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kaosenlared.netNo se puede cambiar la naturaleza del Estado Sionista
Su fundación consistió en una sucesión de asesinatos en masa de
palestinos y el robo de sus tierras, confinando a una gran parte de la
población nativa en campamentos de refugiados en Gaza, Cisjordania y el
Líbano, obligando a otros al exilio en el medio oriente y otras regiones
y permitiendo que quedaran en el territorio del nuevo estado sionista
una parte menor de la población árabe, sometida a todo tipo de
vejaciones.
La población judía fue asimilada a las fuerzas armadas en forma permanente, los jóvenes como activos y los mayores en la reserva. Es decir, los judíos que supuestamente iban a Palestina en busca de su liberación del antisemitismo, se transformaron, por obra del sionismo, en los opresores del pueblo palestino. De víctimas del nazismo el sionismo los convirtió en fuerza de choque de la contrarrevolución con métodos racistas y genocidas, idénticos a los de los nazis o al del -ahora desaparecido- régimen del apartheid sudafricano.
Como señalamos en el artículo que abre esta sección, el perro rabioso que es el sionismo ahora está aún más agresivo porque viene de un largo período de derrotas militares y políticas que han desembocado en su creciente aislamiento.
Tan extremo es esto que muchos judíos, incluso algunos nacidos en Israel, horrorizados por sus crímenes, terminaron rompiendo con el sionismo. Entre ellos Ilan Pappé (nacido en Haifa en 1954) es el más conocido de una camada de historiadores “revisionistas” israelíes que se atreven a cuestionar el estado sionista. Pappé es autor de varios libros; el título del más reciente lo dice todo, “La limpieza étnica de Palestina” (2006). Allí Pappé narra cómo en 1948 los Palestinos fueron expulsados por los sionistas (sostenidos por Inglaterra y Francia, junto a Estados Unidos y Stalin) a fuerza de masacres. Quedándose no solo con las tierras que le había asignado el tratado de partición en 1948, sino que ocupando tierras de todos sus vecinos (Líbano, Siria, Jordania, Egipto), en sucesivas guerras.
Pappé comenzó a cuestionar al sionismo a partir de que fue soldado en la guerra de 1973 contra los árabes. Se convirtió luego en profesor universitario en Israel. Pero las continuas persecuciones dentro del país lo llevaron a emigrar a Inglaterra, donde hoy es profesor en la Universidad de Exeter.
Entre sus muchos méritos, Pappé tiene el de no haber dejado de cuestionar “el proceso de paz” orquestado por Estados Unidos a partir de comienzos de la década del noventa, frente a una creciente resistencia palestina.
A la hora de plantear su propuesta alternativa a la del imperialismo, en un reportaje de 2004* Pappé decía: “Para mantener este apartheid israelí necesitamos un Estado policial militar ineficiente para todo lo que no sea mantenernos en guerra perpetua. Este Estado no sirve para procurarnos prosperidad a los ciudadanos. (…) La única salida no estúpida: reconciliación, paz justa y un Estado que respete cualquier identidad religiosa y no sólo una. A partir de ahí, puede llegar la prosperidad. (…)”
Más adelante, en otra entrevista, en 2005** Pappé explicaba por qué no es viable la solución de los “dos estados”: “Tenemos que mirar un mapa para entenderlo. El 50 por ciento del territorio, en Cisjordania, es propiedad de los “asentamientos”. Ningún gobierno israelí los abandonará. ¿Qué les puedes ofrecer a los palestinos, como Estado? ¿Una gran prisión en la franja de Gaza, rodeada por un muro electrificado? ¿Un pequeño cantón dentro de Cisjordania? Una vez tuvieron el cien por cien de Palestina. ¿Cree que aceptarán una paz que les ofrece el 10 por ciento de Palestina y que este 10 por ciento esté dividido en dos campos de encarcelamiento? ¡No tiene ningún sentido! Esto no es un Estado. ¡Es un bantustán, un gueto, no un Estado! La única alternativa es un Estado único.”
Y agregaba: “Ya tenemos un Estado. Toda Palestina está controlada por Israel.La cuestión es que hay que cambiar la naturaleza de este Estado, porque, como le he dicho, en este Estado hay gente que vive bajo ocupación, discriminación, apartheid, y hay gente que vive en una ‘auto-titulada’ democracia”.
Con todo lo reivindicable, valiente y meritorio que tienen las posturas y la lucha de Pappé y otros como él, aquí discrepamos profundamente. Es imposible cambiar la naturaleza del Estado sionista. Como el mismo Pappé dice, ese estado policial-militar fue creado y solo sirve como instrumento al servicio de los intereses imperialistas, en guerra perpetua.
A diferencia de lo que sucede en los estados capitalistas “normales”, sean imperialistas o semicoloniales, lamentablemente no hay manera de que la población judía israelí se sume a esa tarea. En su casi totalidad –incluida la clase obrera israelí- está comprometida en la expropiación de las tierras, la limpieza étnica y la opresión constante de los árabes palestinos. Por esta razón no puede haber una revolución obrera desde adentro del país que, encabezando al pueblo, derroque a los gobernantes sionistas y transforme a Israel en un estado socialista o, al menos, un país capitalista laico y no fascista.
No se puede transformar a Israel. Hay que destruirlo. Del mismo modo que no se puede curar a un perro rabioso, hay que matarlo.
Por otra parte, así como la creación del monstruo sionista fue obra de la contrarrevolución mundial, su destrucción solo puede ser obra de una lucha obrera internacional unificada, que tenga al frente a los palestinos y demás pueblos árabes, pero que cuente con la acción solidaria de los trabajadores de todo el mundo y, en particular, de las potencias imperialistas. Que al menos obligue a Washington a retirar su apoyo a Israel. La destrucción del estado sionista requerirá un proceso internacional por lo menos tan amplio como el que ayudó a la expulsión de EE.UU. de Vietnam.
El creciente aislamiento de Israel y la ola de boicots contra el estado sionista y de acciones solidarias con el pueblo palestino que estamos viendo hoy en muchos países, incluidos en los Estados Unidos, son importantes avances en ese sentido.
*Solidaridad.net- Fecha: 2004-01-21
**Revista Pueblos, Martes 16 de agosto de 2005, por Siscu Baiges.
Este artículo ha sido publicado en la revista de la LIT-CI, Correo Internacional – Tercera Época n° 2.La población judía fue asimilada a las fuerzas armadas en forma permanente, los jóvenes como activos y los mayores en la reserva. Es decir, los judíos que supuestamente iban a Palestina en busca de su liberación del antisemitismo, se transformaron, por obra del sionismo, en los opresores del pueblo palestino. De víctimas del nazismo el sionismo los convirtió en fuerza de choque de la contrarrevolución con métodos racistas y genocidas, idénticos a los de los nazis o al del -ahora desaparecido- régimen del apartheid sudafricano.
Como señalamos en el artículo que abre esta sección, el perro rabioso que es el sionismo ahora está aún más agresivo porque viene de un largo período de derrotas militares y políticas que han desembocado en su creciente aislamiento.
Tan extremo es esto que muchos judíos, incluso algunos nacidos en Israel, horrorizados por sus crímenes, terminaron rompiendo con el sionismo. Entre ellos Ilan Pappé (nacido en Haifa en 1954) es el más conocido de una camada de historiadores “revisionistas” israelíes que se atreven a cuestionar el estado sionista. Pappé es autor de varios libros; el título del más reciente lo dice todo, “La limpieza étnica de Palestina” (2006). Allí Pappé narra cómo en 1948 los Palestinos fueron expulsados por los sionistas (sostenidos por Inglaterra y Francia, junto a Estados Unidos y Stalin) a fuerza de masacres. Quedándose no solo con las tierras que le había asignado el tratado de partición en 1948, sino que ocupando tierras de todos sus vecinos (Líbano, Siria, Jordania, Egipto), en sucesivas guerras.
Pappé comenzó a cuestionar al sionismo a partir de que fue soldado en la guerra de 1973 contra los árabes. Se convirtió luego en profesor universitario en Israel. Pero las continuas persecuciones dentro del país lo llevaron a emigrar a Inglaterra, donde hoy es profesor en la Universidad de Exeter.
Entre sus muchos méritos, Pappé tiene el de no haber dejado de cuestionar “el proceso de paz” orquestado por Estados Unidos a partir de comienzos de la década del noventa, frente a una creciente resistencia palestina.
A la hora de plantear su propuesta alternativa a la del imperialismo, en un reportaje de 2004* Pappé decía: “Para mantener este apartheid israelí necesitamos un Estado policial militar ineficiente para todo lo que no sea mantenernos en guerra perpetua. Este Estado no sirve para procurarnos prosperidad a los ciudadanos. (…) La única salida no estúpida: reconciliación, paz justa y un Estado que respete cualquier identidad religiosa y no sólo una. A partir de ahí, puede llegar la prosperidad. (…)”
Más adelante, en otra entrevista, en 2005** Pappé explicaba por qué no es viable la solución de los “dos estados”: “Tenemos que mirar un mapa para entenderlo. El 50 por ciento del territorio, en Cisjordania, es propiedad de los “asentamientos”. Ningún gobierno israelí los abandonará. ¿Qué les puedes ofrecer a los palestinos, como Estado? ¿Una gran prisión en la franja de Gaza, rodeada por un muro electrificado? ¿Un pequeño cantón dentro de Cisjordania? Una vez tuvieron el cien por cien de Palestina. ¿Cree que aceptarán una paz que les ofrece el 10 por ciento de Palestina y que este 10 por ciento esté dividido en dos campos de encarcelamiento? ¡No tiene ningún sentido! Esto no es un Estado. ¡Es un bantustán, un gueto, no un Estado! La única alternativa es un Estado único.”
Y agregaba: “Ya tenemos un Estado. Toda Palestina está controlada por Israel.La cuestión es que hay que cambiar la naturaleza de este Estado, porque, como le he dicho, en este Estado hay gente que vive bajo ocupación, discriminación, apartheid, y hay gente que vive en una ‘auto-titulada’ democracia”.
Con todo lo reivindicable, valiente y meritorio que tienen las posturas y la lucha de Pappé y otros como él, aquí discrepamos profundamente. Es imposible cambiar la naturaleza del Estado sionista. Como el mismo Pappé dice, ese estado policial-militar fue creado y solo sirve como instrumento al servicio de los intereses imperialistas, en guerra perpetua.
A diferencia de lo que sucede en los estados capitalistas “normales”, sean imperialistas o semicoloniales, lamentablemente no hay manera de que la población judía israelí se sume a esa tarea. En su casi totalidad –incluida la clase obrera israelí- está comprometida en la expropiación de las tierras, la limpieza étnica y la opresión constante de los árabes palestinos. Por esta razón no puede haber una revolución obrera desde adentro del país que, encabezando al pueblo, derroque a los gobernantes sionistas y transforme a Israel en un estado socialista o, al menos, un país capitalista laico y no fascista.
No se puede transformar a Israel. Hay que destruirlo. Del mismo modo que no se puede curar a un perro rabioso, hay que matarlo.
Por otra parte, así como la creación del monstruo sionista fue obra de la contrarrevolución mundial, su destrucción solo puede ser obra de una lucha obrera internacional unificada, que tenga al frente a los palestinos y demás pueblos árabes, pero que cuente con la acción solidaria de los trabajadores de todo el mundo y, en particular, de las potencias imperialistas. Que al menos obligue a Washington a retirar su apoyo a Israel. La destrucción del estado sionista requerirá un proceso internacional por lo menos tan amplio como el que ayudó a la expulsión de EE.UU. de Vietnam.
El creciente aislamiento de Israel y la ola de boicots contra el estado sionista y de acciones solidarias con el pueblo palestino que estamos viendo hoy en muchos países, incluidos en los Estados Unidos, son importantes avances en ese sentido.
*Solidaridad.net- Fecha: 2004-01-21
**Revista Pueblos, Martes 16 de agosto de 2005, por Siscu Baiges.
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