No
se ha derrocado al feudalismo, ni a la edad media, solo ha cambiado de
piel, como siempre, para volver a levantar sus viejas banderas. La
guerra actual contra el ser humano, cobija a todos(¿o solo a los
mejores?) tras las murallas de las corporaciones, pero todo lo que queda
afuera se hace ajeno.
Lomo al sol
Hace tanto tiempo que todo esto empezó de la misma manera en que está
planteado hoy día, que es casi imposible rastrear otras intenciones,
otra dirección que la tomada con arrogancia, corporativamente, por los
que llevan el volante de las políticas agropecuarias de nuestro país, y
no quiero decir y del mundo, porque tal vez exista un país diferente…
Voy caminando por la ruta y veo alambrados que encierran todo tipo de
explotaciones, grandes superficies son mal trabajadas y peor
administradas, en aras del ahorro en personal, en tecnología, en
estructuras etc. La tradición del santo patrón se llevó el progreso por
delante, y la ineficiencia se disimula rogando más y mejores beneficios
al estado, mientras se restan al mencho ignorante y bruto, como se lo
catalogo hace doscientos años para siempre, porque así está bien, las
cosas funcionan y los bienes se dirigen hacia las personas más
capacitadas para apreciarlos y disfrutarlos, para aumentar la codicia la
ambición y la falta de escrúpulos.
Por
suerte, como para decir ¡hay semilla! No se puede generalizar, no todo
funciona igual, y también hay gente que decidió encarar las cosas de
otra manera, muy pocos, estadísticamente, aunque claro que completamente
significativos en sus consecuencias individuales porque estoy hablando
de producción limpia, sustentable, de responsabilidad social, de
humanidad…
También esporádicamente se han dado
políticas de apertura, de generación de valor, de arraigamiento y
progreso, de colonización, de desconcentración etc. Y generalmente
estas políticas extremas terminaron cayendo con los gobiernos que las
fomentaban. La mayor parte del tiempo, el sector que logro controlar
los recursos naturales, a través de la masacre insensible de los
antiguos ocupantes de la tierra, logro con ello el control de la
sociedad toda, a través de la economía, generando así mas concentración,
mas soberbia ciega. Es así como el colono o el pequeño propietario se
va pauperizando por dejar de acceder a la tecnología y luego a la
técnica, al conocimiento, siquiera a la información, herramientas
fundamentales para lograr los buenos frutos de la tierra. Y dejan
silenciosamente de pertenecer al ámbito de aplicación de las políticas
gubernamentales, que cuidan al tambo(o a algunos tamberos, claro) pero
no a la vaca sola, que cuidan la leche industrializada pero no al niño
que la toma, y finalmente dilapidan un país entero en aras de empresas
fantasmas y un modelo exportador que termina esclavizándonos a todos,
porque malgastan el ambiente y manipulan la tierra y sus ocupantes,
curtidos, resignados, indiferentes al fin a lo que pase afuera,
olvidados para todo menos para pagar impuestos.
¡Y ahí viene el patrón en su camioneta!, en la estancia de al lado,
levantando polvareda, con esa verde felicidad de la soja, no le importa
si las casas se vuelven ranchos, o si los ranchos se convierten en
taperas, el arsenal químico arrasa con todo, y los desechos se cuelan en
los arroyos y las napas de agua. Cuando ya no se encontraban mulitas ni
liebres, menos ñandúes ni venados, ahora desaparece hasta la tararira y
los patos, pueblos enteros envejecen (pues los jóvenes se van, y no
vuelven) y se enferman de cáncer, cuando no desaparecen: en el
departamento Concordia se comete el mismo error que en Arkansas o
Nebraska, y el futuro será tema de las siguientes generaciones, que, de
todas maneras, por las dudas no accederán al mando hasta los cincuenta
años, cuando todas las ideas se hayan acabado. Mientras, el señor
Monsanto impone leyes sobre producciones transgénicas a todo lo largo y
ancho del mundo, y de su mano, por cierto, el gran productor argentino
pretende seguir llorando, con el frasco de randap en una mano y con el
manual del estanciero, de rosas, en la otra, que ¡caramba! ¡Era muy
bueno! Pero ha pasado el tiempo, sin dudas, y todo debe hacerse ya de
otra manera, y el planeta reclama que el costo ambiental se reduzca, no
solo se dirija hacia los indefensos, no solo se oculte ¡no solo se
socialice!
Por eso es deseable que siempre
haya rico pasto en un pedazo de tierra, y no polvo seco volando con el
viento, agregando un poco de trabajo, cualquier país se levanta de sus
ruinas sin más recursos ni autoridad que su territorio, sin más cohesión
que un puñado de ideales y necesidades comunes, pero ese pasto debe ser
bien aprovechado. De no ser así, etnias y especies enteras (cientos de
pastos nativos, vegetales y animales silvestres) desaparecen del
ambiente haciéndolo más vulnerable, más polarizado, como se puede ver
desde un avión, con mantos verdes o amarillos de agricultura intensiva,
separados por las cañadas de nuestro paisaje entrerriano, cuando no,
sembradas hasta la cárcava erosiva, en el campo arrendado.
Y pocas vacas y menos ovejas entre los campos sobre pastoreados y los
retazos de monte “sucio” enmalezado, y miles de hectáreas sin más que
algunas “taperas” porque la “soja para todos” se llevó a la gente a
sufrir a las ciudades (y de la peor manera). Y aunque algunos viejos se
guardaron un caballo de recuerdo, ensillado, para el desfile, la
mayoría de sus hijos perdió para siempre la pertenencia a un sistema de
vida y de valores que usaba a la tierra para sumar, no para restar:
ahora el agua inunda su casa en vez de hacer crecer los cultivos, ahora
el viento entra por las rendijas en vez de sacar agua del molino.
Y así, los expulsados nunca volverán a la tierra, olvidándose para
siempre de ordeñar su vaca, comer sus verduras y sus huevos, y ver salir
el sol, salvo que, con mucha suerte, logren mantener un contacto a
través de una pequeña huerta y algunas gallinas, aunque casi seguro que
faltara espacio para eso, como para todo lo demás, ahora, donde sobra
espacio es en la olla.
Por suerte,
paradójicamente nos tocó ser el granero del mundo, así que no hay más
que profundizar este modelo, y sin complicarnos agregando valor o
diversificando demasiado la producción, tenemos mucho futuro en esta
veta, siempre y cuando los chinos no abran sus propios silos al consumo
interno, porque ahí se viene el paro agropecuario y esta vez ya no me
quedo con las ganas…voy a incendiar todas las camionetas que tengan la
absurda calcomanía “el campo somos todos”, desde ya les agradezco su
ayuda, a veces ando sin fuego.
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