; ya
que las denuncias abundaban por los motivos más nimios o hasta
descabellados , denuncias que no pocas veces ocultaban envidias y
ajustes de cuentas pendientes. Alude, en este orden de cosas, el autor
en las primeras páginas de su demoledor libro a la zona gris,
teorizaba en otras condiciones por Primo Levi, zona en la que la
salvación personal consistía en arovecharse de alguien, lo cual
engendraba, o debía engendrar, una plena conciencia de responsabilidad y
de culpa Las denuncias de las que se habla conducía en no pocas
ocasiones a purgas, a la tortura y a las ejecuciones sumarias.
Desde
el primer año, ya, hubo críticas a la marcha de la campaña puesta en
marcha desde arriba ( ¿ caen las campañas del cielo?), por algunos
cuadros y responsables que fueron purgados ipso facto; también
florecieron los campos de trabajo o reeducación, modo eufemístico de
calificar a los campos de concentración, al más puro estilo gulag. El sabor que se saca de la lectura del documentado libro es el de la vida no vale nada…como
constatación de lo narrado, con apoyo de testimonios de afectados, de
fuentes documentales y archivísticas, y consultas a dirigentes locales y
generales.
Oleada de
hambre y malnutrición – que condujo hasta el punto de que se diesen
extendidos casos de canibalismo, y conste que no por ser costumbre
tradicional…sino por hambre- , de profunda desestructuración de las
comunidades campesinas, forzada por la instalación de precarios e
improvisados servicios colectivos ( cantinas y comedores)…todo bajo la
bandera de ser los más rápidos y los mejores en lograr el desarrollo
socialista / comunista, y erigirse en modelo para otros y para envidia
del enemigo.
Al final,
se puso fin al Salto debido a su clamoroso fracaso y sus demenciales
costos en vidas, aceptado esto por el partido si bien exculpando, o
tratando de hacerlo con los buenos oficios – de quine no tardaría mucho
en caer en desgracia- Liu Shaoqi, al gran timonel. La figura de
éste había quedado, no obstante, dañada…al cabo de cuatro añitos, con el
fin de recuperar posiciones, Mao lanzaría la revolución cultural.
El
libro está estructurado de manera que vamos entrando en materia en las
primeras partes en las que se expone el camino que condujo a la puesta
en marcha de la campaña, propuesta y dirigida por unos pocos dirigentes
sobre capas extensas de la población; se pasa posteriormente a conocer
el desastre en toda su magnitud y en todas las esferas de la producción.
El proyecto no funcionó como se había programado- aspecto que es
analizado con posterioridad- ya que parecía confirmarse aquello que
dijese el gran timonel: donde hay opresión hay resistencia, y así se nos
dará conocer las diferentes “trampas” a la que recurrían los ciudadanos
con el fin de sobrevivir, etc., etc., etc.
Reflexiones al hilo
Tras
seiscientas páginas de descripción de situaciones infames, y tras
enfrentarnos la lectura con verdades como puños, dolorosas para
cualquiera que haya pensado en tales experiencias como camino hacia la
emancipación, el lector se sentirá removido con la realidad aquella que
profetizase el otro de que un socialismo sin libertad acabaría en un cuartel; como así fue; y aunque amarga la verdad,
resulta necesario echarla de la boca, aunque ello haga caer ciertos
ídolos-si tal cosa hioy todavía existe-, teniendo en cuenta además que
la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero. A esto debe
añadirse que la vía emprendida no suponía un cambio o giro radical con
respecto a los valores del productivismo capitalista sino que entraba en competición
para ver quién alcanzaba mayores cotas de desarrollo económico, como si
este fuese el signo definitivo y determinante de la emancipación
humana…sin recurrir a otros medios y formas de organización sino
fomentando la producción y premiando a quienes hiciesen funcionar la
máquina en el sentido programado.
Sí
desearía concluir, señalando que las conclusiones que pueden extraerse –
y que generalmente se extraen- del conocimiento de experiencias de este
tipo pueden conducir a una aceptación de la ineluctable victoria del
neoliberalismo o del mercado como únicos garantes de la libertad…en tal
caso , habrías de aceptarse que el futuro ya está aquí, aceptando el
falaz diagnóstico de Fukuyama, y que el fin de la aventura humana ha
alcanzado su meta definitiva, el Espíritu Absoluto por emplear la
terminología hegeliana…Aunque el principio-esperanza del que hablase Ernst Bloch es una flecha que apunta al horizonte, cargada de justicia, y el deseo de que si otros mundo no es posible al menos si es deseable.
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