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100.000 páginas de secretos de la Industria Química han permanecido durante décadas en un granero de Oregón, hasta ahora – noticias de abajo
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Por Sharon Lerner, 26 de julio de 2017
Durante décadas, algunos de los secretos más sucios y oscuros de la Industria Química han permanecido en el granero de Carol Van Strum. El edificio tiene 80 años de antigüedad, y conserva más de 100.000 páginas de documentos obtenidos en las demandas judiciales presentadas contra Dow, Monsanto, la Agencia de Protección Ambiental (EPA), el Servicio Forestal de los Estados Unidos, la Fuerza Aérea y empresas de fabricación de celulosa y papel, entre otros.
Pero a partir de ahora, estos
documentos y otros que han sido archivados por ecologistas estarán a
disposición del público a través de un proyecto denominado Poison Papers ( Documentos de los tóxicos). Unos y otros documentos hacen más de 200.000 páginas de información y “recogen la historia de 40 años de engaños y corrupción,
en lo que han estado envueltos la Industria Química y las Agencias de
Regulación, que se suponía estaban protegiendo la salud pública y el
medio ambiente”, dijo Peter von Stackelberg, un periodista que junto con el Centro de Medios de Comunicación y Democracia y el Proyecto de Recursos de Biocencia, ayudó a publicar el contenido de estos documentos.
Van
Strum no se propuso recoger dicha documentación para luego lanzarla
contra la Industria Química. Ella se trasladó a una casa en el bosque
nacional de Siuslaw en 1974 para vivir una vida sencilla. Pero poco
después de que llegara, se dio cuenta de que el Servicio Forestal
rociaba con una herbicida llamado 2,4,5-T, lanzándolo en una ocasión directamente contra sus cuatro hijos mientras pescaban en el río.
Este producto químico es uno de los
ingredientes activos del Agente Naranja, que el Ejército Estadounidense
usó en la guerra de Vietnam y que dejó de usar tras las protestas
públicas por el hecho de que causaba cáncer, defectos de nacimiento y
otros daños a las personas, los animales y el medio ambiente. Pero en
los Estados Unidos, el Servicio Forestal lo siguió utilizando, tanto
este herbicida como el otro ingrediente activo del Agente Naranja, el
2,4-D, contra las hierbas adventicias. Entre 1972 y 1977, el Servicio
Forestal roció unos 9.000 kg de 2,4,5-T en un área de 1.600 millas cuadradas que incluían la casa de Van Strum y el pueblo cercano de Alsea.
Del mismo modo que ocurrió en
Vietnam, estos productos químicos dañaron a las personas y los animales
de Oregón, así como a las plantas que se trataba de erradicar.
Inmediatamente después de ser rociados, los hijos de Van Strum tuvieron
hemorragias nasales, diarrea sanguinolenta y dolores de cabeza, y otros
muchos vecinos también se pusieron enfermos. Varios mujeres de la zona
tuvieron abortos involuntarios poco después de producirse el rociado.
Las personas del aquellas región buscaron animales muertos o que tenían
extrañas deformidades, patos con las patas vueltas al revés, pájaros con
picos deformes y alces ciegos; gatos y perros comenzaron a sangrar por
sus ojos y oídos. En una reunión de la comunidad, los residentes
decidieron escribir al Servicio Forestal detallando los efectos que
habían presenciado debido a la fumigación.
“Pensábamos que si supieran lo que nos estaba pasando ya no lo harían más”, dijo
Van Strum, antes de soltar una de sus muchas carcajadas que jalonan su
conversación. Estábamos sentados no lejos del río donde sus hijos
correteaban hace más de 40 años. A pesar de que el Servicio Forestal
rociaba, su finca se mantuvo más o menos igual que antes de que se
fumigase: una montaña cubierta por alisos y arces y esa misma araucaria
que ya estaba allí y daba sombra al camino de tierra.
Pero Van Strum, que ahora tiene 76
años, ha cambiado mucho desde entonces, desde que solicitó cortésmente a
la Agencia Federal que dejase de fumigar. Después de que el Servicio
Forestal rechazase su petición para que se dejasen de usar estos
herbicidas, ella y sus vecinos presentaron una demanda
que consiguió una prohibición temporal del 2,4,5-T en la zona donde
vivían en 1977, y finalmente un prohibición de su uso en 1983.
Para Van Strum esto supuso el
comienzo de una vida de lucha contra la Industria Química. El abogado
que llevaba su demanda le ofreció una tarifa reducida a cambio de la
asistencia en las investigaciones no pagadas por parte de Van Strum. Y
descubrió que tenía facultades para analizar documentos y llevar un
registro de grandes cantidades de información. Van Strum también
proporcionó orientación a otros que también presentaron demandas por las
fumigaciones realizadas por el Servicio Forestal y también ayudó en otra demanda en la que se decía que la EPA había aprobado el 2,4-D y otros herbicidas en base a datos falsos que había proporcionado una llama denominada Industrial Bio-Test Laboratories. La sentencia de este caso llevó a una prohibición de fumigaciones aéreas por parte del Servicio Forestal.
“No nos considerábamos unos ecologistas, ni siquiera esa palabra se usaba entonces. Simplemente no queríamos ser envenenados”, dijo Van Strum.
Sin embargo, Van Strum de pronto
recibió solicitudes de ayuda en otras demandas presentadas por personas
que habían sido dañadas por los herbicidas y otros químicos. “La gente me llamaba y me decía: ¿Tienes información sobre esto o sobre aquello? Y yo lo iba guardando en mis cajas”, dijo Van Strum, que a menudo adquirió documentos a través de estas solicitudes, y todo lo fue almacenando en su granero.
En este recorrido, acumuló pruebas inquietantes sobre los peligros de los productos químicos industriales y las prácticas de las Empresas que los fabrican. Dos documentos,
por ejemplo, detallan los experimentos realizados por Dow, que contrató
a un dermatólogo de la Universidad de Pensilvania para comprobar en los
prisioneros, allá por los años 1960, los efectos del TCDD [2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina], un contaminante particularmente tóxico que se encuentra en el 2,4,5-T. Otro documento de 1985, muestra que Monsanto vendió un producto que estaba contaminado con TCDD a los fabricantes de Lysol,
los cuales, aparentemente desconocedores de su toxicidad, lo usaron
como ingrediente en un spray desinfectante durante 23 años. Otro
documento de 1990 detalla la política de la EPA de permitir el uso de residuos peligrosos como ingredientes inertes en los herbicidas y otros productos, bajo determinadas circunstancias.
De
todos modos, había límites a lo que Van Strum podía obtener. La EPA
inició un estudio sobre la relación entre la exposición a los herbicidas
y abortos espontáneos y había tomado muestras de agua, de tejidos
animales, de un feto y de un bebé nacido sin cerebro en la zona. La EPA
nunca publicó los resultados completos del “Estudio Alsea”,
que así se denominó, e insistió en que había perdido muchos de los
datos. Sin embargo, un químico de laboratorio proporcionó a Van Strum lo
que él dijo era el análisis de los resultados de la prueba que la EPA
había contratado para hacer el estudio, los cuales mostraban que las
muestras de agua, varios animales y “productos de la concepción” estaban
contaminados de manera significativo con TCDD.
Cuando sacó a relucir los datos que había obtenido, la EPA afirmó que había habido una confusión y que las muestras eran de otra zona. Van Strum presentó una solicitud según la Ley de Libertad de Información (FOIA) para tener acceso a los resultados, y durante años luchó en los tribunales para llegar al fondo del asunto. Aunque la EPA proporcionó
más de 34.000 páginas en respuesta a su petición (que Van Strum numeró
cuidadosamente y almacenó en su granero), la Agencia nunca divulgó los
resultados del estudio ni
explicó lo que había sucedido o dónde se habían recogido las muestras
contaminadas. Y finalmente, Van Strum se rindió. La EPA se negó a
comentar estos hechos.
Tuvo que ceder y hacer frente a su
propia tragedia personal: en 1977 su casa sufrió un incendio y murieron
sus cuatro hijos. Los bomberos que vieron la escena dijeron que un fuego
que se había extendido tan rápidamente por toda la vivienda seguramente
había sido provocado. Pero nunca se llevó a cabo una investigación de
las causas del incendio.
Van Strum cree que quizás algunos
de sus adversarios podía haberla prendido fuego. Fue una época de una
intensa actividad: movilizaciones, conflictos de los empleados de las
empresas madereras, fabricantes de productos químicos y Agencias
gubernamentales regulando la aplicación de los herbicidas. Un grupo de
residentes indignados destruyeron un helicóptero del Servicio Forestal,
uno de lo que utilizaban para las fumigaciones. Y en una ocasión, Van
Strum pudo comprobar cómo algunos de los defensores del uso de los
herbicidas atacaban su propiedad.
“Ya he aceptado que nunca sabré la verdad”, dijo
Van Strum, que nunca reconstruyó su casa y ahora vive en una
dependencia situada junto al lugar donde antes estuvo su casa. Pero su
compromiso en la lucha contra los productos químicos tóxicos sobrevivió a
la prueba. “Si fue un acto intencionado, eso fue lo peor que pudo pasarme. Después de lo ocurrido no hubo nada que pudiera detenerme”.
Sin embargo, después de todos estos
años, Van Strum consideró que era el momento de dar a conocer el
contenido de sus documentos, algunos de los cuales todavía pueden estar
de actualidad en las batallas que se libran hoy en día, para que otros
“tomen el relevo en esta lucha”. Y esa semilla de lucha contra los
productos químicos tóxicos puede crecer con la ayuda de los documentos
almacenados en el granero. El escándalo de los Laboratorios de Análisis Biológicos es un asunto fundamental en las demandas
sobre la carcinogenicidad del herbicida Roundup de Monsanto, por
ejemplo. O el caso del 2,4-D, el otro ingrediente activo del Agente
Naranja, que todavía se sigue utilizando.
Mientras tanto, la empresas
madereras continúan utilizando tanto el 2,4-D como Roundup, aunque no
dentro de la Reserva Nacional. Van Strum ha formado parte de esa lucha
por prohibir las fumigaciones aéreas en el condado, y está hablando en
nombre de los ecosistemas locales en una demanda relacionada.
“Tengo que interpretar a El Lorax. Va a ser muy divertido”.
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