Nelson Mandela es el líder que todos conocemos porque nunca se
rindió, nunca dio un paso atrás, siempre defendió sus ideas y esas ideas
lo enviaron a prisión por 27 años.
Con frecuencia hablamos de liderazgos y más específicamente el liderazgo político, y lo asociamos a la capacidad de mandar sobre otros y lograr que estos cumplan la voluntad del líder. El problema radica en que nos olvidamos que el liderazgo como lo vemos en el siglo XXI no es una cuestión de mandatos entre los gobernantes y los gobernados o entre los líderes y los seguidores, es más bien la capacidad de influir en los actos de los demás, hacerlos parte de la decisión, la ejecución y los resultados.
Tenemos que tener clara la diferencia entre los términos poder, autoridad e influencia. En el caso del poder, tal como expresaba el maestro de la diplomacia americana Henry Kissinger, “el poder es el afrodisiaco más fuerte”, mientras que nuestro Gabriel García Márquez señalaba que “el poder absoluto es la realización más alta y más completa de todo ser humano y por eso resume a la vez toda su grandeza toda su miseria”. El tema aquí es que cuando no se sabe para qué se quiere el poder y, por consiguiente, no se sabe ejercerlo, se termina abusando del poder y llega un momento en que se debilita la autoridad a través de la pérdida de la legitimidad.
Un ejemplo de liderazgo político que supo ejercer el poder e influir en la vida de millones de personas lo encontramos en Nelson Mandela, quien luego de años en prisión luchó por una causa, logró conquistar el poder y supo trabajar las inquietudes que inspiraron sus luchas y no llegó al poder para improvisar, de hecho se retiró del poder cuando su pueblo lo seguía queriendo, y el poder moral lo acompañó hasta el último de sus días.
Sabemos que la figura de la autoridad es precisamente el poder que recae sobre una posición que se ejerce, lo trae la investidura misma del cargo, pero la influencia es la capacidad de cambiar el pensamiento de los demás, las opiniones o el desenlace de una acción.
Teniendo claro cuál es el significado del poder, la autoridad y la influencia, debemos hacer énfasis en el hecho de que el verdadero liderazgo político es el que sabe navegar en tiempos de crisis, el que tiene resiliencia como capacidad para adaptarse a las adversidades, pero, sobre todo, el que sabe tomar decisiones en tiempos difíciles.
Abraham Lincoln, quien al referirse al poder dijo que “casi todos podemos soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”, hoy tiene un legado inmenso no por haber sido presidente de Estados Unidos, sino por haber tenido la capacidad de dirigir los destinos de la nación durante la Guerra Civil de los estados del Sur y los del Norte, pero más que todo por ser quien abolió la esclavitud en la cuna de la democracia. Por otro lado, tenemos a Herbert C Hoover, cuyo legado más importante es haberse sentado en el despacho oval y haber sido el presidente que no tomó las decisiones correctas durante la llamada Gran Depresión de 1929.
A Mahatma Gandhi hoy el mundo lo recuerda por haber sido el líder hindú que se atrevió a desafiar el statu quo de la India colonizada a través de mecanismos pacíficos de desobediencia civil; su liderazgo quedó probado más allá de la duda razonable con su capacidad de movilización de bases en la famosa Marcha de la Sal, ¡un éxito total!
Winston Churchill, hoy uno de los referentes más clásicos de liderazgo, pues pudo dirigir al Reino Unido en un momento cuando la esperanza y la moral de las fuerzas británicas estaban por el suelo, producto de los constantes bombardeos de la Alemania nazi, también un genio de la estrategia militar.
Si el reverendo Martin Luther King Jr hubiera optado por seguir el camino fácil de la violencia, en cuanto a protestar contra las discriminaciones raciales y civiles de la comunidad afroamericana de la época, hoy no sería el estandarte del Movimiento de los Derechos Civiles de Estados Unidos. Luther King Jr pudo adoptar una hoja de ruta como la tomada por el líder Malcolm X y enfrascarse en una lucha de superioridad racial. Sin embargo, eligió la desobediencia civil de no violencia y hoy es una de las personas que más honran al Premio Nobel de la Paz.
Nelson Mandela es el líder que todos conocemos porque nunca se rindió, nunca dio un paso atrás, siempre defendió sus ideas y esas ideas lo enviaron a prisión por 27 años; pero esas mismas ideas lo llevaron de prisión a la presidencia, dejando atrás el régimen del Apartheid por la reconciliación nacional.
Por último, el fenecido senador John McCain es un líder porque pudo reponerse de 5 años de cautiverio durante su servicio en la guerra de Vietnam, regresar a su país, construir un liderazgo que lo llevó a convertirse en uno de los senadores más respetados, pudiendo disputarle la presidencia a Barack Obama en 2008 y continuando su liderazgo después de esa derrota, nunca se rindió al cáncer cerebral que lo atacó en sus últimos días, ¡mis respetos!
Geovanny Vicente Romero/Telesur
Con frecuencia hablamos de liderazgos y más específicamente el liderazgo político, y lo asociamos a la capacidad de mandar sobre otros y lograr que estos cumplan la voluntad del líder. El problema radica en que nos olvidamos que el liderazgo como lo vemos en el siglo XXI no es una cuestión de mandatos entre los gobernantes y los gobernados o entre los líderes y los seguidores, es más bien la capacidad de influir en los actos de los demás, hacerlos parte de la decisión, la ejecución y los resultados.
Tenemos que tener clara la diferencia entre los términos poder, autoridad e influencia. En el caso del poder, tal como expresaba el maestro de la diplomacia americana Henry Kissinger, “el poder es el afrodisiaco más fuerte”, mientras que nuestro Gabriel García Márquez señalaba que “el poder absoluto es la realización más alta y más completa de todo ser humano y por eso resume a la vez toda su grandeza toda su miseria”. El tema aquí es que cuando no se sabe para qué se quiere el poder y, por consiguiente, no se sabe ejercerlo, se termina abusando del poder y llega un momento en que se debilita la autoridad a través de la pérdida de la legitimidad.
Un ejemplo de liderazgo político que supo ejercer el poder e influir en la vida de millones de personas lo encontramos en Nelson Mandela, quien luego de años en prisión luchó por una causa, logró conquistar el poder y supo trabajar las inquietudes que inspiraron sus luchas y no llegó al poder para improvisar, de hecho se retiró del poder cuando su pueblo lo seguía queriendo, y el poder moral lo acompañó hasta el último de sus días.
Sabemos que la figura de la autoridad es precisamente el poder que recae sobre una posición que se ejerce, lo trae la investidura misma del cargo, pero la influencia es la capacidad de cambiar el pensamiento de los demás, las opiniones o el desenlace de una acción.
Teniendo claro cuál es el significado del poder, la autoridad y la influencia, debemos hacer énfasis en el hecho de que el verdadero liderazgo político es el que sabe navegar en tiempos de crisis, el que tiene resiliencia como capacidad para adaptarse a las adversidades, pero, sobre todo, el que sabe tomar decisiones en tiempos difíciles.
Abraham Lincoln, quien al referirse al poder dijo que “casi todos podemos soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”, hoy tiene un legado inmenso no por haber sido presidente de Estados Unidos, sino por haber tenido la capacidad de dirigir los destinos de la nación durante la Guerra Civil de los estados del Sur y los del Norte, pero más que todo por ser quien abolió la esclavitud en la cuna de la democracia. Por otro lado, tenemos a Herbert C Hoover, cuyo legado más importante es haberse sentado en el despacho oval y haber sido el presidente que no tomó las decisiones correctas durante la llamada Gran Depresión de 1929.
A Mahatma Gandhi hoy el mundo lo recuerda por haber sido el líder hindú que se atrevió a desafiar el statu quo de la India colonizada a través de mecanismos pacíficos de desobediencia civil; su liderazgo quedó probado más allá de la duda razonable con su capacidad de movilización de bases en la famosa Marcha de la Sal, ¡un éxito total!
Winston Churchill, hoy uno de los referentes más clásicos de liderazgo, pues pudo dirigir al Reino Unido en un momento cuando la esperanza y la moral de las fuerzas británicas estaban por el suelo, producto de los constantes bombardeos de la Alemania nazi, también un genio de la estrategia militar.
Si el reverendo Martin Luther King Jr hubiera optado por seguir el camino fácil de la violencia, en cuanto a protestar contra las discriminaciones raciales y civiles de la comunidad afroamericana de la época, hoy no sería el estandarte del Movimiento de los Derechos Civiles de Estados Unidos. Luther King Jr pudo adoptar una hoja de ruta como la tomada por el líder Malcolm X y enfrascarse en una lucha de superioridad racial. Sin embargo, eligió la desobediencia civil de no violencia y hoy es una de las personas que más honran al Premio Nobel de la Paz.
Nelson Mandela es el líder que todos conocemos porque nunca se rindió, nunca dio un paso atrás, siempre defendió sus ideas y esas ideas lo enviaron a prisión por 27 años; pero esas mismas ideas lo llevaron de prisión a la presidencia, dejando atrás el régimen del Apartheid por la reconciliación nacional.
Por último, el fenecido senador John McCain es un líder porque pudo reponerse de 5 años de cautiverio durante su servicio en la guerra de Vietnam, regresar a su país, construir un liderazgo que lo llevó a convertirse en uno de los senadores más respetados, pudiendo disputarle la presidencia a Barack Obama en 2008 y continuando su liderazgo después de esa derrota, nunca se rindió al cáncer cerebral que lo atacó en sus últimos días, ¡mis respetos!
Geovanny Vicente Romero/Telesur
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